El ALCA y los sistemas financieros

03/12/2001
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La firma de un tratado de libre comercio entre Chile y EE.UU., visto este último como un trampolín hacia el Area de Libre Comercio de las Américas, o la conformación del ALCA, en la óptica oficial norteamericana implica imponer en la región plenamente - y garantizar a futuro - el libre movimiento de capitales, sin ningún tipo de limitaciones. Esta es la implicancia central en el plano financiero del ALCA. Las formas adquiridas por el proceso de globalización - como se quiere hacer creer - no constituyen una ley inmutable de desarrollo histórico, sino que una determinación política en función del predominio de intereses económicos específicos. La carencia absoluta de regulaciones no es la forma única ni la usual de desarrollo económico-social. Lo más común, por el contrario, visto en el tiempo ha sido la acción de mecanismos e instancias reguladoras. En concreto, el Alca es un proyecto político-económico del gran capital transnacional de origen estadounidense. En el caso de Chile - que usaré, por razones obvias, como ejemplo fundamental - ya se dio un paso decisivo en esta dirección al culminar el Banco Central, en abril pasado, el proceso de apertura de la cuenta de capitales y terminar con toda regulación cambiaria. De esta manera, se remachó aún más la libertad de los capitales de poder entrar o salir del país y la de los agentes económicos para efectuar cualquier tipo de operación cambiaria. El mecanismo de encaje - establecido a comienzos de la década de los noventa, destinado a frenar el ingreso de capitales de corto plazo - que se encontraba en cero, acogiendo una insistente demanda norteamericana, fue eliminado. Así culminó el proceso de desregulación cambiaria iniciado en los años de dictadura. La determinación del 2001 fue eliminar, en lo fundamental, toda limitación cambiaria y al movimiento de capitales, las cuales por lo demás venían reduciéndose sistemáticamente. "Esto tiene la importancia - señaló el director alterno en el FMI y ex gerente de la división internacional del Banco Central, Guillermo Le Fort - de ser el paso final, pero las restricciones cambiarias habían sido ya gradualmente reducidas, de manera que su importancia macroeconómica había sido eliminada con anterioridad. Esto se nota, por ejemplo, en el hecho de que el encaje pasa de tasa cero a ser eliminado" ( 18/4/01). La resolución que tenía como fecha límite para darse a conocer el día 19 de abril fue adelantada, comunicándose antes del encuentro entre los presidentes Bush y Lagos, previo a la cumbre de Quebec de los presidentes americanos. Desde luego no fue una coincidencia. La apertura de la cuenta de capitales y, en particular, la eliminación del encaje, constituía una de las exigencias estadounidenses en las negociaciones de libre comercio con Chile. Más aún, en el documento en que EE.UU. acusó a nuestro país de mantener barreras en la relación mutua que impedirían, en su opinión, "el normal desarrollo del intercambio bilateral" se exigió expresamente la eliminación del mecanismo de encaje. El presidente Lagos pudo decir en el encuentro realizado en esos días con Bush: "misión cumplida". La decisión consolida la política de dejar completamente en manos del capital la determinación de entrar o salir del país, en la forma y la magnitud que lo desee. No se tuvo en consideración al adoptar la determinación el carácter desestabilizador que muchas veces produce este movimiento de capitales y su papel protagónico en las crisis económicas de la última década en diferentes regiones del mundo y que se manifestaba en los días del acuerdo en los colapsos de las economías argentina y turca. La apertura económica y la desregulación cambiaria reducen sensiblemente la capacidad de los Bancos Centrales de aplicar políticas. El profesor de la Universidad de Harvard, Dani Rodrik, en un artículo publicado en la revista de la Cepal ubica acertadamente los "flujos de capital erráticos y la inestabilidad sistémica generada por el divorcio entre los instrumentos de estabilización y la economía real". entre una de las tres causas, que se nutren recíprocamente, que responden a la pregunta ¿Por qué hay tanta inseguridad económica en América Latina? Rodrik menciona como las otras dos causas a "la disminución de la protección al empleo y la mayor volatilidad de los ingresos de los hogares" y a "la debilidad de las instituciones de participación y de representación" (19/4/01). "Al entrar América Latina en los años noventa - dice Rodrik -, se encontró en un mundo de gran volatilidad macroeconómica impulsada o al menos magnificada por capitales erráticos. La difusión de los mercados financieros internacionales y la acogida