EE.UU en Irak
07/04/2003
- Opinión
La guerra
1. EE.UU está librando una guerra (que no se inicia en
Irak sino que incluye el comienzo en Afganistán), en
el que se asume como única potencia mundial, y desde
esa posición escoge su enemigo y determina la
procedencia y modalidades de su intervención por sí y
ante sí. Se consolidaría así un nuevo orden mundial,
dónde las instancias internacionales caducan frente a
un poder mundial, que es EEUU constituido en única
instancia realmente soberana del planeta.
2. En este conflicto, EE.UU se lanza a explotar a pleno
las ventajas de la unipolaridad, a partir de la
definición de "guerra antiterrorista" proclamada
después del 11 S pero planificada con anterioridad. La
lábil y móvil definición del terrorismo, viene a
reemplazar al enemigo mundial ausente desde 1991 (el
narcotráfico nunca tuvo el potencial amenazador para
ser un enemigo verdadero, hoy se lo utiliza en un
lugar subordinado, para la noción de
'narcoterrorismo')
3. El objetivo fundamental es el de afirmar la hegemonía
mundial norteamericana, y su capacidad para destruir a
cualquier fuerza, estatal o no, que pueda definirse
como una amenaza, por los medios que EEUU determine
como 'adecuados' para el caso. No es sólo una cuestión
de fuerza, sino de generar consentimiento hacia la
hegemonía absoluta norteamericana, por una de dos
vías: a) El asentimiento hacia EEUU basado en la
creencia en su rol como guardián universal e
inapelable del orden y la libertad. b) La resignación
frente a un poderío político-militar incontrastable,
al que no tiene sentido enfrentar
4. Esto deriva en la afirmación del poder del Estado
norteamericano y de las corporaciones (ambos
imbricados en un solo conglomerado), no sometido al
control ni al consentimiento de ninguna instancia que
no le responda (ONU, OTAN, estados extranjeros, etc) y
en la degradación general y voluntaria de las
mediaciones político-institucionales y jurídicsa
frente al 'decisionismo' que permite definir el
estado de excepción, el cese de todas las normas y
restricciones.
5. El objetivo económico existe, desde el dominio del
petróleo hasta los contratos para la reconstrucción de
Irak, pero no determina por completo la decisión de
librar la guerra. El interés estratégico del gran
capital es el de colonizar todos los espacios
mundiales, el 'rediseñar' las relaciones sociales y
políticas de modo que remuevan todos los obstáculos y
otorguen todas las facilidades a un capital cada vez
más móvil, 'globalizado'. No ya la invasión a Irak,
sino todo el entramado de la suerte de 'guerra
antiterrorista perpetua' en marcha, es funcional a los
intereses estratégicos, de conjunto, de mediano y
largo plazo de las grandes empresas (norteamericanas y
no).
6. Los EEUU han visto, en los últimos años, aparecer
obstáculos y dificultades en su dominación 'post-
guerra fría', desde los elementos de déficit
comercial, depreciación del dólar, crisis fiscal,
estancamiento económico, inestabilidad de los
'mercados' a nivel mundial, hasta los específicamente
político-culturales, como la impugnación
tendencialmente anticapitalista del 'pueblo de
Seattle', hasta las críticas generalizadas al
'pensamiento único' y las consecuencias de su
aplicación. Ante la posibilidad de que se de un punto
de inflexión en la larga contraofensiva emprendida
luego de la crisis del petróleo y el desastre de
Vietnam, los sectores más radicalizados han decidido
renovar el ataque (estos sectores radicalizados son
vastos y diversos, no pueden reducirse a Bush y un
grupo de personajes en su torno), y el atentado a las
Torres Gemelas jugó un rol dialéctico de preocupación
real por la vulnerabilidad y de pretexto
propagandístico para lanzar la nueva ofensiva. Se
trata, en algún sentido, de repetir la experiencia de
'salir al ataque' de una situación comprometida,
pensando en el 'reaganismo' que se abrió cuando el
capitalismo aparecía acorralado por los movimientos
socialistas y de liberación nacional, y terminó con el
derrumbe de la URSS, pero esta vez sin esperar a que
la situación se torne crítica para la potencia
imperial.
