ALCA: el episodio de Miami y la evolución de las contradicciones en el continente

26/12/2003
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La contradicción principal: la recolonización Un método adecuado para analizar la octava Cumbre Ministerial del ALCA, de Miami, es examinar la evolución reciente, a partir de la Cumbre de Quito, de las contradicciones principales que han rodeado el proceso desde cuando fuera enunciado por George Bush padre. El examen de lo ocurrido en Miami podría llevar, o bien a desconocer los avances de las fuerzas contrarias a la voracidad librecambista del imperio del Norte, o bien a colmarse de ilusiones en torno a los reveses temporales que ha sufrido la estrategia de recolonización; la más codiciosa a la que poder contemporáneo alguno haya aspirado en los últimos años, que emula con la que a comienzos del siglo XX ejecutaron las metrópolis europeas en África, y de la cual el ALCA es uno de los cimientos. Es necesario partir de la contradicción principal de la última década y media en las Américas, la que se libra entre la agresiva acometida de Estados Unidos sobre el resto del hemisferio y la repulsa que a ella oponen los pueblos y, en ciertos casos, hasta los gobiernos del Río Grande hacia abajo. Valido de su condición hegemónica global, armado de los axiomas neoliberales, rodeado de las criaturas de Bretton Woods, con el FMI a la cabeza, con un poderío militar amenazante y con planes de ocupación en los territorios ajenos, Estados Unidos se dedicó a sembrar hambre, desempleo, déficit y ruina, a llevar adelante la especulación financiera, las privatizaciones y la inestabilidad macroeconómica, a oscilar entre las devaluaciones y las revalorizaciones, a recortar los derechos democráticos y las garantías laborales y, al final, a causar la desolación y el retroceso por doquier. Muchos analistas hablan de "otra década perdida" para América Latina (Weisbrot, 2003). Entre tanto, las lonjas del Financial District de Nueva York y sus semejantes se desempeñaron en los niveles de un gran boom. No obstante, en el primer trimestre de 2001, las lonjas también se contagiaron casi simultáneamente con la crisis argentina y después de haber propiciado los quebrantos económicos en México, el Sudeste Asiático, Rusia y Brasil, entre los casos más notorios. Para rematar, en las campañas de "justicia infinita" en Medio Oriente se mostró al mundo las inmensas debilidades de un imperio que necesita expandirse constantemente. En el último año han despuntado factores contrarios a los proyectos imperiales, que se suman a las dificultades que está padeciendo internamente y a escala mundial el Tío Sam, empezando por las que se le crearon con algunos miembros del Grupo de los Ocho y con China, precisamente como consecuencia de la avanzada militar sobre Irak. En el Hemisferio americano se multiplicaron las expresiones de desobediencia de los pueblos latinos contra las políticas y reformas "de segunda generación" que ahondan el neoliberalismo: la rebeldía contra el saqueo del gas en Bolivia y contra la privatización del agua en Perú, esta última en beneficio de la firma Bechtel, una de las favoritas de la Casa Blanca en la regalía de contratos para lo que han denominado la "reconstrucción de Irak"; la "megamarcha" mexicana contra la pretendida nueva ola privatizadora sobre los recursos y los derechos sociales del pueblo azteca; los plebiscitos multitudinarios en contra del ALCA en todos los paralelos; las marchas agrarias y obreras en Colombia y la derrota del Referendo autoritario y neoliberal auspiciado por el FMI; los paros y las movilizaciones de los argentinos; las demostraciones antiglobalización en Estados Unidos, incluidas las de Miami; la aparición de una corriente progresista en la sociedad estadounidense que contiende por una relación benéfica, pacífica y justa con los pueblos del mundo; la creación de redes anti ALCA por los cuatro puntos cardinales de América; la beligerancia incesante de los pueblos indígenas de Ecuador por la defensa de su cultura y de su economía contra los proyectos colonizadores, acompañados de los obreros petroleros y de los productores nacionales de plátano; las luchas de los médicos y los trabajadores por la defensa de la seguridad social y la salud en El Salvador y Panamá; las sublevaciones de los maestros en Guatemala, República Dominicana, Paraguay y Costa Rica, así como las huelgas generales contra la política económica en la otrora Isabela; la inconformidad de los trabajadores en Brasil por la aplicación de cambios degradantes en el sistema de jubilación; las protestas antigubernamentales en Haití; las paralizaciones totales en Uruguay por el empleo; los bloqueos promovidos por los campesinos hondureños y, en fin, la confrontación de los estudiantes nicaragüenses y chilenos por la defensa de las universidades estatales. En 2003 repicó por el Nuevo Mundo el grito de exhortación que el campo mexicano dio desde