Más razones para decirle NO al ALCA
Agricultura: dobles estándares y pobreza
29/05/2003
- Opinión
La pobreza, desigualdad y concentración de la riqueza, siguen
siendo una constante en América Latina y el Caribe, se vienen
promoviendo acuerdos comerciales y de inversión que limitan
seriamente las posibilidades de desarrollo y erradicación de la
pobreza en los países de la región. El Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA) pretende sellar un acuerdo que privilegia los
intereses de las grandes corporaciones por encima de los derechos
de la población de las Américas.
La agricultura es una fuente crucial para los medios de
subsistencia en América Latina y el Caribe, y un catalizador
potencial clave para las estrategias de reducción de la pobreza y
el desarrollo en la región. La agricultura es también una de las
industrias más grandes del mundo, aunque su alcance internacional
es más limitado de lo que inicialmente puede aparentar, dado que
apenas el 10% de la producción agraria se comercia
internacionalmente. Sin embargo, la región encara una crisis
crónica de seguridad alimentaria y de crecimiento de la pobreza en
las áreas rurales.
En toda América Latina y el Caribe, 54 millones de personas sufren
de desnutrición (11% de la población total), en su mayoría mujeres
y niños, debido en gran parte a los flagrantes dobles estándares
en las políticas de liberalización del comercio agrícola –que
mantienen subsidios y protección en los países ricos y obligan a
una liberalización en los países en desarrollo, combinado con el
retiro de la inversión pública en los países en desarrollo y la
caída de los precios e ingresos.
Alrededor de 123 millones de personas viven en las áreas rurales
(25% del total de la población) y dependen directa o
indirectamente de la agricultura. De estos, 77 millones (63.7%)
viven en la pobreza, 47 millones de ellos en extrema pobreza. En
los EE.UU. y Canadá también existe un gran número de pequeños
productores que vive en la pobreza. En EE.UU. el 14.2% de la
población rural es pobre, y más de 500 pequeñas empresas agrícolas
van a la quiebra cada semana.
La actual política y práctica de comercio agrícola y la acelerada
liberalización propuesta bajo las reglas del ALCA, ignoran esta
dimensión importante de la agricultura, actúan en favor de la
producción a gran escala para la exportación, e incrementan en los
países de América Latina y el Caribe la dependencia de alimentos
importados.
Los dobles estándares de la liberalización comercial
Las políticas de liberalización agrícola representan un evidente
ejemplo de los dobles estándares en el comercio internacional.
Mientras que los Estados Unidos (EE.UU.), el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) promueven la
liberalización indiscriminada de los mercados agrícolas en los
países en desarrollo, en los países ricos se mantienen políticas
de subsidio y protección. Tanto los EE.UU. como la Unión
Europea, continúan otorgando volúmenes masivos de pagos directos a
los agricultores.
En América Latina y el Caribe, la liberalización comercial comenzó
con el mandato del FMI de implementar programas de ajuste
estructural a mediados de los años 80. Al final de la Ronda
Uruguay de negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles y
Comercio (GATT por sus siglas en inglés), en 1994, justo cuando
estaba a punto de crearse la OMC, todos los países de la región ya
habían recortado significativamente sus aranceles y eliminado
muchas de las barreras no arancelarias a las importaciones.
Comparada con otras regiones en desarrollo, América Latina y el
Caribe tienen los aranceles más bajos. El límite promedio del
arancel agrícola para todos los países en desarrollo es de 59%,
para la región es de 40% (desde 25% en Chile hasta 52% en
Colombia). El promedio del arancel agrícola aplicado –que es el
arancel que se implementa en la práctica– para todos los países en
desarrollo es de 21%; mientras que para la región es de 14% (desde
9.8% en Chile a 20% en República Dominicana).
La mayoría de los gobiernos de la región también han eliminado las
medidas no arancelarias, tales como los permisos de importación,
cuotas y precios mínimos, que les permitían mecanismos para
manejar los niveles de importación.
Las políticas de apoyo interno a la agricultura en América Latina
y el Caribe también han sido socavadas. Los mismos programas de
ajuste estructural que buscaban equilibrar los presupuestos
exigieron el desmantelamiento del crédito rural e instituciones de
comercialización y otros servicios estatales de apoyo, de los
cuales dependían los pequeños agricultores, así como la reducción
de la inversión pública en infraestructura rural. En Bolivia, la
inversión pública agrícola cayó drásticamente de un 10% del total
de la inversión pública nacional en 1989 a sólo un 4.45% en 1997,
durante los años cruciales de aplicación del ajuste.
Particularmente, el desmantelamiento de las estructuras
crediticias y de comercialización, ha perjudicado a las mujeres
rurales, que por tener menos garantías y titulación sobre la
tierra, han perdido acceso a recursos claves para su desarrollo.
Estos dobles estándares han llevado a resultados predecibles: un
incremento en el dumping agrícola con la caída de precios y
deterioro de los medios de vida de las y los pequeños agricultores
a lo largo del continente, un creciente control corporativo de la
agricultura y concentración de la riqueza, y un aumento en la
pobreza y la desnutrición en las áreas rurales.
El dumping agrícola
Una de las causas más importantes de pérdida de medios de
subsistencia rural en América Latina y el Caribe es el dumping por
parte de las transnacionales de los EE.UU., esto es, la
exportación de productos por debajo del costo de producción, que
compiten injustamente con los productores locales y fuerzan a la
baja de manera artificial los precios mundiales. Los EE.UU.
exportan trigo a un 46% por debajo del costo de producción y maíz
a un quinto por debajo del mismo costo. Y, cuando los países
pobres adoptan las políticas de mercados abiertos, como lo han
hecho en mayor o menor medida todos los de América Latina y el
Caribe excepto Cuba, el precio mundial se convierte en el precio
local y los agricultores locales son privados del acceso a sus
propios mercados nacionales con efectos devastadores sobre sus
ingresos.
El ALCA y la agricultura
Las posibilidades de que el ALCA pueda ordenar estas injustas
prácticas de comercio, están mitigadas por la increíble asimetría
de poder entre los países que toman parte en sus negociaciones.
Significativamente, el borrador del capítulo sobre agricultura del
ALCA perpetúa esta asimetría al plantear una acelerada eliminación
de aranceles, impuestos y otras herramientas de la política
agrícola nacional; la no utilización de la salvaguarda existente
en la OMC; y el mantenimiento de los programas de crédito para la
exportación (las cuales contribuyen al dumping). El tratamiento
especial y diferenciado sólo es considerado para ofrecer un plazo
más largo para la eliminación de los subsidios en los países en
desarrollo y permitir la no derogación de los derechos de apoyo
interno que los países más pequeños de la región reciben en la
OMC.
Así las cosas, la propuesta del ALCA es incompatible con la
promoción del desarrollo sostenible en las Américas. Por eso
resulta necesario una propuesta integral y radicalmente distinta,
que brinde la flexibilidad política requerida para que los
gobiernos de los países en desarrollo de la región, protejan y
promuevan los intereses de sus agricultores, trabajadores,
mujeres, pueblos indígenas y ciudadanos, y de esta manera,
restaurar su capacidad de elegir sus políticas de desarrollo y
reducción de la pobreza.
Convenio La Juventud - Rel-UITA
30 de mayo de 2003
30 de mayo de 2003
https://www.alainet.org/es/articulo/107690
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