El Plan Puebla Panamá y nuestras alternativas
25/08/2002
- Opinión
El Plan Puebla Panamá es algo mas que una gran carretera
La conquista y colonización de América fue algo más que la construcción de
grandes catedrales. El somocismo fue algo más que la construcción del
estadio nacional. El gobierno de Alemán fue algo más que la construcción de
rotondas. El Plan Puebla Panamá es algo más que la ampliación de la
carretera panamericana El Guasaule-Peñas Blancas.
El Plan Puebla Panamá es una iniciativa del gobierno norteamericano,
diseñada por los organismos financieros internacionales, bautizada por el
presidente Fox, y firmada por los presidentes centroamericanos, para
desarrollar la infraestructura que necesitan las empresas transnacionales.
El Plan Puebla Panamá es la conclusión de una histórica disputa que comenzó
en 1492, entre la vieja Europa y la naciente Unión Americana. Disputa que
se resuelve a favor de empresas y no de países, a favor de un globalizado
capital sin patria y no de pueblos que un día aspiraron a tener una patria
latinoamericana.
El Plan Pueblo Panamá es el final del capitalismo nacional, y, por lo tanto,
de la burguesía nacional, del mercado nacional, de carreteras y
comunicaciones nacionales, de monedas y clases trabajadoras nacionales. El
final de Estados Nacionales, convertidos en gobiernos provinciales,
encargados de cobrar tributos y disciplinar a los nuevos siervos y siervas
de los futuros enclaves. Capitalismo continental que necesita medios de
comunicación continentales capaces de ofrecer, articular y amarrar negocios
en los cuatro puntos cardinales del globo: carreteras, puertos, aeropuertos,
canales, tendido eléctrico y telecomunicación, fronteras abiertas y
plataformas territoriales sin censura alguna para la rentabilidad del
capital mundial.
La región Puebla Panamá es el puente natural entre los grandes centros
industriales y agrícolas de la región Este de los Estados Unidos y la mayor
fuente de recursos naturales (mineros y biológicos) y de mano de obra barata
del Caribe Continental (Mesoamérica, Venezuela y Colombia). Es asimismo la
gran plataforma continental de tránsito entre Norteamérica y Suramérica, así
como entre el Atlántico norteamericano y el mundo de las nuevas especies
asiáticas. Corredores semejantes a un gigantesco porta-aviones comandado
por norteamericanos para inundar de mercancías al mundo entero.
El Plan Puebla Panamá es parte de la última expansión económica cuyos
mecanismos comenzaron con los planes de ajuste estructural y avanzan con los
tratados de libre comercio. Los planes de ajuste estructural desmantelaron
las fronteras arancelarias y privatizaron las empresas públicas, tanto las
empresas productivas como las empresas de servicios de energía, electricidad
y agua. Los tratados de libre comercio destruyen la soberanía de los
pueblos latinoamericanos y legalizan el despojo de los suelos, el agua, el
bosque, el petróleo, el gas, las playas, los recursos genéticos, la
biodiversidad, el derecho de tránsito, la eliminación de las conquistas
laborales, los servicios públicos a la población, la eliminación de los
impuestos a las empresas transnacionales y el aumento de los impuestos a las
empresas nacionales y al pueblo en su conjunto, en fin, la subordinación de
las constituciones nacionales a las grandes corporaciones mundiales, al
Estado Mundial, a los Ejércitos Mundiales, a las Leyes Mundiales, a la
Cultura Mundial.
El Plan Puebla Panamá comunica al mundo e incomunica a los/as pobladores/as
locales, pues en su presupuesto no hay un solo centavo para caminos de
penetración para que el campesinado pueda sacar sus cosechas, un solo poste
de luz para nuestras comarcas, un solo teléfono para nuestras comunidades
indígenas. El Plan Puebla Panamá abarata y prostituye el valor de la mano
de obra mundial, bajándola de $5 dólares la hora que hoy se paga en los
Estados Unidos, a $ 0.25 centavos dólares la hora en las maquilas de las
zonas francas nicaragüenses, por el mismo trabajo y por la misma
productividad. Es decir, 20 veces o 2.000% veces menos. Salario que apenas
ajusta para la comida de las jóvenes y niñas trabajadoras, las que tienen
que prostituirse alrededor de las cantinas que pululan en los nuevos
enclaves del continente. Empleo que hoy por hoy no pasa del 5% de la
Población Económicamente Activa (PEA) en Nicaragua, y que, suponiendo que se
duplique apenas llegará el 10% de la PEA. Hasta ahora el desempleo general
producido por las políticas fondomonetaristas llega al 50% de la PEA, sin
contar la migración campesina a las ciudades y la migración al exterior.