el mismo primero de enero: "No aguanta más". Pero no sólo eso. Conglomerados empresariales de alto relieve y sectores productivos del agro y de la industria han manifestado sus temores por perder lo acumulado a través de muchos años y se pronuncian en defensa del mercado ante los temores que les suscita la avalancha que ven venirse encima. Algunos connotados voceros de estos círculos han llamado a oponerse a las multinacionales. Otros, vinculados al agrobusiness, reclaman igualdad de condiciones para hacer valer lo que les corresponde por atributos competitivos o por preservar los ingresos de divisas, como en el caso de la burguesía paulista. Por todas partes se escucha a diferentes gremios pidiendo a los respectivos gobiernos ser excluidos de los acuerdos comerciales. Inclusive el propio sector azucarero norteamericano hace lobby para ello, así como los fabricantes de jugo de naranja de Florida. Premios Nobel de Economía han venido por estas tierras a aconsejar que no se firme el ALCA y miles de intelectuales y académicos han escrito valerosas páginas como parte de la cruzada por salvar lo poco que queda de estas economías "en vía de desarrollo". Tantos desastres infligidos han alterado el mapa político de América, que no es ya el mismo de las épocas inaugurales del Consenso de Washington. Ahora se le contraponen otros consensos y otras propuestas integracionistas. Tanto que el informe anual de la ortodoxa revista inglesa The Economist, "The World in 2004", afirma que en Latinoamérica "El cambio a la izquierda es una variación sutil, aunque no se ha expandido a toda la región. Una excepción es Colombia" (The Economist, 2004). En varias repúblicas cobran fuerza otras expresiones políticas con el ánimo de los pueblos de encontrar al menos algún contrapeso a la superpotencia, expresiones que contienden por"hacer un ALCA lo menos dañino posible", tal como lo manifestaron algunos miembros de los equipos negociadores de Brasil, Argentina y Venezuela a los dirigentes y activistas de la Campaña Continental contra el ALCA, en Miami, un día antes de expedirse la declaración ministerial oficial. Como si toda esa resistencia fuera poco, Estados Unidos llegó a Miami abrumado por la derrota en la reunión de la OMC en Cancún donde, merced al G-20, del cual hacían parte importantes países de América, no pudo, ni siquiera aliado con la Unión Europea , Canadá y Japón, imponer sus subsidios y ayudas internas al curso normal del comercio mundial agrícola ni tampoco avanzar en los llamados temas de Singapur, tales como la liberalización plena de los flujos de inversión, las compras estatales y los servicios y las injustas gabelas que reclama en aras de la propiedad intelectual de las innovaciones tecnológicas. Y, finalmente, como embarazo particular del régimen republicano, está la escasa capacidad de Bush para maniobrar haciendo concesiones o para forzar el proceso, ante la proximidad de las elecciones presidenciales en un país que, según los entendidos, se encuentra dividido "fifty- fifty". Sin embargo, el principal impulsor del ALCA tampoco se ha quedado con los brazos cruzados. En la medida en que ha avizorado los obstáculos, y apoyado en la Trade Promotion Authority (TPA), que le aprobara el Congreso, se ha lanzado en desenfrenada carrera a promover tratados de libre comercio (TLC) con los países del continente más cercanos a sus propuestas y criterios. Para empezar, finiquitó el tratado que venía negociando con Chile durante casi una década, estableciéndolo como un nuevo antecedente del ALCA, además del TLCAN. Así mismo, pese a las diferencias que subsisten en algunos temas, cada vez está más próxima la firma del CAFTA o acuerdo de libre comercio con cinco países de Centroamérica (Costa Rica, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala), también involucrados en el Plan Puebla- Panamá. Y, como se hizo público en Miami, Colombia y Perú y, con ellos, otros dos países andinos, Bolivia y Ecuador, se aprestan, tal vez en conjunto, a iniciar las conversaciones correspondientes. Panamá y República Dominicana también se han anunciado como eventuales suscriptores de respectivos TLC. De tal forma que si antes de Quito el antecedente más próximo era el TLCAN, a finales de 2004, como mínimo, se tendrán también el CAFTA y el acuerdo con Chile. Y, precisamente en cuanto a este último, pese a que George W. Bush advirtió en Québec que "el ALCA no era otra cosa que la extensión del TLCAN al resto de países", ahora, personajes influyentes como Regina Vargo, vicerrepresentante comercial de Estados Unidos, lo define como "el más liberador de comercio que EU haya negociado con cualquiera de sus socios". En una conferencia en ese Vaticano del neoliberalismo que es el Cato Institute, resaltó "La amplitud, la transparencia, el modernismo y los enfoques laborales y ambientales" del mismo. No es insólito suponer que en la medida en que los países vayan pasando al turno en la fila