Mumbai
27/01/2004
- Opinión
Parece estar de moda entre algunos académicos criticar las cumbres
del altermundismo. Señalan que se trata de un proceso agotado que no
genera consecuencias sociales y que es incapaz de elaborar
alternativas.
El Foro Social Mundial (FSM) de Mumbai no fue una estación de paso
más en la ruta del turismo revolucionario. Tampoco fue una especie
de Woodstock político de nuestro tiempo. En Mumbai se dieron cita
actores colectivos claves en la construcción de los sujetos
históricos capaces de enfrentar la globalización neoliberal. Los
portadores sociales del cambio se forman en el proceso mismo de la
transformación política. La cuarta edición del FSM fue un momento
clave en la gestación de un movimiento trasnacional de los
globalizados.
No es correcto juzgar al Foro por lo que no es y no se ha propuesto
ser. El FSM no es una organización, sino un espacio; no es el lugar
para elaborar un programa alternativo al neoliberalismo, sino un
terreno de conocimiento, encuentro, debate y reflexión entre fuerzas
distintas que luchan contra él; no es la instancia para coordinar
luchas o movilizaciones, sino el punto de convergencia para que
quienes asisten lo hagan. No emite resoluciones ni proclamas ni
acuerda planes de acción. Hay quien ve en ello una enorme carencia.
Sin embargo, aunque se lo propusiera no está muy claro que pudiera
hacerlo. La centralización política e ideológica de la resistencia
es tan imposible como inconveniente. La enorme diversidad de sus
integrantes, el desconocimiento real entre ellos, la falta de un
liderazgo reconocido por el conjunto hacen que su funcionamiento
descentralizado sea una necesidad.
Por supuesto, todo está claro para quienes han propuesto al
movimiento contra la globalización neoliberal adoptar como consigna
central de acción el de "una solución: revolución". Pero para
quienes consideran que se trata de reinventar la política y formular
preguntas, para las que aún no hay respuestas, las cosas no son tan
sencillas. Ello no implica "echar en saco roto" los señalamientos
que muestran la incongruencia entre proclamar que "otro mundo es
posible" y no tomar medidas para hacer realidad esa factibilidad.
La escritora Arundhati Roy señaló esta limitación durante su
discurso en la sesión inaugural. Después de reconocer el enorme
valor del intercambio de ideas dijo: "si todas nuestras energías son
desviadas hacia ese proceso a costa de una acción política real,
entonces el FSM, que ha jugado un papel tan crucial en el Movimiento
por la Justicia Global, corre el riesgo de convertirse en un activo
para nuestros enemigos. Necesitamos urgentemente discutir las
estrategias de resistencia. Necesitamos enfocarnos en blancos
reales, librar batallas reales e infligir un daño real."
Los Desobedientes italianos en el Foro Social Europeo y la analista
Naomi Klein han expresado opiniones similares. El mismo Ignacio
Ramonet, quien ha desempeñado un importante papel en el FSM,
manifestó en un artículo reciente cierto desencanto con la dinámica
que ha seguido.
El que el Foro no llegue a conclusiones no significa que no desate
procesos útiles en la articulación de los sujetos capaces de
enfrentar la globalización neoliberal. Entre otros muchos tópicos
hay tres que en Mumbai resultaron importantes para la constitución
de una izquierda planetaria laica: el papel de la secularización en
la política, la importancia de la causa de las mujeres, y la lucha
por la dignidad en entornos multiculturales.
En plena expansión del fundamentalismo religioso y el patriotismo
chauvinista en el orbe, los asistentes reivindicaron la necesidad de
secularizar la política. Aunque la preceda, el fundamentalismo
religioso y el nacionalismo intolerante se han exacerbado con la
globalización. Esta ha sumido a comunidades enteras en la
inestabilidad económica y ha erosionado su identidad, provocando que
muchos sectores de desposeídos se aferren a una identidad religiosa
politizada y a un nacionalismo estrecho como vía para adquirir
seguridad. Lejos de hacer una apología de esta reacción cultural mu-
chos conferencistas insistieron en la necesidad de enfrentar esta
tendencia y reivindicar la laicidad de la política.
De la premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi a Arundhati Roy,
pasando por la abogada Irene Khan y la dirigente indígena
ecuatoriana Blanca Chancoso, la gran mayoría de las personalidades
relevantes que asistieron al Foro de Mumbai fueron mujeres. Lo mismo
sucedió con los miles de voluntarios que, sin recibir pago alguno,
hicieron posible la marcha del evento, atendiendo a la prensa,
resolviendo problemas logísticos o traduciendo; las mujeres eran
abrumadora mayoría en sus filas. La problemática de género fue,
además, ampliamente discutida en mesas de trabajo y conferencias.
Esta masiva participación femenina y la importancia dada a la causa
de las mujeres en la agenda del encuentro muestran los avances
alcanzados por el feminismo dentro de las filas del altermundismo.
En Mumbai los pobres hablaron a los pobres como no lo habían hecho
en otros encuentros previos. Y el lenguaje que utilizaron fue el de
la dignidad y los derechos. La globalización neoliberal es
incompatible con la globalización de los derechos humanos, dijeron
de muchas formas. La masiva presencia de dalits, los intocables, en
el acto, evidenció su reivindicación de reconocimiento de una nueva
identidad y un nuevo estatus, basada en la destrucción total de las
estructuras sociales tradicionales hindúes.
Más allá de sus limitaciones, Mumbai fue un momento clave en la
revuelta de los globalizados.
La Jornada, México D.F. Martes 27 de enero de 2004
http://www.jornada.unam.mx/2004/ene04/040127/017a2pol.php?origen=opi
nion.php&fly=1
https://www.alainet.org/es/articulo/109304?language=es
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