entusiasta que les dio la región dejaron a la política macroeconómica dependiente, y a menudo rehén, de los caprichos de los inversionistas de corto plazo. Instrumentos clave como la política fiscal y el tipo de cambio fueron sobrepasados por la necesidad de gestionar flujos de capital. El resultado fue - concluye Rodrik - que la política macroeconómica se divorció cada vez más de la economía real, lo que exacerbó la volatilidad de los resultados económicos". La decisión se adoptó en una coyuntura caracterizada por el alto nivel de riesgo presente en la región originada ante todo en la crisis argentina y por los bajos niveles de rentabilidad que presenta el mercado de capitales chileno, particularmente por el nivel de las tasas de interés, reducidas en un esfuerzo sin éxito hasta ahora de aumentar la alicaída demanda interna, que permanece todavía en niveles inferiores a los del período pre recesivo, o sea enero-junio de 1998. De allí, que no haya tenido efecto en estimular, como se quería, el ingreso de capitales. En definitiva, se crean todas las condiciones para que en cualquier momento se desaten fuertes inestabilidades, de diferente signo dependiendo de la dirección que adopten los movimientos de capitales, los cuales ya con su fuerte ingreso en los años 1996 y 1997 - en la realidad chilena - se constituyeron por los desequilibrios originados en una de las causas principales de la recesión iniciada al año siguiente. Obviamente, el efecto desestabilizador es aún más fuerte cuando los capitales salen. En la actual coyuntura, es un factor determinante en el fuerte curso devaluatorio en que se encuentra la moneda nacional, que ha alcanzado en los últimos días niveles récord en su paridad con el dólar estadounidense, acercándose a la barrera de los $ 700. Para EE.UU. el posible tratado con Chile no es importante en sí mismo. Es - como ya manifestamos - un trampolín que está utilizando para avanzar hacia el ALCA. El representante comercial de EE.UU., Robert Zoellick, lo expresó claramente en su visita el país, previo a la reunión ministerial efectuada en abril en Buenos Aires. El tratado comercial entre Chile y Estados Unidos, señaló, será "un modelo para la región y todo el mundo" que ayudará a impulsar la apertura económica a nivel hemisférico a través del Area de Libre Comercio de las Américas y también en el seno de la Organización Mundial de Comercio ( 5/4/01). La economista del conservador centro estadounidense Heritage Foundation -de estrechas relaciones con el Partido Republicano y el gobierno Busch -, Ana Eiras, fue aún más tajante. "Un acuerdo con Chile - expresó - enviaría una señal potente a la región de que la política económica que está proponiendo EE.UU. se comienza a poner en práctica" ( 4/4/01). "Si el tratado entre ambos países resulta exitoso - manifestó, por su parte, el ex embajador norteamericano en Chile, John O'Leary - esto le abre posibilidades e Estados Unidos de alcanzar tratados con el resto de América Latina" ( 15/8/01). El gobierno de Chile se presta para estos propósitos. Mientras tanto, EE.UU. prepotentemente insiste en mantener sus particulares normas antidumping, que constituyen un abierto mecanismo proteccionista. La jefa de la delegación estadounidense en las negociaciones con Chile, Regina Vargo, explicitó que EE.UU. "no quiere ver eliminadas" sus normas antidumping considerándolas "muy importantes para las compañías y los trabajadores norteamericanos" ( 2/4/01). Es un abierto doble standard, el resto del mundo no puede proteger determinadas actividades, pero los norteamericanos sí. En EE.UU., cada vez que un producto sobrepasa determinado nivel de ventas surge la posibilidad concreta de una acusación de dumping. Robert Zoellick, en su visita al país "aconsejó" al gobierno chileno, no plantear la supresión del mecanismo estadounidense de dumping ya que ello dificultaría alcanzar un acuerdo. "El tema - enfatizó - tiene que ser abordado estratégicamente. Ello, porque si se desea una opinión pública favorable al TLC con Chile, hay que considerar que poner a discutir las normas antidumping, puede despertar sensibilidades adversas" ( 5/4/01). En resumen, la "recomendación" debe escucharse si se quiere seguir avanzando, sentenció el representante de Bush. Sin duda, el mercado de capitales es el más globalizado a nivel mundial y al interior de él tiene una dimensión muy grande el movimiento de capitales financieros. La carencia de regulaciones internacionales conduce a que se transforme en una fuente de inestabilidad, especialmente al predominar el desplazamiento de los recursos de corto plazo, tras la obtención de elevados beneficios. La movilidad de capitales financieros de corte especulativo se desarrolla desde el derrumbe, a comienzos de