de tratados, aumente ese grado de liberalismo económico que tanto encomian Zoellick y sus segundos. En tal sentido se comienza a entender por qué un peón hecho alfil para recorrer los Andes, como el ministro de Comercio Exterior de Colombia, Jorge Humberto Botero, sentenció aún sin calentar la silla de la ronda de negociaciones: "Sería una insensatez seguir fabricando carros en Colombia". Una afirmación que de entrada produjo una reacción general de muchas ramas de la economía colombiana: los fabricantes de partes para automóviles piden negociar sin afanes; la industria farmacéutica nacional rechaza el inicuo sistema de patentes; la cadena confección- textil reclama protecciones especiales; los avicultores piden salvaguardia frente al ingreso de los trozos de pollo; la Cámara de Comercio Colombo-Venezolana denuncia en un estudio serio que de los mil millones de dólares que anualmente exporta Colombia a Venezuela, 832 productos, que representan el 65 por ciento, están en peligro frente a las importaciones de otros países, especialmente Estados Unidos y en menor grado Brasil. También grupos destacados de los cultivadores de caña y panela y de palma africana, de los paperos, cafeteros, arroceros y productores de leche piden ser excluidos de la negociación. Ni siquiera lo que fue un paliativo en México, el ensamble de vehículos, podría darse en Colombia. Recurriendo a estos tratados de libre comercio, Estados Unidos va construyendo un Plan B que le permita asegurarse a los menos reticentes de la región. Así lo señaló Robert Zoellick en un artículo reciente para el Financial Times, titulado "Dos caminos para el ALCA", aseverando que "excluidos los EU, esos socios representan 68% del PIB del hemisferio. El comercio norteamericano con los centroamericanos y los dominicanos excede nuestro comercio con Brasil". Así enfrenta esta batalla que, en últimas, es una batalla por la ratificación o la reversión de los principios neoliberales. La Declaración de Miami Resulta fácil deducir de lo anterior por qué la Declaración de Miami terminó siendo un híbrido, diferente del proyecto inicial que "sin discusiones democráticas, con plazos perentorios y de un sólo impulso" preconizaba la imposición de una "Constitución Económica" para 34 países. De alguna forma el "esquema primigenio" quedó relegado (Acosta, La Insignia, 2003), distante de la idea inicial, de "la zona franca entre Alaska y la Tierra del Fuego". Un texto que refleja pricipalmente el forcejeo y las circunstancias cambiantes ya descritos. Una revisión de la literatura sobre el galimatías del texto original de la Declaración de Miami, fruto, como ya se dijo, del estado actual de la contradicción, arroja más de una veintena de calificativos descriptivos. Entre los más comunes están: ALCA light o scaled-down (en inglés), desideratado (en portugués), flexible, "un nado en dos aguas", delgado, desinflado, "Alquita", ALCA de primer y segundo piso, ALCA en dos vías, ALCA – supermercado, " ALCA a la carta" (en español) o el que Robert Zoellick le dio: "Dos vías para el ALCA". Y no es para menos. Cuando se toma el documento, suscrito en Miami un día antes de lo previsto, cuya mera existencia terminó al parecer siendo lo más valioso, no importa cuán vago y confuso fuera, se lee: "Los Ministros reafirman su compromiso con un ALCA comprehensivo y equilibrado (…) Los Ministros reconocen que se necesita flexibilidad para tomar en cuenta las necesidades y sensibilidades de todos los socios del ALCA. Estamos conscientes de que el objetivo de las negociaciones debe ser un acuerdo equilibrado que aborde la cuestión de las diferencias en los niveles de desarrollo y tamaño de las economías del Hemisferio, mediante varias disposiciones y mecanismos (…) Procuraremos desarrollar un conjunto común y equilibrado de derechos y obligaciones que sean aplicables a todos los países (…) Además, las negociaciones deberían permitir que los países que así lo decidan, dentro del ALCA, puedan acordar beneficios y obligaciones adicionales. Una posible línea de acción podría ser que estos países lleven a cabo negociaciones plurilaterales dentro del ALCA para definir las obligaciones en cada área respectiva." ¿Cómo es un ALCA comprehensivo y equilibrado? ¿Con qué flexibilidad se tendrán en cuenta "las necesidades y sensibilidades de todos los socios"? ¿Cuáles son los mecanismos que permitirán abordar las diferencias de tamaño y desarrollo? ¿Hasta dónde alcanza el conjunto común de derechos y obligaciones? ¿Hasta el TLCAN, hasta donde alcanzó el Tratado con Chile o hasta donde se rebase el CAFTA? ¿Se aceptará la versión de ALCA light por la que está Brasil? Y, todavía más, ¿existe un techo para las negociaciones bilaterales o plurilaterales? ¿Dependerá entonces del grado de obsequiosidad o de auténtica independencia del gobierno de turno frente a la contraparte? ¿Se impondrá, al final, la más peligrosa de las normatividades cual es la falta de