La "familia Monster" en la granja y los "locos Adams" en el gobierno
Vaca Loca en Estados Unidos
05/01/2004
- Opinión
La confirmación de un caso de "vaca loca" en Estados
Unidos ha causado conmoción. El animal con encefalopatía
espongiforme bovina (EEB) era una vaca lechera que
procedía de un rancho en el estado de Washington. Había
sido sacrificado el 9 de diciembre, y el azar determinó
que una muestra de sus tejidos entrara en el sistema de
monitoreo veterinario del Departamento de Agricultura de
ese país.
El caso ha puesto nuevamente en primer término la
pesadilla que se vivió en Europa años atrás, en especial
cuando Inglaterra padeció el problema con un costo
enorme. Justamente allí se detectó que los humanos podían
contraer una afección similar, al ingerir carne
contaminada, lo que explica la reacción pública frente a
esa afección.
Los impactos del nuevo caso son enormes, tanto dentro de
Estados Unidos como a escala internacional. El consumo
interno de carne caerá, los flujos exportadores
prácticamente se cerrarán, de donde se estima que la
industria de la carne de EE.UU. perderá casi 6 mil
millones de dólares (más de la mitad debido a
exportaciones canceladas) y se abren nuevas interrogantes
sobre los controles sanitarios. Treinta países ya han
anunciado que suspenden la compra de carnes desde
Estados Unidos, por lo que el 90 % de las ventas externas
ya se perdieron.
La erupción de la EEB es parte de la tendencia actual de
insistir con animales y plantas cada vez más
artificiales. Los graneros, las granjas y las praderas
reciben toda clase de miembros de esta nueva "familia
Monster": desde plantas transgénicas que secretan sus
propio insecticida a vacas que dejaron de ser herbívoras,
como sus ancestros más recientes, para convertirlas en
carnívoras (en sentido más estricto, en carroñeras que se
alimentan de los desechos de otros animales muertos). En
esa alteración básica tanto de la fisiología animal como
en su ecología, se disparó la EEB: la afección original
que era propia del ganado ovino, logró trasladarse a los
vacunos, y de allí, de tanto en tanto, afecta a los
humanos.
Buena parte de la controversia actual no enfoca los
aspectos positivos o negativos de tener los campos
poblados por la "familia Monster", sino que lamenta los
impactos económicos y avanza en una supuesta salida en
generar más y más controles. La visión tradicional no
pone en discusión el tipo de ganado que criamos, ni el
tipo de tecnología asociado al ganado estabulado
convertido en carroñero. Ese tipo de producción ganadera
se da por bueno, se lo reviste de una imagen de
modernidad y cientificidad, y entonces la discusión se
enfoca sobre los controles.
Es que mientras la "familia Monster" está en los graneros
y los campos, los "locos Adams" están a cargo de todo el
sector agroindustrial. En los gobiernos, en las empresas
y en buena parte de la comunidad científica y tecnológica
se defiende una y otra vez esa opción productiva,
usándose los más alocados argumentos. Las jerarquías de
Washington el mismo día que anunciaban el caso de "vaca
loca" indicaban que no representaba una caso de
bioterrorismo, abriendo una vez más la puerta al miedo y
la desinformación. Repitieron su fe en los controles, a
pesar que esas mismas autoridades no habían impuesto, por
ejemplo, filtros fronterizos con Canadá, ni ampliaron las
muestras bajo escrutinio para identificación de la
afección. Además, anunciaron que sospechaban que la vaca
en cuestión provenía de Canadá, buscando reducir las
culpas propias y dejando al vecino bajo las sombras. No
olvidemos que la detección del animal afectado ocurrió
después que fue faenado; sus partes se desperdigaron con
diferentes fines en por lo menos ocho estados, y todavía
siguen buscando sus rastros.
Los "locos Adams" defienden todo un paquete tecnológico,
donde se maximiza la producción de carne en el menor
tiempo posible, y para ello se instalan proveedores de
alimentos adicionales. En muchos casos la agricultura se
ha derivado en producir raciones para la cría intensiva
del ganado. Todo el paquete es más y más complejo, y
mueve cifras crecientes de dinero. El productor ganadero
vende más animales, y cada uno de ellos es más pesado;
pero necesita comprar cada vez más alimentos, aplicar más
y más drogas, tener mayores instalaciones que consumen
más energía y más agua. Los granos deben crecer cada vez
más rápido, y por lo tanto si son transgénicos mejor.