la década de los setenta, del tratado de Bretton Woods y la desregulación de los mercados financieros. Antes de Bretton Woods, el 90% de todas las transacciones de moneda correspondía a operaciones comerciales e inversiones a largo plazo. Después de su colapso, el 90% son transacciones de tipo especulativo. El flujo financiero diario que responde a actividades especulativas es mayor a las reservas monetarias de todos los Estados del G 7. "La liberalización de los mercados financieros, junto con la liberalización de los cambios monetarios - escribió el economista español Vicenç Navarro - ha creado una situación de enorme inestabilidad económica, con enormes flujos de capital financiero, de tipo especulativo, cuyo poder es mayor que el de cualquier Estado. Este poder se basa en su capacidad de movimiento, penalizando a aquellos gobiernos que se distancian de lo que estos mercados financieros consideran como aceptable. De ahí que se considere como un objetivo primordial de los gobiernos ser "creíbles" y "aceptables" desde el punto de vista financiero, favoreciendo aquellas políticas monetarias que aquellos mercados dicten" ("Neoliberalismo y Estado del Bienestar". Ariel Sociedad Económica. 1997, pg. 79). Esta es la conducta dominante en los gobiernos de la región, con mayor razón cuando se ven obligados o por propia decisión suscriben acuerdos con el FMI. En estas condiciones, la autonomía de las políticas nacionales es todavía menor, como se comprueba en estos días en Argentina y Brasil. Desde comienzos de los ochenta, con el colapso de la economía chilena de inicios de dicha década y con la crisis de la deuda externa, el mercado de capitales globalizado ha sido un factor impulsor de crisis, que luego en la década de los noventa y en el nuevo siglo se han repetido en variados escenarios, mostrándose como una desequilibrante regularidad. Así aconteció en México, en 1994; en el sudeste asiático, en 1997; Rusia y Brasil en 1998, y actualmente tiene como epicentros a Argentina y Turquía. Estas crisis tienen como una de sus características recurrentes que se originan desde el lado de la oferta, o sea en otras palabras de la dirección que adopte el movimiento de capitales. Constituye una constante en la nueva generación de crisis financieras que ellas fueron precedidas por una fuerte oleada de ingresos de capitales. Así sucedió en Chile a comienzos de la década de los ochenta y volvió a ocurrir en el período previo a la recesión de 1998 - cuyas consecuencias aún perduran -, en escenarios en que los intereses financieros tenían una percepción de bajo nivel de riesgo en nuestro país y de elevadas rentabilidades, alentadas por el proceso revaluatorio de la moneda nacional, mucho más agudo, desde luego, a comienzos de los ochenta con el sistema de tipo de cambio fijo nominal existente en ese momento, con similitudes al que hoy atenaza a la economía argentina. Otra de las características de esta generación de crisis financiera es que los desequilibrios se producen tanto en la fase de ingresos de recursos por encima de los requerimientos de las economías nacionales y, con mayor razón, cuando ellos salen. En tercer lugar, la experiencia enseña que aquellos países que adoptaron medidas reguladoras - Chile y Colombia, con el mecanismo del encaje a los capitales de corto plazo en el período del efecto "tequila" o China y Taiwán en la crisis del sudeste asiático - amortigüaron o no sufrieron los efectos desestabilizadores. Esta posibilidad se pierde absolutamente con el ALCA o un acuerdo de libre comercio con EE.UU. De otra parte, otra característica repetida la constituye que las intervenciones del FMI agravaron las crisis y produjeron elevados costos sociales". "El colapso de los países del sudeste asiático, y antes en México - escribió el premio Nobel de Economía, James Tobin - se debe en gran parte a las políticas del FMI y del gobierno de EE.UU. que dan prioridad a la movilidad ilimitada de capitales financieros, asumiendo erróneamente que tal movilidad favorece el desarrollo económico internacional". Obviamente, estas orientaciones remachan aún más supeditar cualquier política nacional a los intereses del capital financiero transnacional. Así acontece hoy en Argentina. El Alca o el TLC Chile-EE.UU. consolidarán la imposibilidad de aplicar mecanismos regulatorias en nuestros países. En consecuencia, la región se movería en un cuadro extremo de vulnerabilidad. "Se necesita demasiado fe ciega en el mercado - como escribió el ya citado profesor de la Universidad de Harvard, Dani Rodrik, en su libro "Cómo hacer que la apertura funcione" - para creer que la asignación global de recursos es mejorada por los veinteañeros de Londres que mueven cientos de millones de dólares alrededor del mundo