ALCA: el episodio de Miami y la evolución de las contradicciones en el continente
26/12/2003
- Opinión
La contradicción principal: la recolonización
Un método adecuado para analizar la octava Cumbre
Ministerial del ALCA, de Miami, es examinar la evolución
reciente, a partir de la Cumbre de Quito, de las contradicciones
principales que han rodeado el proceso desde cuando fuera
enunciado por George Bush padre.
El examen de lo ocurrido en Miami podría llevar, o bien a
desconocer los avances de las fuerzas contrarias a la voracidad
librecambista del imperio del Norte, o bien a colmarse de
ilusiones en torno a los reveses temporales que ha sufrido la
estrategia de recolonización; la más codiciosa a la que poder
contemporáneo alguno haya aspirado en los últimos años, que emula
con la que a comienzos del siglo XX ejecutaron las metrópolis
europeas en África, y de la cual el ALCA es uno de los cimientos.
Es necesario partir de la contradicción principal de la
última década y media en las Américas, la que se libra entre la
agresiva acometida de Estados Unidos sobre el resto del
hemisferio y la repulsa que a ella oponen los pueblos y, en
ciertos casos, hasta los gobiernos del Río Grande hacia abajo.
Valido de su condición hegemónica global, armado de los axiomas
neoliberales, rodeado de las criaturas de Bretton Woods, con el
FMI a la cabeza, con un poderío militar amenazante y con planes
de ocupación en los territorios ajenos, Estados Unidos se dedicó
a sembrar hambre, desempleo, déficit y ruina, a llevar adelante
la especulación financiera, las privatizaciones y la
inestabilidad macroeconómica, a oscilar entre las devaluaciones y
las revalorizaciones, a recortar los derechos democráticos y las
garantías laborales y, al final, a causar la desolación y el
retroceso por doquier. Muchos analistas hablan de "otra década
perdida" para América Latina (Weisbrot, 2003).
Entre tanto, las lonjas del Financial District de Nueva York
y sus semejantes se desempeñaron en los niveles de un gran boom.
No obstante, en el primer trimestre de 2001, las lonjas también
se contagiaron casi simultáneamente con la crisis argentina y
después de haber propiciado los quebrantos económicos en México,
el Sudeste Asiático, Rusia y Brasil, entre los casos más
notorios. Para rematar, en las campañas de "justicia infinita" en
Medio Oriente se mostró al mundo las inmensas debilidades de un
imperio que necesita expandirse constantemente.
En el último año han despuntado factores contrarios a los
proyectos imperiales, que se suman a las dificultades que está
padeciendo internamente y a escala mundial el Tío Sam, empezando
por las que se le crearon con algunos miembros del Grupo de los
Ocho y con China, precisamente como consecuencia de la avanzada
militar sobre Irak.
En el Hemisferio americano se multiplicaron las expresiones
de desobediencia de los pueblos latinos contra las políticas y
reformas "de segunda generación" que ahondan el neoliberalismo:
la rebeldía contra el saqueo del gas en Bolivia y contra la
privatización del agua en Perú, esta última en beneficio de la
firma Bechtel, una de las favoritas de la Casa Blanca en la
regalía de contratos para lo que han denominado la
"reconstrucción de Irak"; la "megamarcha" mexicana contra la
pretendida nueva ola privatizadora sobre los recursos y los
derechos sociales del pueblo azteca; los plebiscitos
multitudinarios en contra del ALCA en todos los paralelos; las
marchas agrarias y obreras en Colombia y la derrota del Referendo
autoritario y neoliberal auspiciado por el FMI; los paros y las
movilizaciones de los argentinos; las demostraciones
antiglobalización en Estados Unidos, incluidas las de Miami; la
aparición de una corriente progresista en la sociedad
estadounidense que contiende por una relación benéfica, pacífica
y justa con los pueblos del mundo; la creación de redes anti ALCA
por los cuatro puntos cardinales de América; la beligerancia
incesante de los pueblos indígenas de Ecuador por la defensa de
su cultura y de su economía contra los proyectos colonizadores,
acompañados de los obreros petroleros y de los productores
nacionales de plátano; las luchas de los médicos y los
trabajadores por la defensa de la seguridad social y la salud en
El Salvador y Panamá; las sublevaciones de los maestros en
Guatemala, República Dominicana, Paraguay y Costa Rica, así como
las huelgas generales contra la política económica en la otrora
Isabela; la inconformidad de los trabajadores en Brasil por la
aplicación de cambios degradantes en el sistema de jubilación;
las protestas antigubernamentales en Haití; las paralizaciones
totales en Uruguay por el empleo; los bloqueos promovidos por los
campesinos hondureños y, en fin, la confrontación de los
estudiantes nicaragüenses y chilenos por la defensa de las
universidades estatales. En 2003 repicó por el Nuevo Mundo el
grito de exhortación que el campo mexicano dio desde el mismo
primero de enero: "No aguanta más".