El Plan Puebla Panamá y todo el movimiento de la globalización neoliberal,
incluye y ofrece como gran negocio para las empresas transnacionales, la
invasión de aquellos alimentos básicos antaño producidos por nuestras
poblaciones, tales como maíz, frijol o tortilla industrializada. Situación
que amenaza la soberanía alimentaria milenariamente lograda por nuestros
países, quienes empiezan a importar tales productos o a comprárselos a las
grandes marcas globales.
La publicidad del Plan Puebla Panamá se vende con la misma estrategia que
han vendido el concepto desarrollo, no como una expansión económica de los
grandes capitales, sino como la expansión de la civilización y el progreso
como el medio para terminar con la pobreza y el atraso de los pueblos
mesoamericanos. Los resultados, sin embargo, siguen siendo los mismos que
hace 500 años: saqueo de nuestros recursos naturales, expropiación y
miseria, enfermedades endémicas, analfabetismo, marginación y exclusión,
incomunicación y oscurantismo, presentados ahora como causas y no como
consecuencias y secuelas del desarrollo realmente existente.
El gran supuesto de esta publicidad es que la concentración de capital y las
ganancias industriales, comerciales y financieras, al ser buenas para las
empresas son por lo tanto buenas para el país y para la población. Los
hechos, sin embargo, desmienten tales supuestos, pues, mientras más riqueza
se acumula en los negocios, más empobrecidos resultan los trabajadores, los
países subdesarrollados y las poblaciones del sur.
Los ideólogos del Plan Puebla Panamá se presentan como expertos que saben lo
que conviene o no conviene a nuestros pueblos y se quejan de que argumentos
como los que acabamos de presentar son puras ideologías, llenas de
posiciones políticas que empañan la discusión científica. Llamando
ideología y política al bien común, amenazan con privatizar y monopolizar la
verdad, tal como lo están haciendo con la vida misma.
El Plan Puebla Panamá es también ocasión para el desenmascaramiento y la
resistencia a la invasión de alimentos y mercancías transgénicas, así como
para manifestar la digna voluntad de construir un modelo de bienestar
diferente y alternativo al desarrollo de la codicia y la competitividad para
engañar y enriquecerse a costa de los demás.
II
¿EXISTEN ALTERNATIVAS AL PLAN PUEBLA PANAMÁ?
Estamos por la integración económica centroamericana
El Plan Puebla Panamá es, entre otras cosas, un proyecto de integración
regional en marcha y nadie podría estar en contra de la integración. La
diferencia es que la plataforma de integración propuesta por el PPP apunta
a los grandes negocios de las empresas transnacionales, dejando sin
opciones o recursos a los pequeños y medianos empresarios locales,
especialmente al campesinado y a la pequeña industria, hoy por hoy nuestra
principal fuente de empleo y producción. A propósito, el Foro de Managua,
recién pasado, que aglutinó a 350 organizaciones mesoamericanas y a más de
mil delegados, se autodenominó Movimiento Mesoamericano por la Integración
Popular.
Como integración centroamericana proponemos concretamente: a) Fomentar la
Unión Aduanera Centroamericana, es decir, el establecimiento de una sola
frontera entre Guatemala y Panamá, que incluya por supuesto la libre
circulación de personas. Además de enfrentarnos como bloque a USA, Europa
y América del Sur, tal como lo hicimos en Contadora, nos permitiría
uniformar tarifas al interior de la región; b) Fomentar un entendimiento
centroamericano respecto a las políticas económicas con el FMI; c) Fomentar
la protección arancelaria y no arancelaria de productos competitivos a los
del campesinado (granos básicos).
Aprovechar el mercado natural de los Estados Unidos
Centroamérica debe fomentar y aprovechar el potencial del mercado
norteamericano. Es el mercado más cerca y más grande que tiene la región.
En este sentido hay que presionar para que los Estados Unidos levanten las
restricciones arancelarias para nuestros productos agrícolas, como al
azúcar por ejemplo; debemos, asimismo, presionar para que el gobierno
norteamericano desista de sus políticas proteccionistas y de subsidio. Si
Estados Unidos y México usufructúan nuestra región como plataforma de
tránsito, que abran sus fronteras económicas, no solamente para nuestras
mercancías, sino también para nuestras poblaciones.
Hay que presionar como región centroamericana para regularizar la situación
de los migrantes centroamericanos en las ciudades norteamericanas.
Nicaragua debe abrir inmediatamente ventanillas consulares en
Centroamérica, especialmente en Costa Rica, y en las principales ciudades
norteamericanas del Sur: Miami, Los Angeles y San Francisco de California.
