La nueva geografía de los conflictos internacionales
15/03/2002
- Opinión
En octubre de 1999, en una rara alteración de la geografía militar de
Estados Unidos, el Departamento de Defensa cambió el mando general de las
fuerzas estadounidenses en Asia Central al trasladarlas de la Comandancia
del Pacífico a la Comandancia Central. Esta decisión no produjo titulares
en la prensa ni otras muestras de interés en Estados Unidos, y sin embargo
representó un cambio significativo en el pensamiento estratégico
estadounidense.
Asia Central se había considerado antaño un asunto periférico, un rincón
alejado de las principales áreas de responsabilidad de la Comandancia del
Pacífico (China, Japón y la península de Corea). Pero esa región, que se
extiende desde los Montes Urales a la frontera occidental de China, se ha
convertido hoy en importante objetivo estratégico debido a las grandes
reservas de petróleo y gas natural que se cree yacen bajo el Mar Caspio y
sus alrededores. Como la Comandancia Central ya tiene a su cargo las
fuerzas de Estados Unidos en la región del Golfo Pérsico, su toma del
control sobre Asia Central significa que esta área recibirá ahora una
atención más cercana de parte de aquellos cuya tarea primaria es proteger
el flujo de petróleo hacia Estados Unidos y sus aliados.
La nueva preeminencia de Asia Central y de su potencial riqueza petrolera
no es sino un signo de una transformación mayor en el pensamiento
estratégico estadounidense. Durante la Guerra Fría, las áreas de mayor
interés para los planificadores militares eran las de confrontación entre
Estados Unidos y el bloque aliado soviético: Europa Central y del sureste y
el Lejano Oriente. Sin embargo, desde el fin de la Guerra Fría, estas
áreas han perdido mucha de su importancia estratégica para Estados Unidos
(salvo, quizás, por la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea
del Sur), en tanto que otras regiones - el Golfo Pérsico, la cuenca del Mar
Caspio y el Mar de la China Meridional - están recibiendo cada vez mayor
atención del Pentágono.
Tras ese cambio de la geografía estratégica hay un nuevo énfasis en la
protección al suministro de recursos vitales, sobre todo, el petróleo y el
gas natural. Mientras en la era de la Guerra Fría se creaban divisiones y
se formaban alianzas siguiendo lineamientos ideológicos, en la actualidad
la competencia económica rige las relaciones internacionales y, por lo
mismo, se ha intensificado la competencia por el acceso a esas vitales
riquezas económicas. Como cualquier interrupción en el abastecimiento de
recursos naturales tendría graves consecuencias económicas, los principales
países importadores consideran hoy que la protección de ese flujo es una
importante preocupación nacional. Además, con un consumo global de energía
cuyo aumento se estima en 2% anual, la competencia por el acceso a las
grandes reservas de energéticos sólo puede ser más intensa en los años
venideros.
Por consiguiente, los funcionarios de seguridad han empezado a prestar una
atención mucho mayor a los problemas que origina la creciente competencia
por el acceso a materias primas cruciales, en especial aquellas que, como
el petróleo, con frecuencia yacen en áreas en disputa o políticamente
inestables. Como observó el Consejo de Seguridad Nacional en el informe
anual sobre política de seguridad redactado en 1999 por la Casa Blanca:
"Estados Unidos seguirá teniendo un interés vital en asegurar el acceso a
los suministros de petróleo del exterior". Por tanto, concluía el informe,
"debemos mantenernos conscientes de la necesidad de estabilidad y seguridad
regionales en áreas clave de producción, a fin de garantizar nuestro acceso
a esos recursos tanto como su libre circulación."
Líneas de falla
Desde luego, la preocupación por el acceso a los recursos globales ha sido
durante mucho tiempo tema importante en la política de seguridad
estadounidense. Por ejemplo, en la década de 1890, el capitán Alfred
Thayer Mahan, destacado estratega naval de la nación, obtuvo un apoyo
generalizado al sostener que Estados Unidos necesitaba una flota numerosa y
capaz a fin de reforzar su posición como potencia comercial en el mundo.
Esta perspectiva también moldeó el pensamiento geopolítico de los
presidentes Theodore Roosevelt y Franklin Delano Roosevelt.