Pero no sólo eso. Conglomerados empresariales de alto
relieve y sectores productivos del agro y de la industria han
manifestado sus temores por perder lo acumulado a través de
muchos años y se pronuncian en defensa del mercado ante los
temores que les suscita la avalancha que ven venirse encima.
Algunos connotados voceros de estos círculos han llamado a
oponerse a las multinacionales. Otros, vinculados al
agrobusiness, reclaman igualdad de condiciones para hacer valer
lo que les corresponde por atributos competitivos o por preservar
los ingresos de divisas, como en el caso de la burguesía
paulista. Por todas partes se escucha a diferentes gremios
pidiendo a los respectivos gobiernos ser excluidos de los
acuerdos comerciales. Inclusive el propio sector azucarero
norteamericano hace lobby para ello, así como los fabricantes de
jugo de naranja de Florida. Premios Nobel de Economía han venido
por estas tierras a aconsejar que no se firme el ALCA y miles de
intelectuales y académicos han escrito valerosas páginas como
parte de la cruzada por salvar lo poco que queda de estas
economías "en vía de desarrollo".
Tantos desastres infligidos han alterado el mapa político de
América, que no es ya el mismo de las épocas inaugurales del
Consenso de Washington. Ahora se le contraponen otros consensos y
otras propuestas integracionistas. Tanto que el informe anual de
la ortodoxa revista inglesa The Economist, "The World in 2004",
afirma que en Latinoamérica "El cambio a la izquierda es una
variación sutil, aunque no se ha expandido a toda la región. Una
excepción es Colombia" (The Economist, 2004). En varias
repúblicas cobran fuerza otras expresiones políticas con el ánimo
de los pueblos de encontrar al menos algún contrapeso a la
superpotencia, expresiones que contienden por"hacer un ALCA lo
menos dañino posible", tal como lo manifestaron algunos miembros
de los equipos negociadores de Brasil, Argentina y Venezuela a
los dirigentes y activistas de la Campaña Continental contra el
ALCA, en Miami, un día antes de expedirse la declaración
ministerial oficial.
Como si toda esa resistencia fuera poco, Estados Unidos
llegó a Miami abrumado por la derrota en la reunión de la OMC en
Cancún donde, merced al G-20, del cual hacían parte importantes
países de América, no pudo, ni siquiera aliado con la Unión
Europea , Canadá y Japón, imponer sus subsidios y ayudas internas
al curso normal del comercio mundial agrícola ni tampoco avanzar
en los llamados temas de Singapur, tales como la liberalización
plena de los flujos de inversión, las compras estatales y los
servicios y las injustas gabelas que reclama en aras de la
propiedad intelectual de las innovaciones tecnológicas. Y,
finalmente, como embarazo particular del régimen republicano,
está la escasa capacidad de Bush para maniobrar haciendo
concesiones o para forzar el proceso, ante la proximidad de las
elecciones presidenciales en un país que, según los entendidos,
se encuentra dividido "fifty- fifty".
Sin embargo, el principal impulsor del ALCA tampoco se ha
quedado con los brazos cruzados. En la medida en que ha avizorado
los obstáculos, y apoyado en la Trade Promotion Authority (TPA),
que le aprobara el Congreso, se ha lanzado en desenfrenada
carrera a promover tratados de libre comercio (TLC) con los
países del continente más cercanos a sus propuestas y criterios.
Para empezar, finiquitó el tratado que venía negociando con Chile
durante casi una década, estableciéndolo como un nuevo
antecedente del ALCA, además del TLCAN. Así mismo, pese a las
diferencias que subsisten en algunos temas, cada vez está más
próxima la firma del CAFTA o acuerdo de libre comercio con cinco
países de Centroamérica (Costa Rica, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Guatemala), también involucrados en el Plan Puebla-
Panamá. Y, como se hizo público en Miami, Colombia y Perú y, con
ellos, otros dos países andinos, Bolivia y Ecuador, se aprestan,
tal vez en conjunto, a iniciar las conversaciones
correspondientes. Panamá y República Dominicana también se han
anunciado como eventuales suscriptores de respectivos TLC. De tal
forma que si antes de Quito el antecedente más próximo era el
TLCAN, a finales de 2004, como mínimo, se tendrán también el
CAFTA y el acuerdo con Chile.
Y, precisamente en cuanto a este último, pese a que George
W. Bush advirtió en Québec que "el ALCA no era otra cosa que la
extensión del TLCAN al resto de países", ahora, personajes
influyentes como Regina Vargo, vicerrepresentante comercial de
Estados Unidos, lo define como "el más liberador de comercio que
EU haya negociado con cualquiera de sus socios". En una
conferencia en ese Vaticano del neoliberalismo que es el Cato
Institute, resaltó "La amplitud, la transparencia, el modernismo
y los enfoques laborales y ambientales" del mismo.
