Panamericanismo versus Bolivarianismo
04/02/2004
- Opinión
Indice
I. ENFOQUE CONTINENTAL
1. El ALCA y el "crack" del capitalismo global
2. ALCA: la "otra" guerra de Washington
3. ¿ALCA o ALBA?: el dilema latinoamericano II. ALCA: UNA PROPUESTA DE INTEGRACIÓN-DESINTEGRADORA 4. El ALCA a la luz del TLCAN
5. El ALCA y la falacia del mercado ampliado
6. El ALCA, la deuda y las inversiones especulativas
7. ALCA: el camino de la servidumbre
8. Ecuador frente al ALCA: un salto al vacío III. LA RESISTENCIA 9. Planteamientos para un debate fuera (o dentro) del ALCA
10. Jornadas antiALCA en la Mitad del Mundo I. ENFOQUE CONTINENTAL 1. El ALCA y el "crack" del capitalismo global (+) Apoteosis y hundimiento de la globalización corporativa Sucesos recientes en el escenario de las altas finanzas mundiales, con las emblemáticas quiebras de las firmas Enron y WorldCom y los aparatosos desplomes de la Bolsa de Nueva York, han resucitado el fantasma de la Gran Depresión de los años 30. De su lado, los descalabros monetario-financieros en el Mercosur –mal atemperados por los blindajes del FMI- han venido a corroborar la presunción de que el capitalismo global ha devenido un caso clínico. Los presagios sombríos se multiplican incluso entre los apologistas del establishment. ¿Qué hay detrás de los espasmos cada vez más frecuentes que soporta el capitalismo tanto en sus núcleos centrales como en la periferia? ¿Qué salidas explora el sistema? Caracteriza al capitalismo su desigual desenvolvimiento en el espacio (países que crecen y países que se estancan e incluso retroceden) y en el tiempo (ciclos con sus fases de auge, crisis, recesión y reanimación). Las crisis constituyen el momento crucial para ese régimen económico-social, puesto que ponen a prueba su capacidad de reproducción. E incluso, desde una perspectiva temporal más amplia, interpelan sobre la validez del multisecular paradigma de la Modernidad y el Progreso. ¿Por qué sobreviene una crisis? Las crisis capitalistas –independientemente de sus circunstancias particulares y anecdóticas- obedecen siempre a su contradicción esencial, es decir, al desajuste entre el valor de las mercancías producidas y el volumen de la demanda de las mismas. Expuesto en otros términos, traslucen el desequilibrio entre el carácter social de la producción y la forma privada de apropiación de los frutos de la actividad económica. Este punto de vista, antes que expresar una anacrónica visión sindicalista, refleja la realidad más cruda de este tornasiglo. ¿A qué aludimos? Catapultado por sus grandes triunfos políticos (caída del "socialismo real", cooptación del movimiento obrero de las metrópolis y debilitamiento del nacionalismo tercermundista) y por los espectaculares avances tecnológicos especialmente en los campos de la informática y las comunicaciones –constitutivos de la denominada "nueva economía-, el capitalismo central vivió una nueva apoteosis en la década de los noventa a horcajadas de un impetuoso proceso de concentración y centralización de capital exacerbado por el crecimiento exponencial del capital financiero especulativo. Dialécticamente, esa euforia del sistema habría incubado la crisis que hoy padece paladinamente. Expliquémonos. A consecuencia del referido proceso de concentración, la economía mundial se encuentra actualmente bajo el dominio de unas 200 corporaciones globales -encabezadas por firmas (+) Ponencia para el II Congreso del Pensamiento Latinoamericano (Universidad de Nariño, Pasto-Colombia, noviembre del 2002). como la ExxonMobil, General Motors, Ford Motor, DaimlerCrysler- que controlan el 25 por ciento del PIB mundial y conforman el "complejo totalitario" al que se refiere F. Clairmot. Este núcleo duro del capitalismo global y sus círculos adyacentes venían robusteciéndose en los últimos lustros blandiendo un liberalismo económico de una sola vía; es decir, avasallando países y continentes, desregularizando a las economías "anfitrionas", privatizando empresas estatales y paraestatales, desmantelando sistemas de protección laboral, arruinando a competidores locales, impulsando bloques de integración asimétrica (tipo TLC y ALCA). Y por supuesto –conforme se insinuó- mediante operaciones especulativas adelantadas a escala planetaria. ¿Por qué la bonanza de la economía estadounidense –la locomotora del capitalismo global- comenzó a hacer aguas desde el año 2000 diseminando las turbulencias financieras, la recesión, el desempleo y el escepticismo tanto en el centro como en la periferia? ¿Qué factores generales y específicos concurrieron para agotar la fase expansiva de los Estados Unidos? Aparte del debilitamiento de la demanda solvente, la inflexión del crecimiento tiene que explicarse por la progresiva