La lucha por la paz hoy
13/02/2003
- Opinión
Hace poco nos preguntábamos si otro mundo es posible y decíamos que sí. Era una
respuesta a la llamada "ciencia única" y a todos los economistas y políticos que
pretendían estar aplicando "la única política posible en el único mundo
posible". Los neoliberales de los 80 -recuérdenlos- se presentaban como si
tuvieran rigurosos y sólidos conocimientos de los que nosotros carecíamos por
mera ignorancia o por empecinamiento ideológico, o por anticuados, según
vociferaban o musitaban. Incluso llegaron a afirmar, con cierto desparpajo, que
el neoliberalismo en marcha iba a dar fin a los ciclos económicos y a las crisis
periódicas, y que el desmantelamiento del Estado social y nacional, así como la
privatización y desnacionalización de las empresas públicas, de los bienes
comunales y los ejidos, de los medios de información, de los medios de
comunicación, de los aeropuertos y de los puertos, de las escuelas y las
universidades, del agua, del aire, de la energía eléctrica, del petróleo, iban a
dar cabida a un mundo en que El Mercado -con mayúsculas-, regido por "leyes
naturales", tendería a acabar con los desequilibrios y abriría una larga etapa,
de tal modo plácida y floreciente, que ya podía anunciarse algo así como "el fin
de la historia". La seriedad teatral, sobria y modosa con que sostenían esos
despropósitos era convalidada por líderes soberbios y sumisos de las naciones,
del comercio, de la industria, de las finanzas, de los "centros de punta" en la
ciencia y la tecnología, así como por los boards y directores de revistas
destinadas a las elites, y por los voceros en mangas de camisa que manipulaban a
las masas con sus tirantes azules y sus corbatas verdes. El hecho es que los
neoliberales de los 80 dominaron al sentido común, y no sólo lograron dominarlo
con sus argumentos tecnocientíficos, sino con sus invitaciones subliminales a
una "opción racional", que incluía la persuasión por la intimidación y la
cooptación.
Desde los 80, sostener que otro mundo sí es posible es una respuesta a los
conformistas, a los oportunistas, a los serviles y amedrentados, y a quienes
creen ser tanto inteligentes como honorables cuando apoyan tamañas mentiras por
"realismo político" y porque "pues no hay otra alternativa". Frente a los
líderes del neoliberalismo y su conciencia privatizada, nosotros decíamos y
decimos que sí se podía actuar y pensar de otra manera y que los pueblos, los
ciudadanos y los trabajadores pueden acometer y construir un nuevo proyecto de
liberación, democracia y socialismo. Hoy seguimos sosteniendo que otro mundo es
posible. Lo seguimos diciendo por cuanto medio está a nuestro alcance. Sólo
que en caso de estar equivocados, en caso de que los hechos confirmen que otro
mundo es imposible, eso querrá decir -sin duda alguna- que nos encontramos en un
"sistema en extinción"...
Si no logramos construir un mundo alternativo al imperialismo, a la dictadura de
los complejos militares-industriales y sus mandatarios, viviremos en uno de esos
sistemas próximos a extinguirse que estudian los especialistas en sistemas y que
se dan en el cosmos, en la Tierra, en los seres vivos y en la historia de la
humanidad. De esos llamados "sistemas en extinción" se ocupan las ciencias más
avanzadas y en ellas el conocimiento de nuestra extinción posible ha alcanzado
niveles de rigor que cualquier científico no privatizado reconoce, aunque
algunos modelos matemáticos sean todavía elementales...
El peligro de ecocidio que implica la extinción del sistema Tierra y del sistema
humano como parte de la biosfera es un peligro no sólo posible sino probable con
la política de la llamada "guerra sin fin", que puede acabar con todas las
guerras y con la vida en el planeta.
El problema de "el fin del mundo" está lejos de confinarse a las creencias del
Apocalipsis. Tampoco corresponde a un estado de ánimo "catastrofista", como
nerviosamente pretenden distintas variedades de irresponsables. Y no se limita
a pensar en otro sistema social distinto al capitalista, ni añora un vano
equilibrio de fuerzas parecido al del pasado. El peligro de un "sistema en
extinción" induce a considerar seriamente las amenazas a la Tierra y a la vida
que se pueden materializar salvo que encontremos e impongamos una modificación a
la política depredadora y conquistadora actual, y construyamos un sistema
distinto del actual.
