Globocolonización

11/12/2005
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Para muchos, la globalización, entendida como mundialización del mercado, es un avance, cuyos efectos negativos pueden ser corregidos. Para otros, ella representa, de hecho, la occidentalización del mundo, con el objeto de atender a los intereses del capitalismo. No es la economía la que se mundializa, es el mundo que se economiza, reduciendo todos los valores, materiales y simbólicos, al precio del mercado. Tal fenómeno somete la cultura y la política a la ley de la oferta y la demanda. Como la teoría económica no fija ningún límite al imperio del mercado, todo cuanto es objeto del deseo humano queda reducido a las relaciones de cambio, según las reglas del sistema: uno de los socios adquiere más ventaja que el otro. En el plano cultural, la creatividad tiende a abandonar las osadías del espíritu humano para adecuarse a la forma del mero entretenimiento, como los enlatados que llenan nuestros canales de televisión. La agenda política de los países pasa a ser dictada, cada vez más, por los intereses de las transnacionales y cada vez menos por las reales necesidades nacionales. La política abandona progresivamente su función de administrar el proceso económico y social interno, para administrar las estrategias económicas impuestas a los países de fuera hacia dentro. En el plano cultural, toda la comunicación de masas se vuelve mero apéndice publicitario, orientada más a formar consumidores que ciudadanos. Se constata hoy una gran paradoja: cuanto más se habla de libertad de información, más encerrados están los medios en manos de los grandes actores económicos, que imponen a todos los habitantes del planeta un mismo modo de pensar y de vivir, siempre en función de esta señora soberana: la mercancía. Es la macdonalización del mundo, reducido también a un solo paladar.
https://www.alainet.org/es/articulo/108156
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