Autolimitación: virtud ecológica
22/05/2003
- Opinión
El pavor suscitado por el lanzamiento de bombas atómicas sobre
Hiroshima y Nagasaki en 1945 fue tan devastador que cambió el
estado de conciencia de la humanidad. Se introdujo la perspectiva
de destrucción en masa, incrementada posteriormente con la
fabricación de armas químicas y biológicas, capaces de amenazar la
biosfera y el futuro de la especie humana. Antes, los seres humanos
podían hacer guerras convencionales, explotar los recursos
naturales, deforestar, arrojar basura en los ríos y gases en la
atmósfera y no había grandes modificaciones ambientales. La
conciencia tranquila aseguraba que la Tierra era inagotable e
invulnerable y que la vida continuaría igual y para siempre en
dirección al futuro.
Ese presupuesto no existe más. De más en más nos damos cuenta de
aquello que la Carta de la Tierra certifica: "Estamos en un momento
crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe
elegir su futuro o formar una sociedad global para cuidar la Tierra
y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de
nosotros mismos y de la diversidad de la vida". Ese documento,
asumido ya por la UNESCO, representa la nueva perspectiva
planetaria, ética y ecológica de la humanidad. Los datos que
sustentan la alarma son irrebatibles: solo tenemos esa Casa Común
para habitar; sus recursos son limitados, muchos no renovables; el
agua dulce es el bien más escaso de la naturaleza (sólo 0,7 es
accesible al consumo humano); la energía fósil, motor del
desarrollo moderno, tiene sus días contados; y el crecimiento
demográfico es amenazante. Traspasamos ya en 20% la capacidad de
soporte y reposición de la biosfera. Querer generalizar para toda
la humanidad el tipo de desarrollo hoy imperante, demandaría otros
tres planetas iguales al nuestro. La gran mayoría no piensa en
tales cosas, pues le parece insoportable lidiar con los límites y
eventualmente con el desastre colectivo, todavía posible en nuestra
generación.
Esos problemas son graves. Pero aún hay uno mayor: la lógica del
sistema mundial de producción y la cultura del consumo que generó.
Ella dice: debemos producir más y más, sin imponer límites al
crecimiento, para poder consumir más y más, sin límites a la
canasta de ofertas. La consecuencia inmediata de esta opción es una
doble injusticia: la ecológica con la depredación de la naturaleza
y la social, con la generación de desigualdades entre aquellos que
comen hasta hartarse y los que comen insuficientemente, cayendo en
la marginalidad o en la exclusión.
Si queremos garantizar un futuro común, de la Tierra y de la
Humanidad, se imponen dos virtudes: la autolimitación y la justa
medida, ambas expresiones de la cultura del cuidado. ¿Pero como
postular esas virtudes si todo el sistema está montado sobre su
negación? Esta vez, sin embargo, no hay elección: o cambiamos y
nos guiamos por el cuidado, autolimitándonos en nuestra voracidad y
viendo la justa medida en todas las cosas o enfrentaremos una
tragedia colectiva.
La autolimitación significa un sacrificio necesario que salvaguarda
el Planeta, ampara intereses colectivos y funda una cultura de la
simplicidad voluntaria. No se trata de no consumir, sino de
consumir de forma responsable y solidaria para con los seres vivos
de hoy y de los que vendrán después que nosotros. Ellos también
tienen derecho a la Tierra y a una vida con calidad.
* Leonardo Boff es teólogo y escritor, autor de "Ecologia: grito da
Terra, grito dos pobres".
https://www.alainet.org/es/articulo/107592
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