No obstante, durante la Guerra Fría las preocupaciones por los recursos se
subordinaron con frecuencia a las dimensiones políticas e ideológicas de la
rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Apenas ahora, cuando
la Guerra Fría ha terminado definitivamente, la garantía de acceso a
materias primas vitales vuelve a adquirir una posición central en la
planeación de la seguridad estadounidense.
La prueba de esta reanimación del interés por los recursos fue
especialmente clara el año pasado, durante la escasez global de petróleo y
gas natural. En agosto de 2000 el presidente Bill Clinton voló a África
con la esperanza de obtener petróleo adicional de Nigeria - en la
actualidad uno de los principales abastecedores de Estados Unidos - y
alentó a los estados del Mar Caspio a acelerar la construcción de nuevos
oleoductos con destino a Europa y el Mediterráneo. Entre tanto, el
entonces gobernador de Texas, George W. Bush, se valió de los debates de
la campaña presidencial para exigir la exploración de petróleo y gas en los
territorios vírgenes de Estados Unidos, a fin de reducir la dependencia
nacional de los suministros del extranjero. Una vez electo, una de sus
primeras iniciativas de política exterior fue su reunión con el presidente
de México, Vicente Fox, para discutir propuestas destinadas a aumentar el
flujo de energéticos de ese país a Estados Unidos.
Un enfoque similar sobre la adquisición o la protección de suministros de
energía es evidente en el pensamiento estratégico de otras potencias.
Grandes importadores de energía, como China, Japón y las principales
potencias europeas, han hecho del aseguramiento de la estabilidad en sus
suministros una de sus prioridades máximas.
Rusia muestra hoy mayor interés en su política exterior hacia las áreas
productoras de energía de Asia Central. Aunque siga preocupándose por los
acontecimientos que ocurren en sus fronteras occidentales, en áreas
colindantes con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN,
Moscú ha dedicado considerables recursos a fortalecer su presencia militar
en el sur, en el Cáucaso (incluyendo Chechenia y Daguestán) y en las
antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central.
Del mismo modo, el ejército chino ha desplazado su concentración de la
frontera norte, con Rusia, a Xinjiang, en el oeste (fuente potencial de
petróleo), y a áreas extracosteras en los mares de la China Oriental y
Meridional.
Japón ha seguido a China a esos mares e impulsado en ellos su propia
capacidad de operación, obteniendo y desplegando nuevas naves de guerra y
una flotilla de aviones patrulla Orión P-3C armados con misiles.
Garantizar el acceso a suficientes suministros de petróleo y gas es también
una gran preocupación de las naciones en reciente proceso de
industrialización del mundo en desarrollo, como Brasil, Israel, Malasia,
Tailandia y Turquía, muchas de las cuales, se espera, duplicarán o
triplicarán su consumo de energía en los próximos veinte años.
Aunque la obtención de suficientes suministros de energía se esté
convirtiendo en la máxima prioridad en recursos para algunos estados, para
otros el foco principal estará en la búsqueda de agua adecuada. Los
suministros de agua ya son insuficientes en muchas partes del Medio Oriente
y del suroeste asiático; es probable que el continuo crecimiento de la
población y la mayor posibilidad de sequía debida al calentamiento global
provoquen una escasez similar en otras latitudes. Para complicar más el
problema, los suministros del líquido no obedecen a fronteras políticas,
por lo que muchos países de esas regiones deben compartir un número
limitado de importantes fuentes de agua. Como todos los estados
colindantes con esas aguas tratan de elevar los suministros que tienen
asignados, es inevitable que aumente el peligro de conflicto por la
competencia por esos suministros compartidos.
En otras partes del mundo han estallado conflictos localizados por el
control de maderas y minerales valiosos. Por lo regular, esos conflictos
implican una lucha entre élites o tribus que compiten por el ingreso
derivado de los bienes de exportación. Por ejemplo, en Angola y Sierra
Leona grupos rivales luchan por el control de lucrativos yacimientos de
diamantes; en la República Democrática del Congo, el conflicto atañe tanto
al cobre como a los diamantes; y en algunas partes del sureste asiático
numerosos grupos luchan por ricas zonas madereras. En Borneo hubo
recientemente un importante derramamiento de sangre por los enfrentamientos
entre los dayak nativos, que durante mucho tiempo han ocupado extensas
selvas de Borneo, y los colonos de Java y Madura que fueron llevados allí
por el gobierno indonesio para recolectar toda esa madera. Aunque no sean
una amenaza directa a la seguridad de las principales potencias, esos
conflictos pueden llevar al despliegue de fuerzas de paz de la Organización
de las Naciones Unidas, ONU - como en Sierra Leona-, para imponer así
importantes demandas a la capacidad mundial para manejar la violencia
étnica y regional.
