Ética, política y economía
09/09/2002
- Opinión
El objetivo de separar los juicios de valor de los juicios de realidad estuvo en el cierne mismo de la constitución de las Ciencias Sociales durante los siglos XVIII y XIX. Sin embargo no podemos asegurar que esta operación ha sido bien sucedida. Cuando miramos históricamente la constitución de las disciplinas que constituyeron este esfuerzo científico verificamos que ellas están impregnadas de una filosofía de la historia que reivindica la superioridad moral y civilizatoria del capitalismo, de la democracia política y de la ideología individualista sobre las formas y modalidades anteriores de organización social.
Esta clara visión evolucionista intentó ocultarse bajo principios científicos y juicios de realidad, pero hoy día sabemos de sus vínculos profundos con el colonialismo y el imperialismo modernos. Sabemos como sirvieron de fundamento para una visión eurocéntrica de la historia, de la naturaleza humana y del propio comportamiento humano.
La propia división entre las disciplinas sociales refleja este marco general. La economía se diferenció primeramente en la medida en que tomaba como objeto el individuo posesivo que la filosofía utilitarista definía como la esencia de la naturaleza humana. La sociología se diferenciará posteriormente al preocuparse con la conducta racional que fundamenta la acción económica pura y el orden social que la viabiliza. La ciencia política completa este cuadro analítico al plantear la cuestión del poder como la condición de garantía y legitimidad de estas mismas conductas racionales, utilitarias y progresistas.
Luego hubo que definir cuál es el verdadero rol de la Historia en este saber estructurante, volcado hacia el equilibrio y el orden a-históricos. Se pudo prescindir entonces de la idea de evolución histórica y transformar los comportamientos económicos, sociales y políticos en emanaciones directas de la naturaleza humana. Lo que se inscribía en otros modelos de comportamiento se agrupó bajo los conceptos de barbarie, atraso, irracionalidad, comunidad, tradicional y así sucesivamente.
Era tal el abismo entre lo civilizado, lo avanzado, lo racional, lo societario, lo moderno y el mundo tradicional que se constituyó una ciencia a parte para estudiar estas sociedades estáticas y sin historia. La etnología francesa o la antropología anglo-sajona crearon así un espacio científico para el sentimiento y la política colonialista. Ella se hizo tan fuerte que logró ubicar entre estos pueblos a-históricos la esencia misma de la historia humana. Ahí se mezclaron las tribus iletradas y las civilizaciones antiguas, el medioevo árabe, la modernidad italiana, portuguesa y española que fundaron el moderno sistema mundial y el capitalismo como nueva modalidad de producción, distribución y consumo.
La encarnación de estos prejuicios se cristalizó en las teorías de la modernización que sirvieron de base a las teorías del desarrollo después de la Segunda Guerra Mundial. Fue entonces cuando separamos las economías, las sociedades y los procesos políticos e ideológicos en tradicionales de un lado y aquellos capaces de garantizar el despegue del desarrollo o el famoso ?take off? de Rostow.
Era necesario un delirio histórico colosal para ubicar en una misma categoría las civilizaciones islámicas, la civilización china, con una continuidad de milenios, la civilización japonesa, los pueblos de la India, y todo el mundo Afro-asiático, sin dejar de incluir ahí la América Latina, el sur de Europa, la Europa central y oriental y la Rusia Imperial. La teoría del desarrollo nace así en el más puro ambiente ideológico eurocéntrico.
La noción de Primero, Segundo y Tercer Mundo reflejan esta realidad. La Guerra Fría había logrado dar a los países que buscaban un camino de desarrollo socialista una categoría especial que les permitía salir del limbo del atraso y de lo tradicional.
Si en el plano planetario se procedía a estas operaciones intelectuales tan empobrecedoras, no debemos olvidarnos que artificios similares afectaban el desarrollo de las ciencias sociales en los países centrales de este sistema mundial. Vemos por ejemplo la especialización científica cortar las relaciones entre lo económico, lo social, lo político, lo ideológico y lo histórico. En nombre de la necesidad de captar las estructuras de lo social o de reflejar el equilibrio perfecto de las categorías económicas se evacuaba la historia de lo social.
Al mismo tiempo, en nombre de establecer los juicios de realidad y evitar los juicios de valor que no corresponden a la ciencia, se transformaron los valores del capitalismo naciente en categorías naturales que se desprenden directamente de la constatación antropológica de una naturaleza humana que se liberaba al permitir al mercado regir las relaciones entre los seres humanos.
Parece entonces que enfrentamos una tarea colosal cuando pretendemos restituir el mundo de los valores éticos y de las decisiones políticas en el corazón mismo de las reflexiones científicas sobre lo humano. Tendremos que llevar hasta el final aquella que fue la intención primera de Marx al proponerse a realizar una crítica de la economía política cuyo primeo esbozo estuvo en los Grundrisse y de la cual la Contribución a la Crítica de la Economía Política y El Capital fueran solamente una primera parte.
Muchos esfuerzos posteriores también merecerían ser analizados pero en este momento fundador me gustaría restringir mis evocaciones históricas a esta aventura intelectual tan rigurosa y tan bien sucedida que se quedó sin embargo en sus inicios y solo fue siendo revelada mucho después que las otras obras de Marx habían causado un impacto científico y político tan inmenso.
Se trata pues de llevar hasta las últimas consecuencias la crítica de la economía política y de las ciencias sociales a la luz de la experiencia histórica de la humanidad de romper con sus raíces orgánicas con el planeta para imponer lo mecánico, lo artificial, lo ?humano? sobre los demás seres del planeta y sobre sí misma. Sobretodo hay que pensar como fue posible construir un orden mundial tan contradictorio, injusto e inestable, al mismo tiempo en que se producían ciertas circunstancias nacionales o locales cuya continuidad y estabilidad se encuentran profundamente amenazadas por un sistema económico y social que busca reducir lo humano a lo mercantil y utilitario.
* Theotonio Dos Santos es profesor titular de la UFF, coordinador de la Cátedra y Red UNESCO-UNU sobre Economía Global y Desarrollo Sostenible, publicó recientemente en Plaza y Janés el libro La Teoría de la Dependencia:Balance y Perspectivas. El presente texto fue preparado con ocasión del Seminario Internacional PEKEA (A Polítical and Ethical Knowledge on Economic Activities ), Santiago de Chile, 10 - 14 Septiembre 2002.
https://www.alainet.org/es/articulo/106377
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