pérdida de la competitividad norteamericana frente a Europa, Japón y China, tendencia que, en los últimos años, se ha traducido en déficit comerciales del rango de los 400 mil millones de dólares provocando devastadores efectos en la ocupación y los ingresos. Asimismo, un factor contractivo de la economía de la potencia mundial se tiene que localizar en la orientación capital intensiva de las tecnologías de punta, orientación que ha retroalimentado la caída de la demanda y generado un desempleo de características estructurales y no solo coyuntural. La extrapolación de estas condiciones a la economía internacional estaría en la base de la brecha de dimensiones siderales entre la opulencia y la miseria a escala mundial. Según las Naciones Unidas, tres hombres-corporación detentan una riqueza que supera al PIB total de los 48 países más pobres (600 millones de habitantes). ¿Cómo puede reproducirse normalmente un capitalismo que miniaturiza de tal modo el mercado? Colapso de la financierización: la lógica económica El aspecto más perceptible de la crisis en curso constituyen los "cracks" bursátiles, popularizados bajo la denominación de "explosiones" de la burbuja financiera. Además del referido proceso de contracción de la demanda efectiva ¿qué factores determinan las debacles financieras? "El problema con la globalización es que los globos se revientan", apuntó el subcomandante Marcos. ¿Por qué se desinfla el capital financiero? Para comenzar, la financierización alude a un proceso de crecimiento exponencial del capital ficticio. Maurice Allais, premio Nobel de Economía, ha calculado que los movimientos internacionales de capital especulativo superan en 40 veces a las liquidaciones originadas en la compraventa de bienes y servicios. De su lado, José Manuel Naredo, coautor del libro Pensamiento crítico vs. pensamiento único (Debate, l998), anota que el volumen de las reservas monetarias en el poder de los gobiernos apenas corresponde al que se intercambia diariamente en el mercado de divisas, aproximadamente unos l.800 millones de millones de dólares. ¿Cómo pudo edificarse esa colosal "economía de papel"? La creación de capital ficticio es una tendencia innata del régimen capitalista. Un innombrable economista alemán del siglo XIX la explicó asociada a la alienación que provoca ese régimen productivo y que se traduce en que los hombres dejan de reconocerse en los objetos que producen, dando pábulo a que el intercambio asuma formas fantasmagóricas. En la actualidad, ese "fetichismo de la mercancía" ha llegado a niveles surrealistas bajo comando de las corporaciones globales y los bancos de inversión y cabalgando en el descomunal crecimiento de los mercados cambiarios, íntimamente relacionados con el mercado de los intereses. Como era de esperarse, la expansión de estos mercados, fuente de ingresos extraordinarios para el Gran Capital, ha dado origen a una variedad de "productos" financieros – "futuros", "swaps", "opciones"- y a la consiguiente expansión de la famosa burbuja. ¿Por qué se rompió la pompa? Al menos por las dos siguientes razones económicas: En primer lugar porque la financierización oculta la abismal disociación entre capital financiero y capital productivo, lo cual significa que, en cualquier momento, los títulos fiduciarios pueden perder su valor de cambio y convertirse en papeles para el basurero. Es precisamente lo que han constatado recientemente millones de inversionistas estadounidenses (y de otros países). ¿Cómo explicar el desplome de los valores bursátiles? Precisamente por el sinceramiento que tarde o temprano se produce entre economía financiera y economía real. "La pretensión de burlar las causas estructurales de la crisis –se lee en un documento reciente- con el despegue de las bolsas de valores promovido en la década de los 90 en EE.UU. llegó a su límite. En realidad, durante esa década el valor de las acciones creció en un l.000 %, pero la economía real lo hizo solo en un 50%". (Declaración del Comité Ecuatoriano contra el ALCA, 2002). ° Una segunda causa se relaciona con el hecho de que la hipertrofia del sector financiero coloca las decisiones más importantes de la vida económica de continentes y naciones en manos de un grupo numéricamente insignificante de personas, cuyos criterios se definen al margen de los intereses de los grandes contingentes humanos y de los vitales equilibrios ecológicos, es decir, de los componentes de la economía real. Tanto las colectividades humanas como la naturaleza están reaccionando contra ese absolutismo cabalmente tipificado como "fascismo liberal" (I. Ramonet). La victoria de Lula en las presidenciales brasileñas y los cataclismos ambientales cada vez más globales tienen ese inequívoco