La nausea
09/04/2003
- Opinión
Las bombas inteligentes, que tan burras parecen, son las que más
saben. Ellas han revelado la verdad de la invasión. Mientras
Rumsfeld decía: "Estos son bombardeos humanitarios", las bombas
destripaban niños y arrasaban mercados callejeros. El país que más
armas y más mentiras fabrica en el mundo desprecia el dolor de los
demás. "Nosotros no contamos a los muertos", contestó el general
Franks, cuando alguien le preguntó sobre los daños colaterales, como
se llaman los civiles que vuelan en pedazos sin comerla ni beberla.
Babilonia, la ramera del Antiguo Testamento, merece este castigo.
Por sus muchos pecados y por su mucho petróleo. Los invasores buscan
las armas de destrucción masiva que ellos habían vendido, cuando el
enemigo era amigo, al dictador de Irak, y que han sido el principal
pretexto de la invasión. Hasta ahora, que se sepa, no han encontrado
más que armas de museo, en muy desigual combate. Pero, ¿son armas de
construcción masiva los misiles gigantes que ellos disparan? Los
invasores tienen a la vista las armas tóxicas y las armas
prohibidas: las están usando. El uranio empobrecido envenena la
tierra y el aire y los racimos de acero de las bombas de
fragmentación matan o mutilan en un área que va mucho más allá de
sus blancos.
*
En 1983, cuando los marines se apoderaron de la isla de Granada, la
asamblea de las Naciones Unidas condenó, por abrumadora mayoría, la
invasión. El presidente Reagan, respetuoso, comentó: "Esto no ha
perturbado para nada mi desayuno". Seis años después, fue el turno
de Panamá. Los libertadores bombardearon los barrios más pobres,
fulminaron a miles de civiles, reducidos a 560 en la cifra oficial,
y eligieron al nuevo presidente del país en la base militar de Fort
Clayton. El Consejo de Seguridad, casi por unanimidad, se pronunció
en contra. Los Estados Unidos vetaron la resolución, y se pusieron a
trabajar en sus invasiones siguientes. Las Naciones Unidas
aplaudieron esas invasiones siguientes, o silbaron y miraron para
otro lado. Y fueron las Naciones Unidas las que decretaron el
embargo internacional contra Irak, que asesinó mucha más gente que
la guerra de Bush Padre: más de medio millón de niños muertos, a
confesión de parte, por falta de medicinas y de alimentos. Pero
ahora, oh sorpresa, las Naciones Unidas se han negado a acompañar la
nueva carnicería de Bush Hijo. Para evitar que en las próximas
guerras se repita este episodio de mala conducta, me temo, no habrá
más remedio que contar los votos del Consejo de Seguridad en el
estado de Florida.
*
No habían aparecido los primeros misiles en los cielos de Irak,
cuando ya se había cocinado el gobierno de ocupación, democrático
gobierno íntegramente formado por militares de Estados Unidos, y ya
se estaba haciendo el reparto de los despojos del vencido. Todavía
se sigue disputando el botín, que no es moco de pavo: los fabulosos
yacimientos de oro negro, el gran negocio de la reconstrucción de lo
que la invasión destruye... Las empresas agraciadas celebran sus
conquistas en las pizarras de la Bolsa de Nueva York. Allí está el
mejor noticiero de la guerra. Los índices bailan al son de la
carnicería humana. En 1935, el general Smedley Butler había resumido
así sus tres décadas de trabajo como oficial de marines: "Yo fui un
pistolero del capitalismo". Y había dicho que él podía dar algunos
consejos a Al Capone, porque los marines operaban en tres
continentes y Capone actuaba nada más que en tres distritos de una
sola ciudad.
*
Y a mí qué tajada me va a tocar, se preguntan algunos miembros de la
coalición. Pero, ¿qué coalición? Los cómplices de esta misión
libertadora, que son cuarenta, como en el cuento de Alí Babá,
integran un coro donde abundan los violadores de los derechos
humanos y las dictaduras lisas y llanas. ¿Y desde dónde se ha
lanzado la cruzada? ¿Dónde están ubicadas las bases militares de
Estados Unidos? Basta con echar una ojeada al mapa: esas monarquías
petroleras, inventadas por las potencias coloniales, se parecen
tanto a la democracia como Bush se parece a Gandhi.