No es insólito suponer que en la medida en que los países
vayan pasando al turno en la fila de tratados, aumente ese grado
de liberalismo económico que tanto encomian Zoellick y sus
segundos. En tal sentido se comienza a entender por qué un peón
hecho alfil para recorrer los Andes, como el ministro de Comercio
Exterior de Colombia, Jorge Humberto Botero, sentenció aún sin
calentar la silla de la ronda de negociaciones: "Sería una
insensatez seguir fabricando carros en Colombia". Una afirmación
que de entrada produjo una reacción general de muchas ramas de la
economía colombiana: los fabricantes de partes para automóviles
piden negociar sin afanes; la industria farmacéutica nacional
rechaza el inicuo sistema de patentes; la cadena confección-
textil reclama protecciones especiales; los avicultores piden
salvaguardia frente al ingreso de los trozos de pollo; la Cámara
de Comercio Colombo-Venezolana denuncia en un estudio serio que
de los mil millones de dólares que anualmente exporta Colombia a
Venezuela, 832 productos, que representan el 65 por ciento, están
en peligro frente a las importaciones de otros países,
especialmente Estados Unidos y en menor grado Brasil. También
grupos destacados de los cultivadores de caña y panela y de palma
africana, de los paperos, cafeteros, arroceros y productores de
leche piden ser excluidos de la negociación. Ni siquiera lo que
fue un paliativo en México, el ensamble de vehículos, podría
darse en Colombia.
Recurriendo a estos tratados de libre comercio, Estados
Unidos va construyendo un Plan B que le permita asegurarse a los
menos reticentes de la región. Así lo señaló Robert Zoellick en
un artículo reciente para el Financial Times, titulado "Dos
caminos para el ALCA", aseverando que "excluidos los EU, esos
socios representan 68% del PIB del hemisferio. El comercio
norteamericano con los centroamericanos y los dominicanos excede
nuestro comercio con Brasil". Así enfrenta esta batalla que, en
últimas, es una batalla por la ratificación o la reversión de los
principios neoliberales.
La Declaración de Miami
Resulta fácil deducir de lo anterior por qué la Declaración
de Miami terminó siendo un híbrido, diferente del proyecto
inicial que "sin discusiones democráticas, con plazos perentorios
y de un sólo impulso" preconizaba la imposición de una
"Constitución Económica" para 34 países. De alguna forma el
"esquema primigenio" quedó relegado (Acosta, La Insignia, 2003),
distante de la idea inicial, de "la zona franca entre Alaska y la
Tierra del Fuego". Un texto que refleja pricipalmente el forcejeo
y las circunstancias cambiantes ya descritos.
Una revisión de la literatura sobre el galimatías del texto
original de la Declaración de Miami, fruto, como ya se dijo, del
estado actual de la contradicción, arroja más de una veintena de
calificativos descriptivos. Entre los más comunes están: ALCA
light o scaled-down (en inglés), desideratado (en portugués),
flexible, "un nado en dos aguas", delgado, desinflado, "Alquita",
ALCA de primer y segundo piso, ALCA en dos vías, ALCA –
supermercado, " ALCA a la carta" (en español) o el que Robert
Zoellick le dio: "Dos vías para el ALCA".
Y no es para menos. Cuando se toma el documento, suscrito en
Miami un día antes de lo previsto, cuya mera existencia terminó
al parecer siendo lo más valioso, no importa cuán vago y confuso
fuera, se lee: "Los Ministros reafirman su compromiso con un ALCA
comprehensivo y equilibrado (…) Los Ministros reconocen que se
necesita flexibilidad para tomar en cuenta las necesidades y
sensibilidades de todos los socios del ALCA. Estamos conscientes
de que el objetivo de las negociaciones debe ser un acuerdo
equilibrado que aborde la cuestión de las diferencias en los
niveles de desarrollo y tamaño de las economías del Hemisferio,
mediante varias disposiciones y mecanismos (…) Procuraremos
desarrollar un conjunto común y equilibrado de derechos y
obligaciones que sean aplicables a todos los países (…) Además,
las negociaciones deberían permitir que los países que así lo
decidan, dentro del ALCA, puedan acordar beneficios y
obligaciones adicionales. Una posible línea de acción podría ser
que estos países lleven a cabo negociaciones plurilaterales
dentro del ALCA para definir las obligaciones en cada área
respectiva."
¿Cómo es un ALCA comprehensivo y equilibrado? ¿Con qué
flexibilidad se tendrán en cuenta "las necesidades y
sensibilidades de todos los socios"? ¿Cuáles son los mecanismos
que permitirán abordar las diferencias de tamaño y desarrollo?
¿Hasta dónde alcanza el conjunto común de derechos y
obligaciones? ¿Hasta el TLCAN, hasta donde alcanzó el Tratado con
Chile o hasta donde se rebase el CAFTA? ¿Se aceptará la versión
de ALCA light por la que está Brasil? Y, todavía más, ¿existe un
techo para las negociaciones bilaterales o plurilaterales?