normatividades? Estas preguntas conducen a colegir que tanta indeterminación puede al final convertirse en "el peor de los mundos". La Declaración de Miami plasma el estado actual de la pugna entre las dos fuerzas principales en la composición del ALCA, Estados Unidos y Brasil, las dos primeras economías, las dos naciones más pobladas y, por ende, las de mayor mercado interno, fue "la forma como firmaron sus diferencias frente a las cámaras" (Weisbrot, 2003), "una frágil imagen de armonía" (Johnson, 2003). Ambas partes han sentado posiciones rígidas en temas en los que no hacen concesión alguna. Brasil, apoyado por Mercosur, ejecuta toda suerte de malabares para defender sus intereses en un conflicto en el que, pese a todo, ellos no se llevan la parte del león. Y, en ese orden, llama la atención que en ambos países, fuentes muy oficiales reclamen el resultado de Miami como un triunfo. Rubens Ricupero, brasilero, secretario general de Unctad, lo calificó como "una brillante victoria diplomática de Celso Amorin" y agregó que la mitad del comercio mundial se da a través de acuerdos bilaterales, los que podrían ascender a una suma de 300 tratados para 2005. No obstante, en perspectiva, Ricupero avizora un entendimiento entre los dos principales países, "las divergencias se podrán suavizar. Del lado americano, pasadas las elecciones presidenciales, el año que viene, veo posibilidad de concesiones 'moderadas', para productos como jugo de naranja y azúcar". Ricupero cree además que "las objeciones brasileñas para negociar temas sensibles como inversiones y propiedad intelectual también se aliviarán con el tiempo". Pero, del mismo modo, los funcionarios norteamericanos dan su propio parte de victoria: "Los negociadores evitaron la fractura de las negociaciones" o el propio Zoellick: "Estoy muy contento porque estamos desarrollando un espíritu de empuje serio, para obtener resultados prácticos". Así de simple: un acuerdo "práctico y realista". El Grupo de Diarios América sentencia: "El objetivo de Zoellick permanece intacto: el ALCA sigue en su ruta hacia enero de 2005". Y agrega estas palabras del representante comercial de Estados Unidos: "El ALCA ahora está de vuelta a su rumbo". Pese a tan sonoros partes de victoria hay consenso acerca de lo que está por venir. El ministro de Agricultura de Brasil, Roberto Rodrigues, ya anunció "una lucha sangrienta" para la reunión de la primera semana de febrero próximo en Puebla, donde se definirán las obligaciones básicas y comunes para los 34 miembros en los nueve capítulos, y en eso coincide con el profesor de la Universidad Internacional de Florida, Antonio Jorge: "Todos los temas se pospusieron, y ahora queda muy poco tiempo para que las profundas diferencias que existen entre los países sobre temas como subsidios, la propiedad intelectual y las compras de los gobiernos sean superadas en solo un año". Por ende, el episodio de Miami parece ser el primero de varios más en esa tónica, sin olvidar que las normas más agresivas en materia mercantil, legal e institucional continúan vigentes, que en los tratados de libre comercio la letra menuda, "el demonio de los detalles", como lo llama Maquiavelo, es más importante que lo que la burocracia internacional denomina "la arquitectura" de los tratados. Una sola cláusula puede volver a una nación esclava de otra y en el menú del ALCA sí que abundan este tipo de cláusulas. En efecto, la extensión del Trato Nacional (TN) a las mercancías de la maquila y a las partes que las componen, como también a los inversionistas, a los prestadores de servicios y a los concursantes en las ofertas de las licitaciones y compras estatales, continúa siendo la gran amenaza para que las economías poderosas y sus empresas "se traguen" a las más débiles. La regla NMF (Nación Más Favorecida) permite que, por ejemplo, las concesiones que se hagan entre países de igual nivel de desarrollo se trasladen de ese modo a otros de economías superiores. Y también prevalece el control a la libre movilidad de la fuerza de trabajo. La teoría elemental del comercio internacional establece que si los factores de producción se mueven libremente, el precio tenderá a equilibrarse, precisamente lo que no se permite en ninguna de las modalidades del ALCA. Hay plenas garantías para el capital y no para el trabajo. Los salarios envilecidos del sur serán indispensables para tener a este lado del continente los guetos de mano de obra barata. Y, en cuanto a libre circulación del capital financiero, debe tenerse en cuenta que en el capitalismo contemporáneo ésta es la principal urgencia, por encima de la circulación de mercancías. En torno a ella las economías imperiales, donde predomina el capital financiero especulativo, muestran una posición intransigente; es, al fin y al cabo, la sangre que les corre por las venas. Las garantías de expansión y de seguridad que reclaman pueden volver antagónica la contradicción con quienes se opongan