*
Es una alianza de dos. Uno que crece, el imperio de hoy, y otro que
encoge, el imperio de ayer. Los demás sirven el café y esperan la
propina. Esta alianza de dos por la libertad del petróleo, que Irak
nacionalizó, no tiene nada de nuevo. En 1953, cuando Irán anunció la
nacionalización del petróleo, Washington y Londres respondieron
organizando, juntos, un golpe de Estado. El mundo libre amenazado
hizo correr la sangre y el sha Pahlevi, estrella de las revistas del
corazón, se convirtió en el carcelero de Irán durante un cuarto de
siglo. En 1965, cuando Indonesia anunció la nacionalización del
petróleo, Washington y Londres también respondieron organizando,
juntos, un golpe de Estado. El mundo libre amenazado instaló la
dictadura del general Suharto sobre una montaña de muertos. Medio
millón, según los cálculos que más cortos se quedan. De cada árbol
colgaba un ahorcado. Todos comunistas, aclaraba Suharto. El siguió
matando. Le quedó el tic. En 1975, pocas horas después de una visita
del presidente Gerald Ford, invadió Timor Oriental y asesinó a la
tercera parte de la población. En 1991 mató, allí, a unos cuantos
miles más. Diez resoluciones de las Naciones Unidas obligaban a
Suharto a retirarse de Timor Oriental "sin demora". El, siempre
sordo. A nadie se le ocurrió bombardearlo por eso, ni las Naciones
Unidas le decretaron ningún embargo universal.
*
En 1994, John Pilger visitó Timor Oriental. Mirara donde mirara,
campos, montañas, caminos, veía cruces. La isla, toda llena de
cruces, era un gran cementerio. De esas matanzas, nadie se había
enterado. El año pasado, Ana Luisa Valdés estuvo en Yenín, uno de
los campos de refugiados palestinos bombardeados por Israel. Ella
vio un inmenso agujero, lleno de muertos bajo los escombros. El
agujero de Yenín tenía el mismo tamaño que el de las Torres Gemelas
de Nueva York. Pero, ¿cuántos lo veían, además de los sobrevivientes
que revolvían los escombros buscando a los suyos? Las tragedias
conmueven al mundo en proporción directa a la publicidad que tienen.
*
Hay periodistas honestos, que cuentan la guerra de Irak tal como la
ven. Algunos, lo han pagado con la vida. Pero hay periodistas
disfrazados de soldados, que más bien parecen soldados disfrazados
de periodistas, que ofrecen versiones adaptadas al paladar de las
grandes cadenas de la desinformación globalizada. ¿Matanzas en los
mercados llenos de gente? Fueron bombas iraquíes. ¿Civiles muertos?
Escudos humanos que usa el dictador. ¿Ciudades sitiadas, sin agua ni
comida? La invasión es una misión humanitaria. ¿Resistieron algunas
ciudades mucho más de lo previsto? En la tele, se han rendido todos
los días. Los invasores son héroes. Los invadidos que les hacen
frente son instrumentos de la tiranía: los acusan de defenderse. La
mayoría de los estadounidenses está convencida de que Saddam Hussein
derribó las torres de Nueva York. También cree, esa mayoría, que su
presidente hace lo que hace por el bien de la humanidad y por
inspiración divina. Los medios masivos venden certezas, y las
certezas no necesitan pruebas. Pero el mundo está harto de que una
vez más lo obliguen a tragarse, cada día, los sapos de ese menú.
***
El país dedicado a bombardear a los demás países, que desde hace
añares viene infligiendo al planeta una incontable cantidad de once
de setiembres, ha proclamado la tercera guerra mundial infinita. El
presidente, que no fue a Vietnam gracias a papá y que sólo conoce
las guerras de Hollywood, manda matar y manda morir. No en nuestro
nombre, claman los familiares de las víctimas de las torres. No en
nuestro nombre, clama la humanidad. No en mi nombre, clama Dios.
*Publicado en la edición del 10 de abril, del diario Página/12.
https://www.alainet.org/es/articulo/107315
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