Capitalismo y democracia

25/08/2013
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Como sistema capaz de garantizar los derechos básicos del ciudadano, el capitalismo ha fracasado en la mayoría de los países del mundo. Basta recordar que el 80 % de la producción industrial del planeta es absorbida por el 20 % de la población mundial, y que apenas cuatro empresarios norteamericanos poseen una fortuna personal superior al PIB de 48 naciones, con 600 millones de habitantes. El caso del Brasil es, desgraciadamente, sintomático. Aquí el capitalismo no dio ni para el 20 % de la población. A comienzos del Tercer Milenio nuestro país aún no logró implementar reformas que se hicieron en Europa hace ya dos o tres siglos, como la reforma agraria, la distribución de la renta, la seguridad social y el fin del analfabetismo. Convivimos con estructuras arcaicas, trabajo esclavizante y casi tres millones de niños, de entre 10 y 14 años, fuera de la escuela y dentro del mercado de trabajo por necesidad de subsistencia familiar. No podemos someternos a la camisa de fuerza del Iluminismo. Debemos apoyarnos en nuevos paradigmas. Prefiero el concepto de persona al de individuo, según la óptica holística: cada ser humano es un nudo de relaciones (con los otros, con la naturaleza y con Dios). El filósofo Leandro Konder subraya la propuesta de un "socialismo personalizante", en que el vínculo entre el individuo y lo universal sea mediatizado por lo comunitario, haciendo eco al pensamiento de Enmanuel Mounier y, más recientemente, al filósofo brasileño Manfredo de Oliveira. Repensar el socialismo supone no identificarlo con el régimen derribado con el muro de Berlín, así como la historia de la Iglesia no se reduce a la Inquisición. Si somos cristianos es porque el evangelio de Jesús encierra determinados valores, como la naturaleza sagrada de toda persona, que sirven incluso de juicio condenatorio a lo que representó la Inquisición. De igual modo, la historia de las sociedades solidarias fundadas en el compartir los bienes hunde sus raíces en los albores de la humanidad. Ejemplos: la polis griega, las tribus hebreas, el cristianismo primitivo, los pueblos indígenas tribalizados, las redes de economía solidaria, como las cooperativas, los juntas populares, las Comunidades Eclesiales de Base, los casi 1.500 asentamientos organizados por el Movimiento de los Sin Tierra en todo Brasil. Una propuesta alternativa de sociedad debe partir de prácticas concretas, en las cuales economía y política se ayuden. Una de las razones de la actual crisis brasileña es la esquizofrenia neoliberal que divorció la economía de la política. El gobierno de Cardoso habla en política con sentido democrático pero adopta una economía centralizada, autoritaria. Brasilia traza la pauta política y Washington (el FMI) la económica. Es lo contrario del período dictatorial, cuando teníamos una economía volteada hacia los intereses nacionales, hasta el punto de producir el "milagro brasileño", con un crecimiento anual enorme (a pesar de la marginación de amplios sectores de la población y el endeudamiento externo), y una política regida por prácticas institucionales reforzadas por el fusil y el palo de arara (método de tortura). Fortalecer los movimientos sociales y multiplicar las iniciativas comunitarias de economía solidaria, donde todos tengan turno y voz, son los caminos para impedir que el Brasil retroceda hacia el autoritarismo. Según el IBGE, dos tercios de la población brasileña (unos 111 millones de personas) sobreviven con una renta mensual de, como máximo, dos salarios mínimos. Y apenas un 9.8 %, o sea poco más de 16 millones, tienen una renta mensual superior a cinco salarios mínimos. La consolidación de la democracia depende ahora de la capacidad de enfrentarse a una cuestión prioritaria: erradicar las desigualdades sociales. Traducción de José Luis Burguet
https://www.alainet.org/es/articulo/106534?language=es
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