significado. La "falla" ética del sistema de la burbuja Desde el enfoque de la economía, el actual "crack" financiero de los Estados Unidos y, por extensión, de la economía-mundo puede explicarse sin lugar a equívoco por el agotamiento de la estrategia encaminada a disfrazar las presiones recesivas estructurales del ciclo a través del expediente de "cebar" la burbuja bursátil. Esta respuesta, sin embargo, no es suficiente para comprender la complejidad de la crisis del capitalismo abstracto y cibernético y vislumbrar sus implicaciones. ¿Cuál es el fondo último de los desastres financieros que tienen en vilo al planeta? R. Garaudy anticipó una explicación del fenómeno en su ensayo aparecido en el libro colectivo El Islam ante el Nuevo Orden Mundial (l996), donde plantea la tesis según la cual nuestro tiempo describe una pugna entre el monoteísmo sórdido del mercado y los hombres que creen que la vida tiene un sentido. Más recientemente, el citado F. Clairmont ha ensayado una teoría similar. "La religión del mercado –dice- sigue siendo la libre circulación de capitales, pero se empieza a materializar un nuevo mensaje cada vez más concreto y peligroso: hay que hacerlo todo buscando 'el mayor valor para el accionista', por el crecimiento del valor de las acciones". Traducido a lenguaje corriente, esto no significa otra cosa que, en la lógica de este tornasiglo del capitalismo y la modernidad, no son los balances de pérdidas y ganancias los que determinan el valor de los títulos. Actualmente, las cotizaciones bursátiles han llegado a establecerse a partir de estimaciones (especulaciones) sobre la situación futura de las empresas reales o imaginarias. ¿Cuál es el talón de Aquiles moral de este Mundo Feliz? Samir Amin ha visualizado a la pompa fiduciaria como a una patología equiparable al cáncer, enfermedad que –conforme se conoce- multiplica descontroladamente las células en un proceso que conduce a la muerte del paciente. ¿Cuál es el cáncer del capitalismo contemporáneo? Max Weber discurrió sobre la superioridad del capitalismo a partir de sus supuestos atributos éticos como la frugalidad, el ascetismo, el sosiego. Semejante capitalismo, si existió alguna vez, resulta evidente que no existe más. Actualmente, "la fría astucia rige las relaciones comerciales, e incluso se ha convertido en un comportamiento normal. El ceder de alguna manera ante un opositor o un competidor se considera un error imperdonable para la parte que tiene una ventaja en cuanto a posición, poder o riqueza". (A. Solzhenitsyn, Fin de Siglo, l996). Las elites económicas y políticas mundiales –incluso sus congéneres del Sur- han abrazado frecuentemente sin saberlo el fundamentalismo de la modernidad cifrado en la sentencia de Bentham para quien "todo valor es un valor mercantil". El horizonte de ese apotegma utilitarista es temible y no únicamente por los efectos derivados de las tormentas financieras. Si las acciones humanas van a tener como brújula exclusiva el éxito económico, habrá que entender que todo está permitido. Seguramente este sea el argumento que exhiban los sacerdotes de la "contabilidad creativa", cuyos logros exagerados terminaron por destapar la represada crisis de la economía estadounidense. ¿Cómo se proyecta esta moral neodarwiniana a Nuestra América? La Justicia Infinita y el ALCA como salidas a la crisis El boom de la economía estadounidense en los 90 tuvo su correlato en la ideología. Con entusiasmo y fanatismo, los economistas metropolitanos proclamaron el crecimiento lineal y ascendente del capitalismo central y el consiguiente fin del ciclo económico. Sus epígonos latinoamericanos fueron todavía más lejos: pregonaron por todos los sistemas de propaganda del establishment –algunos continúan haciéndolo- que la práctica del neoliberalismo diseminaría los bienes terrenales en estas latitudes por la acción benevolente y civilizadora de entidades como Mc'Donalds y Microsoft, a condición de que nuestros gobiernos "despoliticen la economía" y pongan en vigor los desempolvados preceptos lesseferianos. Más temprano que tarde las ilusiones se han venido al suelo. El derrumbe de las empresas-estrellas de la "nueva economía", las recurrentes caídas de Wall Street y los impactos de los atentados contra el WTC y el Pentágono han provocado un triste despertar para los cantores del sistema, y más grave que eso, un viraje en el pensamiento y en las acciones de la Casa Blanca. El viraje se percibe en dos ámbitos cruciales. En el orden más general de la política, la Pax Americana –forjada en operativos bélicos localizados como la Guerra del Golfo o la intervención en Yugoslavia- ha devenido en la "lucha mundial contra el terrorismo". Capitalismo abstracto, enemigo abstracto. "¿Qué tipo