A propósito de la campaña internacional contra el terrorismo
Manifiesto sobre el terrorismo de la injusticia
29/05/2002
- Opinión
En medio del conflicto, no se puede ser neutral
Convencidos de que la humanidad tiene un destino común, de que todos los pueblos
poseen la misma dignidad y derechos, de que las relaciones entre ellos tiene que
establecerse sobre la confianza mutua, el respeto y la cooperación, deseamos
expresar públicamente nuestra palabra, como un aportación más a esclarecer los
problemas de las actuales tensiones internacionales.
Nunca en temas de ética, y menos de esta envergadura, se puede ser neutral. El
silencio delata por lo menos un implícito asentimiento a lo que está ocurriendo y
una pérdida de la actitud evangelizadora profética que debe distinguir a los que
siguen a Jesús de Nazaret.
Esta nuestra declaración tiene como base la situación creada entre los países
desarrollados y subdesarrollados. Es ya un dato evidente que esta situación no
ha surgido al azar, sino como consecuencia de una serie de políticas dirigidas
por el egoísmo nacional, el lucro y el afán de dominar a otras naciones. Tales
políticas producen marginación, atraso, enfermedad, analfabetismo, pobreza,
hambre, exclusión, humillación, sufrimiento, emigración y otros efectos que pesan
negativamente sobre los pueblos que se intenta explotar y dominar.
La violencia de las religiones manipuladas
En este sentido, queremos desenmascarar el chantaje que la política occidental,
con EE.UU. a la cabeza, pretende producir sobre la opinión pública presentando el
fenómeno del terrorismo actual como efecto de un choque de etnias, culturas o
religiones.
No negamos la presencia que el factor religioso ha representado en la violencia y
en las guerras de la historia, pero tal presencia ha estado no pocas veces
manipulada por intereses y poderes políticos, logrando de esta manera que las
religiones se apartaran de su misión primigenia de asegurar la fraternidad y la
paz.
Los fanatismos religiosos son reales, pero más que originantes de la violencia
son las más de las veces derivados de otros factores primordiales. En ese
sentido, el factor religioso puede desempeñar una labor de legitimación del
fundamentalismo económico más bárbaro. Todavía hay quienes creen que el
neoliberalismo es enemigo de la irreligión y que defiende los grandes valores
religiosos, cuando en realidad lo que ese neoliberalismo produce es injusticia y,
como consecuencia, violencia, represión y hasta terror.
La violencia original y originante de la injusticia
En nuestra opinión, el factor primordial de la violencia es la injusticia
impuesta por el capitalismo mundial a través de las multinacionales y otras
instituciones en colaboración con poderes económicos y políticos dominantes.
Queremos subrayar que la violencia original y originante, la primera y más
importante, es la producida en nuestro tiempo y en tiempos pasados, por la
injusticia estructural, que pertenece a los Estados con mayor poder económico y
que se vincula con el Orden Mundial, que es el que genera desigualdades entre los
pueblos ricos y pobres.
No hay más que reparar en estos datos:
- En 1997 el 20 % de la población más rica del planeta se repartió el 86 % de la
riqueza mundial.
- Sólo en 1999 los países endeudados realizaron a favor de sus acreedores una
transferencia de 114.600 millones de dólares.
- La deuda externa es un instrumento de guerra contra los países pobres: la deuda
de los países pobres es del orden de 2,5 billones de dólares. La devuelven con
un cuchillo en la garganta. La de EE.UU. es de seis billones de dólares. Y
nadie obliga a EE.UU. a devolverla.
- De los 800 millones de habitantes de Africa, más de 400 viven con menos de un
dólar al día y están desnutridos. En el año 2000 las multinacionales invirtieron
en el mundo por valor de 1 billón 270.000 millones de dólares. Africa sólo logró
atraer un 1 % de esa inversión.
- Mil millones de personas se acuestan todas las noches con hambre. La cuarta
parte de la población nunca ha tenido un vaso de agua potable.