a ello. Y esto sí que es más válido en el caso de Brasil donde, por sus características geográficas, la distancia con Estados Unidos, el gran mercado interno, la extensión del territorio, la inmensa población, "tomar" la economía con el ALCA, el principal botín que persigue el Tío Sam, exige la plena libertad de los flujos de capital. Esa "toma" de la segunda economía del continente requiere la penetración física del capital extranjero. De hecho las estadísticas así lo corroboran. Entre 1996 y 2001, Brasil, después de China, es el principal destino de la Inversión Extranjera Directa (IED) entre las naciones "en vía de desarrollo", por encima de Hong Kong, Singapur, Islas Caimán, Bermuda, Malasia, México y Argentina y también de los nuevos favoritos como Polonia y República Checa. En este lapso, Brasil recibió más del 30% de la IED de Suramérica y, en 1998, 2000 y 2001, algo más del 50%. (Unctad, World Investement Report 2002). Por tanto, saber cómo Brasil define y avala en el ALCA los accesos del capital norteamericano a su economía es un tema crucial que, para resolverse si la contradicción se torna insoluble, podría arrastrar incluso consecuencias políticas. Los TLC: la nueva y más aguda competencia entre pobres después de Miami Antes de Miami, el escenario de negociación, dada la preponderancia evidente de la economía norteamericana ––Estados Unidos abarca casi el 80% del PIB total del ALCA––, presagiaba una dura competencia entre las demás naciones por ofrecer a la economía norteamericana menores tarifas y desgravaciones arancelarias inmediatas en porciones mayores del universo de productos, como también en el tráfico de partes para el ensamble y la maquila. Esa "competencia entre pobres", la más dañina de las competencias, se ve reforzada por el hecho de que la oferta exportadora de la mayoría de los países latinoamericanos está compuesta por bienes primarios, principalmente materias primas y productos tropicales o intensivos en recursos naturales. Vale decir que este tipo de géneros son los que más sienten el rigor del actual orden mundial. De hecho, la superproducción, la tendencia a la baja de la demanda y la especulación financiera que sobre ellos se ejerce en los mercados bursátiles de commodities, han deprimido ya los precios en la globalización que el mundo padece. En los últimos seis años, el fenómeno ha sido especialmente notorio en azúcar, café, estaño, pulpa de madera y harina de soja, artículos de los que dependen las ventas externas de un buen número de países latinoamericanos. Sin tener en cuenta el petróleo, la disminución de los precios unitarios de dichas exportaciones en ese periodo es de cerca del 25% (Cepal, 2003). De tal forma que el ALCA tiende hacia un regateo aún mayor entre los países con oferta similar, en aras de que "el mercado más grande del mundo" les compre productos. Del mismo modo, al consagrarse la libre circulación de las partes y al crearse una estandarización aduanera, se agrava la pugna por otorgar mejores condiciones de costo de mano de obra para las industrias de ensamble y maquiladoras. En seis de doce países estudiados por la Cepal ha disminuido en los últimos tres años la remuneración media salarial con relación a 1995, teniendo en cuenta en el promedio hasta las escalas más altas. En la manufactura de 19 países estudiados por el Departamento norteamericano de Comercio en 1999, 17 tenían salario por hora inferior al de Estados Unidos en 1/7 parte. Elaborar a la barata la "puntada final" de los insumos producidos en el Norte será otra de las lides en las cuales se enfrascarán entre sí los países del Sur. Un estudio de la Comunidad Andina de Naciones ratifica lo expuesto: no ve posible en el ALCA mayor diversificación para la estructura actual de las exportaciones de Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela y Ecuador. Antes de Miami, con excepción de las ofertas antes explicadas, se hablaba de un compromiso homogéneo en los demás capítulos para todos los suscriptores del Tratado. No obstante, después de Miami, "el ALCA a la carta" altera de tal modo la situación, que quien realmente terminará "comiendo a la carta" será Estados Unidos. En efecto, una conclusión clave salida de la capital del estado de La Florida es que América se aproxima a "una maraña de acuerdos bilaterales o plurilaterales en la que algunas naciones, tal vez la mayoría, aceptarán las propuestas hechas por Estados Unidos", de acuerdo con un informe del Grupo de Diarios América. Una vez resuelta la fórmula de obligación común, lo demás será la competencia por ver quién cede más, ya no sólo en la oferta comercial sino en temas como propiedad intelectual, inversiones, servicios, compras estatales y solución de controversias. Se parte, claro está, de aceptar los subsidios agrícolas gringos y sus medidas antidumping. En el caso de Colombia, dos documentos ayudan a explicar lo anterior. El primero, un estudio del Departamento