¿Dependerá entonces del grado de obsequiosidad o de auténtica
independencia del gobierno de turno frente a la contraparte? ¿Se
impondrá, al final, la más peligrosa de las normatividades cual
es la falta de normatividades? Estas preguntas conducen a colegir
que tanta indeterminación puede al final convertirse en "el peor
de los mundos".
La Declaración de Miami plasma el estado actual de la pugna
entre las dos fuerzas principales en la composición del ALCA,
Estados Unidos y Brasil, las dos primeras economías, las dos
naciones más pobladas y, por ende, las de mayor mercado interno,
fue "la forma como firmaron sus diferencias frente a las cámaras"
(Weisbrot, 2003), "una frágil imagen de armonía" (Johnson, 2003).
Ambas partes han sentado posiciones rígidas en temas en los que
no hacen concesión alguna. Brasil, apoyado por Mercosur, ejecuta
toda suerte de malabares para defender sus intereses en un
conflicto en el que, pese a todo, ellos no se llevan la parte del
león.
Y, en ese orden, llama la atención que en ambos países,
fuentes muy oficiales reclamen el resultado de Miami como un
triunfo. Rubens Ricupero, brasilero, secretario general de
Unctad, lo calificó como "una brillante victoria diplomática de
Celso Amorin" y agregó que la mitad del comercio mundial se da a
través de acuerdos bilaterales, los que podrían ascender a una
suma de 300 tratados para 2005. No obstante, en perspectiva,
Ricupero avizora un entendimiento entre los dos principales
países, "las divergencias se podrán suavizar. Del lado americano,
pasadas las elecciones presidenciales, el año que viene, veo
posibilidad de concesiones 'moderadas', para productos como jugo
de naranja y azúcar". Ricupero cree además que "las objeciones
brasileñas para negociar temas sensibles como inversiones y
propiedad intelectual también se aliviarán con el tiempo".
Pero, del mismo modo, los funcionarios norteamericanos dan
su propio parte de victoria: "Los negociadores evitaron la
fractura de las negociaciones" o el propio Zoellick: "Estoy muy
contento porque estamos desarrollando un espíritu de empuje
serio, para obtener resultados prácticos". Así de simple: un
acuerdo "práctico y realista". El Grupo de Diarios América
sentencia: "El objetivo de Zoellick permanece intacto: el ALCA
sigue en su ruta hacia enero de 2005". Y agrega estas palabras
del representante comercial de Estados Unidos: "El ALCA ahora
está de vuelta a su rumbo".
Pese a tan sonoros partes de victoria hay consenso acerca de
lo que está por venir. El ministro de Agricultura de Brasil,
Roberto Rodrigues, ya anunció "una lucha sangrienta" para la
reunión de la primera semana de febrero próximo en Puebla, donde
se definirán las obligaciones básicas y comunes para los 34
miembros en los nueve capítulos, y en eso coincide con el
profesor de la Universidad Internacional de Florida, Antonio
Jorge: "Todos los temas se pospusieron, y ahora queda muy poco
tiempo para que las profundas diferencias que existen entre los
países sobre temas como subsidios, la propiedad intelectual y las
compras de los gobiernos sean superadas en solo un año".
Por ende, el episodio de Miami parece ser el primero de
varios más en esa tónica, sin olvidar que las normas más
agresivas en materia mercantil, legal e institucional continúan
vigentes, que en los tratados de libre comercio la letra menuda,
"el demonio de los detalles", como lo llama Maquiavelo, es más
importante que lo que la burocracia internacional denomina "la
arquitectura" de los tratados. Una sola cláusula puede volver a
una nación esclava de otra y en el menú del ALCA sí que abundan
este tipo de cláusulas.
En efecto, la extensión del Trato Nacional (TN) a las
mercancías de la maquila y a las partes que las componen, como
también a los inversionistas, a los prestadores de servicios y a
los concursantes en las ofertas de las licitaciones y compras
estatales, continúa siendo la gran amenaza para que las economías
poderosas y sus empresas "se traguen" a las más débiles.
La regla NMF (Nación Más Favorecida) permite que, por
ejemplo, las concesiones que se hagan entre países de igual nivel
de desarrollo se trasladen de ese modo a otros de economías
superiores.
Y también prevalece el control a la libre movilidad de la
fuerza de trabajo. La teoría elemental del comercio internacional
establece que si los factores de producción se mueven libremente,
el precio tenderá a equilibrarse, precisamente lo que no se
permite en ninguna de las modalidades del ALCA. Hay plenas
garantías para el capital y no para el trabajo. Los salarios
envilecidos del sur serán indispensables para tener a este lado
del continente los guetos de mano de obra barata.