Utopías contrapuestas
Lo que quiero decir es que no sólo otro mundo es posible sino que es necesario
para la sobrevivencia de la humanidad; que no sólo los pueblos piensan que otro
mundo es posible y necesario, sino los grandes imperios del mundo y sus
asociados. También ellos se dan cuenta de los peligros del mundo. Y tanto
ellos como nosotros tenemos utopías, mundos alternativos que no existen y que
pensamos pueden y deben existir. El de ellos es el mundo que surgiría entre
conflictos y pactos militares y coloniales. Los países imperialistas,
encabezados por Estados Unidos, están hoy planteando la posibilidad de un nuevo
reparto del mundo y de un nuevo pacto neocolonial. Su utopía de largo plazo no
es la guerra infinita sino la creación de un imperio estable, equilibrado, que
se proponen construir al borde del caos. Los constructores de ese imperio están
pensando en una política múltiple que en última instancia les permita deshacerse
de "la humanidad innecesaria" y controlar a la población necesaria tanto en su
crecimiento como en su organización. El proyecto metacientífico de una Granja
Mundial de Animales es objeto de experimentos en las "aldeas modelos" que las
grandes potencias han impuesto desde Vietnam hasta Guatemala y desde las
"reservaciones de indios" estadounidenses hasta los batustanes de Africa del Sur
y los "campos de concentración" de Palestina. La utopía conservadora de la
Granja Global de Animales es la utopía de un horror experimentado desde Adolfo
Hitler hasta Ariel Sharon. Ese horror es generalizable. Hoy se complementa con
la historia prevista en el Instituto de Santa Fe (Nuevo México), de un mundo en
que la ingeniería genética aumentaría la inteligencia de unos y abatiría la de
otros, disminuiría la demanda de trabajo no calificado y aumentaría la humanidad
inútil o sobrante hasta niveles amenazadores para las elites. El equilibrio se
podría recuperar mediante políticas de exterminio selectivo y generalizado que
permitirían construir un mundo conservador en el que habría más computadoras que
habitantes. Ambos estarían controlados por las ciberinteligencias de los nuevos
complejos hegemónicos en un mundo poscapitalista y ciberesclavista. La Granja
Global de Animales y Ciberántropos realizaría un sueño-pesadilla que -como diría
el físico de Santa Fe J. Doyne Farmer, autor de La segunda ley de la
organización- se podría imponer hacia fines de este siglo, en una forma que nos
es "tan difícil de imaginar (según piensa) como puede ser para un perro entender
la ley de la relatividad".
Al mismo tiempo, los pueblos que se expresan en Puerto Alegre y en muchos
lugares del mundo, desde la Lacandona hasta Seattle, tienen la conciencia de que
otro mundo no sólo es posible sino necesario. Saben cada vez más que es
necesario luchar por la paz y por un mundo en que el ser humano manifieste sus
virtudes reales y potenciales. Esa es la otra utopía realizable, posible y
necesaria cuyos perfiles habremos de precisar en junta de humanismos que
combinen las luchas por la libertad de la persona humana y de los trabajadores,
las luchas por el bien común y por dar prioridad a los problemas sociales en la
asignación del excedente, de las inversiones y los gastos, de los recursos y las
propiedades; las luchas por la democracia como participación y representación
para decidir sobre los presupuestos y los planes; las luchas por la supremacía
creciente de la sociedad sobre el Estado y de la humanidad sobre los usureros y
los burócratas.
La alianza de utopías con firmeza en los ideales y en la unión de las propias
fuerzas con todas las afines habrá de combinar y sumar políticas, ideologías y
religiones tanto para impedir la guerra y los nuevos pactos coloniales como para
luchar por la paz en un mundo menos opresivo e injusto. El problema se parece
en algo al que enfrentaron las fuerzas progresistas y revolucionarias con las
amenazas de Hitler, antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero los peligros y las
posibilidades son distintos.