Todos esos fenómenos -mayor competencia por el acceso a importantes fuentes
de petróleo y gas, creciente fricción por la asignación de suministros de
agua compartidos y guerra interna por valiosos bienes de exportación- han
producido una nueva geografía de conflictos, una cartografía reconfigurada
en la que los flujos de recursos, y no las divisiones políticas e
ideológicas, constituyen las principales líneas de falla. Así como un mapa
en que se muestran las fallas tectónicas del mundo es una útil guía sobre
posibles zonas de terremotos, considerar el sistema internacional en
términos de depósitos de recursos en disputa -yacimientos de petróleo y gas
en problemas de adjudicación, sistemas hidrológicos compartidos, minas de
diamantes asediadas- ofrece una guía a posibles zonas de conflicto en el
siglo XXI.
Un mapa del mundo
Los analistas políticos aún no han creado un modelo que represente con
precisión la dinámica de poder global del mundo posterior a la Guerra Fría.
Una explicación amplia y con perspectiva de futuro de esa dinámica debe
tomar en cuenta los diversos cambios en la política del poder y en las
zonas de conflicto. La confrontación bipolar de la Guerra Fría se ha
reconfigurado para crear una superpotencia global -Estados Unidos-
enfrentada a un grupo de centros de poder más pequeños, de Europa
Occidental a Rusia, China y Japón.
A principios de la década de 1990, la violencia en la antigua Yugoslavia,
en Cachemira y en África Central hizo que la comunidad mundial se
concentrara en la prevención de los conflictos étnicos e intercomunitarios,
pero ese enfoque en la etnicidad no fue capaz de prever ni enfrentar la
violencia en África por el control de yacimientos de diamantes, de minas de
cobre y de tierras de labranza. La globalización económica viene
convirtiendo algunas áreas pobres en centros de prosperidad y crecimiento,
pero dejando a otras en la más abyecta pobreza, provocando conflictos que
tienen más que ver con los recursos que con el nacionalismo. En suma, los
asuntos del mundo contemporáneo desafían las definiciones exclusivamente
políticas, económicas y de seguridad.
Un mejor análisis de las tensiones en el nuevo sistema internacional y un
mejor pronóstico de los conflictos verían las relaciones internacionales a
través del cristal de los recursos en disputa en el mundo y se enfocarían
en aquellas áreas donde es probable que surjan conflictos por el acceso a
materias primas vitales o por su posesión.
El análisis empezaría con un mapa que mostrara todos los principales
yacimientos de petróleo y gas natural localizados en áreas en disputa o
inestables. Entre esas zonas de conflicto potencial están el Golfo
Pérsico, la cuenca del Mar Caspio y el mar de la China Meridional, además
de Argelia, Angola, Chad, Colombia, Indonesia, Nigeria, Sudán y Venezuela,
áreas y estados que en conjunto albergan alrededor de las cuatro quintas
partes de las reservas de petróleo conocidas del mundo. El mapa también
trazaría oleoductos y rutas de buques cisterna para transportar gas natural
y petróleo de sus puntos de abastecimiento a los mercados de Occidente;
muchas de esas rutas pasarían por áreas que a su vez experimentan una
violencia periódica. Por ejemplo, antes de llegar a una salida segura al
mar, los suministros de energía de la región del Mar Caspio deben atravesar
el conflictivo Cáucaso (que abarca Armenia, Azerbaiyán, Georgia y partes
del sur de Rusia).
Un mapa de zonas de recursos en disputa también mostraría todos los
principales sistemas hidrológicos compartidos por dos o más países en áreas
áridas o semiáridas. Entre éstas se incluirían grandes sistemas fluviales
como el Nilo (compartido por Egipto, Etiopía y Sudán, entre otros), el
Jordán (compartido por Israel, Jordania, Líbano y Siria), el Tigris y el
Éufrates (compartidos por Irán, Irak, Siria y Turquía), el Indo (compartido
por Afganistán, India y Pakistán) y el Amú Daria (compartido por
Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán). También incluiría acuíferos
subterráneos que de manera similar cruzan fronteras, como el Acuífero de la
Montaña, que se extiende debajo de la Margen Occidental del Río Jordán e
Israel.