Y, en cuanto a libre circulación del capital financiero,
debe tenerse en cuenta que en el capitalismo contemporáneo ésta
es la principal urgencia, por encima de la circulación de
mercancías. En torno a ella las economías imperiales, donde
predomina el capital financiero especulativo, muestran una
posición intransigente; es, al fin y al cabo, la sangre que les
corre por las venas. Las garantías de expansión y de seguridad
que reclaman pueden volver antagónica la contradicción con
quienes se opongan a ello. Y esto sí que es más válido en el caso
de Brasil donde, por sus características geográficas, la
distancia con Estados Unidos, el gran mercado interno, la
extensión del territorio, la inmensa población, "tomar" la
economía con el ALCA, el principal botín que persigue el Tío Sam,
exige la plena libertad de los flujos de capital. Esa "toma" de
la segunda economía del continente requiere la penetración física
del capital extranjero.
De hecho las estadísticas así lo corroboran. Entre 1996 y
2001, Brasil, después de China, es el principal destino de la
Inversión Extranjera Directa (IED) entre las naciones "en vía de
desarrollo", por encima de Hong Kong, Singapur, Islas Caimán,
Bermuda, Malasia, México y Argentina y también de los nuevos
favoritos como Polonia y República Checa. En este lapso, Brasil
recibió más del 30% de la IED de Suramérica y, en 1998, 2000 y
2001, algo más del 50%. (Unctad, World Investement Report 2002).
Por tanto, saber cómo Brasil define y avala en el ALCA los
accesos del capital norteamericano a su economía es un tema
crucial que, para resolverse si la contradicción se torna
insoluble, podría arrastrar incluso consecuencias políticas.
Los TLC: la nueva y más aguda competencia entre pobres después de
Miami
Antes de Miami, el escenario de negociación, dada la
preponderancia evidente de la economía norteamericana ––Estados
Unidos abarca casi el 80% del PIB total del ALCA––, presagiaba
una dura competencia entre las demás naciones por ofrecer a la
economía norteamericana menores tarifas y desgravaciones
arancelarias inmediatas en porciones mayores del universo de
productos, como también en el tráfico de partes para el ensamble
y la maquila.
Esa "competencia entre pobres", la más dañina de las
competencias, se ve reforzada por el hecho de que la oferta
exportadora de la mayoría de los países latinoamericanos está
compuesta por bienes primarios, principalmente materias primas y
productos tropicales o intensivos en recursos naturales. Vale
decir que este tipo de géneros son los que más sienten el rigor
del actual orden mundial. De hecho, la superproducción, la
tendencia a la baja de la demanda y la especulación financiera
que sobre ellos se ejerce en los mercados bursátiles de
commodities, han deprimido ya los precios en la globalización que
el mundo padece. En los últimos seis años, el fenómeno ha sido
especialmente notorio en azúcar, café, estaño, pulpa de madera y
harina de soja, artículos de los que dependen las ventas externas
de un buen número de países latinoamericanos. Sin tener en cuenta
el petróleo, la disminución de los precios unitarios de dichas
exportaciones en ese periodo es de cerca del 25% (Cepal, 2003).
De tal forma que el ALCA tiende hacia un regateo aún mayor
entre los países con oferta similar, en aras de que "el mercado
más grande del mundo" les compre productos. Del mismo modo, al
consagrarse la libre circulación de las partes y al crearse una
estandarización aduanera, se agrava la pugna por otorgar mejores
condiciones de costo de mano de obra para las industrias de
ensamble y maquiladoras. En seis de doce países estudiados por la
Cepal ha disminuido en los últimos tres años la remuneración
media salarial con relación a 1995, teniendo en cuenta en el
promedio hasta las escalas más altas. En la manufactura de 19
países estudiados por el Departamento norteamericano de Comercio
en 1999, 17 tenían salario por hora inferior al de Estados Unidos
en 1/7 parte. Elaborar a la barata la "puntada final" de los
insumos producidos en el Norte será otra de las lides en las
cuales se enfrascarán entre sí los países del Sur. Un estudio de
la Comunidad Andina de Naciones ratifica lo expuesto: no ve
posible en el ALCA mayor diversificación para la estructura
actual de las exportaciones de Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela
y Ecuador.
Antes de Miami, con excepción de las ofertas antes
explicadas, se hablaba de un compromiso homogéneo en los demás
capítulos para todos los suscriptores del Tratado. No obstante,
después de Miami, "el ALCA a la carta" altera de tal modo la
situación, que quien realmente terminará "comiendo a la carta"
será Estados Unidos. En efecto, una conclusión clave salida de la
capital del estado de La Florida es que América se aproxima a
"una maraña de acuerdos bilaterales o plurilaterales en la que
algunas naciones, tal vez la mayoría, aceptarán las propuestas
hechas por Estados Unidos", de acuerdo con un informe del Grupo
de Diarios América.
Una vez resuelta la fórmula de obligación común, lo demás
será la competencia por ver quién cede más, ya no sólo en la
oferta comercial sino en temas como propiedad intelectual,
inversiones, servicios, compras estatales y solución de
controversias. Se parte, claro está, de aceptar los subsidios
agrícolas gringos y sus medidas antidumping.
