Licencia para matar
La Corte Penal Internacional juzgará a cualquier criminal que no sea norteamericano
03/07/2003
- Opinión
Hasta ahora, en nuestro sistemas "democráticos" estamos
acostumbrados a que quienes más dinero tienen puedan
conseguir mejores abogados cuando deben enfrentar un
proceso judicial. Sin embargo, el desarrollo de la
recién creada Corte Penal Internacional (CPI), el
tribunal internacional encargado de juzgar los crímenes
de genocidio, lesa humanidad y crímenes de guerra, está
desembocando en una aberración sin precedentes: se podrá
juzgar a cualquier ciudadano civil o militar, siempre y
cuando no sea norteamericano. No se trata de un
comentario subjetivo, ni una opinión, ni siquiera una
impresión. Es el resultado del acuerdo bilateral de al
menos cincuenta países con Estados Unidos, por el cual
estos países, a pesar de haber suscrito el Estatuto de
Roma de la Corte Penal Internacional, se comprometen a no
extraditar a ningún acusado si éste es norteamericano.
Para ello, la administración Bush ha aprobado la Ley de
Protección de miembros de las fuerzas armadas
estadounidenses (ASPA, por sus siglas en inglés) y revoca
la ayuda militar a los países que han ratificado la CPI a
menos que cierren un acuerdo bilateral separado con
Estados Unidos antes del 1 de julio, aceptando que jamás
someterán a personal de EEUU a la CPI.
Esto se ha podido hacer debido a un "agujero legal" en el
Tratado de Roma que creó la Corte Penal Internacional, el
denominado articulo 98 que habilita a los países
firmantes a resolver mediante acuerdos bilaterales las
diferencias de competencias con otras naciones.
Los mecanismos de chantaje y presión utilizados por el
gobierno de EEUU hacia estos países no han podido ser más
miserables. El pasado 1 de julio, fecha del primer
aniversario de la entrada en vigor de esta norma
internacional, el portavoz del Departamento de Estado,
Richard Boucher, anunciaba la suspensión de asistencia
militar estadounidense a 35 países que no habían cedido a
las presiones y no aceptaron otorgar inmunidad a los
ciudadanos de EEUU, lo que supone la congelación de 47
millones de dólares del presupuesto del 2003 y más del
doble para el 2004. Mientras los gobiernos occidentales
y las Naciones Unidas guardaban sumiso silencio, las
organizaciones de derechos humanos denunciaban que
Washington socava el Derecho Internacional al forzar a
los países a firmar convenios que colocan a sus
ciudadanos fuera del alcance de la CPI. La directora
adjunta de la organización de derechos humanos Washington
Office on Latin America (WOLA), Kimberly Stanton denunció
que "al mismo tiempo que Estados Unidos dice que apoya
los derechos humanos, afirma que eliminará la ayuda si no
otorga inmunidad a sus soldados". Durante el último año
altos funcionarios norteamericanos han estado embarcados
en una campaña mundial para presionar a gobiernos
democráticos vulnerables y frecuentemente frágiles, lo
que he llevado al director del programa de Justicia
Internacional de la organización de derechos humanos
Human Rights Watch, Richard Dicker, a denunciar con
dureza que "los embajadores de EEUU han estado actuando
como matones en un patio de escuela". Gracias a esos
métodos es como el gobierno Bush ha conseguido la
impunidad ante gran número de países pequeños, pobres y
que, en muchos casos, sus gobernantes deben el cargo al
beneplácito norteamericano.
Human Rights ha denunciado que el chantaje no se ha
limitado exclusivamente a ayudas para defensa. El
embajador de EEUU Richard Blankenship advirtió
públicamente a Bahamas que si no apoyaba la posición
norteamericana se le retendría un importante paquete de
ayuda al desarrollo entre la que se encontraba la
pavimentación e iluminación del aeropuerto. Igualmente,
un secretario adjunto de estado informó a los ministros
de exteriores de los estados del Caribe que perderían los
beneficios de ayuda para huracanes y los programas de
servicios dentales y veterinarios rurales si sus
gobiernos no firmaban.
Si bien EEUU asegura que cincuenta países han firmado la
impunidad para su país, la cifra es difícil de confirmar
debido a que en algunos casos se trata de acuerdos
secretos como el caso de Panamá, según han denunciado
fuentes jurídicas de este país. Human Rights ha
recordado que al menos 38 de los países firmantes están
clasificados como "menos desarrollados" o de "mínimo
desarrollo" por el índice del Programa de Desarrollo de
las Naciones Unidas.
No ha sido ésta la única baza que ha jugado la
administración Bush para garantizarse la impunidad en sus
crímenes contra la humanidad ante la legislación
internacional. Hace sólo dos semanas logró en el Consejo
de Seguridad la segunda renovación de una resolución que
le garantiza la inmunidad por un año. De nuevo la Unión
Europea volvió a demostrar su falta de cohesión en esa
votación. Francia y Alemania se opusieron, mientras que
España y Gran Bretaña fueron los dos únicos miembros de
la Unión Europea que apoyaron la impunidad para EEUU.
EEUU firmó la adhesión a la Corte Penal Internacional el
último día de la presidencia de Bill Clinton, en 1998.
Cuando George Bush tomó posesión del cargo invalidó la
firma. No obstante, como el tribunal actúa contra
personas y no contra países, la no firma de un país no
garantiza la impunidad de sus ciudadanos por lo que el
presidente norteamericano inició esta campaña de
impunidad para sus tropas.
El Tratado por el que se crea la Corte Internacional, que
tendrá su sede en La Haya, ha sido suscrito por 90 países
y desde que entró en vigor hace un año se han consensuado
y constituido todos los órganos que la integran,
incluidos los 18 jueces y el fiscal general, el argentino
Luis Moreno Ocampo. Los dos precedentes más cercanos han
sido los Tribunales Penales Internacionales para Ruanda y
para la antigua Yugoslavia, creados ad hoc por el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas. Anteriormente fue
el Tribunal de Nuremberg que juzgó los crímenes nazis en
la Segunda Guerra Mundial.
4 de julio del 2003
* Pascual Serrano. Rebelión.
https://www.alainet.org/es/articulo/107819?language=en
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