El enfrentamiento a la guerra
1. Las nuevas condiciones de la guerra plantean también
la necesidad de un 'antibelicismo' renovado. No basta
la denuncia general contra la guerra, ni tampoco de
condena tradicional al intervencionismo
norteamericano, sino la denuncia y el enfrentamiento
global contra la 'guerra antiterrorista' y sus
proyecciones mundiales.
2. Esto comprende la idea de que no se trata sólo de
detener la invasión a Irak, sino las nuevas
intervenciones e invasiones que sin duda se producirán
(están de hecho anunciadas), a partir de una noción de
'terrorismo' que excede al Medio Oriente, al Islam y a
los estados y organizaciones que puedan tener alguna
vinculación con prácticas terroristas, para amenazar a
toda instancia contraria o sólo reticente frente al
poder norteamericano. Por tanto se trata de constituir
una conciencia y movilización de largo alcance.
3. El actual conflicto no es sólo el producto del
aventurerismo irresponsable de un grupo estrecho de
políticos y funcionarios mediocres, corruptos y
ligados a empresas multinacionales. Es un sistema de
poder mucho más amplio el que pone en juego la
maquinaria bélica y toda su 'logística', que usa como
punta de lanza a una serie de personajes que obran más
como simbolizadores de un liderazgo, como
'comunicadores' públicos, no como quienes trazan
realmente una política. La denuncia de la guerra debe
apuntar a ese sistema de poder y no sólo a sus
personeros.
4. Esta guerra no declarada es sólo la variante más
abiertamente destructiva de la globalización impulsada
desde el gran capital en todos los campos. La táctica
antibélica no puede ser sino parte de una estrategia
general (y mundial) contra esa globalización impuesta,
a favor de un mundialismo de signo diferente. La
destrucción bélica se asocia al desastre ecológico, al
empobrecimiento generalizado, a la creación de nuevas
formas de explotación y alienación. Las 'reformas
estructurales' que sufrieron en diferentes grados un
amplio conjunto de países, se integran en una misma
política mundial del gran capital.
5. La cuestión no es, creemos, poner esperanzas en que la
guerra sea un "Nuevo Vietnam". Hay que tener una
estrategia antibélica no sólo para el caso que las
fuerzas de intervención se empantanen meses y hasta
años en Irak, sino también para el caso de que la
victoria más o menos rápida se logre concretar. Cada
'blitzkrieg' exitosa abrirá rápido paso a la
siguiente, pero un fracaso, sino está acompañado por
una movilización mundial, de sentido no sólo
antibélico, sino también anticapitalista, sólo será
motivo para ajustes operativos y algún retardo, pero
no para la terminación de la 'guerra antiterrorista'.
6. La guerra de Irak es un capítulo de una operación que
está planeada para proseguir por mucho tiempo y en
los escenarios más variados. La batalla inicial es que
este capítulo se convierta en el último, cualquiera
sea su resultado militar, que se haga políticamente
muy difícil proseguir con operaciones de este tipo.
Las operaciones guerreras no se agotarán por su propia
lógica ni por giro 'humanitarios' de EEUU, sino por
una oposición activa y mundial creciente. El horror
que la brutalidad norteamericana está produciendo, lo
temprano y masivo de las movilizaciones por la paz,
obran a nuestro favor.
7. Todas las justificaciones ensayadas para la guerra por
Bush, han ido cayendo, sólo queda en pie la de
convertir a Irak en una democracia bajo tutela
norteamericana. Hay que denunciar esta idea de la
'libertad a palos', junto con el enrarecimiento de las
libertades públicas a nivel global, en función de esta
guerra americana (hasta Internet está sufriendo
censura y bloqueo de sitios).