En el caso de Colombia, dos documentos ayudan a explicar lo
anterior. El primero, un estudio del Departamento Nacional de
Planeación sobre las implicaciones de un tratado bilateral con
Estados Unidos, que contempla no sólo las graves secuelas que le
acarreará a nuestro país sino también a los demás, y el segundo,
la carta dirigida por Robert Zoellick al Congreso de Estados
Unidos en la que esboza los 39 objetivos que se propone Estados
Unidos obtener en el acuerdo con los países andinos.
El Departamento de Planeación afirma que, como sucede en
casi toda Latinoamérica, once productos representan el 82% de las
exportaciones colombianas a EU. En valor, los combustibles
(petróleo, carbón y fuel oil), el banano, las flores y el café
alcanzan el 70% de las divisas. Es tan reducida la oferta
exportadora, que de las preferencias arancelarias que brindó el
Atpdea para 5.528 posiciones, apenas se han podido beneficiar 14.
Del valor total de las ventas cobijadas por este último
mecanismo, el 87% son de nuevo flores, fuel oil y pigmentos para
pinturas. Una de las explicaciones que da el estudio a esta
insólita circunstancia es que el 75% de los bienes que podrían
ampliar la oferta tienen "barreras no arancelarias". Lo anterior
significa que el Tío Sam da con una mano y quita con la otra. Los
artículos y bienes comprados a Estados Unidos son bastante
diferentes: maquinaria y equipo, vehículos, productos químicos,
insumos industriales, alimentos, bebidas, tabaco y agricultura.
Se ratifica aquí lo que se ha demostrado en múltiples ocasiones:
el Sur vende productos básicos y el Norte bienes de capital e
intermedios.
Cuando se analizan, bajo el eventual supuesto de las
ventajas comparativas en un acuerdo bilateral con aranceles cero,
cuáles serían las mercancías que podrían verse favorecidas, se
destacan petróleo, barro, loza, joyas, café, porcelana, textiles
y cuero. Pero cuando se buscan aquellos en los que Estados Unidos
muestra neta "superioridad", la lista es larga: maquinaria y
equipo, madera, alimentos, fibras para textiles (con lo cual
nuestras telas sólo serán una confección de esas fibras),
químicos, derivados del petróleo, caucho y plásticos, insumos
para la fabricación de artículos metálicos, etc. Es decir, el TLC
ahondaría más la inicua división del trabajo que hoy ya se da
entre las dos economías.
En términos macroeconómicos, el balance es peor: las
importaciones crecerán el 11,92%, mientras que las exportaciones
sólo lo harán el 6,44%. Los retornos al capital serán superiores
a los del trabajo calificado, que escasamente generarán 180 mil
empleos en un país donde hay tres millones de desempleados. Y el
costo tributario por la eliminación de los derechos aduaneros
será de casi 600 millones de dólares, un tercio de lo que es el
déficit fiscal de 2003. El estudio subraya que el principal
resultado se dará en términos de bienestar al abaratarse los
costos de los nuevos bienes importados, entre ellos alimentos y
vestuario, mas no contempla que para compensar los recursos no
recaudados por aranceles, dichos productos tendrán fuertes
impuestos al consumo, con lo cual la gran ganancia en bienestar
se verá sin duda bastante degradada.
El otro aspecto que explora el documento es el efecto en
otros países en caso de que sólo Colombia firmara el tratado.
¡Atérrense! Lo principal sería un deterioro del bienestar en el
resto de los países, especialmente los vecinos, porque, al
concentrarse el comercio de Colombia con Norteamérica, estos
deberán adquirir a otros proveedores y a mayores precios lo que
ahora le compran a Colombia. Ya la Cámara de Comercio Colombo-
Venezolana advirtió que allí Colombia será sustituida por EU.
Así, ese país no sólo termina de capturar nuestro mercado
interno, sino también los que nosotros cedemos. Gana por punta y
punta.
Aplicando un modelo econométrico en la eventualidad de que
haya una vigencia plena del ALCA, con los respectivos tratados
bilaterales y multilaterales, se concluye que en la remuneración
al trabajo calificado vencerán a Colombia los siguientes países:
Perú, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Costa Rica y, en
general, Centroamérica. E, igualmente, los beneficios para la
mano de obra no calificada serán mayores para Chile, Ecuador,
Bolivia, Centroamérica y Paraguay.
Y, ya en el colmo de las desgracias pronosticadas, cuando se
clasifican nueve ramas básicas de productos más comunes y se
observa en cuáles crecerán la producción, las exportaciones y las
importaciones, se concluye que éstas últimas aumentarán en todas
pero que sólo en dos de ellas se incrementarán la producción y
las ventas externas.
A tan crudas realidades, no contadas por los opositores sino
por voces oficiales, se les agrega esta observación: el estudio
no calcula los impactos en la economía de los otros ocho temas.
¡Peor imposible!