Entre los peligros mayores que vivimos, y que no se vivían antes de la Segunda
Guerra Mundial, se encuentra la posibilidad de una escalada nuclear sobre la que
hay cálculos rigurosos y macabros no sólo respecto de la guerra misma sino de
las víctimas de ella en todos los países, incluido Estados Unidos. Uno de esos
cálculos sostiene que "en una guerra nuclear racional" -así la llaman sus
autores- Estados Unidos "sólo perdería 20 millones de habitantes". Pero no cabe
descartar una guerra nuclear irracional que terminaría en el ecocidio. Y esa
posibilidad es tanto más peligrosa cuanto la superpotencia estadounidense y
pequeños y grandes países con armas nucleares han iniciado un proceso en que la
amenaza de usar esas armas ya está al orden del día en los hechos, en los
razonamientos y en las palabras, como es fácil comprobar viendo la televisión,
oyendo la radio y leyendo los periódicos.
Peligros y ventajas
El mundo actual es tan peligroso e incluso más peligroso que el del equilibrio
nuclear durante la guerra fría. Las condiciones en que se plantean hoy los
problemas pueden derivar en una lucha de todos contra todos en que el discurso
del miedo que pronuncia el imperialismo no derive en el desarme de los pueblos
conquistables -como pretende- sino en su enervamiento, y en "actos de locura"
peores que los de Washington y Corea del Norte.
De otro lado, en la situación actual aparecen ciertas ventajas que no cabe
ignorar: una de las más importantes es que el propio pueblo de Estados Unidos se
opone a la guerra de manera más enérgica y efectiva que aquel pueblo alemán de
los años 30, dominado y diezmado por el nazismo. La oposición a la guerra del
pueblo estadounidense no sólo está hoy encabezada por los grupos más radicales y
conscientes, sino por fuertes corrientes de una opinión pública subterránea, que
va a salir cada vez más a la luz pública y a aumentar su fuerza conforme la
información acerca de los verdaderos objetivos de la guerra y de sus peligros se
haga más y más evidente. Entre los opositores a la guerra se encuentran grupos
importantes de las propias fuerzas dominantes que ven cómo la proyectada guerra
sólo sirve a las grandes corporaciones del petróleo, sin que tenga ningún efecto
para la reactivación de la economía y las finanzas. Y si algunos se animan con
la conquista por intimidación de nuevos territorios y riquezas, cada vez son más
los que señalan lo ilusorio y peligroso de tamaña empresa, y la posibilidad de
que derive en una guerra de destrucción mutua.
Otra ventaja de las fuerzas de la paz de hoy frente a las del pasado, es que la
inmensa mayoría de los pueblos del mundo actual ha enriquecido su proyecto de
mundo alternativo, dando más y más importancia a la democracia como pluralismo
religioso, ideológico y cultural que ayude a la práctica de la unidad en la
diversidad y al ejercicio del poder en una cooperación de naciones y
civilizaciones. Al enriquecimiento del concepto de democracia se añade el
enriquecimiento de la liberación de las naciones y la autonomía de las etnias en
proyectos universalistas que enriquecen la identidad del "nosotros" desde lo
local y nacional hasta lo mundial. En cuanto al socialismo, cada vez aparece
más vinculado a la democracia y a la liberación, como una política que no sólo
da prioridad a los derechos sociales, sino que también deja la decisión sobre el
uso del excedente a las organizaciones representativas y participativas de los
trabajadores, los pueblos y los ciudadanos.
Pensar que los angloamericanos, los afroamericanos, hispanos, caribeños y
orientales de Estados Unidos de Norteamérica presentarán una creciente
resistencia a la guerra no es tan sólo buen deseo. Pensar que el proyecto
alternativo actual se presta a una restructuración de la política mundial
mediante luchas políticas y negociaciones que efectivamente contribuyan al
cambio de un sistema opresivo y depredador por otro menos inequitativo y
opresivo no es tampoco una mera ilusión. Pero así sea nada más para aumentar la
posibilidad de alcanzar objetivos que hoy pueden parecer inalcanzables, la
organización y la conciencia de los pueblos jugarán un papel fundamental. Los
líderes de la sociedad civil y de la sociedad política que luchen por organizar
redes de pueblos en su propio terruño o en su nación, o en varias naciones, y
que hagan todo lo posible para que los pueblos tengan información veraz y clara
conciencia sobre los peligros reales de la guerra y sobre las posibilidades
emergentes de construir la paz, podrán encontrar en sus esfuerzos respuestas
mucho mayores de las esperadas. Los especialistas en los peligros de la guerra
y en las posibilidades de la paz tienen que elaborar un informe a la humanidad
para denunciar fundadamente las altas posibilidades de acabar con la humanidad
si no se detiene la conquista del mundo y si no se articulan los movimientos y
organizaciones que luchan por un sistema mundial menos vulnerable que inicie una
nueva etapa de construcción de la libertad, la democracia, la justicia y la
solución pacífica de los conflictos.