de guerra es esta?", se pregunta la politóloga estadounidense Susan Sontag. Respuesta: "Hay algunos precedentes de estas guerras sin final previsible. Las guerras contra enemigos como el cáncer, la pobreza y las drogas también son guerras sin fin; siempre habrá cáncer, pobreza y drogas. Y siempre habrá terroristas despreciables como los que perpetraron el ataque del ll-S. Cuando un Presidente de EE.UU. declara una guerra contra el cáncer o la pobreza o las drogas, sabemos que la palabra 'guerra' es una metáfora. También la guerra que Washington ha declarado al terrorismo es una metáfora, aunque con poderosas consecuencias… Las guerras verdaderas no son metáforas. Tienen principio y fin… Pero la guerra contra el terrorismo no terminará nunca. Ese es un indicio de que no se trata de una guerra, sino más bien de un mandato para extender el uso del poder estadounidense". ("Estados Unidos se involucra en una seudoguerra", Líderes, sept. l6 del 2002). ¿Qué dice la economía política de esta guerra metafórica? ¿Cuál es el soporte material de esa cruzada contra villanos fantasmales? ¿Cómo explicar la resurrección del intervencionismo económico en una nación que venía evangelizando al mundo con un discurso ultraliberal (ciertamente de una sola vía)? La respuesta la encontramos cabalmente expuesta por el economista norteamericano D. Dillard en su libro La teoría económica de John Maynard Keynes ( edición en castellano de l965), cuando analiza la inflexión de la política de los Estados Unidos en los años posteriores a la II Guerra Mundial. En el citado libro anota: "La industria de la guerra tiene una clara aunque irónica ventaja sobre la industria de paz, consiste en que necesita producir cosas que han de estallar y no quedan para competir con más producción del mismo tipo en una fecha posterior". Más terminante todavía: "Si la guerra y la amenaza de guerra fuesen eliminadas del mundo, los países capitalistas del mundo se enfrentarían una vez más con la tarea de encontrar desembolsos suficientes para nuevas inversiones, a fin de proporcionar empleo a todos sus millones de obreros que no pueden ser empleados en las industrias de consumo". De esta lógica keynesiana surgió el "complejo industrial-militar" (D. Eisenhower) y la militarización de la economía norteamericana bajo el pretexto de la "guerra fría". La "guerra fría" no fue más que la justificación política para mantener la producción bélica como soporte de la economía estadounidense. El mundo –se le dijo entonces al pueblo norteamericano- ha podido librarse de Hitler pero los peligros subsisten. El enemigo escogido fue la Unión Soviética; posteriormente la China de Mao. Las circunstancias cambian, los fines últimos del Imperio no. En los albores del siglo XXI se busca enjugar la recesión incrementando el vilipendiado gasto público. La administración de George W. Bush ha aprobado para el 2003 un presupuesto de Defensa de 350 mil millones de dólares (casi el doble del correspondiente al 2002)). ¿Cómo hacer que los contribuyentes norteamericanos expriman sus bolsillos? Los justificativos se llaman Bin Laden y Saddam Hussein. La consecuencia para América Latina de la falsa guerra mundial en que se han embarcado la Casa Blanca es el ALCA. ¿Qué está detrás de esta "otra" guerra de Washington? En la mencionada Declaración del Comité Ecuatoriano contra el ALCA puede leerse: "El ALCA no es un instrumento distinto a la guerra. Es esencialmente una doble declaración de guerra comercial y financiera. Por una parte, las corporaciones transnacionales norteamericanas pretenden desplazar a sus competidores europeos y asiáticos de su actual participación en el mercado subcontinental… (Por otra), pretende instituir la competencia de los megacapitales norteamericanos con los minicapitales locales. El capital financiero norteamericano deglutirá a los bancos locales como un tiburón a las sardinas. Y beneficiándose de la legislación de 'excepción' que contiene el ALCA, no podrá ser sujeto de competencia de los capitales europeos o asiáticos. En consecuencia contiene además, una doble guerra financiera en contra de los capitales externos e internos". Pero no se trata únicamente de una guerra a librarse en la esfera de la circulación de bienes y servicios, sino también en el propio ámbito productivo. En el mismo documento se destaca: "El ALCA comporta un programa integral de recolonización, cuyas previsibles consecuencias amenazan superar la tragedia del colonialismo español. Por lo tanto atacan directamente a la producción en todos sus aspectos. Desde la imposición de un régimen de flexibilización laboral dirigido a elevar las tasas de extracción de plusvalía absoluta y relativa…a la reprimarización de nuestras economías que