Acuerdo, no hay otra opción
15/01/2003
- Opinión
Estos tiempos, sin duda alguna, son complicados en Venezuela. No se
vislumbran salidas claras a la crisis política y esto podría incidir en
que hagan apuestas por "atajos", que podrían significar un quiebre
institucional, como los llamados que de nuevo se dejan oír hacia el
sector militar con el fin de provocar un pronunciamiento castrense, que
presione al gobierno.
Los rasgos principales de esta aguda situación son: extrema polarización
(que implica el no reconocimiento del otro), incapacidad gubernamental
para implementar realmente el proyecto de justicia social que fue su
principal carta electoral, y por otro lado, insuficiencia opositora para
mostrarnos cuál programa de gobierno implementará (y quién) en caso de
lograr su objetivo de desalojar al presidente Hugo Chávez del poder. Como
complemento a lo anterior, tenemos a una sociedad movilizada (de lado y
lado), que no necesariamente responde a líneas organizativas o
agrupaciones cohesionadas con objetivos de largo aliento.
Venezuela, también sin duda, está ante su más grande desafío de la
historia contemporánea. Este año debe resolverse (de alguna forma) un
marco de convivencia democrática en el que quepan todos los venezolanos y
podamos aceptarnos y reconocernos en nuestras diferencias. Estamos ante
una gran encrucijada, ante la cual la llamada solución electoral
(cualquiera que esta sea), en realidad es un primer paso en un horizonte
de mucho más largo aliento. La realización aislada de unas elecciones, en
esta coyuntura, lo que nos pondrá ante los ojos es la realidad de que el
país está fracturado, y no necesariamente partido en dos, aunque la
polarización y los extremos no quieran cerrar el campo de visión y
limitarlo a que las opciones son sólo dos.
Desde el lado oficialista, asumir que sólo apelando a la Constitución se
dará respuesta, no parece ser suficiente. En realidad, la situación
actual requiere una salida negociada, un acuerdo político compartido
entre oposición y gobierno que le dé un marco de gobernabilidad mínimo al
país. Hace cuatro años ya, al iniciarse 1999, el triunfo electoral del
hoy presidente Hugo Chávez, puso en evidencia el agotamiento de un
sistema político y se estaba ante una crisis que implicó justamente una
salida, el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente, que entonces no
figuraba en la vigente Carta Magna. Se trató de una salida política, en
términos democráticos (pues se llamó a la población a que expresara su
opinión a través del voto), aunque no exactamente constitucionales.
Por otra parte, la sola realización de un referéndum –como busca la
oposición-, tampoco significará una salida a la crisis si el mismo no es
avalado por el resultado concreto y compartido -por todos- de una
negociación. Esta consulta tiene su grado de importancia porque podría
quitar presión a la actual situación, pero su realización en sí no
significará, para nada, que nos hemos despedido de la dura coyuntura en
la que estamos. La dureza, por ejemplo en lo económico, se relaciona con
las secuelas del paro iniciado el 2 de diciembre, de las grandes perdidas
en el sector petrolero, industrial y comercial, que se harán sentir a lo
largo de todo el 2003, lo cual será una herencia pesada para el país.
"La mesa está servida", así decía un veterano narrador deportivo cuando
los dos equipos y árbitros estaban ya en el terreno de juego. Así está la
situación en Venezuela, la mesa para este imprescindible acuerdo político
está servida, exactamente desde el 9 de noviembre cuando el expresidente
Cesar Gaviria cambió su residencia de Washington al Hotel Meliá de
Caracas. La mesa está tan servida que están sobre ella los puntos
principales sobre los que debe negociarse y alcanzarse acuerdos: marco
electoral (completo no sólo elecciones, esto quiere decir reglas
compartidas y árbitro confiable), comisión de la verdad (en sucesos de
corte político han muerto más de 80 venezolanos en el último año, no hay
culpables a la fecha) y desarme de la población civil (no sólo del lado
de seguidores del presidente Chávez hay grupos armados).
Gaviria, como su función lo indica, es solamente un "facilitador" o
"mediador", como prefiera llamársele, y por tanto no va a proporcionar
una salida, menos una solución mágica. Las ya extensas jornadas que ha
tenido el secretario general de la OEA, sin resultados palpables,
evidencian que el acuerdo debe venir de las partes que están sentadas, y
que lo que sea acordado allí debe ser respetado y cumplido. Gobierno y
oposición deben entender que la única posibilidad para que unos u otros
ejerzan el poder, pasa por que tengamos país. Parece obvio, pero hay que
decirlo cuando lo que se percibe en esta "batalla" es el afán de destruir
al contrario, sin importar si con eso también se colapsa a Venezuela.
https://www.alainet.org/es/articulo/106835
Del mismo autor
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