Nacional de Planeación sobre las implicaciones de un tratado bilateral con Estados Unidos, que contempla no sólo las graves secuelas que le acarreará a nuestro país sino también a los demás, y el segundo, la carta dirigida por Robert Zoellick al Congreso de Estados Unidos en la que esboza los 39 objetivos que se propone Estados Unidos obtener en el acuerdo con los países andinos. El Departamento de Planeación afirma que, como sucede en casi toda Latinoamérica, once productos representan el 82% de las exportaciones colombianas a EU. En valor, los combustibles (petróleo, carbón y fuel oil), el banano, las flores y el café alcanzan el 70% de las divisas. Es tan reducida la oferta exportadora, que de las preferencias arancelarias que brindó el Atpdea para 5.528 posiciones, apenas se han podido beneficiar 14. Del valor total de las ventas cobijadas por este último mecanismo, el 87% son de nuevo flores, fuel oil y pigmentos para pinturas. Una de las explicaciones que da el estudio a esta insólita circunstancia es que el 75% de los bienes que podrían ampliar la oferta tienen "barreras no arancelarias". Lo anterior significa que el Tío Sam da con una mano y quita con la otra. Los artículos y bienes comprados a Estados Unidos son bastante diferentes: maquinaria y equipo, vehículos, productos químicos, insumos industriales, alimentos, bebidas, tabaco y agricultura. Se ratifica aquí lo que se ha demostrado en múltiples ocasiones: el Sur vende productos básicos y el Norte bienes de capital e intermedios. Cuando se analizan, bajo el eventual supuesto de las ventajas comparativas en un acuerdo bilateral con aranceles cero, cuáles serían las mercancías que podrían verse favorecidas, se destacan petróleo, barro, loza, joyas, café, porcelana, textiles y cuero. Pero cuando se buscan aquellos en los que Estados Unidos muestra neta "superioridad", la lista es larga: maquinaria y equipo, madera, alimentos, fibras para textiles (con lo cual nuestras telas sólo serán una confección de esas fibras), químicos, derivados del petróleo, caucho y plásticos, insumos para la fabricación de artículos metálicos, etc. Es decir, el TLC ahondaría más la inicua división del trabajo que hoy ya se da entre las dos economías. En términos macroeconómicos, el balance es peor: las importaciones crecerán el 11,92%, mientras que las exportaciones sólo lo harán el 6,44%. Los retornos al capital serán superiores a los del trabajo calificado, que escasamente generarán 180 mil empleos en un país donde hay tres millones de desempleados. Y el costo tributario por la eliminación de los derechos aduaneros será de casi 600 millones de dólares, un tercio de lo que es el déficit fiscal de 2003. El estudio subraya que el principal resultado se dará en términos de bienestar al abaratarse los costos de los nuevos bienes importados, entre ellos alimentos y vestuario, mas no contempla que para compensar los recursos no recaudados por aranceles, dichos productos tendrán fuertes impuestos al consumo, con lo cual la gran ganancia en bienestar se verá sin duda bastante degradada. El otro aspecto que explora el documento es el efecto en otros países en caso de que sólo Colombia firmara el tratado. ¡Atérrense! Lo principal sería un deterioro del bienestar en el resto de los países, especialmente los vecinos, porque, al concentrarse el comercio de Colombia con Norteamérica, estos deberán adquirir a otros proveedores y a mayores precios lo que ahora le compran a Colombia. Ya la Cámara de Comercio Colombo- Venezolana advirtió que allí Colombia será sustituida por EU. Así, ese país no sólo termina de capturar nuestro mercado interno, sino también los que nosotros cedemos. Gana por punta y punta. Aplicando un modelo econométrico en la eventualidad de que haya una vigencia plena del ALCA, con los respectivos tratados bilaterales y multilaterales, se concluye que en la remuneración al trabajo calificado vencerán a Colombia los siguientes países: Perú, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Costa Rica y, en general, Centroamérica. E, igualmente, los beneficios para la mano de obra no calificada serán mayores para Chile, Ecuador, Bolivia, Centroamérica y Paraguay. Y, ya en el colmo de las desgracias pronosticadas, cuando se clasifican nueve ramas básicas de productos más comunes y se observa en cuáles crecerán la producción, las exportaciones y las importaciones, se concluye que éstas últimas aumentarán en todas pero que sólo en dos de ellas se incrementarán la producción y las ventas externas. A tan crudas realidades, no contadas por los opositores sino por voces oficiales, se les agrega esta observación: el estudio no calcula los impactos en la economía de los otros ocho temas. ¡Peor imposible! Precisamente de aclarar este punto es de lo que se encarga Robert Zoellick en la carta de solicitud al Congreso estadounidense ya nombrada. En ella deja por sentado que el TLC con los países andinos beneficiará a los agricultores