serán condenadas a abandonar toda estrategia de desarrollo industrial, a cambio de su concentración exclusiva en la extracción de riquezas naturales y en procesos de trabajo que demandan la explotación intensiva de fuerza laboral para la producción no de mercancías terminadas, sino solamente de parte de ellas, en el contexto de la internacionalización de la producción. La expectativa del ALCA es transformar al subcontinente en una gigantesca zona franca donde operen libremente las maquilas". Desde luego, la guerra convencional tiene sus propios capítulos en el ALCA: Plan Puebla-Panamá, Plan Colombia… ¿Consumatum est? 2. ALCA: la "otra" guerra de Washington El ALCA, proyecto promovido por Estados Unidos desde la Cumbre de Miami de l994, constituye el más reciente capítulo de la doctrina panamericana preconizada por Washington desde los tiempos de James Monroe. En la pos-Guerra Fría, la necesidad estratégica estadounidense de consolidar su propio bloque geopolítico y económico (el "área americana") como soporte de su hegemonía mundial, explican el interés de la Casa Blanca por impulsar ese plan anexionista. El gobierno de George W. Bush le confirió al ALCA un impulso fundamental con la aprobación el 2002 del texto denominado Autoridad para la Promoción Comercial (TPA o "vía rápida"), régimen temporal que le faculta a negociar acuerdos comerciales bilaterales sin el requisito del debate parlamentario. ¿Qué hay detrás de la urgencia de George W. Bush para que el ALCA entre a operar desde el cercano 2005, conforme acaba de ratificarse en la propia Miami el pasado noviembre? Las tres razones siguientes: a) enjugar la recesión estadounidense, b) contener la influencia europea en la región y neutralizar al MERCOSUR y a la CAN, y c) camuflar en las negociaciones económicas el remozado intervencionismo militar norteamericano en nuestra subAmérica. Desglosemos estos factores. El auge de la economía norteamericana durante la era Clinton –el más importante en la posguerra después del "boom" Kennedy-Johnson- colapsó a fines del 2000, envuelto en la debacle de la Nueva Economía. Esta inflexión del ciclo económico norteamericano se expresó no solo en la caída de las inversiones, sino también en un espectacular descenso de las exportaciones, tendencia que se agudizó el 200l. En el segundo trimestre de este último año –poco antes del 11-S- las ventas externas de Estados Unidos cayeron el l2%, lo que determinó que la administración republicana se decidiera por un plan completo de recolonización de América Latina. El segundo motivo básico para la instrumentación del ALCA tiene que ver con el hecho de que Washington y las corporaciones de EE. UU. no se encontraban precisamente felices con los acuerdos comerciales suscritos por los europeos en el marco de las cumbres iberoamericanas. Igualmente les venía incomodando una eventual consolidación del MERCOSUR, esquema de integración de proyección sudamericana y caribeña y que, especialmente bajo los liderazgos de Lula y Kirchner, ha venido reivindicando principios de soberanía política y de proteccionismo comercial y financiero. Para desalojar a los intrusos y para que el libre mercado opere conforme a las definiciones de Washington, nada mejor que presionar por el ALCA, cuyas bondades para Estados Unidos han sido demostradas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), convenio integracionista en el cual se inspira el instrumento de marras. Finalmente, las razones estrictamente militares no son extrañas a la propuesta washingtoniana del ALCA y, por el contrario, comportan su complemento (si no su basamento). Claudio Katz las expone de modo convincente: "Desde hace varios años una escalada de rebeliones populares conmueve a muchos países de América Latina. Estos movimientos acentúan la erosión de distintos sistemas políticos, que han perdido legitimidad por su incapacidad para satisfacer los reclamos populares. El descreimiento en los regímenes vigentes precipita la interrupción de mandatos (Perú), la disgregación de gobiernos (Ecuador), el colapso de estados (Colombia) y la desintegración de partidos tradicionales (Venezuela, México). A través del ALCA se intenta reforzar la intervención militar encubierta de Estados Unidos en Colombia, el rearme regional asociado a 'lucha contra el narcotráfico', los ejercicios bélicos tipo Vieques y la presión diplomática para alinear a los gobiernos latinoamericanos en sanciones contra los países demonizados por la Casa Blanca". A últimas fechas, esta vertiente del prointegracionismo yanqui explicaría las presiones del Departamento de Estado para que los países latinoamericanos confieran patente de corso frente a la Corte Penal Internacional a tropas norteamericanas por crímenes de guerra que pudieran cometer en estos territorios, o para que autoricen nuevos emplazamientos del Pentágono, como los que enmascarados de puestos de asistencia humanitaria se pretendió instalar en Ecuador. 