Finalmente, ese mapa indicaría las principales concentraciones de gemas,
minerales y árboles maderables viejos del mundo en desarrollo. Entre esas
preciosas riquezas se incluirían los yacimientos de diamantes de Angola, la
República Democrática del Congo y Sierra Leona; las minas de esmeraldas de
Colombia; las minas de cobre y oro de la RDC, Indonesia y Papua Nueva
Guinea; y las selvas de Brasil, Camboya, la RDC, Fidji, Liberia, México,
Filipinas y Brunei, Indonesia y Malasia en la isla de Borneo.
De trazarse adecuadamente, ese mapa realmente delinearía los lugares donde
hay mayor probabilidad de que estallen luchas armadas en los años
venideros. Desde luego, la sola presencia de recursos valiosos en un área
determinada no significa que en ella sea probable el estallido de un
conflicto. También deben considerarse otros factores, como la relativa
estabilidad de los países o las regiones implicados, la historia de las
relaciones entre ellos y el equilibrio militar local. Por ejemplo, Israel
y Siria luchan por los Altos del Golán a causa de una disputa de soberanía
que se remonta a la guerra de 1967, además de encontrarse allí algunas
fuentes del Jordán. El conflicto por materias primas valiosas es
característica importante de éste y de la mayoría de otros conflictos en
todo el mundo, por lo cual un mapa de las zonas de recursos en disputa es
un indicador de violencia potencial más confiable que cualquier otro
factor.
Temblores premonitorios
Identificar áreas de conflicto potencial por recursos naturales también
cobra creciente importancia a medida que aumenta la presión sobre esas
líneas de falla. La presión deriva de diversas fuentes, empezando por la
mecánica básica de la oferta y la demanda. Conforme crecen las poblaciones
y se dilata la actividad económica en muchas partes del mundo, el apetito
por las materias primas vitales aumentará con mayor rapidez de la que la
naturaleza y las empresas de recursos del mundo pueden satisfacer. El
resultado será una recurrente escasez de materias primas clave, que en
algunos casos será crónica. Las tecnologías que introducen materiales y
técnicas de producción alternativas ayudarán a superar algunas de esas
insuficiencias, pero también pueden presentar problemas propios, como la
creciente demanda de electricidad en Silicon Valley y otros centros de
tecnología digital. A medida que la escasez de materias primas cruciales
aumente en frecuencia e intensidad, será más fuerte la competencia por el
acceso a los suministros restantes de esos bienes.
Es probable que la presión sobre los suministros de petróleo globales sea
especialmente intensa. De acuerdo con el Departamento de Energía
estadounidense, se espera que el consumo de petróleo global aumente de
alrededor de 77 millones de barriles diarios en 2000 a 110 millones en
2020, o sea, un incremento de 43%. Si estas estimaciones son exactas, el
mundo consumirá aproximadamente 670.000 millones de barriles entre ahora y
2020, o sea, alrededor de dos tercios de las reservas de petróleo conocidas
del mundo. Desde luego, durante este periodo se descubrirán nuevas
reservas y las tecnologías emergentes nos permitirán extraer suministros
considerados previamente inaccesibles, como los del extremo septentrional
de Siberia y de las profundidades del Atlántico. Pero no es probable que
la producción de derivados del petróleo mantenga el ritmo de la creciente
demanda; las insuficiencias periódicas como las experimentadas en el verano
y el otoño de 2000 ocurrirán cada vez con más frecuencia.
De la misma manera es inquietante la situación del agua en el mundo. El
agua se considera un recurso renovable porque regularmente recibimos nuevos
suministros de la lluvia y las nevadas. Pero la cantidad de agua
sustituible de que disponemos actualmente para el consumo humano en
cualquier año determinado es bastante limitada. Por ahora usamos alrededor
de la mitad de ese total (para bebida, baño, fabricación de alimentos,
manufacturas, navegación y tratamiento de desperdicios), pero continuamente
aumenta la demanda de suministros adicionales. Muchas áreas del Medio
Oriente y de Asia padecen ya de persistente escasez de agua, y se espera
que el número de países que experimenten estas condiciones se duplique en
los próximos 25 años, conforme aumente la población y más gente se
establezca en áreas urbanas. Para 2050 la demanda de agua podría acercarse
a 100% del suministro disponible, produciendo una intensa competencia por
esta sustancia esencial en todas las áreas del planeta, salvo las mejor
irrigadas.