en instantes ..." ( pág. 147). En contra de la afirmación de los panegiristas de la apertura irrestricta de las cuentas de capitales, con ellas los desequilibrios económicos no disminuyen, sino que se incrementan, no sólo en la nación centro de la crisis, sino que en los países que sufren sus "contagios". Así se ratifica en nuestros días con el "efecto tango". Brasil es el ejemplo más saliente, a pesar de las diferentes formas de intervención usadas por su Banco Central y el gobierno Cardoso para intentar detener la devaluación del real. Al efecto contagio se suma el alto déficit brasileño en cuenta corriente, de 5% del PIB, que pone en alerta a los capitales sobre riesgos potenciales, el sostenido crecimiento del déficit fiscal y la crisis energética. El deterioro presupuestario brasileño crece dada la política de su Banco Central de alzar la tasa de interés - que la llevó en julio a un elevado 19% nominal, con un crecimiento de 3,75 puntos porcentuales desde marzo. La depreciación de la moneda local, a su vez, se transforma en otro factor de incremento del déficit fiscal, al aumentar en reales los compromisos externos. Chile también sufre fuertemente el "efecto contagio". No es casual, que en los últimos meses el real brasileño y el peso chileno se hayan movido en la misma dirección, batiendo constantemente records devaluatorios. El "contagio" se deja sentir independientemente del mecanismo cambiario que se use. Argentina tiene tipo de cambio fijo, Uruguay semi fijo, Chile flotante y Brasil de "flotación sucia" con la constante intervención de su Banco Central. Pero tiende a generar desequilibrios mayores cuando se usan esquemas extraordinariamente rígidos, como en el país trasandino, o se dejan al libre juego del "mercado", como acontece en Chile, en economías abiertas. El nerviosismo internacional no se reduce a los países de la zona y se explica si se considera que el stock de bonos públicos argentinos es de aproximadamente un 25% del total de bonos de países emergentes que se transan en los mercados de deuda. Este nerviosismo llega a Hong Kong, economía que también tiene una mecanismo de tipo de cambio fijo nominal y de caja de conversión, al igual que Argentina. "La lección que dejan estas experiencias - escribieron Ricardo Ffrench- Davis y el secretario ejecutivo de la Cepal, José Antonio Ocampo, en su artículo "Globalización de la volatilidad financiera: desafíos para las economías emergentes" - es que durante un ajuste estructural, con cuentas de capital abiertas ( especialmente cuando el financiamiento internacional es abundante ) los flujos de capital pueden incrementarse muy rápidamente y producir efectos macroeconómicos y sectoriales desestabilizadores". " Consecuentemente - añaden -, no resulta prudente abrir la cuenta de capital en forma indiscriminada, sobre todo a la luz de la importancia crucial que tiene la estabilidad macroeconómica y en vista de la desproporción que existe entre el volumen de los mercados de capitales internacionales comparados con las pequeñas economías emergentes". "Dada la actual arquitectura del sistema financiero internacional, la mejor forma de enfrentar este desafío - concluyen Ffrench Davis y Ocampo - es por medio de regulaciones macroeconómicas prudenciales en el país receptor, que se ajusten con flexibilidad ante cambios en la intensidad de la oferta de fondos externos" ( "Crisis financiera en países "exitosos", pg 37. 2001 ). Se trata de las regulaciones que el Alca o un tratado Chile-EE.UU. prohibirían expresamente. Al suprimirse en Chile el mecanismo del encaje y abrirse totalmente la cuenta de capitales, el gobierno y el Banco Central modificaron la actitud que se tuvo en el acuerdo de libre comercio suscrito con Canadá. Desde luego, ello se explica porque Canadá no tiene el mismo peso que EE.UU.; porque en el gobierno encabezado por Ricardo Lagos se aplica un esquema de apertura aún más ortodoxo que en las anteriores administraciones de la Concertación; y, finalmente, porque a los consorcios canadienses les interesaba preferentemente proteger sus elevadas inversiones en el sector minero chileno, lo cual consiguieron a plenitud, imponiendo las normas supranacionales de protección a la inversión extranjera presentes en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Un hecho poco divulgado en numerosos países de la región es que el ALCA implicaría pérdidas de soberanía nacional, que las empresas transnacionales tratarían de transformarlas en irreversibles, concediéndoseles privilegios que sobrepasan y anulan las legislaciones nacionales. En ambos tratados, EE.UU. busca incluir artículos existentes en el capítulo 11 del Tratado de Libre Comercio de América Norte, cuyas implicancias negativas al respecto son muy