El Consenso de Monterrey cayó en la trampa del "Consenso de Washington"
13/03/2002
- Opinión
Los Jefes de Estado y de Gobierno se reunirán en Monterrey (México) los
días 21 y 22 de marzo de 2002, para discutir la forma de hacer frente a
los problemas de la financiación para el desarrollo en el mundo, en
particular en los países en desarrollo. La meta propuesta es "erradicar
la pobreza, lograr un crecimiento económico sostenido y promover un
desarrollo sostenible al tiempo que se avance hacia un sistema económico
mundial basado en la equidad y que incluya a todos". Tal es el preámbulo
del documento de base de la conferencia internacional conocido como
"Consenso de Monterrey" y que es el producto de los debates entre
representantes de los gobiernos de los países en desarrollo y de los
países industrializados del norte. En vista de la importancia del
proceso, vale la pena mencionar los límites y las posibilidades que éste
llevará consigo en la etapa posterior de seguimiento.
Los límites
1. El fallido intento de elaborar una respuesta global a los problemas
del desarrollo llevó a la elaboración de un documento que es más una
declaración de intenciones y menos una declaración de principios o
medidas con carácter obligatorio.
2. El documento de Monterrey no da respuestas concretas sobre la
cantidad y la calidad de los recursos que los países ricos están
dispuestos a poner a la disposición para lograr los objetivos
internacionales del desarrollo. Solo como ilustración de la situación
actual del mundo, valga mencionar que mientras los funcionarios
gubernamentales negociaban sobre generalidades, la pareja más rica
del mundo Bill y Melinda Gates anunciaban en la revista Newsweek la
donación de 24 mil millones de dólares para financiar proyectos de
salud en beneficio de los niños de los países pobres.
3. El Consenso de Monterrey es un consenso entre desiguales, entre los
que tienen mucho y los que tienen poco o casi nada. Para movilizar
los recursos propios los débiles se obligan a aceptar las normas de
los fuertes que definen el buen gobierno bajo los abstractos
principios de "libertad y fomento de la iniciativa privada".
4. El consenso de Monterrey no supera el llamado Consenso de Washington
que es más normativo y actúa más como instrumento de coherción desde
hace más de una década de políticas macroeconómicas bajo la dirección
del FMI y el Banco Mundial. Al no admitir el fracaso de los programas
de ajuste, especialmente en los países menos adelantados y los
efectos empobrecedores de las políticas monetarias restrictivas,
renuncia a la posibilidad de superar dicho consenso basado en la
teoría neoclásica del equilibrio económico.
5. Está marcado por el Zeitgeist de la mundialización hegemonizada con
una construcción piramidal en la que el capital financiero ejerce la
hegemonía sobre las inversiones productivas.
6. Su motivación no es la promoción del desarrollo sino el manejo de la
crisis. Las estrategias que intenta esbozar son defensivas y nunca
llegan a manifestar una intención transformadora del statu quo.
7. Pone demasiado énfasis en un flujo financiero orientado por la
desregulación y el mercado de capitales privados en lugar de definir
un proceso ordenado y transparente por medio del cual se eliminen los
riesgos del caos y la especulación.
8. No saca experiencias consistentes de las crisis financieras recientes
(México, Asia del sudeste, Brasil, Rusia y más recientemente
Argentina) que ponen en cuestión los efectos de los flujos
financieros de corto plazo a los llamados mercados emergentes.
9. No hace una crítica sistemática del fracaso de las estrategias
internacionales de desarrollo anteriores y los objetivos definidos en
el marco de las Naciones Unidas, por ejemplo el tan tristemente
celebre 0.7% del PIB que reaparece en el documento más como una frase
formal que como una perspectiva seria.
Las posibilidades
1. Las posibilidades de obtener resultados positivos del consenso de
Monterrey están dadas más en el largo que en el corto plazo en vista
de que el consenso destruyó la sustancia de medidas estratégicas
vitales.
2. Reconoce la existencia de un enorme déficit de recursos para poder
lograr los objetivos establecidos para lograr el desarrollo y
establece algunas normas generales para superar tales obstáculos.
3. La implementación de medidas concretas en casos concretos dependerán
del carácter y del desarrollo de la actual crisis de recesión en las
economías de los países industrializados y de las contradicciones que
de ella se originan.
4. Las estrategias regionales dependerán del éxito de las economías
emergentes en los países en desarrollo que pugnan por nuevas
posiciones en la economía mundial: Brasil, México (en América
Latina), India y China en Asia y quizá Sudáfrica en Africa.