3. ¿ALCA o ALBA?: el dilema latinoamericano Dos visiones contrapuestas han inspirado a los convenios de integración del continente: el latinoamericanismo y el panamericanismo. El primero de ellos, enmarcado en la teoría Prebisch-CEPAL, sustentó a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y al Mercado Común Centroamericano (MCCA) en sus momentos fundacionales entre fines de los 50 y comienzos de los 60 del siglo pasado. Enfrentado a ambos proyectos de inequívocos signos defensivos y proteccionistas, la reacción de Estados Unidos no se hizo esperar. A una fase inicial de nerviosismo y enojo siguió otra de expectación y análisis para, finalmente, proclamar su apoyo y compromiso a tales experimentos unionistas por tratarse de "uno de los objetivos básicos del Sistema Interamericano", según reza el Tratado de Punta del Este, que alumbró a la ahora olvidada Alianza para el Progreso (1961). La actitud primera de Washington traslucía el impacto de la Revolución Cubana, que le indujo a una política hemisférica reticente a cualquier cambio no programado por sus propios estrategas. Una zona de libre comercio o agrupamientos similares al sur del Río Grande –se pensó en el Departamento de Estado- podrían ser la fórmula de consolidación de una masa crítica incontrolable. En concomitancia, su prointegracionismo ulterior emergió del desvanecimiento del "peligro cubano" y, sobre todo, de las necesidades de las corporaciones norteamericanas, a la sazón interesadas en fomentar una industrialización funcional de nuestros países, planificar el uso de su tecnología en vastos espacios económicos y capturar los mercados del área "saltando" los aranceles proteccionistas. La mediatización y parálisis de la ALALC y el MCCA a fines de los 60, derivadas también de apetitos "subimperialistas" endógenos, no significó el fin de la perspectiva latinoamericanista. Esta resurgió con el Pacto Andino (1969), especialmente en tiempos del gobierno del socialista Salvador Allende en Chile y de los regímenes nacionalistas y populares de Juan Velasco Alvarado en Perú y Juan José Torres en Bolivia, y alcanzó su cima con la aprobación de la Decisión 24, un estatuto orientado a reservar las áreas estratégicas al capital subregional y a restringir el éxodo de los beneficios de las firmas transnacionales. La fascistización del Cono Sur, inaugurada con las dictaduras de Hugo Banzer y Augusto Pinochet , con su corolario de implantación del monetarismo y el aperturismo, a la par que eclipsó el enfoque latinoamericanista no solo a escala de las naciones andinas, abrió paso a un ciclo de hegemonía absolutista del panamericanismo, refrendado en los años 80 en el contexto del "shock" de la deuda y la sujeción del subcontinente a las implacables fórmulas recesivas del FMI y el Banco Mundial. En términos de integración, el panamericanismo alcanzó éxitos resonantes con la incorporación de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la Declaración Presidencial de Miami que alumbró el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ambos eventos se cumplieron en 1994, año que, acaso por una ley de simetría histórica, incubó el ¡Ya basta! zapatista, consigna perceptible en el proyecto del Area Libre Bolivariana para las Américas (ALBA) que circula con intensidad creciente entre el Río Grande y la Tierra de Fuego al socaire del agotamiento del fundamentalismo liberal. II. ALCA: UNA PROPUESTA DE INTEGRACION-DESINTEGRADORA 4. El ALCA a la luz del TLCAN La Cumbre de Miami (l994) fue la plataforma de lanzamiento del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Esa vez, Bill Clinton se refirió al proyecto como la "cristalización del sueño de Simón Bolívar". George W. Bush aludió al mismo proyecto como al "sueño americano" en el cónclave de Quebec (200l). ¿Qué hay detrás de los mensajes oníricos de los dos últimos inquilinos de la Casa Blanca? ¿Qué puede esperar América Latina de un plan completo de recolonización que se pondría en marcha el 2005? La verdad siempre es concreta. Si extrapolamos ese aforismo a la realidad de la economía y la política contemporáneas, surgen algunas inquietantes cuestiones. En el tornasiglo que vivimos, la escena internacional se singulariza por dos procesos: el fin de la bipolaridad de la Guerra Fría y la integración de grandes bloques económicos y comerciales bajo el comando de las potencias industriales. Los dos procesos apuntan a la creciente marginalización del "sur", entendiéndose por "sur" también al destino de vastos contingentes demográficos del