Las contradicciones del "crecimiento"
Dinamita, dólares y dolores de cabeza en la cordillera
23/11/2002
- Opinión
La FAO convoca a defender las montañas con términos de bellas
resonancias: "proteger el hábitat" y "mejorar el nivel de las comunidades
que la moran", dos consignas que sustituyen, sin agregar nada nuevo, al
controvertido "desarrollo sustentable". Sus animadores insisten con el
error, a mi juicio nada ingenuo, de sugerir que las formas y objetivos
actuales de crecimiento son compatibles con el cuidado de las personas,
su economía y la naturaleza y proponen agregar montañas de textos
internacionales que salgan en auxilio de esa creencia. Para ser
plausible, sin embargo, esa campaña internacional a favor de las montañas
debería tomar en consideración no sólo lo que dicen expertos, empresas
transnacionales, ONGs y representantes gubernamentales fieles, sino
también lo que no dicen (o publican, con resultados parecidos, en
circuitos "que cualquiera puede consultar" cuidadosamente seleccionados)
y, fundamentalmente, lo que en concreto hacen afuera de los salones de
conferencias de la FAO o cualquier otro club de charlas amenas. En este
caso, y para comenzar, habría que conocer, comparar y analizar en
profundidad las diversas pretensiones sobre la cordillera de los Andes en
todos los niveles, tanto de "las comunidades que las moran" como las que
provienen de grandes conglomerados industriales, de transportes y
servicios, incluyendo las finanzas, que son las que quieren determinar
sin interferencias la dirección y las condiciones de la economía mundial.
La primer gran sorpresa, o no, es que muy por encima de los esfuerzos
locales o del insignificante asistencialismo del gobierno, se proyectan
descomunales pretensiones de uso intensivo de los recursos naturales de
la cordillera que - no por casualidad - son desconocidos tanto por
quienes viven en las montañas como por el resto del país. Me refiero
concretamente al Tratado Minero entre Chile y Argentina, firmado en 1999
durante la presidencia de Menem (ver mapa adjunto y 1), que podrá ser
transformado en un negocio "sustentable" gracias a la oportuna batería de
leyes que lo ampara (2). La intención de quienes celebraron ese tratado
es transformar el cono Sur en uno de los distritos mineros más
importantes del planeta, nada menos, y esto implica designar la
cordillera como un inmenso depósito de metales y minerales puesto a
disposición de un reducido número de empresarios, cuyo principal riesgo
es cumplir con las expectativas de impacientes accionistas. Los
beneficios para la economía nacional y para la gente, en definitiva,
serían absolutamente irrelevantes y las consecuencias ambientales
devastadoras.
Para entender la magnitud del problema hay que tener en cuenta una
característica central del sistema económico actual y es que las
industrias, para mantenerse competitivas, buscan dinero y no productos o
prestaciones de servicios. Dicho de otra manera, la producción y la
naturaleza, con todas las circunstancias que las rodean, son vistas como
meros obstáculos que se interponen entre el inversor y el dinero. Y esa
es una distancia que hay que cubrir rápido y barato. A veces esos
obstáculos son llamados costos e incluyen el precio del trabajo, demandas
y reglas consensuadas de organizaciones públicas y privadas, costumbres,
culturas y visiones diferentes a la dominante, normativas que protegen el
medio ambiente, derechos humanos, condiciones de salud, las mismas
economías regionales, especialmente cuando podrían sostenerse por sí
mismas y, finalmente, las trabas de la misma naturaleza (distancia,
clima, alturas, etc).
El primer problema es que, para la doctrina
predominante, un obstáculo es algo que debe ser derribado, lo que no
sería necesariamente y siempre objetable si se tratara de desafíos
legítimos, como por ejemplo controlar la erosión del suelo de la zona en
la que somos productores o controlar un incendio forestal. Pero no es esa
la escala, los objetivos y los métodos de los grandes negocios, que se
alejan cada día más de las economías reales y mantienen una posición
privilegiada gracias a un creciente paquete de "acuerdos multilaterales"
que los protegen, incluyendo enormes beneficios fiscales, múltiples
subsidios directos e indirectos, como el ALCA y otras "joyas" similares
que provienen de la Organización Mundial de Comercio. Sin esos generosos
cheques de ayuda social, institucional y ambiental serían sencillamente
inviables o, en todo caso, estarían en igual o peor situación que
cualquiera de las acorraladas PyMEs. El segundo problema, asociado al
primero, es que las grandes corporaciones y los bloques económicos que
las agrupan compiten ferozmente entre sí, caiga quien caiga, arrastrando
a todo el mundo en su carrera, sus métodos, objetivos y complicaciones.
