Un Irak post-Hussein

21/02/2003
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Resulta muy probable que las 200,000 tropas anglo-americanas logren derrotar al debilitado ejército irakí. El problema será en cómo poder viabilizar un régimen alternativo al de Hussein. Hace 12 años Bush padre echó a Saddam de Kuwait pero temió ir hacia su derrocamiento. A la oposición que instó a sublevarse la abandonó a su suerte para que Bagdad la sofocase. El temor de Washington era que la caída del dictador sería un remedio peor que la enfermedad pues se podría generar un vacío que condujese a distintas explosiones sociales y a la fragmentación del país. La lección afgana es que hoy EEUU sí se anima a 'construir naciones'. Los talibanes fueron depuestos sobre la base de un infernal bombardeo con las más sofisticadas armas y fueron substituidos por un conglomerado del grueso de las fuerzas de oposición bajo la presidencia formal de un personaje cuya fuerza se sustenta en el apoyo militar y financiero internacional. Sin embargo, Irak no es lo mismo que Afganistán. La cuna de la civilización es un país más rico, urbanizado e industrializado. Irak tiene una tradición de organizaciones sindicales y civiles. Mientras Afganistán siempre fue independiente ante las potencias occidentales, Irak fue colonia de Gran Bretaña, cuyo imperio artificialmente le creó hace 8 décadas sobre la base de amalgamar 3 disímiles provincias otomanas que en la edad antigua fueron los centros de imperios rivales. El montañoso norte, cuna de los asirios, está poblado mayoritariamente por kurdos. Esta es la nación sin estado más grande del mundo y su territorio se encuentra repartido entre Irak, Irán, Siria y Turquía, quienes se oponen a cualquier estado kurdo pues temen que eso podría acabar fragmentando a sus respectivos estados. El centro ha sido la capital de Babilonia y de la civilización islámica y hoy la mayoría de su gente es mahometana sunnita. El sur es el delta mesopotámico donde emergió la primera civilización (los sumerios) y hoy es habitada fundamentalmente por chiítas. Tanto en el norte como en el sur Hussein tiene restricciones en usar sus aviones. Las zonas kurdas tienen una virtual autonomía con sus respectivos parlamentos y gobiernos locales. Los kurdos no están unidos. El Partido Demócrata Kurdo de Barzani y la Unión Patriótica Kurda de Talibani han guerreado entre sí y se han aliado con Saddam para aminorar el poder de sus respectivos rivales. En el sur actúan unos 10,000 combatientes del Consejo Supremo para una Revolución Islámica en Irak. Este movimiento se basa en el clero chiíta y es alentado por Teherán. Frente a estos 3 partidos opositores con fuerzas armadas en Irak hay otros 3 partidos basados en la emigración: los monarquistas, ex militares baatistas vinculados a la CIA y al MI5 y el Congreso Nacional Irakí de Ahmed Chalabi. Este último inicialmente surgió como la coalición que debiera unir a todos esas seis oposiciones. Sin embargo, las diferencias entre éstos es muy grande. Los 2 partidos kurdos autonomistas apuntan a ejercer el poder en sus localidades y a tener una región autónoma. Los fundamentalistas pro-iraníes quieren una república teocrática donde la mayoría chiíta se imponga sobre la élite sunnita. EEUU considera a Irán como uno de los ejes del mal y la experiencia afgana ha mostrado que Washington hace todo lo posible por debilitar la influencia de Teherán en los nuevos gobiernos. La monarquía irakí no era popular y el grueso de la oposición es republicana. Los ex golpistas del Baath son vistos por desconfianza por el resto de la oposición. Chalabi, quien se esfuerza por ser un incondicional de Bush y Blair, no tienen mayor respaldo militar o social en Irak. El panorama se complica pues dentro de las zonas controladas por Talibani opera una guerrilla fundamentalista sunnita que tiene lazos con Al Qaeda y que aparentemente Hussein utiliza para debilitarlos. Para los binlandistas el gobierno de Hussein es detestable por ser socialistas infieles que quisieron imponer una república secularizada. Para ellos hay que ir hacia un califato teocrático. Ellos pueden aliarse al Baath contra los EEUU pero en el fondo quisieran que Hussein sea aplastado para que ellos parezcan como la cabeza de la resistencia islámica anti-estadounidense. El grueso de la oposición en las zonas árabes la constituyen una serie de partidos históricos que son reacios a la intervención norteamericana. Estos son los comunistas, la izquierda nacionalista, el Partido Islámico y Daa Wa. Para muchos de éstos la caída de Saddam debería ser resultado de la acción del pueblo irakí. Un derrocamiento por arriba por parte de una potencia produciría algo que podría ser peor. El General Franks apuntaría a crear un protectorado que dure unos dos años, el mismo que se encargase de depurar al estado, de buscar crear una coalición viable y de licitar los pozos petroleros a multinacionales anglo-americanas. Washington y Londres anhelan que sus tropas sean recibidas como liberadoras. Al margen que ciertas multitudes puedan salir a las calles a recibirlos, lo cierto es que el vacío producido alentará a la conformación de consejos (shoras) y nuevos organismos populares y a la emergencia de nuevas formas de oposición. Diversos grupos armados operarán contra las tropas ocupantes. Los vecinos tratarán de crear sus zonas de influencia dentro de Irak. Turquía querrá evitar un Kurdistán autónomo y tal vez poder anexar dicha región. Irán buscará sustentarse en la mayoría chiíta. La victoria anglo-americana deberá servir para reordenar al medio oriente. Washington hablará de ir democratizando a Arabia Saudita, Palestina e Irán. Sin embargo, su accionar incentivará una ola de anti-norteamericanismo y de protestas en toda la región. * Por Isaac Bigio. Analista Internacional.
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