Sobre la segunda Guerra del Golfo
10/04/2003
- Opinión
Con las tropas norteamericanas en control de Bagdad, es
posible hacer algunas reflexiones provisionales sobre la
estrategia llevada a cabo, sus éxitos e incertidumbres. La
guerra no está todavía concluida, pero todo parece indicar que
las batallas principales ya se libraron. Basora y Nasiriya
resistieron más fieramente que Bagdad. La rendición todavía
arroja dudas por la rapidez, simultaneidad y aparente
coordinación de la retirada: súbitamente desaparecieron los
francotiradores, los funcionarios gubernamentales y los
principales focos de resistencia. ¿Fue este resultado
inesperado una orden de rendición? ¿una táctica para volver a
atacar en las noches del próximo verano? ¿una señal de la
muerte de Sadam Hussein? Los próximos días aclararán estas
contingencias y otras de una guerra rápida y cruenta.
Las siguientes reflexiones se refieren más bien a lo que me
parecen ser los tres principales problemas estratégicos de
esta guerra. Toda operación política y militar como la
desarrollada en este inicio de primavera implica una serie de
apuestas políticas inciertas. Sus resultados son todavía
difíciles de discernir. Sin embargo conviene clarificarlos.
Primero: el nivel de la resistencia
Nunca hubo dudas de la victoria norteamericana. El liderazgo
de Sadam Hussein no podía atribuirse un honor similar al de
Vietnam: ni su proyecto, ni su base social, ni su legitimidad
moral. La verdadera pregunta era, en realidad, cuántos
muertos, cuantos días y cuánto dinero significaría este
esfuerzo militar. De esa trágica medición dependía el flujo de
la opinión pública norteamericana y la sostenibilidad de la
estrategia militar de la administración republicana. No está
claro cuántos muertos hubiera resistido políticamente esta
guerra(1) , pero está claro que esa aritmética era esencial. El
costo financiero era también una incertidumbre. Una guerra que
durara más de seis meses hubiera sido probablemente
insostenible. Como en el número de muertos, en el número de
dólares los límites eran variables e imprecisables, pero sin
duda existían.
El primer gran problema estratégico de la guerra fue sorteado
con éxito por las fuerzas invasoras. El sitio de Basora es
probablemente el mejor ejemplo de la estrategia usada: rodear
la ciudad, matar de hambre y sed la resistencia y ahorrar el
mayor número de soldados en operaciones limitadas de incursión
rápida. Una década de sanciones, de humillaciones nacionales,
de hambre y de escasez limitaron cualquier capacidad militar y
política de resistencia organizada y duradera. El poder de
Irak, mucho mayor que el de Afganistán, habrá resistido menos.
Las razones de esta asimetría son, por supuesto, de orden
político antes que militar. Pero el éxito militar de este
segundo rápido episodio de la "libertad duradera" no ofrece
dudas.
Segundo: las características de la reconstrucción
La segunda apuesta es, por supuesto, mucho más compleja y
todavía no sabemos cuál será su resultado. La mejor manera de
abordar el desafío a esta hora es compararlo con el primer
episodio de la "libertad duradera". Mantener unido un país
como Irak parece mucho más difícil que Afganistán. Mientras en
este último país, EU fue capaz de identificar una fuerza
política local a la cual acompañar y liderar (la multifacética
e impredecible "Alianza del Norte"), en Irak la oposición
existente al régimen del partido Baath es menos utilizable en
el proyecto imperial. Demasiado peso a los kurdos del norte
implica una ruptura indeseable con Turquía. Demasiado peso a
los chiítas del sur implica ofrecer un apoyo indirecto a la
revolución islámica de Irán. La oposición en el exilio, como
en Afganistán, era irrelevante. Por eso, a diferencia de
Afganistán, EU se vio obligado a dirigir directamente
cualquier operación, aparecer como fuerza bruta de ocupación y
dirigir abiertamente el protectorado que organizará el orden
pos - bélico.
El gobierno militar norteamericano en Irak durará un tiempo
indeterminado y esta duración será probablemente su más
delicada operación política. Ese gobierno deberá asegurar dos
cosas. Primero, la reconstrucción física y económica del país.
Es decir, en claro, repartir el botín de guerra. Asegurar los
contratos de reemplazo de la infraestructura, los contratos de
funcionamiento del sector petrolero y, a más largo plazo, la
formación de algún tipo de alianza entre el capital
norteamericano y algún sector emergente empresarial de Irak.
El indicador básico de este elemento de la reconstrucción será
la política petrolera del nuevo gobierno. En mi opinión lo que
se buscará para asegurar el pago de los costos de la guerra y
de la reconstrucción, será inundar el mercado petrolero
mundial y llevar los precios a un nivel que permita compensar
los costos económicos mundiales de 5 meses en que el precio ha
bordeado los 30 dólares por barril.
