Educación y cambio de la realidad
25/07/2002
- Opinión
Todos nosotros, educadores populares, pagamos tributo a nuestra formación
escolar y al método 'bancario' de aprendizaje. Así, no es raro ver a un
educador popular practicar, en nombre de la metodología liberadora, el
más flagrante autoritarismo. Se trabaja del cuello para arriba, teniendo
apenas en cuenta la dimensión holística del educando, incluyendo la
sexualidad y la subjetividad, la intuición y la espiritualidad. Se educa
la razón sin educar la emoción, creando personas intelectualmente adultas
y sentimentalmente infantiles, falsas, e incluso agresivas. En la escuela
se ocultan las situaciones límite de la vida: ¿qué se aprende en relación
a la enfermedad, a la ruptura afectiva, al fracaso o a la muerte?
Cada punto de vista es la vista desde un punto. Dos personas no ven el
mismo objeto o la misma situación del mismo modo. Se hace una aprehensión
equivocada de la realidad cuando se pretende abarcar todo lo real,
olvidando que lo real es dinámico y contradictorio, nunca estático y
estratificable en conceptos definitivos. La aprehensión de lo real
procede siempre de un proceso colectivo y nunca puede ser confundido con
la pretensión newtoniana-positivista de un conocimiento objetivo
incuestionable. Como lo real es en sí inaprensible, nos aproximamos a él
a través de sus abstracciones.
La cuestión epistemológica remonta a los griegos, en el siglo 6º a.C. El
sustantivo griego episteme deriva del verbo epistastai, que significa
'saber, estar próximo, conocer'.
La física cuántica, al descubrir que no hay objetividad científica a
nivel de partículas subatómicas -pues las respuestas se obtienen según
las preguntas que se hacen- introdujo lo que Heisenberg llamó principio
de la indeterminación, que nos obliga a repensar el concepto mismo de
ciencia y la relación sujeto-objeto. El objeto que analizo no es la
realidad en sí sino el objeto analizado por el método científico que
aplico.
Los griegos pensaban que el átomo era la porción más pequeña de la
materia. Gracias a la física cuántica ahora sabemos que el átomo mismo
resulta de la interacción de partículas todavía más elementales, como
electrones, fermiones, bosones y cuarks. En ese nivel subatómico se
diluye el límite entre materia y energía. Un electrón puede ser, al mismo
tiempo, onda y partícula, lo cual indica que, en un nivel más elemental,
todas las cosas están ligadas, pues, sin excepción, derivan de una sopa
cósmica de hidrógeno. Y todas, igualmente, gozan de la dualidad onda-
partícula, energía-materia, siendo el ser humano, quizá, el ejemplar más
perfeccionado de esa interacción, puesto que en él la materia tiende a un
alto grado de espiritualización y la conciencia refleja le permite
prescindir de los automatismos atávicos, propios del reino animal, para
experimentar la libertad. Por eso podemos afirmar que nuestro cuerpo
manifiesta nuestro lado partícula, y nuestra mente nuestro lado onda, y
los bosones y fermiones que componen la materia prima de nuestro ser son
tan antiguos como el mismo Universo.
Tales descubrimientos nos llevan a superar la cosmovisión clásica, basada
en la física mecanicista de Newton y en la fenomenología moderna. El ojo
cuántico nos muestra que estamos indeleblemente relacionados con todos
los seres de la naturaleza y con todo lo que constituye el Universo. No
somos sujetos de una realidad que nos es ajena y sin embargo objeto de
nuestra acción. Somos causa y efecto en ese mundo de relaciones informado
por un sentido que influye en su evolución. Por tanto, no hay cambios
objetivos sin radical transformación del sujeto político. Ni hay cambio
del sujeto político sin acción transformadora de la realidad.
Cualquiera que sea el perfil de las nuevas utopías que afloren en este
mundo, en el cual la caída del muro de Berlín coincidió con la
construcción de los campos de concentración serbios, ellas tendrán que
integrar en su ideario político cambio social y preservación ambiental,
sexualidad y espiritualidad, mística y compartimiento de los bienes
necesarios para la vida. En ese sentido la educación deberá considerar a
los educandos como síntesis personalizadas de las energías cósmicas y
autores del sentido del Universo, rescatando la dignidad inherente al ser
vivo, sobre todo la de quienes son víctimas sociales de los que todavía
se creen beneficiarios de una historia que, 'al terminar', los llenó de
riqueza y de poder. Sólo una epistemología que coloque al pobre en el
centro del proceso histórico y una cosmovisión que considere el
encubrimiento de su derecho a la vida un quiebre en el mismo curso del
Universo nos darán las claves de las nuevas utopías, que tanto ansiamos.
Ese desafío sólo puede ser enfrentado hoy mediante los movimientos
populares, que tejen los hilos del fortalecimiento de la sociedad civil y
rescatan los vínculos comunitarios destruidos por la modernidad
neoliberal. No podemos girar en sentido contrario a la rueda del tiempo y
eternizar las relaciones de don y de cambio, en esa colectividad
desacralizada y sujeta a la 'mano invisible' (Adam Smith) del mercado.
Pero podemos fortalecer los movimientos sociales que articulan
representativamente los intereses y las demandas de amplios sectores de
población. Son ellos, al lado de las comunidades cristianas, de las
ONG's, de las empresas que asumen su responsabilidad social, de los
sindicatos y partidos políticos progresistas, las vías por las cuales la
realidad puede ser mejor conocida y transformada.
https://www.alainet.org/es/articulo/108150
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