8. El poder norteamericano intenta convertir su modo de
barbarie en modelo de 'civilización'. A partir de allí
ataca todo lo que le resulta contrario o siquiera
reticente. Así, quiere destruir a los estados con
políticas no pronorteamericanas, a la OPEP, a los
países que mantienen formas de organización no
capitalista, y a las organizaciones no estatales que
luchan contra los poderes constituidos en sus países o
regiones. Se requiere denunciar activamente que desde
Venezuela a Irán, de Corea del Norte a Cuba, de China
a Siria, de los zapatistas a las FARC, pueden ser
blanco futuro de 'guerra antiterrorista preventiva', y
probablemente lo sean si la movilización popular
internacional y las formas más creativas de boicot y
sabotaje a la acción bélica no los detienen.
La posguerra.
1. No hay por el momento tal posguerra, sino el preludio
de la próxima 'operación', del ataque a otro miembro
del 'eje del mal' o de quién sea definido como
'amenaza' a la libertad de comercio, los intereses de
las empresas norteamericanas o la democracia, que
puede no ser un estado sino una organización y hasta
un lugar geográfico (la Triple Frontera entre
Argentina, Brasil y Paraguay). Y en realidad la
cuestión no es la existencia de una 'amenaza' real o
virtual, sino el propósito de uniformar al mundo en
la 'economía de mercado' (léase capitalismo
monopólico) y la democracia parlamentaria (en un
modelo cada vez más basado en la apatía y la
desmovilización). Esto ha llegado a ser discurso
explícito en Bush y sus adláteres, e incluso en
escritos ("Estrategia de Seguridad de Estados
Unidos", firmado por Raúl Kollman).
2. No cabe la solidaridad humanitaria con los afectados,
que resulta un complemento de la escalada bélica,
sino la denuncia permanente del nuevo orden imperial.
3. Se necesita integrar la denuncia de la guerra con la
crítica general al capitalismo en su modalidad
actual. La guerra es un 'frente' de la implantación
de un orden mundial en el que sólo son fundamentales
dos factores: La acumulación de capital y la
posibilidad de usar la fuerza.
4. En la era del capitalismo globalizado no se lo puede
enfrentar con propuestas solamente nacionales o
regionales. Los sectores dominantes tratan de
convencer a los subalternos de la belleza de lo
pequeño, de lo disperso, de lo particular, mientras
ellos se montan sobre un gigantesco proceso de
concentración y centralización del poder, del capital
económico, social y cultural a escala global. La
forma de enfrentar esas tendencias es la refundación
de un nuevo 'internacionalismo' de una rebelión de
todos los explotados, alienados y desfavorecidos en
cualquier campo, que no puede ser unificación en una
'centrla', sino articulación en una acción conjunta
prolongada y una identificación de objetivos comunes.
5. Un mundo sin guerras es un mundo sin el poder del
capitalismo. No basta con ser 'pacifista', ni con ser
'antinorteamericano'. El antibelicismo de fondo y
totalmente efectivo no puede no ser anticapitalista.
La frase de Rosa Luxemburgo 'Socialismo o barbarie'
cobra una nueva actualidad.
Argentina
1. Desde el Estado y la mayor parte del stablishment se
propugna el 'relaciones carnales ma non troppo', en el
que se traza una política que consiste en seguir las
líneas centrales trazadas en la era Menem, evitando
las sobreactuaciones de aquél. Así no se condena a la
guerra, se ofrece ayuda humanitaria para la
'reconstrucción', pero no se envían tropas ni se
adhiere explícitamente a la política imperial.
2. El tema de la guerra y el repudio a ella tiene fuerza
en Argentina, pero no la suficiente. Hace falta
trabajar sobre el carácter virtualmente 'mundial' de
la acción norteamericana. Irak está lejos, Colombia
mucho más cerca, la 'triple frontera' en la esquina, y
abarca un área de territorio nacional.
3. La toma de conciencia de que las bombas sobre Bagdad
son un capítulo de un libreto mucho más extenso y cuya
representación no se anulará por voluntad de quiénes
lo escribieron, sino por la de los que luchen contra
su cumplimiento, es fundamental. Mucho más en
sociedades como la nuestra, que no están implicadas ni
por cercanía al teatro bélico ni porque sus gobiernos
hayan decidido tomar parte por los norteamericanos.
https://www.alainet.org/es/articulo/107281
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