La zorra y los huevos
28/08/2002
- Opinión
Había una vez una zorra que juró dar protección a las gallinas. Se puso a
la puerta del gallinero y, prometiendo preparar para el futuro una torta
que alimentaría a todos, tomó para sí los huevos que, como medida de
seguridad, estaban distribuidos en diferentes canastas. Muchas gallinas
no se inmutaron, creyendo que también los huevos de los gavilanes habían
sido secuestrados. Incluso se dejaron convencer de que la zorra había
cortado las alas a los gavilanes. Éstos, precavidos, guardaron sus
huevos en otras montañas y si manifestaron alguna tristeza fue para que
todos pensaran que habían perdido las alas.
Las gallinas que no ponían muchos huevos -y por tanto perdían poco a
manos de la zorra- con el tiempo comenzaron a tener que dejar el ponedero
y a recibir media ración. Pero, convencidas de que no se hace una inmensa
torta sin romper muchos huevos, soportaban estoicamente las largas filas
para recuperar una migaja de lo que habían producido. Al poco tiempo
fueron descubriendo qué difícil era poner más huevos si no había ración
suficiente ni ponedero donde acostarse.
La zorra, entretanto, continuó asegurando que todo iba a las mil
maravillas. Claro, para ella, que se había transformado en la poderosa
gallina de los huevos de oro, todo estaba bien, sobre todo después que
abrió las puertas del gallinero a los buitres de otras regiones. Éstos
consiguieron convencerla de que podían modernizar el gallinero, hacerlo
más productivo, incluso trayendo gallinas mecánicas, una vez que las
verdaderas gallinas fuesen privadas de la torta y hubiesen servido de
sopa para el banquete entre la zorra, los gavilanes y los buitres.
En aquellos mismos lugares, hace tiempos un lechón exigió el sacrificio
de todos los carneros, con el pretexto de que se estaba asando un enorme
pastel que, más tarde, sería dividido y cada uno recibiría su ración. El
pastel creció, el lechón comió con sus amigos y el hambre aumentó entre
los carneros engañados, que pasaron a vivir de esperanzas.
Toda la artimaña del lechón y de la zorra consistía en no permitir que
los carneros y las gallinas descubriesen que, unidos, se podían gobernar
por sí mismos, librándose de lechones y zorras. Pues enseña la sabiduría
que siente frío aquel que entrega la lana a quien ya está abrigado y pasa
hambre quien da los huevos a quien siempre se hartó de tortas.
https://www.alainet.org/es/articulo/108158
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