Las tendencias ambientales, como el calentamiento global, también afectarán
la disponibilidad de muchos recursos a escala mundial, entre ellos, el agua
y la tierra de labranza. Aunque temperaturas más altas producirán mayor
precipitación pluvial en áreas localizadas cerca de los océanos y otros
grandes cuerpos de agua, las regiones del interior generalmente
experimentarán condiciones de mayor sequedad, con prolongadas sequías como
fenómeno recurrente. Las temperaturas más altas también aumentarán la
velocidad de evaporación de ríos, lagos y depósitos. Por tanto, es
probable que se pierdan muchas áreas cultivables importantes, sea por
sequía o ampliación de las extensiones desérticas del interior, sea por
inundación de las costas y elevación del nivel de los mares globales en las
regiones marítimas.
Los mecanismos de mercado pueden aliviar la mayor parte de las crecientes
presiones en el suministro existente de materias primas vitales en el
mundo. Junto con la elevación de precios, la demanda en aumento estimulará
el desarrollo de nuevos materiales y procesos que permitan a las empresas
de recursos buscar nuevos yacimientos y hacer disponibles los que antaño se
consideraron inaccesibles. Pero la tecnología no puede revertir por
completo las presiones demográficas y ambientales, y algunos países y
regiones no podrán sufragar los elevados costos de las tecnologías
alternativas. En tales circunstancias, la oferta y la demanda globales se
volverán cada vez más desequilibradas.
Vecindades peligrosas
Lo que hace tan preocupante esta tendencia es el hecho de que muchas
fuentes de materias primas vitales se localizan en áreas en disputa o
crónicamente inestables. Algunas de las fuentes más prometedoras de
petróleo y gas natural se localizan en áreas mar adentro, cuya propiedad es
tema de feroces disputas. Por ejemplo, los cinco estados costeros del Mar
Caspio todavía no se han puesto de acuerdo en cuanto a un plan para dividir
sus zonas de recursos costeros; la situación en el Mar de la China
Meridional es aún más caótica, pues siete estados reclaman toda la región o
alguna parte de ella. También encontramos importantes desacuerdos con
respecto a la propiedad de regiones fronterizas y yacimientos petroleros
marítimos en las regiones del Golfo Pérsico, del Mar Rojo, del Mar de Timor
y del Golfo de Guinea.
Aun cuando la propiedad de determinadas reservas no esté en disputa, como
en los principales yacimientos continentales de Colombia, Irán, Irak,
Arabia Saudita y Venezuela, no podemos dar por sentada la futura
disponibilidad de estos suministros; sin embargo, la intranquilidad
política y social, tal vez desvinculada por completo de los problemas de
recursos, podría ponerlos en peligro. Aunque hasta ahora el régimen
saudita haya tenido éxito en suprimir toda expresión de sentimiento
antigubernamental, la oposición a la monarquía parece crecer (como se
refleja, por ejemplo, en la frecuencia de los ataques terroristas), por lo
que no hay garantía de que pueda contenerse para siempre. Las tensiones
internas en Irán e Irak son más evidentes, y en ninguno de ambos casos
parecen disminuir. Colombia se halla en medio de una guerra civil, y en
Venezuela las condiciones políticas se han tornado sumamente volátiles.
Muchos otros países con importantes suministros de petróleo y gas -Argelia,
Angola, Indonesia, Nigeria y Sudán- también son propensos a desórdenes
políticos y sociales.
Las amenazas a los suministros de agua son más o menos similares. Como dos
o más países comparten muchas de las fuentes importantes de agua en el
Medio Oriente y Asia, es esencial que esos estados alcancen acuerdos
mutuamente aceptables sobre la asignación de los suministros disponibles.