Las medidas que se tomen y los pasos que se den pueden hoy parecernos pequeños
dada la magnitud de los problemas; pero pueden, en cierto momento, extenderse en
formas exponenciales y relampagueantes, esas que antes se interpretaban como
milagros y que hoy sabemos que son fenómenos característicos de las etapas de
crisis y de transición, en que inesperadamente los pequeños grandes movimientos
reorientan todo el curso de la historia. Para lograr el gran cambio, cada
movimiento de pueblos, de trabajadores, de ciudadanos, ha de articularse con los
movimientos afines, vecinos y lejanos, y ha de ligar los intereses y valores
comunes en actos de solidaridad, en redes de organizaciones locales, nacionales,
que lleguen a ser megaorganizaciones internacionales de pueblos.
Islas de liberación
El pueblo de Estados Unidos y todos los pueblos del mundo pueden construir islas
de liberación que se solidaricen entre sí. Cuba ya empezó esa lucha de manera
ejemplar y hay muchas fuerzas más en el mundo, actuales y potenciales, que
buscan detener la guerra y realizar el sueño de un mundo humano, a sabiendas de
que si es imposible detener todos los conflictos armados, es necesario encontrar
soluciones políticas que fortalezcan el poder de los pueblos y pongan un alto al
actual proyecto imperial.
En las actuales circunstancias, parece indispensable recordar la experiencia
anterior de luchas por la paz que se propusieron, primero, impedir la guerra, y
después, al desatarse ésta, buscaron aliados con una lógica que consistió en
sufrir el menor daño posible frente al enemigo, una lógica que por cierto sólo
operó entre gravísimas contradicciones que dieron fin a la Segunda Internacional
antes de la guerra de 1914 y que aparecieron amenazadoras en la pasajera y
siniestra alianza entre Berlín y Moscú antes de 1939. La "opción racional", hoy
como ayer, debe oponerse a la complicidad y al servilismo de un Proyecto de
Conquista Mundial en el que tarde o temprano no cabe "el menor daño posible"
para ningún judío, cristiano o musulmán, blanco o negro, rico o pobre, yanqui o
extranjero, pues son muy altas las posibilidades de que la guerra llame a la
puerta de todos.
Tampoco podemos ocultarnos que quienes se propusieron cambiar la guerra mundial
en una revolución mundial no lo lograron ni en 1910-17 ni en 1959-66. Es más,
en las décadas sucesivas, el imperialismo y el gran capital dominantes
desarrollaron e impusieron nuevos "pactos coloniales", nuevas políticas
fascistas de todo tipo y políticas "contrainsurgentes" que en la guerra fría
derivaron primero en la llamada "guerra interna" y más tarde en la "guerra de
baja intensidad", ambas articuladoras de las técnicas contrarrevolucionarias y
expansionistas más avanzadas. "Guerra interna" y "guerra de baja intensidad"
son estrategias mutantes, destinadas a controlar por el terror y la corrupción a
los pueblos en rebeldía, así como los territorios y recursos naturales que están
en la mira de las potencias imperialistas.
Hasta ahora la "guerra interna" y la "guerra de baja intensidad" han triunfado
en la mayor parte del mundo. En los albores del siglo xxi nos han colocado en
el peligro de perder no sólo en la lucha por un mundo mejor, sino en la lucha
por asegurar la sobrevivencia de la humanidad. Si países como Cuba muestran una
capacidad de resistencia notable, sus experiencias merecen una atención que
hasta hoy parece insuficiente. Ejemplo para la humanidad, con los cambios y
adaptaciones que sean necesarios, Cuba nos revela que toda posibilidad de
resistir y de crear una alternativa eficaz al sistema actual supone una
articulación muy fuerte de la lucha por la democracia, la liberación y el
socialismo. En Cuba, la experiencia de alcance universal sobre las estrategias
y tácticas de las fuerzas alternativas nos lleva a reconocer la intensa unión
entre el poder y la conciencia, la política y la moral como base de una fuerza
social con alta capacidad de resistencia y construcción de alternativas. El
sentido ético, político, cultural, militar, social y práctico que se articula en
cualquier negociación y política de paz de Cuba no disminuye ni atenta contra la
fortaleza propia, ni viola las reglas de la conducta internacional.
