Después de la coyuntura
La potencia de la vida cotidiana
07/01/2002
- Opinión
Algunos datos de la movilización social argentina permiten intuir que no sólo se
protestó contra el gobierno de turno, como suele ser habitual, sino contra la idea
misma de gobierno.
La mayoría de los historiadores del movimiento obrero coincide en que, a lo largo
del tiempo, en su seno han convivido dos tendencias sociales y culturales opuestas:
la que pugna por integrarse en la sociedad en las mejores condiciones posibles y la
que pretende desbordarla. Habitualmente, la primera es con mucho la más sólida y
la que abarca a la inmensa mayoría de la población. La segunda, que aparece en
breves períodos, suele estar casi siempre subordinada a la primera. Por eso
sorprende lo sucedido en los diez días de mayor desestabilización del poder en
Argentina, ya que no tendría explicación en ninguna de las dos “estrategias”
conocidas. En efecto, el comportamiento de ese sector de la población que se
manifestó no encaja ni en las tesis llamadas “reformistas” ni en las
“revolucionarias”. Algo diferente está sucediendo.
1) Quizá la imagen más significativa de la crisis actual haya sido la movilización-
caceroleada nocturna del 19 de diciembre, después del discurso televisado del
todavía presidente Fernando De la Rúa. Con la plaza de mayo rebosante de
manifestantes y con una Casa Rosada apenas custodiada por escasos policías, la
multitud avanzó hasta las verjas del palacio de gobierno y se plantó allí. Era
posible dar unos pasos más y, sin violencia, ocupar el edificio, símbolo del poder
en Argentina. A esas horas, la una de la madrugada, el poder estatal estaba
desnorteado ante una masiva salida a la calle que no se esperaba. Sin embargo, la
gente optó por permanecer en la Plaza de Mayo, símbolo desde más de medio siglo, de
la soberanía popular.
La pregunta es obvia. ¿Porqué no “tomaron por asalto” el palacio de gobierno,
cuando todo hacía pensar que los “costos” de esa acción serían mínimos? La falta de
dirección política o de dirigentes que propusieran esa alternativa no es razón, ya
que pocas horas después, durante la batalla por la Plaza, en la tarde del 20, los
jóvenes apartaron de la lucha a cualquier dirigente conocido, incluso a Hebe de
Bonafini, que no estaba en condiciones de ejercer un liderazgo político.
La pregunta es pertinente porque parece evidente que la revuelta popular no iba
dirigida sólo contra el gobierno que en ese momento se tambaleaba, sino contra todo
gobierno. Contra la idea misma de gobierno. Quizá por eso organizaciones como el
Frente Nacional Contra la Pobreza y la CTA, que días entes habían alcanzado a
convocar a 3 millones de personas en un referéndum, no hayan jugado un papel
relevante en esta crisis. Fueron diez días, desde la tarde del 19 de diciembre
hasta la renuncia de Adolfo Rodríguez Saá, la noche del 29, en la que la idea misma
de gobierno resultó puesta en cuestión por una parte considerable de la sociedad
argentina.
2) El no asalto a la Casa Rosada puede relacionarse con la idea, cada vez más
sólidamente instalada en las sociedades actuales, de que el verdadero poder no
reside allí. El descreimiento de buena aparte de la población, sobre todo de los
jóvenes, en la política, tiene su manifestación más sonora en el vacío que le hacen
a los partidos y en el creciente abstencionismo en la elecciones. Incluso en una
sociedad que puede jactarse de gran estabilidad económica y muy bajo desempleo,
como la chilena, el 45 por ciento de la población no votó, no se inscribió o anuló
su voto en las recientes elecciones legislativas.
Cada vez son más los que coinciden en que el verdadero poder reside en el mundo de
las altas finanzas, sus bancos y organismos internacionales. Ellos dictan las
políticas y ante ellos se inclinan los gobernantes democráticamente elegidos. Y
ese poder, que es una verdadera dictadura financiera, es inmune a cualquier asalto
a palacios de gobierno y también al gobierno más comprometido con su pueblo.
3) Sin embargo, la expulsión de la multitud que peleó por la plaza de Mayo, y de
otras multitudes similares que se autoconvocaron esos días, de todo distintivo
político y de dirigentes de cualquier pelo, requiere de un análisis más detallado.
Los militantes encuadrados en partidos o sindicatos tradicionales hubieran
enarbolado sus banderas o seguido a sus dirigentes. Los que se nuclearon en la
multitud de los diez días de la protesta social argentina, no los necesitaban. Se
autoconvocaron, sin mediar organizaciones formales. Fueron convocados por y en las
redes sociales de pertenencia y sobreviviencia de la vida cotidiana, en sus
barrios, en sus lugares de trabajo y en todo espacio en el que transcurre la vida
cotidiana.
Todos los relatos recogidos estos días, en todos los medios sociales y en sitios
distantes, coinciden en que una vez puesta en marcha la protesta fueron las
pequeñas redes locales las que la amplificaron y en ellas los vecinos y familias
decidieron, en base al consenso colectivo, acudir a encontrarse con sus semejantes.
Nadie consultó, nadie pidió consejos a ningún partido, a ningún dirigente, a
ninguna institución. Los “representantes” fueron disueltos por la multitud.
4) Anarquía, dirán algunos. Anarquismo, acusarán otros. Lo cierto y constatable
es que para una porción cada vez mayor de argentinos, y de ciudadanos en todos los
rincones del mundo, los gobiernos se han convertido en algo maligno o superficial.
En el mejor de los casos, no juegan un papel relevante en la vida de la gente.
Apenas un ejemplo: en Argentina entre 300 y 500 mil personas viven del trueque, sin
mediar -afortunadamente- la intervención de gobiernos y organismos oficiales. A
propósito, ya llegarán quienes intenten ponerle un “impuesto al trueque”.
Cada vez son más los que sobreviven gracias a la inventiva, el ingenio, la
picardía, la solidaridad y el apoyo mutuo, zafando del control estatal. Infinidad
de iniciativas de los sectores populares, como el trueque, los comedores, las
guarderías, centros comunitarios y un largo etcétera, garantizan la sobrevivencia
de un sector importante de la población, marginada del empleo formal. Entonces, lo
que sucedió entre el 19 y el 29 de diciembre fue la escenificación pública de lo
que sucede en pequeña escala en la oscuridad de la vida cotidiana: el autogobierno
de las cosas por los necesitados de sobrevivir sin apoyo, y a menudo en contra, del
mundo institucional. Si en la vida cotidiana se las arreglan sin dirigentes,
¿porqué habrían de necesitarlos a la hora de la protesta?
5) Ahora comenzaron los tiempos del orden. El nuevo gobierno ya anunció, el mismo
día de la asunción de Duhalde, de qué se trata: las barras bravas del exgobernador
de Buenos Aires se encargarán de sustituir a la policía federal en la represión,
ahogando la protesta. La criminalización y el zarandeo de los protestones por los
“punteros” del duhaldismo, auguran tiempos difíciles para esa parte de la sociedad
que no quiere someterse, por ejemplo, al secuestro de sus sueldos y ahorros en las
cajas fuertes de la banca.
Aún así, todos saben que ya nada será igual. Una pintada, en el centro de la
ciudad, adelanta lo que puede ser el futuro inmediato y representa, casi, un
programa: “Que venga lo que nunca vino”.
https://www.alainet.org/es/articulo/105531
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