No obstante, pocos gobiernos han optado por hacerlo. En 1959 Egipto y
Sudán acordaron dividir el caudal del Nilo, pero declinaron proveer
cualquier suministro a Etiopía y otros estados que dependen de las aguas
fluviales, lo que constituye un arreglo obviamente inestable. Irak y Siria
han llegado a un acuerdo sobre sus respectivos aprovechamientos del
Éufrates, pero dicho río nace en Turquía, nación que a la fecha se ha
negado a firmar cualquier pacto sobre el reparto de aguas. Israel no ha
llegado aún a un acuerdo con Siria sobre las fuentes del río Jordán y
todavía no ha cumplido la promesa hecha en 1994 a Jordania respecto a
proyectos de irrigación cooperativos en la cuenca del río. El único
convenio importante que ha mostrado algún grado de perdurabilidad es el
Tratado de Aguas del Indo, llevado a cabo en 1960 entre la India y
Pakistán, pero incluso este acuerdo precursor depende de la futura
estabilidad en las relaciones de ambos países. Allí y en todas partes, las
disputas internacionales por la asignación de suministros existentes será
más intensa a medida que crezcan las poblaciones y que el proceso de
invernadero acelere el calentamiento global.
La bolsa o la vida
Idear maneras de resolver pacíficamente la creciente competencia por
recursos naturales es tanto más urgente por cuanto muchos estados todavía
consideran el control de ciertos recursos naturales como una exigencia de
seguridad nacional y algo por lo que vale la pena luchar. Por ejemplo, en
Estados Unidos el presidente Jimmy Carter declaró en 1980 que cualquier
intento de potencias hostiles por interrumpir la circulación de petróleo
del Golfo Pérsico se "consideraría como un ataque contra los intereses
vitales de Estados Unidos", ataque que este país repelería "por cualquier
medio necesario, incluso la fuerza militar". Los mandatarios posteriores
han hecho declaraciones similares, y en la actualidad están desplegadas
permanentemente en el Golfo Pérsico nutridas fuerzas estadounidenses a fin
de sostener esa política.
Otras naciones han sido menos explícitas respecto de sus políticas de
protección de recursos, pero no hay duda de que sustentan ideas similares.
Por ejemplo, China ha declarado al Mar de la China Meridional parte de su
territorio marítimo nacional y ha afirmado su derecho a emplear la fuerza
para protegerlo. Aunque sin mencionar a China por su nombre, Japón ha
advertido sobre una amenaza a sus rutas de comercio vitales
(aproximadamente 80% del suministro de petróleo a Japón llega por barcos
cisterna a través del Mar de la China Meridional) y ha prometido tomar
medidas de protección en consecuencia. La agresiva postura de China ha
estimulado a otros países vecinos, entre ellos, Indonesia, Malasia,
Filipinas, Tailandia y Vietnam, a reforzar sus propias capacidades aéreas y
navales.
Como el petróleo y el gas natural, el agua ha inspirado negociaciones de
seguridad nacional. "Para Israel el agua no es un lujo", declaró en cierta
ocasión el viceprimer ministro Moshe Sharett. "No es sólo un complemento
deseable y útil a nuestros recursos naturales. El agua es la propia vida."
En un tono similar, cuando era ministro de Estado para Asuntos Exteriores
de Egipto, Boutros Boutros Ghali afirmó dramáticamente en 1988 que "la
siguiente guerra en nuestra región será por las aguas del Nilo, no por
política".
Algunos gobiernos también han amenazado con usar su control de suministros
de agua como instrumento de coerción: por ejemplo, en 1989 el presidente
turco Turgut Özal advirtió a Siria que su gobierno cortaría el flujo del
Éufrates a menos que Siria frenara las actividades de los terroristas
kurdos que operaban desde bases sirias. El actual recurso a la fuerza para
resolver disputas de agua ha sido relativamente raro: por ejemplo, la
guerra de 1967 en el Medio Oriente fue provocada en parte por el plan de
los estados árabes de desviar las fuentes del río Jordán para hacer que
éste circunvalara a Israel hacia Jordania. Pero combinada con el reducido
número de acuerdos viables sobre reparto de aguas, la creciente presión
sobre suministros vitales creará choques más frecuentes.