Si se hace necesario un informe al mundo sobre los peligros que la guerra de
conquista implica para la sobrevivencia de la humanidad, parece indispensable,
ineludible, un informe al mundo sobre las razones por las que Cuba es una
esperanza para la humanidad. Ambos informes -el de los graves peligros de una
guerra de conquista mundial y el de las grandes aportaciones de Cuba frente a la
guerra y por la paz- deben ser muy rigurosos, muy exactos, muy claros.
El informe sobre los peligros de la guerra de conquista global puede convertirse
en un documento contundente que se difunda en todas las formas posibles hasta
convertir la lucha por la paz en el sentido común de la humanidad. Tiene que
actualizar, documentar y dar a conocer el estado actual de las teorías y las
prácticas sobre la imposibilidad de mantener bajo control la conquista del mundo
y sobre el carácter altamente probable de que la guerra del petróleo se
transforme en una guerra de destrucción mutua, en que el imperio y el
imperialismo no podrán hacer guerras en Irak o en Corea del Norte sin que se
oigan las explosiones en China, Japón, India, Pakistán, Rusia, Europa y Estados
Unidos. Puede comprobar esa alta probabilidad. Tiene que precisar y difundir
un peligro que conocen todos los grandes especialistas. Tiene que ser un
documento magistral que contribuya a que domine una lógica humana, moral y
política de conservación de la especie.
En cuanto al informe de Cuba al mundo, me atrevo a pensar que otros como yo
querrían saber más sobre algunos hechos incontrovertibles, en particular
aquellos que nos ayudan a explicar la articulación de fuerzas que ha permitido a
Cuba resistir un bloqueo de más de 40 años, así como enfrentar los numerosos
intentos de desestabilización y destrucción de la Revolución cubana y sus
líderes que el gobierno de Estados Unidos ha realizado o auspiciado. ¿Qué le ha
permitido a Cuba resistir que tenga un valor universal, de experiencia común en
medio de la diversidad de naciones y de pueblos? Es más, ¿qué le ha permitido
construir, en medio del cerco y el asedio, una alternativa social, cultural,
económica, militar y política, pedagógica, que constituye una de las grandes
fortalezas de la humanidad, cuando es un pequeño país de algo más de 10 millones
de habitantes cercado y asediado por su vecino, el imperio más poderoso y
agresivo del mundo? Yo creo que muchos cubanos tienen experiencias universales
que han dado a conocer insuficientemente. Varias de esas experiencias son el
origen de esta gran capacidad de resistir.
Menciono unas cuantas: Uno: los discursos del comandante Fidel Castro a raíz de
la toma del poder del Estado en que se pasaba horas enseñando a pensar cómo se
toman decisiones, qué peligros amenazan, qué esperanzas todavía no tienen base,
qué soluciones son más seguras, qué contrataques pueden venir, qué responder y
cómo a las distintas políticas de desestabilización. Pensar y actuar, pensar y
hacer, se atendió desde el tiempo de Frank Pais, desde Santiago hasta La Habana,
y después desde la Sierra Maestra hasta todas las ciudades, pueblos y barrios de
Cuba. Para decirlo de una manera más clara, en Cuba se dio una revolución en la
propaganda política y otra en la educación. La propaganda se volvió pedagógica.