gringos, a los trabajadores gringos, a los negocios gringos y a las familias gringas, que ayudará al crecimiento económico de Estados Unidos y a mejores trabajos allá. Resalta su interés en mercado colombiano de alimentos para sus exportaciones agrícolas al identificar a Colombia como el más grande comprador de esta rama de la producción que tiene Tío Sam en el hemisferio occidental. Habla de que son 93 millones de consumidores con cierta capacidad de poder adquisitivo para un amplio rango de sus productos y servicios, entre los que destaca los servicios bancarios, financieros y de seguros. Así mismo, acentúa algunos objetivos específicos por país así: en Ecuador y Colombia la solución de las disputas estatales con algunos inversionistas gringos, y en Perú, según dice, favorecer los derechos de los trabajadores. Zoellick no deja además de atribuirle al TLC un cariz de gran cruzada cuando añade que con ella se combatirá en los países andinos la corrupción, se colaborará con la democracia y, claro está, se afianzarán los planes intervencionistas, bajo la mampara de la lucha contra el narcotráfico, en el Plan Colombia. Pero hay más. Zoellick añade a manera de memorando 39 objetivos de Estados Unidos en la negociación. Van desde la apertura de mercados para telecomunicaciones, energía y mensajería, facilidades para el comercio electrónico, solución adecuada de controversias, mantenimiento de salvaguardias donde EU lo requiera y , a la vez, la eliminación de las que los andinos tengan como el Arancel Externo Común y las franjas de precios, un sistema de patentes a su medida y mayores compensaciones y confiscaciones por productos "pirateados", hasta garantías de agilidad para el trámite comercial de bienes perecederos, agilidad aduanera, Trato Nacional (TN) para inversionistas y para exportadores norteamericanos de bienes que atiendan las compras y licitaciones estatales en los países andinos. Además, ellos deberán acompañar a Estados Unidos en la OMC defendiendo las posiciones norteamericanas en cuanto a subsidios para géneros agrícolas, los cuales mientras tanto continuarán distorsionando los precios y arruinando productores en los países importadores. También esa solidaridad deberá darse en las discusiones mundiales en los temas de servicios y propiedad intelectual. Paradójicamente, mientras el estudio del gobierno colombiano recomienda que la estrategia es intentar que las barreras no arancelarias se reduzcan un poco o que se amplíen las cuotas de adquisición, el tono de Zoellick insinúa lo contrario: que Estados Unidos viene por todo, que si en la apertura, como dijimos en Colombia, fueron por la tela, la tejedora y el telar, ahora vienen por la ataúd de la que tejía, la chatarra que quedó del equipo y el harapo que resta de la pieza. Conclusiones Después de Miami los axiomas del ALCA continúan considerándose como la gran panacea. Me refiero al teorema de las ventajas comparativas, el comercio exterior infinito y las supuestas atribuciones mágicas del capital financiero especulativo para generar empleo, inversión y ahorro. Aunque se adopten nuevas modalidades que carguen con denominaciones estrambóticas, no por ello dejan de ser menos dañinas y tal vez más eficaces en los planes de recolonización. El "ALCA- Supermercado" no lo es como tal para todos los potenciales clientes y mucho menos cuando se administra bajo los postulados impuestos a los países débiles por una superpotencia. En algunos ámbitos, la teoría de la inevitabilidad de los tratados y por ende del ALCA se está reemplazando por otra análoga consignada en el estudio del Departamento Nacional de Planeación de Colombia: "Pueden no firmarse, pero si los otros países firman, será peor". Es lo que podría bautizarse como la teoría del "segundo peor" o mal menor: el ALCA y los TLC ocasionan graves riesgos, acarrean amenazas y dejan perdedores. El de Chile, que le reporta beneficios por 500 millones de dólares a este país pero a EU le da 4.000, que desgravó de inmediato el 85% de los productos, pero que otorgó plenas garantías a las inversiones gringas de 15.000 millones de dólares. No obstante, arguyen los teóricos del mal menor, quedar aislado sería más catastrófico. En otras palabras, a los países de Latinoamérica se les pone a escoger entre dos males: ser ahorcado en un roble o en una encina. Y, de contera, a apostar entre cuál de ellos logra pasar mejor el ahogo dentro de la lógica de que al que más ceda mejor le va: "A más apertura y liberalización, más crecimiento", reza sin cesar el estribillo neoliberal. Son los típicos negocios entre el león y el cordero, como apuntaba un reconocido columnista colombiano (Caballero, 2003). Y esto se le dice a una parte del Hemisferio que muestra los peores desempeños en los últimos tres años: los más altos niveles de desempleo ––10,9% en solo el primer semestre de 2003––, crecimientos negativos del PIB e inferiores al 1,5%, estancamiento y en no pocos