Por último, la protección de ricas minas, pesquerías y explotaciones
madereras se ha vuelto un asunto de interés vital para países pobres que
cuentan con pocas fuentes más de riqueza. Por ejemplo, los gobiernos de
Angola y Sierra Leona han dedicado gran parte de su ingreso nacional a
esfuerzos prolongados por reafirmar su control sobre los yacimientos de
diamantes ocupados en la actualidad por organizaciones rebeldes. Así
mismo, el gobierno de Papua Nueva Guinea ha lanzado varias campañas para
reconquistar la isla de Bougainville, territorio rebelde que alberga la
mayor mina de cobre del mundo. Este tipo de contiendas seguirá
presentándose en tanto los cabecillas de grupos insurgentes y otras
facciones internas de esos países perciban un potencial beneficio por tomar
y explotar importantes depósitos de materiales valiosos.
Acuerdos adecuados
Las insuficiencias y los conflictos por los recursos no representan más que
una pequeña parte de la atiborrada agenda de los responsables políticos
internacionales. Pero esas perturbaciones con frecuencia se vinculan con
otros problemas, como la degradación del ambiente, el desorden económico,
el crecimiento de la población y el crimen transnacional. Los problemas de
recursos también figuran en muchos conflictos que se caracterizan de otro
modo, como por ejemplo, las guerras étnicas o las rivalidades políticas.
Por tanto, un análisis de las tendencias en cuanto a los recursos globales
y sus fenómenos políticos y geográficos asociados ofrecería a los
responsables de las políticas una poderosa lente a través de la cual
examinar el conjunto más general de los problemas de seguridad.
Un análisis de este tipo también ayudaría a los líderes a elaborar
prescripciones de política general. Los gobiernos deben dedicar un
esfuerzo mayor al desarrollo de combustibles y sistemas de transporte
alternativos, ya sea mediante un mayor apoyo financiero a la investigación
y el desarrollo, o mediante incentivos al sector privado para que invierta
en esas áreas. Es más, a fin de garantizar un suministro adecuado de agua,
debe dedicarse más dinero al estudio de nuevas técnicas de desalinización e
irrigación agrícola más eficiente. También necesitan más apoyo los
esfuerzos por negociar un nuevo régimen internacional para la protección de
las selvas tropicales.
Pero estas tareas deben ir acompañadas de iniciativas multilaterales
encaminadas específicamente a reducir el riesgo de conflictos violentos por
el uso de fuentes de materias primas vitales compartidas o en disputa. Por
ejemplo, la comunidad mundial debería presionar a los estados que lindan
con el Mar Caspio o el Mar de la China Meridional para que resuelvan de
manera pacífica todas las disputas pendientes por la propiedad y el
desarrollo de recursos de mar adentro. Las organizaciones e instituciones
internacionales también podrían recomendar que disputas similares en torno
al Golfo Pérsico, el Mar Rojo y el Golfo de Guinea se zanjaran de este
modo. De manera simultánea, la comunidad mundial debe persuadir a los
estados que bordean los sistemas fluviales del Nilo, el Jordán y el Tigris
y el Éufrates a negociar un régimen cooperativo en la distribución de
suministros de agua compartidos. En otro frente, la cooperación
multilateral podría poner en marcha planes para la certificación de
diamantes africanos, a fin de excluir a todos los que procedieran de áreas
ocupadas por los rebeldes de Angola y Sierra Leona.
La anterior no es, de ninguna manera, una lista definitiva de recetas
políticas, pero sugiere el tipo de pasos que los funcionarios deben dar
para evitar crisis y conflictos futuros. Sin embargo, este tipo de
progresos sólo puede darse si los responsables políticos ponen gran
atención a los problemas relacionados con los recursos globales y abordan
estos asuntos de manera coordinada y en forma de amplio frente. Pero ello
implica, al menos, la elaboración de mapas de tendencias en cuanto a
recursos globales y la identificación de las áreas problemáticas que exigen
atención internacional. Además, implica desarrollar planes al más alto
nivel para evitar futuras crisis de recursos y garantizar la permanente
disponibilidad de materias primas vitales. Sólo de ese modo podemos
confiar en que el planeta permita llegar a acuerdos que den viabilidad a
los 9.000 ó 10.000 millones de seres humanos que se espera lo habiten para
2050.
(*) Michael T. Klare imparte la cátedra Five College of Peace and World
Security Studies en el Hampshire College y es autor de "Resource Wars: The
New Landscape of Global Conflict". (Publicado por la revista Foreign
Affairs en español)
Vía Alterna: www.viaalterna.com.co
https://www.alainet.org/es/articulo/105741
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