Segundo, debe asegurar que el país no se divida. Esto implica
básicamente algún tipo de acuerdo entre las principales
fracciones existentes sobre el régimen político a implantarse.
Junto a la forma específica de la autonomía kurda, el problema
básico será el peso político y electoral que podrían tener los
grupos pro – iraníes en una competencia electoral libre. En el
fondo, visto desde una perspectiva regional, Irán es un
problema más serio para Estados Unidos que Irak.
La diferencia con Afganistán se presenta entonces como la
imagen especular en un espejo. El grupo en el poder en
Afganistán (los talibanes) era mucho más popular que el grupo
en el poder en Irak (el partido Baath). Esto creó menos
resistencia y menos posibilidades de una lucha guerrillera pos
– bélica. Pero la oposición es mucho más independiente,
impredecible y poco confiable para la estrategia imperial. Eso
genera incertidumbres de origen distinto, pero de resultados
similares, para la estabilidad del régimen político pos –
bélico. ¿Cuánto tiempo le tomará a EU cumplir semejante reto
político y diplomático? No está claro. No es fácil, pero la
generosidad imperial puede tener mucho poder de
convencimiento. Sería un error creer que es imposible lograr
un acuerdo suficiente en un tiempo prudente. El tiempo será el
factor crucial, porque el tiempo de vida política del
protectorado militar directo está inmediatamente relacionado
con la oposición internacional a la guerra. Es, por supuesto,
el tercer gran reto, el más complejo.
Tercero: la reorganización de las relaciones internacionales
La "comunidad internacional" es un eufemismo de la hegemonía
norteamericana en el orden de la pos - guerra fría. Pero la
ruptura de las formas legales del Consejo de Seguridad y,
sobre todo, los desacuerdos en el seno de la OTAN no tienen
precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué
consecuencias puede tener este hecho? Los escenarios son muy
variados y dependen no solamente de lo que la administración
republicana ya hizo sino también de lo que hará.
¿Qué rol tendrá exactamente la ONU en la reconstrucción de
Irak? ¿qué participación tendrán los países disidentes en la
repartición del botín de guerra, en los contratos petroleros,
en los contratos de reconstrucción y en el orden económico
local? Pero sin duda, el elemento central de esta
reestructuración dependerá de los efectos que la
reorganización de Irak tendrá sobre le nacionalismo árabe.
¿Logrará Estados Unidos crear una base de extensión de su
influencia política y cultural en una región que la ha
resistido duramente? O, por el contrario ¿arderán los
nacionalismos árabes más reciamente en formas de fanatismo
religioso incontenible? ¿una combinación de ambos resultados?
¿qué combinación específica?
Este todavía impredecible futuro puede agravar o atenuar una
ruptura que seguramente implicará reestructuraciones en las
relaciones internacionales. Estas reestructuraciones, hasta
donde se puede ver, se refieren especialmente a la relación
entre Europa y Estados Unidos, al balance de poder en el seno
de la OTAN y a la forma jurídica que todavía mantiene, como un
rezago anacrónico de los acuerdos de Yalta, el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas. Frente a la complejidad de
estos retos solo cabe añadir que la administración republicana
no se ha caracterizado por la sutileza diplomática. Como diría
Perry Anderson, las viudas europeas de Clinton todavía buscan
consuelo por el fin de su delicada hipocresía. Esto puede
darle a las reestructuraciones por venir una forma acelerada y
dramática.
Este es, por supuesto, el reto político más importante, más
difícil y de más amplias consecuencias para el orden imperial
(o neo – imperialista) que toma nueva forma ante nuestros
ojos. Es difícil saber los resultados de semejante
encrucijada. Por el momento hay que tomar nota de un momento
crucial en la historia del orden jurídico y político mundial.
Si la primera Guerra del Golfo marcó un cambio fundamental al
convertir al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en el
nuevo parlamento que vota los créditos de las guerras
policiales que preservan el orden unipolar del fin de la
guerra fría; la segunda Guerra del Golfo tal vez nos esté
anunciando un nuevo giro en la forma política que asumirá el
gobierno mundial del futuro.
Nota:
(1) Una encuesta de CNN hablaba de que a partir de 5.000 el
balance político hubiera sido mucho más delicado para la
administración Bush.
https://www.alainet.org/es/articulo/107320
Del mismo autor
Clasificado en
Clasificado en:
Guerra y Paz
- Prabir Purkayastha 08/04/2022
- Prabir Purkayastha 08/04/2022
- Adolfo Pérez Esquivel 06/04/2022
- Adolfo Pérez Esquivel 05/04/2022
- Vijay Prashad 04/04/2022