La pedagogía política devino el arte de pensar y actuar. Es más, la pedagogía
política de voluntades colectivas se vinculó a una lógica y a una cultura del
poder que incluye la moral colectiva y personal como una de sus fuentes de
energía, de fuerza. Dos: la organización del pensamiento, de la palabra, de la
voluntad y el carácter se articuló a la organización de las bases sociales y a
la educación de quienes aprenden a aprender como individuos, grupos o
asociaciones, o como partido de unidad de la diversidad, ese gran problema. La
organización del pensar-hacer individual y colectivo no sólo incluyó la
comprensión de las contradicciones del capitalismo y el imperialismo sino la
atención a las contradicciones propias. Cuba supo enfrentar el ineludible
problema de las soluciones contradictorias y de las contradicciones en el
interior de las fuerzas revolucionarias; de las contradicciones en el interior
de la clase obrera, del pueblo, de la ciudadanía nueva. El enfrentamiento, con
reglas de diálogo y disciplina, tuvo muchas virtudes. Entre las principales se
encontró la forma de impedir que el imperialismo y sus asociados internos -tan
importantes y desgraciados- aprovecharan esas contradicciones para desatar la
guerra interna con procesos de desestabilización y autodestrucción de la
revolución por sus propios beneficiarios, pueblos trabajadores, pobladores.
Tres: en todas las luchas se elaboró una síntesis del pensamiento y la práctica
en la propia Cuba. Se pensó verbalmente en la lucha contra los dictadores y los
gángsters de La Habana y contra los caudillos y ricachones urbanos y rurales.
La intuición vivida se unió a la teoría pensada y a la rápida sagacidad que sabe
responder a la amenaza. La síntesis de lo local político y revolucionario
incluyó en sus memorias a un pensador universal que acompañó todo el proceso:
José Martí. Lo hizo suyo y con él recreó su propio pensamiento sobre las
grandes experiencias del mundo, de América Latina y de la propia Cuba. Con
Martí llegó al pensamiento de Marx y de sus sucesores. La lucidez y firmeza de
Martí están presentes en toda la lucha ético-política y revolucionaria de Cuba.
Martí formaría parte de la moral y la práctica de luchar en Cuba. También
contribuiría a frenar las corrientes del pensamiento autoritario criollo o del
que venía con el apoyo de la Unión Soviética (URSS). Y a la caída de ésta,
Martí sería como una antorcha en el llamado periodo especial, cuando Cuba se
enfrentó a una historia imprevista por toda la teoría, imprevista en lo que se
refiere a las estrategias a seguir en caso de que el bloque soviético se
desintegrara, hecho sólo anunciado por dirigentes revolucionarios que parecían
desvariados y que acabaron teniendo la razón. El hecho es que Cuba enfrentó las
contradicciones entre la necesaria disciplina y la necesaria libertad de un
pensar común y diverso. Cuba asumió creadoramente lo común y lo diverso con
Martí y con Marx. Pero de eso sabemos menos de lo que necesitamos saber para
futuras luchas que enfrenten con éxito la guerra interna, las políticas
imperialistas de desestabilización, las guerras de baja intensidad.
Cuatro: nosotros hemos dicho que el país más democrático del mundo es Cuba. No
se trata de una afirmación exagerada, porque no estamos diciendo que sea la
mejor democracia posible, sino la mejor cuando se mira cualquier otro país del
mundo. Lo dicho, dicho está y es exacto. Y no es cualquier cosa. En medio de
las limitaciones y contradicciones inevitables de cualquier lucha por la
democracia como participación, organización y representación del pueblo en la
toma de decisiones del gobierno y el Estado, Cuba destaca de manera
indiscutible, fácil de probar. En la práctica del gobierno del pueblo, en la
práctica del gobierno para el pueblo y en la práctica del gobierno con el pueblo
nadie sobrepasa a Cuba. Baste recordar dos ocasiones en que este fenómeno
habitual se expresó de manera excepcional: la primera fue cuando la casi
totalidad de los cubanos se reunieron en pequeños y grandes grupos a discutir
qué debía hacer Cuba tras la disolución de la Unión Soviética. El "¿qué
hacemos?" se lo planteó la inmensa mayoría de los cubanos, y la inmensa mayoría
decidió hacer una política que 10 años después nos permite estar aquí pensando
cómo luchar por la paz mundial, la democracia, la liberación y el socialismo,
única forma de vencer en este mundo desequilibrado, enloquecido. La segunda
participación nacional del pueblo cubano -y digo nacional con un lenguaje en que
la realidad se iguala con el pensamiento- ocurrió el año pasado, cuando Cuba
decidió incluir en la Constitución de la República el Proyecto Socialista y dar
así fin a los intentos seductores de desestabilización por una "humanitaria
democracia de mercado". El mundo necesita saber más -todos necesitamos saber
más- sobre la democracia en Cuba, la de veras, y sobre la articulación de la
voluntad y la conciencia en el pueblo cubano, esa rara junta de la idea y la
energía que ha permitido a Cuba impedir la guerra interna y la invasión militar
y paramilitar de las fuerzas imperialistas y sus agentes abiertos y encubiertos.