claras y ya se han demostrado en la práctica nefastas para los intereses nacionales de Canadá y México en sus relaciones con consorcios norteamericanos. De esta manera, las transnacionales conquistan plenamente a nivel regional prerrogativas que no pudieron imponer a nivel mundial en el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), frustrado por la resistencia general que levantó. El artículo 1110 del capítulo 11 del Tratado de Libre de Comercio de América del Norte obliga a los estados suscriptores a compensar a los inversionistas extranjeros en caso que decisiones soberanas de las autoridades nacionales sean consideradas expropiaciones. El artículo proporciona a los inversionistas atribuciones de sujetos de derecho internacional, reservados antes del Tratado exclusivamente a los Estados. El grado muy elevado de transnacionalización de las economías de la región tendería así a expandirse y consolidarse, independientemente de la voluntad soberana futura de nuestros países. Ello, desde luego, también es plenamente válido para los sistemas financieros. Se ha divulgado la especie de que las recuperaciones de las crisis financieras de la década de los noventa habrían sido rápidas y, por tanto, el costo de las aperturas de las cuentas de capitales no sería tan alto. Es una falacia. No ha sido así. En el plano global debe prestarse toda la atención que merece a que un corto tiempo después de la crisis asiática de 1997 y los serios peligros que corrió la economía mundial en 1998 de una caída generalizada de la demanda, del tipo de la producida en la Gran Depresión de los años treinta, nuevamente se enfrente la humanidad a una situación de crisis, que en estas ocasión afecta simultáneamente a las principales economías del planeta - empezando por EE.UU. -, que repercute sobre nuestros países ante todo en la esfera del comercio exterior, y una segunda proveniente de países "emergentes", que se manifiesta preferentemente en el movimiento desestabilizador de capitales. A nivel de países, la duración de las crisis es igualmente larga. En Argentina, la recesión entró a su cuarto año. En Chile, la demanda interna se mantiene por debajo ya señalamos de la existente hace tres años atrás. Los efectos sociales perduran por períodos aún mayores, como lo demuestra el lento ritmo de recuperación de los salarios en México, después del "tequilazo" o las altas tasas de desocupación actuales en Chile Argentina o Colombia ( donde aumentaron a 18,6% ), para señalar algunos ejemplos concretos. La apertura irrestricta de las cuentas de capitales constituye una conducta que no aprende nada de la experiencia reciente. Los tres países más golpeados por la crisis asiática - Indonesia, Tailandia y Corea del Sur - eran las tres naciones de la región con mayores obligaciones de corto plazo, ya sea que se calculen en relación a sus reservas internacionales o al monto de sus exportaciones. Como se señala en el informe del grupo de trabajo de las NN.UU. hacia una nueva arquitectura financiera internacional, "la liberalización de los flujos financieros entre países industrializados y algunos países en desarrollo, la flotación de los tipos de cambio, las innovaciones en el ámbito financiero y en las técnicas de comunicación han contribuído a aumentar no sólo las transacciones financieras sino la volatilidad". Las disposiciones previsibles del ALCA se encuentran en abierta oposición a la creciente demanda mundial a fin de establecer mecanismos regulatorios al movimiento de capitales, particularmente de corto plazo. Esta exigencia tiene una base de apoyo cada vez más amplia, ante la carencia de regulaciones en un mercado globalizado de capitales gigantesco, donde se mueven más de dos billones de dólares al día, lo que explica que sus movimientos resulten frecuentemente incontrolables incluso para la acción coordinada de los mayores bancos centrales de la tierra. En la reacción producida a favor de establecer a nivel mundial mecanismos regulatorios desempeña un papel muy importante la ascendente campaña a favor del Impuesto Tobin, es decir un tributo pequeño a nivel internacional que grave los movimientos financieros de recursos de corto plazo y las transacciones monetarias. El mecanismo propuesto en 1972 por el Premio Nobel de Economía, James Tobin, fue postulado cuando recién se había derrumbado el sistema monetario creado en 1944 en la Conferencia de Bretton Woods y se pensaba - equivocadamente, como demostraron los hechos - que el mercado produciría por sí solo los equilibrios necesarios en los tipos de cambio y en el movimiento de capitales. En un escenario de desregulación como el que se busca por EE.UU. y el gran capital en el ALCA crecería el predominio existente ya en la región de parte de un grupo