sistema sujetos a una irresistible tendencia a la tercermundización descrita por investigadores como Noam Chomsky y James Petras. La marginalización tendría su origen en dos órdenes de condiciones de la economía internacional. El primero relacionado con la ola de innovaciones tecnológicas controlada por corporaciones transnacionales de EE. UU, Unión Europea o Japón: robótica, comunicaciones, biotecnología, nuevos materiales, microtecnología, exploración de fondos submarinos. Ola orientada a sustituir la base productiva anterior en los núcleos centrales de la economía mundial, sustitución que en cuanto concierne a países como los latinoamericanos está resultando en una recurrente desvalorización de sus exportaciones primarias (salvo el petróleo). El segundo factor de la marginalización se relaciona con la sangría financiera de nuestros países, derivada del servicio de la deuda externa, y por otras retribuciones al capital. Deducciones que ligadas a las pérdidas comerciales y al retraso tecnológico han galvanizado el neocolonialismo estructural, al cual Bush padre llamó el Nuevo Orden Mundial, en vísperas de la campaña contra Irak (Operación Tormenta del Desierto). El ALCA no puede ser comprendido al margen de estas coordenadas, excepto que se quiera hacer economía- ficción o política-ficción. A la luz de estos parámetros, el futuro de Latinoamérica con el ALCA no resulta un misterio. Aludimos con esto a la experiencia vivida por México en el Tratado de Libre Comercio (TLCAN) que desde l994 articuló a la economía y sociedad aztecas a la lógica del capital estadounidense. Puesto que el ALCA sería un TLCAN ampliado hasta la Patagonia, la historia de América Latina en el ALCA ya habría sido contada. Para EE. UU. una de las metas con el TLCAN era eliminar las protecciones arancelarias de México e invadir con su subsidiada agroindustria el mercado de su vecino sureño e instituir para las corporaciones de ese país un corredor para plantas maquiladoras. Cierto que el esquema habría duplicado el comercio de EE. UU., aparte de que las corporaciones han transferido al país latinoamericano algunos miles de empleos mal remunerados. Esto exhibió Bush hijo en Quebec. Pero omitió decir que la integración- desintegradora promovida por el TLCAN habría expulsado de sus tierras a l3 millones de mexicanos. 5. El ALCA y la falacia del mercado ampliado América Latina enfrenta actualmente el desafío del ALCA, es decir, el reto de su integración con la economía más poderosa del planeta. El principal argumento que esgrimen sus panegiristas se relaciona con que tal fórmula unionista resolverá los problemas de mercado de nuestras economías. ¿Qué hay detrás de este extendido argumento? El mercado expresa un mecanismo de cambio cuyo espesor depende de las bases técnicas de producción y de la especialización de la mano de obra en cada país, así como de la distribución de los ingresos, a su vez determinada por el grado de concentración de la propiedad. Desde esta premisa –soslayada en el subcontinente bajo el sortilegio de "produciremos para 800 millones de consumidores"- se puede inferir que el raquitismo de los mercados internos de América Latina tiene como trasfondo la atrofia histórica de sus potencialidades productivas, la sistemática succión de su riqueza a través de una "red" de mecanismos comerciales, tecnológicos y financieros, así como el despilfarro de recursos capitalizables por obra del consumo alienado de sus elites y por otros gastos poco racionales. A últimas fechas, la caída de los salarios debido a una cadena de ajustes recesivos y la exclusión de vastos contingentes laborales derivada de las dos "décadas perdidas" han remarcado el raquitismo de los mercados regionales. ¿Podrá el ALCA –léase el absolutismo de las corporaciones estadounidenses- remediar la atrofia estructural de los mercados latinoamericanos, agudizada por las políticas contractivas de la demanda interna impuestas por el Consenso de Washington? El análisis del instrumento de unificación comercial propuesto por Washington configura una respuesta al menos escéptica. A diferencia de la Unión Europea, el ALCA está diseñado para que los beneficios comerciales fluyan en una sola dirección. Y esto no únicamente porque, antes de la suscripción definitiva del convenio, Estados Unidos ha procedido a un blindaje arancelario de ramas productivas como los cítricos, los textiles y el acero, sino también porque ha reiterado –como recientemente en Cancún- que "no son negociables" los colosales subsidios que provee a su sector agrícola. En esta misma esfera no arancelaria, no se tiene que olvidar que el mercado norteamericano está protegido por cientos de restricciones pararancelarias -controles fitosanitarios, normas