Precisamente de aclarar este punto es de lo que se encarga
Robert Zoellick en la carta de solicitud al Congreso
estadounidense ya nombrada. En ella deja por sentado que el TLC
con los países andinos beneficiará a los agricultores gringos, a
los trabajadores gringos, a los negocios gringos y a las familias
gringas, que ayudará al crecimiento económico de Estados Unidos y
a mejores trabajos allá. Resalta su interés en mercado
colombiano de alimentos para sus exportaciones agrícolas al
identificar a Colombia como el más grande comprador de esta rama
de la producción que tiene Tío Sam en el hemisferio occidental.
Habla de que son 93 millones de consumidores con cierta capacidad
de poder adquisitivo para un amplio rango de sus productos y
servicios, entre los que destaca los servicios bancarios,
financieros y de seguros. Así mismo, acentúa algunos objetivos
específicos por país así: en Ecuador y Colombia la solución de
las disputas estatales con algunos inversionistas gringos, y en
Perú, según dice, favorecer los derechos de los trabajadores.
Zoellick no deja además de atribuirle al TLC un cariz de gran
cruzada cuando añade que con ella se combatirá en los países
andinos la corrupción, se colaborará con la democracia y, claro
está, se afianzarán los planes intervencionistas, bajo la mampara
de la lucha contra el narcotráfico, en el Plan Colombia.
Pero hay más. Zoellick añade a manera de memorando 39
objetivos de Estados Unidos en la negociación. Van desde la
apertura de mercados para telecomunicaciones, energía y
mensajería, facilidades para el comercio electrónico, solución
adecuada de controversias, mantenimiento de salvaguardias donde
EU lo requiera y , a la vez, la eliminación de las que los
andinos tengan como el Arancel Externo Común y las franjas de
precios, un sistema de patentes a su medida y mayores
compensaciones y confiscaciones por productos "pirateados", hasta
garantías de agilidad para el trámite comercial de bienes
perecederos, agilidad aduanera, Trato Nacional (TN) para
inversionistas y para exportadores norteamericanos de bienes que
atiendan las compras y licitaciones estatales en los países
andinos. Además, ellos deberán acompañar a Estados Unidos en la
OMC defendiendo las posiciones norteamericanas en cuanto a
subsidios para géneros agrícolas, los cuales mientras tanto
continuarán distorsionando los precios y arruinando productores
en los países importadores. También esa solidaridad deberá darse
en las discusiones mundiales en los temas de servicios y
propiedad intelectual.
Paradójicamente, mientras el estudio del gobierno colombiano
recomienda que la estrategia es intentar que las barreras no
arancelarias se reduzcan un poco o que se amplíen las cuotas de
adquisición, el tono de Zoellick insinúa lo contrario: que
Estados Unidos viene por todo, que si en la apertura, como
dijimos en Colombia, fueron por la tela, la tejedora y el telar,
ahora vienen por la ataúd de la que tejía, la chatarra que quedó
del equipo y el harapo que resta de la pieza.
Conclusiones
Después de Miami los axiomas del ALCA continúan
considerándose como la gran panacea. Me refiero al teorema de las
ventajas comparativas, el comercio exterior infinito y las
supuestas atribuciones mágicas del capital financiero
especulativo para generar empleo, inversión y ahorro. Aunque se
adopten nuevas modalidades que carguen con denominaciones
estrambóticas, no por ello dejan de ser menos dañinas y tal vez
más eficaces en los planes de recolonización. El "ALCA-
Supermercado" no lo es como tal para todos los potenciales
clientes y mucho menos cuando se administra bajo los postulados
impuestos a los países débiles por una superpotencia.
En algunos ámbitos, la teoría de la inevitabilidad de los
tratados y por ende del ALCA se está reemplazando por otra
análoga consignada en el estudio del Departamento Nacional de
Planeación de Colombia: "Pueden no firmarse, pero si los otros
países firman, será peor". Es lo que podría bautizarse como la
teoría del "segundo peor" o mal menor: el ALCA y los TLC
ocasionan graves riesgos, acarrean amenazas y dejan perdedores.
El de Chile, que le reporta beneficios por 500 millones de
dólares a este país pero a EU le da 4.000, que desgravó de
inmediato el 85% de los productos, pero que otorgó plenas
garantías a las inversiones gringas de 15.000 millones de
dólares. No obstante, arguyen los teóricos del mal menor, quedar
aislado sería más catastrófico. En otras palabras, a los países
de Latinoamérica se les pone a escoger entre dos males: ser
ahorcado en un roble o en una encina. Y, de contera, a apostar
entre cuál de ellos logra pasar mejor el ahogo dentro de la
lógica de que al que más ceda mejor le va: "A más apertura y
liberalización, más crecimiento", reza sin cesar el estribillo
neoliberal. Son los típicos negocios entre el león y el cordero,
como apuntaba un reconocido columnista colombiano (Caballero,
2003).
