Guerra como masacre
14/02/2003
- Opinión
El mayor riesgo para la humanidad y para la biosfera es George W. Bush que
Saddam Hussein. A consecuencia de los atentados del 11 de septiembre, como jefe
de la única superpotencia global, verdadero imperio no territorial, decidió
dominar el mundo por la fuerza. Inauguró la guerra permanente y la "justicia
infinita", pasando por encima de las convenciones y leyes internacionales.
Analizando sus pronunciamientos oficiales se nota una peligrosa escalada.
El primer paso fue convocar al mundo para una guerra implacable contra el
terrorismo internacional. Su lema era "quien no está con nosotros está en
contra nuestra". Lo segundo fue identificar a los países que pueden proteger y
fomentar el terrorismo global. Contabilizó cerca de sesenta, llamándolos países
"parias" y "bandidos", de los cuales tres forman el "eje del mal", Irán, Irak y
Corea del Norte. Y por fin, proyectó una guerra preventiva. En el discurso del
7 de octubre de 2002, dirigiéndose a la nación, dice Bush claramente: "En vista
del evidente peligro, no podemos esperar pruebas decisivas", haremos la guerra.
Ahora, es la premisa del derecho público e internacional que cualquier decisión
se base en pruebas decisivas. Los inspectores internacionales no trajeron hasta
ahora ninguna prueba decisiva, ni fueron convincentes las listadas por Colin
Powel. Pero eso para Bush no es un impedimento para una acción unilateral.
Quien amenaza y desafía militarmente a un país debe ser, inmediatamente,
desarmado. Y es así que Bush amenaza con usar todas las armas disponibles para
una acción militar preventiva.
Aquí reside el riesgo de Bush. El arsenal disponible de armas químicas,
biológicas y nucleares es tan grande que apenas un porcentaje de ellas podría
diezmar a toda la humanidad. George Bush, notoriamente más comedido que su
hijo, autorizó la utilización de uranio empobrecido, en forma de revestimiento
de bombas, contra la población iraquí en 1991. Ese material radioactivo,
residuo de la fabricación de armas atómicas, permanece activo por 4500 años, sus
partículas penetran el suelo, contaminan aguas y alimentos y producen cáncer y
deformaciones genéticas. Esa perversidad fue aplicada también en la ex
Yugoslavia, en Kosovo y en Bosnia. Fueron lanzados cerca de 940 mil proyectiles
revestidos de ese material de muerte. Las víctimas son incontables. En la
guerra contra Irak 150 mil niños murieron y 500 mil por consecuencia del
embargo.
La guerra inminente no es guerra, es cobardía, es masacre. No se trata mas de
enfrentamiento de ejércitos, es de matanza de civiles desde los 16 mil metros de
altura con bombas inteligentes. Max Born, premio Nobel de Física (1954)
denunciaba la prevalencia de la muertes de civiles en la guerra moderna. En la
Primera Guerra Mundial murieron sólo el 5% de civiles, en la Segunda Guerra el
50%, en la guerra de Corea y Vietnam un 85%. Y datos recientes daban cuenta de
que contra Irak y la ex Yugoslavia el 98% de las víctimas eran civiles. No
basta estar por la paz. Tenemos que estar contra la guerra. No hay ninguna
guerra santa, justa o humana. Todas son perversas.
* Leonardo Boff es teólogo y escritor, autor de Crise. Oportunidade de
crescimento, Verus, Sao Paulo 2003.
https://www.alainet.org/es/articulo/106952
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