Conclusiones generales
Dentro del consenso de Monterrey falto de concresión, resultan
preocupantes una serie de aspectos que pueden tener un impacto negativo
en la situación de los pobres en los países en desarrollo:
- Hay un acuerdo explícito de los gobiernos que puede reconocerse en la
necesidad de estimular las inversiones extranjeras directas como un
elemento importante en la promoción del desarrollo. El documento recoge
las exigencias de las grandes empresas transnacionales por mejorar el
clima para las inversiones en los países en desarrollo pero no recoge la
preocupación de los sectores sociales de estos por los efectos negativos
que implican la repatriación de las ganancias en la balanza de pagos de
los países receptores y la volatilidad creciente de los capitales
internacionales. Por presión del grupo de los G-77 no se incluyeron las
orientaciones referentes a las Guidelines de la OECD y el llamado Global
Compac respecto a las compañías multinacionales. Las exigencias de las
ONG para fijar deberes y estándares para los inversores internacionales
fueron rechazadas por casi todos los gobiernos.
- Serios conflictos pudieron ser percibidos en el tema comercio
internacional en cuyo contexto fracasaron las intenciones de la Unión
Europea por imponer posiciones que sobrepasarían los acuerdos de Doha al
parecer de los representantes del G-77.
- Uno de los puntos neurálgicos en las negociaciones se refiere a la
cooperación internacional para el desarrollo. Es verdaderamente
lamentable que por las fuertes presiones de los Estados Unidos no se
hayan concretado los objetivos estipulados en la Declaración del Milenio
que se refieren por ejemplo a redoblar en 50 mil millones de dólares la
asistencia oficial para el desarrollo (AOD). En lugar de definir las
etapas concretas de un plan de financiamiento al desarrollo, el
documento no hace más que "instar a los países desarrollados que aún no
lo hayan hecho a que adopten medidas concretas para dedicar el 0.7% de
su PIB como AOD para los países en desarrollo...". Es lamentable que se
hayan eliminado completamente los pasajes referentes al financiamiento
de los bienes públicos globales a pesar de contar con el apoyo del
gobierno francés y del gobierno sueco. La idea de un impuesto a los
negocios con divisas (la tasa Tobin) como una fuente adicional de
recursos para el desarrollo ni siquiera fue mencionada en vista de el
evidente rechazo por parte de la delegación norteamericana.
- Tampoco en lo referente al importante tema de la deuda externa el
consenso de Monterrey produjo resultados innovadores. Más aun podría
decirse que en vista de las discusiones sobre un "derecho internacional
de insolvencia" ventiladas en las declaraciones de la Sra. Anne Krüger,
el consenso de Monterrey queda por debajo del FMI y con éste del
consenso de Washington al plantear la difusa propuesta de "mecanismos
innovadores para hacer frente a los problemas de la deuda de los países
en desarrollo". Es una verdadera lástima que la segunda versión del
documento sea incluso más difusa que la primera en este punto. Las
exigencias de las ONG para el establecimiento de un proceso de arbitraje
justo y transparente que encuentre una salida de la crisis de la deuda
en beneficio de los pobres, fueron simplemente ignoradas. De igual
manera la evaluación de los alcances de la iniciativa para los Países
pobres muy endeudados (HIPC) del Banco Mundial queda también muy por
debajo de las ya conocidas autocríticas de dicha institución respecto a
las limitaciones de tal iniciativa y la poca probabilidad de que los
cálculos de sostenibilidad propuestos por la misma contribuyan a una
reducción sustancial de la pobreza hasta el año 2015.
- Por último es de hacer notar que las llamadas cuestiones sistémicas se
ahogan también en el vacío de un consenso que no puede ser más que el
resultado de un mundo unipolar. Tanto los Estados Unidos como la Unión
Europea se opusieron desde el principio hasta el final a las exigencias
por una reforma del sistema financiero internacional y la creación de
una nueva arquitectura financiera internacional. Los llamados para
fortalecer el rol de los países en desarrollo dentro de las
instituciones financieras internacionales no pueden sustituir los
efectos negativos provenientes de las asimetrías existentes en el plano
internacional.
El consenso de Monterrey es en resumen el mínimo denominador común en
una comunidad internacional caracterizada por las profundas asimetrías
en lo político, lo económico y, por que no decirlo, lo militar.
Desgraciadamente hay que hacer notar que no solo los países en
desarrollo han perdido influencia; también las tan respetadas ONG
deberán aceptar que de hecho ninguna de sus exigencias fue seriamente
considerada en el proceso de Monterrey. Lo más dramático de todo es que
en momentos de crisis y de creciente pobreza tampoco las instituciones y
las correspondientes convenciones del sistema de las Naciones Unidas
resultan fortalecidas con la política unilateralista de las naciones más
poderosas de la tierra.
* El Dr. Pedro Morazán (Hondureño) es economista del Instituto SÜDWIND
de Alemania, colaborador de FOSDEH/ASONOG y miembro del comité ejecutivo
de la Campagna "erlassjahr.de" (Jubileo 2000, Alemania). Ponencia
presentada en Roma, Italia en la Conferencia de Social Wacht sobre el
proceso de Monterrey.
https://www.alainet.org/es/articulo/105686