Pero así como piensan "en grande" y definen jerarquías, existencia y
precios de fronteras, trabajo humano, expectativas materiales, conductas,
bosques, montañas y cuencas, como si además fueran dimensiones puramente
físicas o sustituibles por dinero, también se equivocan, destruyen y
transfieren consecuencias a terceros "a lo grande".
Las consecuencias,
cuando ya no es posible barrerlas bajo la alfombra, son tituladas crisis
y democráticamente repartidas entre ésta generación y las futuras. El
tercer problema es que los mega-proyectos anónimos pasan muy por encima
de - y al mismo tiempo impregnan - la realidad económica, las relaciones
cotidianas con la naturaleza y las condiciones políticas, aunque sus
responsables intenten luego corregir aquella distancia contribuyendo
sustancialmente a la multiplicación de promesas técnicas y de consejos
acerca de cómo "disciplinarse", al clientelismo político, a la
privatización de la política por medio de ONGs que publicitan el
"desarrollo sustentable" y las "50 acciones que tu puedes hacer para
salvar al Planeta Tierra". Ese tipo de crecimiento es asentado, siempre
con más astucia que rigor, en las gaseosas estadísticas nacionales. La
expresión "Argentina exporta alimentos suficientes para alimentar a más
de 300 millones de personas por año", sin ir muy lejos, es un buen
ejemplo de ese tipo de artimañas. ¿Realmente hace eso "la Argentina"?.
Con experiencia e influencia demostrada en diferentes ámbitos públicos y
privados (3), el sector minero (no muy diferente a cualquier otro sector)
también logró agregar sus propias metáforas a esa peculiar ristra de
exhibiciones numerarias y por ello no falta quien publique cosas como
"las exportaciones de la minería Argentina superarán a la ganadería",
eludiendo cuestiones centrales como las múltiples ramificaciones,
consecuencias y externalidades negativas que hacen posible ese tipo de
triunfo estadístico. La realidad es fragmentada en "sectores" (y en
solícitos ministerios y bancos locales o mundiales para atenderlos) y
cuando a un sector le va bien, sugieren los contadores de la superficie,
todo está bien. ¡Bingo!
Ahora bien ¿a quién le sirve este avance minero sobre los Andes?
¿significará que "vamos" a extraer, por ejemplo, el carbón necesario para
atender a "nuestras" fábricas, como en Inglaterra, Francia o Alemania del
siglo XIX o durante los escasos momentos en los que trabajó una industria
siderúrgica nacional?¿o que con cada voladura de rocas (docenas de miles
de toneladas por día en una sola mina), tratamiento químico del polvo
resultante y lavado masivo con agua cordillerana se multiplicará
mágicamente el minúsculo porcentaje de regalías que supieron pactar,
creando así una base sólida para una economía actual y futura más
inteligente y solidaria? ¿o que las explotaciones mineras - controladas
por el estado "casualmente" reducido que conocemos – utilizarán los más
altos estándares disponibles y convivirán con la ganadería, la pesca
continental y la agricultura orgánica, garantizando la provisión de agua
limpia a la población, la preservación de flora y fauna o el turismo
nacional e internacional que busca sosiego y pureza? ¿o que, por lo
menos, se les ha impuesto proteger los Parques Nacionales y reservas
naturales?¿o que el desembarco del escaso personal contratado y de miles
de desocupados buscando un trabajo que no encontrarán hará florecer por
mucho tiempo al mercado inmobiliario, los negocios y la actividad
artística y cultural de nuestras ciudades?¿o que, en caso de accidentes,
las compensaciones serán recíprocamente generosas y cubrirán a todos los
damnificados directos e indirectos, a las generaciones futuras y estarán
a cargo de las mismas empresas, sin recurrir jamás a fuentes públicas? ¿o
que, finalmente, la economía estará al servicio de las necesidades
humanas y no al revés?¿o que de esta manera construimos un sistema
económico participativo e integrado que nos hará crecer a todos en la
Argentina?