No es posible que para quienes alimentan de divisas al país, no exista
ninguna deferencia en nuestra política exterior.
Hay que dinamizar el mercado interno al mismo tiempo que el mercado externo
Centroamérica en general y Nicaragua en particular siempre sacrificaron el
mercado interno, en aras del mercado exterior, a pesar del balance
deficitario de este último, tal como pasa hoy en día. Ningún país
desarrollado soslayó su mercado interior, especialmente el mercado de
alimentos. Nicaragua tiene, hoy por hoy, enormes ventajas comparativas en
la producción de alimentos, y eso tenemos que valorarlo y mejorarlo. La
prioridad debe enrumbarse en mejorar los rendimientos de nuestros productos
alimentarios, sin profundizar la dependencia de las empresas
transnacionales, tal como se hace con la importación de semillas híbridas,
las que pueden ser producidas por nosotros mismos.
Existe un producto como es el frijol, donde Nicaragua puede combinar la
producción de frijol rojo para el mercado interno con la producción de
frijol negro para el mercado externo. La región caribeño-mesoamericana es
deficitaria en frijol negro. Cuba, México, Venezuela, Panamá, República
Dominicana y Costa Rica importan anualmente 256.000 TM de frijol negro,
casi todo de Argentina y de los Estado Unidos, cuando nosotros que estamos
más cerca podríamos suplirlo en gran parte con la producción campesina. El
gobierno nicaragüense debería considerarlo como agenda prioritaria en
nuestra política económica, elevando al campesinado, principal productor de
divisas y alimentos, a programa nacional estratégico.
Lo mismo podría decirse del fomento a la pequeña industria. No es posible
que siendo la principal generadora de más del 90% del empleo industrial,
sigue siendo una cenicienta en cuanto al fomento estatal. Necesitamos
apoyarla para hacerla competitiva a nivel regional y en el mercado
norteamericano, estableciendo puestos mixtos (gobierno-PYME) en Miami y Los
Angeles. Resulta estimulante y vergonzoso a la vez que sea un
costarricense y director de un instituto empresarial, el doctor Artavia,
quien nos llame la atención sobre la importancia de la economía popular.
Impulsar la infraestructura nacional
Infraestructura que resolverá la integración de las grandes empresas
transnacionales, que son las que menos necesidades tienen del apoyo de
nuestros Estados. A nivel nacional todo mundo piensa construir canales.
Con el que existe en Panamá y con la restauración del puerto de Corinto en
el Pacífico de Nicaragua y de Puerto Cortés en el Atlántico de Honduras, es
suficiente, si es que vamos a pensar como región. Más bien debiéramos
pensar en la infraestructura del mercado nacional, con el fin de
intercomunicar a nuestras comunidades, que son las que pagarán aquellos
préstamos. Necesitamos mantener, construir, mejorar y construir al menos
10.000 kms. de vías internas o caminos de penetración para que el comercio
interior del campesinado y de la pequeña industria pueda viabilizarse, lo
mismo diríamos del tendido eléctrico, el agua potable y la telefonía.
La infraestructura local nacional contribuiría, además, a potenciar el
turismo interior. Hasta ahora los gobiernos nicaragüenses sólo han pensado
en el turismo de enclave que beneficia a las grandes empresas hoteleras
internacionales. Hay que aprovechar la experiencia de Costa Rica y
Guatemala, montada sobre empresas pequeñas, para encauzar la estrategia de
turismo en Nicaragua.
Valorar y defender el mercado laboral y nuestra biodiversidad
La mejora del salario y de las condiciones de las trabajadoras de la
maquila puede fortalecer la capacidad adquisitiva y potenciar el mercado
interior. Actualmente, su situación es vergonzosamente desproporcionada a
los beneficios tributarios que los estados centroamericanos conceden a las
maquiladoras.
La biodiversidad se está convirtiendo en una de las mayores fuentes del
negocio transnacional, especialmente de las empresas farmacéuticas.
(especialmente el germoplasma y el agua), o establecer un sistema de
vigilancia sobre recursos naturales, tal como lo acaba de hacer Brasil.
Mínimamente deberíamos aprobar y reglamentar una ley sobre la autonomía de
los pueblos indígenas y comunidades étnicas en cada región mesoamericana.
Es imperativo sentarse como Centroamérica o como Mesomérica a discutir todo
lo que debemos y podemos hacer como región, a fin de mejorar nuestra
vulnerable situación como países aislados frente a los grandes bloques
mundiales.
https://www.alainet.org/es/articulo/106352
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