Jenin
21/04/2002
- Opinión
La desolación de la muerte. La rabia de la impotencia. El
desconcierto ante tanto absurdo, ante tanta maldad. La sensación de
que esto no pudo, no debió haber ocurrido jamás. Jenin, ha sido
arrasada. Los tanques de guerra del ejército israelí, el Tsahal,
hicieron un trabajo de precisión quirúrgica. Bajo los escombros de
las casas y edificios arrasados yacen los cuerpos de aquellos que no
pudieron salir a tiempo. Cuando ya no había nadie en la calle porque
no habían calles, y cuando ya no se escucharon los gritos de auxilio
desde los escombros, Tsahal dio por terminada su tarea y emprendió el
retiro. Lo que quedó detrás hizo que el enviado especial de las
Naciones Unidas a Medio Oriente, Terje Roed-Larssen exprese que lo
acontecido en Jenin es “totalmente inaceptable, más allá de lo
increíble”. Añadió: “Por más que las causas sean justas, hay medios
legítimos y esto quiere decir que los medios que se han usado son
ilegítimos y moralmente repugnantes”.
Jenin nos evoca a otros martirologios y a otros símbolos: Guernica,
Bergen-Belsen, Auschwitz, Treblinka, Tlatelolco, Sarajevo, Ruanda,
etc. Sobre esos descombros late una rabia, una ira, una desazón, que
cuestionan a nuestro tiempo presente y que nos interpela por nuestra
indiferencia por poner término a estos crímenes contra la humanidad.
Jenin es la evidencia de que Israel ha perdido esta guerra. De que su
opción por el militarismo, por la violencia y el genocidio,
deslegitiman una reivindicación que pudo haber sido justa pero que
ahora aparece como “moralmente repugnante”. No se pueden construir
las bases de un pueblo, de un Estado sobre el genocidio y el desprecio
al derecho a la vida. No se puede reclamar la paz sin reconocer el
derecho a la existencia de los otros. No se puede construir la
democracia sobre el silencio cómplice y la indiferencia asesina. No
se puede reclamar el futuro, sobre el dolor presente.
Ahora Israel, que se indignó hasta la exageración cuando el Nobel de
literatura, José Saramago equiparó la situación de los palestinos con
aquella de los judíos en el campo de exterminio de Auschwitz, ha
creado su propio Auschwitz. Con la misma perversidad que la Whermacht
arrasó Guernica, Tsahal, ha arrasado Jenin y expresa la misma
insatisfacción de aquellos generales nazis que en Guernica creían que
se pudo haber hecho más.
Ahora que se ha logrado constituir el Tribunal Penal Internacional,
quizá sea el momento de llevar a los responsables de este genocidio a
los tribunales. Quizá sea el momento de que la justicia prime por
sobre las consideraciones del poder. Quizá sea la hora de que
entendamos de que la coexistencia pacífica, necesita de la justicia,
la equidad, la paz y también de una conciencia crítica. Su dolor debe
ser también nuestro dolor. Sus mártires deben ayudarnos a comprender
que el mundo que estamos creando está destruyendo las bases de una
coexistencia pacífica y democrática, y que es tarea urgente dar a
estos tiempos de globalización y posmodernidad contenidos
humanísticos.
Es probable que en el futuro se cree un Estado Palestino soberano,
pero lo que no debe ser probable es que los responsables del genocidio
de Jenin no sean juzgados por la justicia y por la historia. Es una
responsabilidad de todos exigir una investigación a fondo sobre lo
acontecido en Jenin. Es prioritario castigar a los culpables de este
genocidio, aunque ahora el poder en Israel decida protegerlos bajo la
impunidad, y hayan declarado “persona non grata” al enviado de
Naciones Unidas, Roed-Larssen.
El pueblo israelí, con un profundo sentimiento histórico de lo que
significa la persecución y la muerte, tiene un reto al futuro, tiene
que demostrar a la humanidad que en la construcción de su Estado no ha
transigido ni transigirá jamás con la violencia, el crimen, y la
negación del Otro como argumentos políticos. El pueblo israelí
necesita ahora más que nunca reflexionar sobre los contenidos que
quiere dar a su Estado y rectificar su apoyo a la violencia y el
militarismo. Jenin no debe repetirse nunca más. Y quién mejor para
comprender lo que es Jenin, que los judíos de la diáspora, eternos
perseguidos del poder.
https://www.alainet.org/es/articulo/105800
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