Quinto: el más reciente proyecto de hacer de Cuba un país-universidad tiene
implicaciones en la formación del ser humano que ameritan ser conocidas en el
mundo entero. Y aquí detengo mi demanda de un informe de Cuba al mundo. Pero
no quiero terminar sin hablar de otro gran proyecto que es muy humilde, y
también universal, el de los zapatistas en México. El movimiento zapatista
expresa la experiencia de las guerrillas latinoamericanas de los años 60-70 y de
la resistencia indígena que lleva más de 500 años. Sus integrantes -indios y
mestizos- son herederos de las culturas mayas, de las culturas del México
mestizo y criollo, y de las culturas occidentales en sus versiones hispánicas,
norteamericanas y europeas. Esa confluencia de tantas culturas lleva siglos y
tendió a aumentar en el pasado con el acceso de muchos jóvenes indígenas de
México a las escuelas normales y a las universidades. El Ejército Zapatista de
Liberación Nacional cuenta entre sus comandantes con intelectuales del más alto
nivel, que no sólo dominan el castellano ni sólo conocen las lenguas mayenses.
Varios de ellos y de sus compañeros están al día en la evolución del pensamiento
filosófico y revolucionario mundial. En el contenido de sus manifiestos y
escritos, en sus diálogos y discursos se percibe una capacidad de comunicación
local y universal poco común, que no sólo sorprende cuando muestran estar al día
en los planteamientos de la nueva izquierda sino en los del posmodernismo en sus
versiones críticas. Tener conocimiento de tan extrañas y universales
circunstancias es fundamental para comprender el carácter universal y creador de
las aportaciones de los zapatistas a los conflictos de nuestro tiempo, y a los
proyectos de lucha para la construcción de un "mundo hecho de muchos mundos".
Habiendo ocupado la televisión internacional el 1° de enero de 1994 con la toma
de la ciudad de San Cristóbal y de varios puntos en el estado de Chiapas, los
indios zapatistas iniciaron una lucha pública que adquiere significación
creciente. Salidos de una historia riquísima que reformulan en el curso de
estos años, los zapatistas expresan algunos planteamientos de valor local,
nacional y universal que parecen constituir nuevas formas políticas para
enfrentar la guerra terrorista de baja intensidad, y para crear una alternativa
humana y democrática de pueblos organizados que exigen respeto a su autonomía y
dignidad. El movimiento zapatista hace varias aportaciones que enriquecen el
planteamiento general:
Primero: en sus discursos instala el sentido del humor y la expresión estética
como forma de luchar contra la solemnidad, contra el dogmatismo y el "espíritu
de seriedad" de la vieja izquierda. Segundo: en sus planteamientos articula
siempre la lucha de los pueblos indios a la lucha de los demás mexicanos y de
los demás pueblos, etnias y trabajadores oprimidos. Tercero: en su
comportamiento general busca transformar los escenarios de lucha violenta en
escenarios de lucha política, incluido el diálogo. Cuarto: en su política de
diálogo recuerda que éste es parte de la guerra de baja intensidad y que los
pueblos pierden cuando el diálogo deriva en negociaciones que los debilitan. De
allí que "aceptar debilitarse no es negociable". Quinto: en la política de
masas considera que la democracia electoral desvinculada de la democracia
participativa tiene graves limitaciones y es muy escéptico de la lucha electoral
y partidaria; pero no se opone a que los gobiernos federal, estatal o municipal
convoquen a elecciones ni a que en ellas participen organizaciones y partidos de
izquierda, e incluso sus propias bases de apoyo si así lo deciden. Sexto: en la
defensa de los pueblos indios, a más de vincular las luchas de los indios en
todo lo que puede con las luchas de otros pueblos del país y del mundo, plantea
la necesidad de respetar las autonomías de los gobiernos de los pueblos indios y
no indios, dando a éstos un sentido de lucha simultánea por la autonomía y por
el respeto a las culturas indígenas, a sus usos y costumbres y a la autogestión
de pueblos-gobiernos que no reclaman la independencia de la nación mexicana y
que se sienten parte de ella, pero que exigen formas idóneas de autonomía con
participación en todos los niveles de gobierno de un país del que forman parte y
al que se sienten pertenecer. Séptimo: en la política internacional, los
zapatistas ponen énfasis en la lucha contra el neoliberalismo y por la
humanidad. En realidad fueron los primeros en organizar un foro social mundial
en Aguascalientes, Chiapas, foro que es reconocido como pionero de todos los
movimientos sucesivos contra esta forma despiadada de políticas de acumulación
impuestas por la banca mundial y la Triada de Japón, Europa y Estados Unidos.