La respuesta es no a todo
Suponiendo que entonces alguien salte de su silla informando que
"incluso en los EE UU" aumentó el número de explotaciones mineras ¿sería
ese un argumento que justifique ir, salvando las diferencias de
condiciones, en la misma dirección? Aún si excluyéramos la opinión de los
ciudadanos de nuestro país, la experiencia internacional y las evidencias
indican todo lo contrario. El valor actual y potencial de la Patagonia
como región comparativamente pura es inmenso – no solo en el sentido
cuantitativo de la palabra- y permite sostener una economía regional que
todavía cuenta, por ese motivo, con una población activa que defiende con
inmenso sacrificio su espacio y una apreciable variedad y calidad de
socios y visitantes del mundo entero. En todo sentido esa imagen y ese
potencial sobrepasa los previsibles e insostenibles escenarios que
propone no solo la minería sino cualquier otra actividad extractiva en
gran escala destinada a satisfacer al anónimo e insaciable mercado
exterior, incluyendo las que reposan, por decirlo de algún modo, sobre
las tarifas de los servicios privatizados. No se trata entonces de
apostar a paisajes tan bellos como socialmente excluyentes, surcados por
agua limpia y privada, realzados por la presencia mediática de una docena
de guanacos felices custodiados por millonarios recluidos en sus eco-
estancias. Tampoco sirven las aventuras utilitarias que solo progresan
cuando –o porque- extorsionan a una población deliberadamente cercada por
el hambre y se benefician con la pragmática fidelidad de políticos que,
como el capitán del Titanic, insisten en la importancia de ir siempre
para adelante...aunque conozcan el principio y el final de aquel
experimento.
Notas:
(1) Mapa: http://www.difrol.cl/Mapa-anexoII.htm Tratado Minero:
http://www.difrol.cl/TRATADO%20%20INTEGRACION%20Y%20COMPLEMENTACION
%20MINERA.htm
(2) La Ley de Inversión Minera 24.196 facilita la entrada de
capital extranjero, asegura a los inversores una estabilidad fiscal
por 30 años, tratamiento impositivo diferenciado, elimina el
gravamen a importaciones o deducciones especiales para fomentar la
protección del medio ambiente, entre otros beneficios. Con la Ley
de Ordenamiento Minero 24. 224 el estado entrega sin costo
información geológica-minera, básica para orientar la inversión, y
se incrementan las superficies destinadas a exploración y
explotación. Con la Ley del Acuerdo Federal Minero 24.228 la
Argentina ofrece un tratamiento jurídico homogéneo a la inversión
privada. La Ley de Financiamiento y Devolución del IVA, 24. 402,
crea un régimen que estimula las inversiones privadas en bienes de
capital y obras de infraestructura, fomentando la producción de
minerales con destinadas a la exportación. La Ley de Protección
Ambiental 24. 585 reduce las exigencias de protección ambiental a
favor de la inversión privada. La recientemente sancionada Ley de
Política Ambiental Nacional 25675 tampoco escapa a la misma matriz
declamativa ("desarrollo sustentable") mezclada con ausencia de
controles efectivos y/o necesarias conexiones con otras dimensiones
de la economía. A esto hay que agregar leyes provinciales afines y
la incapacidad operativa, premeditada o no, del estado actual en
todos los niveles.
(3) Por ejemplo el Mines, Minerals and Sustainable Development
programme (MMSD) creado por las 30 principales compañías mineras
del mundo para que las "comunidades aprendan a convivir" con la
minería.
* Publicado en el diario Río Negro el 23 de noviembre de 2002, páginas 10
y 11. REPRODUCCIÓN PERMITIDA CITANDO LA FUENTE
** Andrés M. Dimitriu. Profesor titular e investigador, Dto. de
Ciencias. de la Información y Comunicación Social, FADECS/UNC. El Año
Internacional de las Montañas (AIM 2002) fue coordinado por la
Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO). Durante las Jornadas Regionales "Desarrollo y Ciencia en Áreas de
Montaña" que organizaron las Facultades de Turismo y de Humanidades de la
Universidad Nacional del Comahue el 24 y 25 de octubre, los participantes
expusieron diferentes visiones acerca de temas como el crecimiento
económico, la conservación del patrimonio, el rol de la ciencia y la
identidad cultural, entre otros. Este trabajo reproduce algunas de las
ideas presentadas en la conferencia de cierre por el autor.
https://www.alainet.org/es/articulo/106762