Todo el paquete es una delicia del capitalismo
biotecnológico, pero un dolor de cabeza para la
ecología.
Intentar manejar esos grandes niveles de complejidad, y
el dinero que se mueven a su alrededor, sólo por medio de
controles y fiscalizaciones, es como enfrentar a niños
que juegan con explosivos, y decirles que pueden seguir
haciéndolo mientras se instalan más controles y
salvaguardas para evitar una explosión. Si apeláramos al
sentido común, ¿no sería más adecuado simplemente dejar
de fabricar esos productos peligrosos? Consecuentemente,
¿por qué no volver a la producción natural, donde las
vacas caminan y comen pasto? Sin embargo, el sentido
común ha desaparecido, y los "locos Adams" insisten con
la "familia Monster".
Los casos de EEB no son hechos aislados, calamidades
ocasionales en un camino sembrado de éxitos científicos,
sino que se suman a muchos otros problemas. En los
últimos tiempos se han repetido calamidades análogas: por
ejemplo, infecciones respiratorias en gigantescos
criaderos de aves, obligando a matar a cientos de miles
de pollos; transferencias a humanos de la influenza de
las aves; afecciones asolan a los enormes criaderos de
cerdos en varios países; etc. De esta manera, en todos
los casos donde se ha apelado a una producción artificial
y masificada, con enormes volúmenes, se han desatado
impactos ambientales y sanitarios.
El uso y abuso de los controles veterinarios y
productivos tiene límites. Cada nuevo control es más
caro, más engorroso, y el control en sí mismo es una
nueva fuente de posibles errores y problemas. Se supone
que la artificialización puede ser manejada con
competencia, previéndose los problemas y anticipándose a
ellos. Sin embargo, este caso de "vaca loca" contradice
esas aseveraciones. La sumatoria de controles sobre más
controles genera incertidumbres, ya que no opera sobre la
esencia del proceso tecnológico. Los nuevos controles se
convierten ellos mismos en fuentes de accidentes, y
generan una ilusión que se convierte en el centro de la
discusión, cuando el debate debería centrarse sobre la
viabilidad de una producción de alimentos de ese tipo.
América Latina está atrapada por esa mirada de los "locos
Adams" y sus campos poco a poco se van poblando con
variedades de la "familia Monster". Los analistas
tradicionales repiten que el caso de "vaca loca" en
EE.UU. ofrece muchas oportunidades para Argentina,
Brasil, Uruguay y otros exportadores cárnicos. Se abre
un nicho de unos 3 500 millones de dólares en ventas
cárnicas. Las mayores posibilidades están en aquellas
zonas o países donde prevalece la cría del ganado en
forma extensiva o semi extensiva, pastando en praderas
(una forma de cría que podríamos calificar de "natural").
El caso extremo es Uruguay, donde está prohibida la
alimentación del ganado con raciones derivadas de la
carne y el hueso. Pero deben admitirse algunas dudas en
ciertas zonas de Brasil y especialmente de Argentina
donde se ensayan formas intensivas a semi intensivas de
cría con complementos de raciones ("feed-lots").
Los intentos por avanzar en cría ganadera intensiva en
varios países y la proliferación de los transgénicos son
síntomas de un paquete tecnológico de alta
artificialización; es una apuesta a la "familia Monster".
Frente a este panorama, las naciones del sur deberían
dejar de restregarse las manos imaginando los nuevos
mercados que se les abre al desaparecer la competencia
de Estados Unidos, para comenzar a analizar más
detenidamente las esencias y fines de su propia
producción agropecuaria. Una vez más, la cría natural del
ganado es más barata, más sana, y por si fuera poco, más
segura.
* Eduardo Gudynas es analista de información en D3E
(Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad América
Latina). Agropecuaria
América Latina / D3E. Uruguay.
https://www.alainet.org/es/articulo/109031
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