- Sólo a causa del Sida han muerto 22 millones de personas y hay 36 millones
contagiados.
- No es de extrañar que la diferencia entre países ricos y pobres lejos de
disminuir haya ido en aumento. En el año 1820 era de 3 a 1; en el 1992 es de 72
a 1.
Es un engaño colosal querer sobrepasar la vista sobre esta realidad y achacarla
sin más a episodios de fanatismo religioso. La realidad es como es y no hay más
camino para la comprensión y solución de sus contradicciones que mirarla de
frente y llamarla por su nombre. Hay políticas que son injustas y execrables,
basadas sobre el egoísmo, la dominación y la desigualdad, que niegan la dignidad
y derechos fundamentales de las personas y de los pueblos. Esas políticas
generan injusticia, provocan miseria y opresión y acrecientan la frustración y el
odio hasta la desesperación.
No deja de ser aleccionador y confortante que, a pesar de todas las cortinas de
humo, el análisis que hacen la mayor parte de científicos, sociólogos y
politólogos va en este camino: no se puede eliminar el terrorismo sin acabar con
aquellas situaciones que propician y almacenan injusticia.
Cuando los explotados y sometidos deciden exigir sus derechos y acabar con la
injusticia impuesta, entonces la violencia original reacciona con violencia
represiva y, llegado el caso, con violencia terrorista. Porque terrorismo,
escribe Ignacio Ellacuría, "no es lo que hacen los que son llamados terroristas
de antemano, sino que son terroristas los que hacen terrorismo, objetivamente
definido como tal". Y, en este sentido, la violencia estructural original actúa
muchas veces como violencia terrorista.
La farsa ofensiva del dualismo entre el Bien y el Mal
No podemos admitir que, en contra de la realidad personal e histórica del ser
humano, se intente establecer una línea divisoria entre el Bien y el Mal,
alistando a unos de una parte (los terroristas) y a otros de la otra (los no
terroristas): "Quien no está con nosotros, está con el terrorismo".
Esta afirmación denota una gran simpleza. Por la sencilla razón de que es uno
sólo (el hoy emperador del mundo) quien, por sí y ante sí, define quiénes son los
terroristas, sin definir antes en qué consiste el terrorismo y porque la
definición la hace dándose a sí mismo como exento del terrorismo. Sólo desde
esta premisa, se puede convocar una campaña unilateral antiterrorista, en la
seguridad de que, quienes la compartan, la obedecerán más por miedo que por
convicción.
Conviene señalar hasta qué punto esta postura encubre una actitud de soberbia y
desprecio de los demás pueblos, la convicción racista y xenófoba de que su
superior nivel de vida les es debido con naturalmente y la blasfema confesión de
que esta diferencia abismal se debe, en última instancia a Dios, y es El quien la
bendice.
Con un poco de sentido común y una pizca de filosofía se entiende que este
planteamiento es burdo. Nunca el Bien y el Mal, tratándose de humanos, se halla
de una u otra parte, así puramente. No hay seres que encarnen lo uno o lo otro.
Pero a Bush le resulta útil , en el tablero de la humanidad, jugar con el
dualismo del bien y del mal, como quien juega con fichas blancas o negras, con la
particularidad de que él marca quiénes son las fichas negras. Es el juego
peligrosamente insinuante de las palabras, sobre todo a partir del 11 de
septiembre de 2001.
La caída de las Torres Gemelas de Nueva York fue un atentado trágico, pero
también un pretexto de oro para urdir la campaña mundial contra el terrorismo, es
decir, contra el mal. Todo el mundo sabe que ese acto de violencia terrorista no
ha sido el primero ni el mayor. Ha habido masacres tan desoladoras como ésta,
aunque seguramente menos espectaculares. Pero en este caso señalaba un corte
histórico, porque las Torres Gemelas eran el santuario del dios dinero, de la ley
del comercio global, del mercado total. Y ese dios fue asesinado , en su propio
templo, por quienes hacía tiempo se sublevaban contra su dominio.