limitado de consorcios financieros. Esta hegemonía ya la han establecido, primordialmente, los españoles BSCH y BBVA, el estadounidense Citigroup y el holandés ING, tanto en el sector bancario, de administradoras privadas de fondos de pensiones y, en general, en el conjunto del sistema financiero. Obviamente, en la coyuntura, el sistema financiero de la región está influído por el cuadro de debilitamiento que vive la economía mundial y las inestabilidades presentes en la zona. Las inversiones españoles en América Latina en el presente año se reducirán. El 2000, alcanzaron a los US$ 20.000 millones, en cambio en el año en curso se estima llegarán a un monto cercano a los US$ 5.000 millones. El Citigroup tiene en curso una drástica reducción de su número de trabajadores. En el 2001 eliminará 4.700 empleos, la mayoría de ellos, hasta el momento, en los propios EE.UU., al reducir sus costos para hacer frente al cuadro recesivo de la economía norteamericana. En general, el balance del período de intensificación de la apertura en el movimiento de capitales y de mercancías muestra que las brechas entre los países, y al interior de cada uno de ellos, se amplían en vez de cerrarse. Ya en Seattle, EE.UU., a fines de 1999, tomó fuerza la exigencia de comercio justo, con discriminación positiva para los países en desarrollo, en reemplazo de las formas adquiridas por la apertura económica, que ahonda la diferenciación entre las naciones. La Unctad, en su informe sobre Comercio y Desarrollo de ese mismo año 1999, constató que la rápida liberalización del comercio contribuyó a una profundización del déficit comercial en los países en desarrollo en general. El informe revela que para estos países (excepto China), el promedio del déficit comercial fue tres puntos porcentuales del Producto Interno Bruto mayor en la década de los noventa que en la de los setenta, mientras que el promedio de la tasa de crecimiento, haciendo la misma comparación, fue dos puntos porcentuales menor. Hoy se inicia la reunión de Cancilleres - previa a la cita presidencial que se efectuará en los días siguientes - de la Cumbre de Río. Es de suponer que entre los temas centrales a tratarse estará la crisis argentina y la situación de fuerte inestabilidad existente en la región. Lo previsible es que la reunión entregue su respaldo a la regresiva politica económica llevada adelante por el gobierno De la Rúa, de "déficit presupuestario cero", que implica un drástico recorte en las remuneraciones del sector público y en las jubilaciones. Plan que, por lo demás, no resolverá el propio déficit presupuestario, ya que al ser un programa fuertemente contractivo incidirá en que la economía siga en recesión, lo cual conduce a restringir nuevamente los ingresos fiscales, como ha acontecido con los planes de ajuste precedentes. Este plan está en contradicción con cualquier análisis lógico. Constituye una medida desesperada que indica las variantes que puede ofrecer a nuestros países, en situaciones críticas, el FMI. El gobierno Bush llamó a De la Rúa a "implementar la ley de déficit cero", indicando que si lo hacen "ganarán la confianza no sólo de nuestro país, sino también de mucha gente que está preocupada". Argentina se encuentra en un punto extremo. La moratoria de la deuda continúa como una amenaza cada vez más cercana. El influyente diario estadounidense The Washington Post habla de la inminencia de la cesación de pagos, agregando que el gobierno argentino ya contrató al mejor abogado especialista en reestructuración de deuda. El FMI inició en estos días una ronda de consultas con los gobiernos del G 7 sobre la viabilidad de entregar recursos adicionales a Argentina, en una nueva acción de salvataje. Es la crisis del modelo de apertura económica irrestricta, agravado por el tipo de cambio fijo nominal y el sistema de caja de conversión, que limita la cantidad de dinero nacional a las reservas internacionales existentes. Sería grave si la Cumbre de Río entrega su respaldo a una política tan regresiva. Constituiría un pronunciamiento en contra de los intereses de nuestros países y pueblos. De parte de los trabajadores, en mi opinión, en esta hora debe estar planteada la solidaridad más activa posible con los trabajadores y la población argentina. Hoy se completan tres días de bloquear carreteras y calles. Paralelamente, se desarrollaba un paro de 72 horas de la Asociación de Trabajadores del Estado y de los docentes de la provincia de Buenos Aires y los profesores de las universidades nacionales. Los aconteciemientos de Argentina tienen una profunda implicancia en la región y, desde luego, para los trabajadores. Hugo Fazio, Cendas
https://www.alainet.org/es/articulo/105835
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