Y esto se le dice a una parte del Hemisferio que muestra los
peores desempeños en los últimos tres años: los más altos niveles
de desempleo ––10,9% en solo el primer semestre de 2003––,
crecimientos negativos del PIB e inferiores al 1,5%,
estancamiento y en no pocos años reducción del ingreso por
habitante, muy precarias disminuciones de la magnitud de la
pobreza y la indigencia, aumento de la deuda externa,
transferencia negativa de flujos de capital, déficit recurrente
de la cuenta corriente de la balanza de pagos, disminución de los
valores unitarios de los bienes exportados y déficit mayores en
el ejercicio fiscal de los gobiernos por cubrir el servicio de la
deuda para no nombrar sino los primeros quebrantos (Cepal, 2003).
Los principios incorporados en el ALCA y en los TLC son los
mismos que han producido esa hecatombe. Sólo que ahora lo harán
en mayor grado, acompañados de un nuevo conjunto de armas de
destrucción masiva económica y social. Con sobrada razón el
senador colombiano de la Unidad Cívica Agraria-MOIR de Colombia,
Jorge Enrique Robledo, ha difundido la descripción del ALCA como
ALCA-ído…caerle, algo que no sólo se corrobora para esa nación
sino para las demás de Suramérica.
Pese a que en Miami se excluyó uniformar todas las reglas
para facilitar aún más la operación continental de los monopolios
multinacionales, los reglamentos que consagran el nuevo orden
económico vendrán de todas formas dosificados o en una sola toma,
entremezclados con la constelación de iniquidades e inequidades
que representan los subsidios agrícolas, las privatizaciones y la
maquila, que acaban con la soberanía alimentaria, subastan el
patrimonio público y envilecen la mano de obra, en especial la
femenina. En Colombia, ha dicho el presidente de la Sociedad de
Economistas, significaría un retroceso de 50 años (Amílkar
Acosta, 2003) y connotados académicos tan disímiles como Stiglitz
o Bhagawati han coincidido en que nada de esto es lo que se
conoce como "libre comercio". En fin, se revalida todo el
neoliberalismo.
En la puja por satisfacer al imperio, América Latina tenderá
a dividirse llevando la peor parte los países más débiles, aunque
mucho se charle en la Declaración de Miami de equilibrio y de
Estrategias de Creación de Capacidad Comercial para las economías
más pequeñas. Ya se vio en Miami cuando México, Chile y Canadá
exigieron que todo el resto de países cediese tanto o más de lo
que ellos habían cedido. Pero, al final, todo redunda en el
fortalecimiento de Estados Unidos en el patio trasero, cuidándose
de sus rivales de Europa y Asia.
Ante el futuro de atraso que entraña la fórmula ALCA + TLC
urge que las naciones de Latinoamérica coordinen la acción,
dirigentes políticos incluidos, para abrirle camino a una
concepción diferente del desarrollo que parte de consolidar el
mercado interno de los países. Es menester desechar las tesis de
los modelos exportadores, cuyos resultados las descalifican por
sí solas. Sin defender la autarquía, es indispensable insistir en
que no se debe importar lo que las economías pueden producir. Los
supuestos ahorros que los consumidores reciben por los bajos
precios de los bienes importados, si es que se dan, tienen como
contraprestación el desempleo de los desplazados y el incremento
de los impuestos a las ventas con los que se financia el déficit
que se causa. Los procesos de acumulación interna que articulan
los distintos sectores de la economía y las diferentes regiones
de los países no podrán desecharse por obra y gracia del Consenso
de Washington. En tal sentido, la verdadera integración se
edifica sobre la base de coordinar entre sí las ramas
complementarias que se den entre los países para que ella opere
bajo los criterios de beneficio recíproco y no bajo las leyes de
la salvaje confrontación que trae consigo la globalización
contemporánea.
Los procesos políticos hacia aquellas opciones que no
claudiquen frente a la imposición imperialista habrán de
profundizarse en calidad y cantidad. Con la cuña de los TLC como
complemento del ALCA, hallar salidas independientes se constituye
en necesidad más apremiante que nunca. La autodeterminación y el
pleno ejercicio de la soberanía son los únicos criterios que
pueden primar frente a las negociaciones.
Los parlamentarios y políticos han de exigir que los
tratados no se sigan negociando a sus espaldas y a escondidas del
resto de sectores sociales afectados. Deben demandar que cesen
esos acuerdos y que los convenios comerciales sean los que cada
país requiera según su propia conveniencia y sabiduría, sin
imposiciones ni mandatos. Y, finalmente, la acción política de
lucha contra el ALCA no debe circunscribirse a los recintos
políticos y parlamentarios, sino fundirse con todas las
expresiones de resistencia de los pueblos y las naciones contra
el proyecto colonialista norteamericano, salido de Miami con la
denominación ALCA + TLC.
* Documento presentado al Foro "El ALCA después de Miami",
organizado por la Fundación Chile 21 y la Friedrich Ebert
Stiftung, Santiago de Chile, diciembre 18 de 2003, a nombre de
Unidad Cívica Agraria – MOIR de Colombia.
https://www.alainet.org/es/articulo/109022
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