años reducción del ingreso por habitante, muy precarias disminuciones de la magnitud de la pobreza y la indigencia, aumento de la deuda externa, transferencia negativa de flujos de capital, déficit recurrente de la cuenta corriente de la balanza de pagos, disminución de los valores unitarios de los bienes exportados y déficit mayores en el ejercicio fiscal de los gobiernos por cubrir el servicio de la deuda para no nombrar sino los primeros quebrantos (Cepal, 2003). Los principios incorporados en el ALCA y en los TLC son los mismos que han producido esa hecatombe. Sólo que ahora lo harán en mayor grado, acompañados de un nuevo conjunto de armas de destrucción masiva económica y social. Con sobrada razón el senador colombiano de la Unidad Cívica Agraria-MOIR de Colombia, Jorge Enrique Robledo, ha difundido la descripción del ALCA como ALCA-ído…caerle, algo que no sólo se corrobora para esa nación sino para las demás de Suramérica. Pese a que en Miami se excluyó uniformar todas las reglas para facilitar aún más la operación continental de los monopolios multinacionales, los reglamentos que consagran el nuevo orden económico vendrán de todas formas dosificados o en una sola toma, entremezclados con la constelación de iniquidades e inequidades que representan los subsidios agrícolas, las privatizaciones y la maquila, que acaban con la soberanía alimentaria, subastan el patrimonio público y envilecen la mano de obra, en especial la femenina. En Colombia, ha dicho el presidente de la Sociedad de Economistas, significaría un retroceso de 50 años (Amílkar Acosta, 2003) y connotados académicos tan disímiles como Stiglitz o Bhagawati han coincidido en que nada de esto es lo que se conoce como "libre comercio". En fin, se revalida todo el neoliberalismo. En la puja por satisfacer al imperio, América Latina tenderá a dividirse llevando la peor parte los países más débiles, aunque mucho se charle en la Declaración de Miami de equilibrio y de Estrategias de Creación de Capacidad Comercial para las economías más pequeñas. Ya se vio en Miami cuando México, Chile y Canadá exigieron que todo el resto de países cediese tanto o más de lo que ellos habían cedido. Pero, al final, todo redunda en el fortalecimiento de Estados Unidos en el patio trasero, cuidándose de sus rivales de Europa y Asia. Ante el futuro de atraso que entraña la fórmula ALCA + TLC urge que las naciones de Latinoamérica coordinen la acción, dirigentes políticos incluidos, para abrirle camino a una concepción diferente del desarrollo que parte de consolidar el mercado interno de los países. Es menester desechar las tesis de los modelos exportadores, cuyos resultados las descalifican por sí solas. Sin defender la autarquía, es indispensable insistir en que no se debe importar lo que las economías pueden producir. Los supuestos ahorros que los consumidores reciben por los bajos precios de los bienes importados, si es que se dan, tienen como contraprestación el desempleo de los desplazados y el incremento de los impuestos a las ventas con los que se financia el déficit que se causa. Los procesos de acumulación interna que articulan los distintos sectores de la economía y las diferentes regiones de los países no podrán desecharse por obra y gracia del Consenso de Washington. En tal sentido, la verdadera integración se edifica sobre la base de coordinar entre sí las ramas complementarias que se den entre los países para que ella opere bajo los criterios de beneficio recíproco y no bajo las leyes de la salvaje confrontación que trae consigo la globalización contemporánea. Los procesos políticos hacia aquellas opciones que no claudiquen frente a la imposición imperialista habrán de profundizarse en calidad y cantidad. Con la cuña de los TLC como complemento del ALCA, hallar salidas independientes se constituye en necesidad más apremiante que nunca. La autodeterminación y el pleno ejercicio de la soberanía son los únicos criterios que pueden primar frente a las negociaciones. Los parlamentarios y políticos han de exigir que los tratados no se sigan negociando a sus espaldas y a escondidas del resto de sectores sociales afectados. Deben demandar que cesen esos acuerdos y que los convenios comerciales sean los que cada país requiera según su propia conveniencia y sabiduría, sin imposiciones ni mandatos. Y, finalmente, la acción política de lucha contra el ALCA no debe circunscribirse a los recintos políticos y parlamentarios, sino fundirse con todas las expresiones de resistencia de los pueblos y las naciones contra el proyecto colonialista norteamericano, salido de Miami con la denominación ALCA + TLC. * Documento presentado al Foro "El ALCA después de Miami", organizado por la Fundación Chile 21 y la Friedrich Ebert Stiftung, Santiago de Chile, diciembre 18 de 2003, a nombre de Unidad Cívica Agraria – MOIR de Colombia.
https://www.alainet.org/es/articulo/109022
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