En nuestros días el imperio norteamericano, con la cohorte de Estados que le
secundan, no toleran que nadie se salga del ámbito de su dios: el mercado total,
que debe dominar todos los rincones del mundo.
La muerte de la justicia y de la democracia
La justicia, decía J. Saramago en la conclusión de Porto Alegre, sigue muriendo
todos los días. Muchos han confiado en ella, la han esperado en el día a día,
"Como una justicia compañera cotidiana de los hombres, una justicia para la cual
lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético, una justicia que
llegase a ser tan indispensable para la felicidad como indispensable para la vida
es el alimento del cuerpo, una justicia en la que se manifestase , como
ineludible imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada
ser humano... Si hubiere esa justicia , ni un solo ser humano más moriría de
hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si hubiese
esa justicia, la existencia no sería , para más de la mitad de la humanidad, la
condenación terrible que ha sido".
La justicia, la única que acabará con el terrorismo y traerá la paz, nos obliga a
ponernos en pie, a revisar el incumplimiento de esos Derechos Humanos hace
cincuenta años promulgados, a vivificar partidos políticos caducos y movimientos
sindicales burocratizados, a examinar la decadencia de las llamadas democracias y
rellenarlas con una participación directa del pueblo, a establecer unas nuevas
relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial.
Hace años que las Naciones Unidas establecieron una dinámica de conferencias y
cumbres internacionales con el fin de abordar un conjunto de problemas producidos
por la asimetría de la globalización, con la convicción de que la lucha contra la
pobreza era, además de un imperativo moral, una exigencia práctica para la
estabilidad del sistema.
La conferencia intergubernamental celebrada últimamente en Méjico concluyó con el
documento de "Consenso de Monterrey", el cual deja poco espacio para el
optimismo. En él se exigen claras reformas y se imponen estrictas condiciones a
los países pobres, en tanto que a los países desarrollados apenas si se les exige
cambios en las instituciones más importantes y que son las que regulan los
mecanismos de intercambio comercial y de ayuda a los países más necesitados. La
ayuda (un 0,39 % del PIB como promedio para el año 2006) es inferior a la
acordada ya en los 90 (un 44 %). La unilateralidad de los países donantes va a
ser la que se imponga, ya que son ellos mismos los que acaparan un 66 % de los
votos en el FMI y en otras instituciones. Nadie va a creer que van a hacer
efectiva la ayuda para los objetivos de la Declaración del Milenio y que el Banco
Mundial evaluó entre 40.000 y 60.000 millones de dólares anuales.
Lamentablemente, gran parte de los acuerdos del pasado han quedado relegados al
capítulo de las buenas intenciones y otro tanto va a va a ocurrir con los
presentes.
Propuestas para el cambio y mejoramiento
Señalamos algunas propuestas que, de una y otra parte, se sugieren como clave
imprescindible para un cambio operativo en el Orden Internacional:
- Acabar con la dictadura de los mercados financieros mediante la creación de
mecanismos democráticos planetarios.
- Acabar con el capitalismo financiero que, a través de la Organización Mundial
del Comercio (OMC), decide sin ningún control político la suerte de los pueblos
basándose únicamente en el criterio del beneficio y siempre a favor de los más
fuertes.
- Acabar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que, después de cambiar su
función a partir de los años 70, opera antidemocráticamente, dispone de
mecanismos de bloqueo y es el principal responsable del fracaso del desarrollo de
los países pobres. El FMI no es reformable: hay que suprimirlo. Y sustituirlo
por un sistema de representación rotatoria para todos los Gobiernos del Planeta.
- Acabar con el Banco Mundial (BM) que, con su política inversora, provoca daños
irreparables en el medio ambiente. Su política debe ser sometida al control
democrático de los parlamentos nacionales y ser objeto de negociaciones
transparentes.