Octavo: en el terreno de las armas y su uso, los zapatistas rehúyen cualquier
fuente de aprovisionamiento que los ligue al narcotráfico, y no sólo se niegan a
practicar actos de terrorismo, sino que expresan y firmemente rechazan tanto el
terrorismo de cualquier grupo rebelde como el terrorismo de Estado. Noveno: en
lo que se refiere al uso de palabras y conceptos relacionados con las causas de
la situación y los objetivos del movimiento, los zapatistas hacen innovaciones
especiales en la vinculación de las palabras y los actos para expresarse, y de
las palabras y los actos para entenderse. Además plantean el problema de la
profundización de los conceptos como un problema de coeducación colectiva en que
la experiencia o la práctica de las ideas y de las luchas por la autonomía, la
libertad, la justicia, la democracia y la dignidad dan un sentido multicultural
cada vez más preciso a esos y otros conceptos y actos que se redefinen
mutuamente en los hechos cotidianos e históricos. La autonomía concreta, la
libertad concreta, la justicia y la democracia concretas vividas por "los
muchos", dialogadas entre ellos, defendidas y practicadas con éxitos o fracasos
variados y también comunes, les permiten averiguar un contenido muy rico en las
palabras y conceptos de liberación y democracia, sin que el socialismo deje de
estar presente aunque sólo sea como trasfondo del pasado y del porvenir.
El punto que me parece necesario destacar es que en el mundo actual están
apareciendo nuevas formas de enfrentar la guerra que hoy es una Guerra de
Conquista Global, y están apareciendo nuevas formas de luchar por un sistema
alternativo. A la revolución como toma del poder del Estado y a la reforma del
derecho público, privado y social tiende a añadirse hoy -con el zapatismo a la
cabeza- la construcción de poderes autónomos por los pueblos, los trabajadores y
los ciudadanos. Este tercer camino -que es profundamente radical- corresponde a
planteamientos que ya no se apoyan sólo en las alternativas del reformismo o del
leninismo, ni caen en las del anarquismo, el mutualismo o el cooperativismo que
dejaban de plantear los problemas del sistema social y político y del poder del
Estado. La originalidad del nuevo movimiento consiste, de un lado, en enfrentar
la guerra de baja intensidad con sistemas de defensa de la seguridad de los
pueblos y con éstos construir redes nacionales y universales, capaces
eventualmente de imponer un diálogo en que no sólo se alejen los peligros de la
guerra de conquista global, transnacional e interna ni sólo se denuncien los
males del sistema de los "señores del poder y del dinero", sino se preparen los
sistemas alternativos de democracia de los pueblos, en que a la autonomía de los
mismos se añada la soberanía concebida como capacidad de decisión final a que se
llegue entre políticas de persuasión y consenso, de aprendizaje y educación para
el autogobierno de los más pobres entre los pobres, y de quienes están con
ellos.
Que proyectos como los de Cuba y de los zapatistas -pero más grandes, más
amplios, más universales- logren impedir la conquista del mundo e imponer la
paz, será la mayor contribución posible a la sobrevivencia de la humanidad.
Será también una nueva definición de la paz, la democracia, la liberación y el
socialismo.
* Ponencia presentada en la Conferencia Internacional Por el Equilibrio del
Mundo, realizada en La Habana, Cuba, del 27 al 29 de enero de 2003
https://www.alainet.org/es/articulo/106929
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