Cifras de la vergüenza
27/06/2002
- Opinión
Concluyó en Roma la II Cumbre Mundial de la Alimentación con otro sonoro
fracaso. Los países ricos, parapetados en el egoísmo y en la codicia sin
límites, le negaron a Organización de la ONU para la Alimentación y la
Agricultura(FAO) los 24 mil millones de dólares al año que pedía para
reducir de aquí al 2015 a la mitad el número de personas que pasan
hambre;
la FAO solicitaba 13 mil millones de dólares menos de lo que gastará el
gobierno de los Estados Unidos en su "combate al terrorismo", que, por
cierto, produce menos víctimas que este otro "terrorismo civilizado" que
mata de hambre a millones de personas todos los años.
Son las estadísticas del horror: una persona muere cada cuatro segundos
por
desnutrición, 800 millones de seres humanos pasan hambre, más de 70
millones de latinoamericanos van cada noche a la cama sin comer, cada
año
mas de 7.800.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, mueren porque
no
tienen nada que llevarse a la boca. Las cifras las daba el senegalés
Jacques
Diouf, director general de la FAO, mientras Berlusconi, el presidente
italiano, miraba impaciente el reloj: el acto de clausura se adelantó
dos
horas para que el Cavalieri, el hombre más rico de Italia, pudiera ver
el
partido que enfrentaría a su país con México.
La década de los 90 ha sido dramática para los más pobres. La pobreza y
el
hambre crecieron y se agravaron, mientras se vivió un ciclo espectacular
de
crecimiento económico. Los países ricos engordaron y la obesidad de sus
habitantes se convirtió en un problema público. Más de 300.000
estadounidenses, dice Jeremy Rifkin, fallecen prematuramente cada año
debido al exceso de peso, el 61% de los estadounidenses adultos sufre de
sobrepeso; más de la mitad de la población adulta en Europa también
sufre
del mismo problema. La Organización Mundial de la Salud informa que el
18%
de la población total mundial es obesa, la misma cantidad de gente
desnutrida. La epidemia del siglo XXI será así el estilo de vida y la
sobrealimentación en el mundo rico, que ya produce tantas muertes como
el
tabaco, y la otra cara de la moneda, la matanza por hambre de millones
de
personas en el mundo pobre.
Y esto está sucediendo en los albores de un nuevo siglo que se anunció
con
bombos y platillos como el siglo de los derechos humanos. Los líderes de
las grandes potencias ni se sonrojan cuando en sus cumbres se
autoproclaman
supermanes de los derechos humanos, pero se olvidan que hace la friolera
de
54 años se estampó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos
que
"Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure,
así
como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la
alimentación".¡ Qué tiempos aquellos!, entonces se consideró que el
hambre
es una violación de la dignidad humana y al mismo tiempo un obstáculo
para
el progreso social, político y económico; hoy el hambre es un dato
económico que recuerda que los pobres deben esforzarse más, aunque los
nuevos conservadores, que enarbolan la compasión como política, siempre
estarán dispuestos a entregar alguna limosna.
En limosna se está convirtiendo la tan cacareada ayuda al desarrollo. En
los últimos años disminuyó drásticamente la ayuda a los países pobres.
La
meta acordada en los años setenta en la ONU, que comprometió a los
países
ricos a destinar al menos el 0.7 de sus productos internos brutos para
ayuda a los países pobres, lejos de cumplirse ha venido disminuyendo.
Los
Estados Unidos destinan un vergonzoso 0.10 % del PIB, los países de la
Unión Europea el 0.33.
Donadores de limosnas y además con garrote. Como se comprobó en la
Cumbre
de Roma hoy, y ayer en la Cumbre de Monterrey, la "ayuda" se condiciona
cada vez más a la aceptación de los mandamientos de la globalización
neoliberal. Los Bush, Berlusconi y compañía exigen la liberalización de
los
mercados, el pago de la deuda externa, las privatizaciones, el
desmantelamiento de las políticas de soberanía y de seguridad
alimentarias
de los países pobres. La FAO lamenta que en los últimos 10 años se hayan
reducido en un 45% las ayudas a la agricultura de los países del Tercer
Mundo, mientras los subsidios a la agricultura en los países ricos de la
OCDE asciende a más de 300.000 mil millones de dólares, lo que
representa
una subvención de 12.000 dólares al año por agricultor. De ahí que la
actitud de los países desarrollados se haya resumido en la frase: "más
ricos, pero más malvados".
* José Merino del Río, coordinador del Foro de Acción Política "Otra Costa Rica es posible,
otro
mundo es posible", exdiputado de la Asamblea Legislativa de Costa Rica.
https://www.alainet.org/es/articulo/106038
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