- Impedir que, frente a la globalización neoliberal, sectores fundamentales de la
vida humana caigan bajo la dinámica y dominio mercantilizador. Vigilar y
reglamentar los mercados financieros para que no hagan lo que les da la gana.
Controlar los movimientos de capitales , combatir los paraísos fiscales ,
inspirándose en el impuesto Tobin y hacer realidad la solidaridad con los países
del Sur, poniendo fin a los planes de ajuste estructural que desligitiman a los
Estados, devalúan la Soberanía Nacional y someten a las sociedades, no a las
élites, a las obligaciones inflexibles del FMI.
Idolatría del dinero o ateísmo religioso
Desde la situación de pobreza, los países del Tercer Mundo difícilmente plantean
la cuestión de Dios en términos de negar su existencia como condición para salir
de la alienación y permitir que el hombre sea él mismo y recupere sus poderes.
En Occidente, sí que el camino hacia la liberación humana se lo hace pasar
modernamente por esta negación de Dios.
Sin embargo, el mismo Occidente seguramente sospecha que, tras su decretada
muerte de Dios, ha erigido otros dioses que lo suplen y cumplen con sus
funciones. Es significativo que los poderes fundamentalmente económico-políticos
se presenten como defensores de la religión y de Dios mismo, cuando en realidad
de verdad el dios que ellos adoran es el dios Mammón, venerado secretamente en el
santuario de sus negocios.
Este dios materialista es el que representa una negación frontal de la fe
cristiana, es la idolatría del dinero, con la injusticia que genera, la que se
constituye en incompatibilidad con la fe.
En este sentido, la tarea fundamental de los que creemos en Jesús de Nazaret, es
desidolatrizar, pero entendiendo como tal el desenmascaramiento de dioses
históricos que, en nuestro contexto actual, configuran y dominan la vida social,
sobre todo en su aspecto económico injusto y en otros aspectos que le acompañan
como derivación y justificación. La dominación que estos ídolos ejercen se
presenta como inapelable, incuestionable e intocable, como si de dioses se
tratara, imponen su ortodoxia (ideología) y se alimentan del sacrificio de
millones de víctimas.
El planteamiento de Jesús de Nazaret es inequívoco: "No se puede servir a dos
señores: la fe en Dios excluye la fe en el dios dinero". Porque los señores del
dinero, si logran entronizarse en el corazón humano y en las instituciones del
poder, exigen su propio culto, un culto que se convierte, si es preciso, en
asesino.
Nos duele que la Iglesia Católica, de la que nosotros somos miembros, y que
acumula una sabiduría y experiencia más que seculares sobre la unidad y
fraternidad de los pueblos, no haya hecho sentir en estos momentos , con el
relieve y fuerza necesarios, la autoridad moral de su enseñanza y la haya
ocultado vergonzosamente , dando lugar a una significativa e imperdonable omisión
y el consiguiente descrédito entre quienes forman parte de ella y la contemplan
desde fuera.
Creemos que, con ser importante los problemas de la moral familiar y sexual , no
lo son menos los que se ventilan en el campo de las relaciones socioeconómicas y
políticas. Sin embargo, es en las primeras donde la Iglesia muestra una
solicitud puntual y extrema y en las segundas un desentendimiento clamoroso que
resulta intolerable en las actuales circunstancias.
Denunciamos esta postura pseudocrsitiana , que rehuye comprometerse en la trama y
conflictividad de la historia, como si tal tarea no le incumbiese o hubiera de
remandarla para después de la vida. Esta fuga contradice el espíritu del
Evangelio. Pensamos que la fe es inseparable de la justicia, de la fraternidad y
del amor, que hay que verificar en la historia y sociedad terrenas y que, cuando
se procede en sentido contrario, se mutilan aspectos esenciales del mensaje
evangélico.
* Publicado en EXODO, Nª 63, Mayo 2002
https://www.alainet.org/es/articulo/106046?language=en
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