de calidad, cuotas, trabas administrativas- que igualmente no serán materia de discusión. Típico esquema de integración corporativa, el ALCA no estipula tratos preferenciales para los países de menor desarrollo relativo – conforme sí lo establecen los convenios subregionales- ni cláusulas de excepción para aquellos socios que atraviesen desequilibrios fiscales o comerciales agudos. Finalmente, y en concomitancia con la propia cuestión comercial, conviene destacar el amplio espectro de connotaciones que la Casa Blanca confiere al postulado del libre comercio, concepto en el que incluye negociaciones sobre patentes y propiedad intelectual, marcos legales e incluso la calificación política de sus potenciales contrapartes. Amén que el ALCA y otros programas similares –como el Plan Puebla Panamá- constituyen derivaciones de la doctrina de la seguridad nacional de los Estados Unidos. 6. El ALCA, la deuda y las inversiones especulativas Una acción refleja del pensamiento económico de los países céntricos ha determinado que las elites políticas y económicas latinoamericanas hayan asumido como propia la tesis según la cual la convalecencia y avance de nuestras economías únicamente podrá ser obra de la intervención del capital extrarregional. Semejante postura teórica se sustenta en el razonamiento que supone que las economías regionales se encuentran cautivas de una suerte de círculo vicioso de la pobreza, derivado de la baja productividad de la mano de obra y su secuela de reducidos niveles de ingreso, ahorro e inversión. Este nudo estructural –se arguye- solo podrá ser desenredado por acción del financiamiento externo, es decir, por la inyección a Latinoamérica de voluminosos préstamos e inversiones directas primermundistas. La proyectada ALCA se ha convertido a últimas fechas en la principal caja de resonancia de ese postulado de la economía convencional. ¿Qué hay detrás del rol salvacionista de la inversión externa? Ya en los años 60 del siglo pasado el economista alemán- latinoamericano Gunder Frank refutó ese argumento apologético del statu-quo, al apuntar que, siguiendo esa lógica, el saqueo, la esclavitud y el exterminio de la población nativa por parte de los conquistadores españoles y portugueses tendrían que ser considerados como operaciones de ayuda y financiamiento externo. ¿Cómo ocurren las cosas contemporáneamente? Analicemos en primer lugar la vertiente crediticia, también conocida como inversión externa indirecta. Conforme a estadísticas de las Naciones Unidas, América Latina tenía una deuda externa de 350.000 millones de dólares en l990, deuda que más que se duplicó en el 2000 llegando a 750.000 millones de dólares, siendo que entre esos años nuestros países sufragaron, por concepto de capital e intereses, la sideral cifra de 9l3.000 millones de dólares. ¿Cómo sostener seriamente que Latinoamérica se beneficia del financiamiento externo? Según informaciones recientes, "Argentina es ahora un país en venta. Una superficie que supera los 3l millones de hectáreas, equivalentes a toda Italia, corre el riesgo de quedar en manos de acreedores extranjeros". (LIDERES, 23 de septiembre del 2002). El impacto de las inversiones externas directas no es distinto. Estimaciones conservadoras establecen que la tercera parte de las colocaciones de capital internacional en América Latina corresponde a movimientos especulativos y que, por lo mismo, no contribuye en absoluto al fomento productivo, a la generación de empleo o a la estabilización de los gobiernos. Situación que en los últimos años derivó en los aparatosos "cracks" financieros de México (1994), Brasil (1998), Ecuador (1999), Argentina (2001). A la luz de estas realidades exentas de retórica y que, además, amenazan con repetirse, incluso provocando radicales cuestionamientos al establecimiento internacional y local –como ahora mismo sucede en Bolivia- ¿resulta objetivo pensar que el ALCA va a reconvertir la vocación rentista y depredadora del capital monopolista? Si la respuesta a esta interrogación no es afirmativa, como en efecto no lo es, el ALCA solo puede significar nuestro definitivo salto al vacío. 7. ALCA: el camino de la servidumbre América Latina en general, y el Ecuador en particular, enfrentan el desafío del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en las condiciones más difíciles de imaginar. Si el presente es sombrío, el futuro que promete el ALCA resulta simplemente siniestro. La inferencia anterior, desde luego, no es gratuita. Según el Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA, evento cumplido en La Habana en noviembre del 2001, la propuesta integracionista- anexionista de Washington está llamada a galvanizar condiciones extremas de subordinación política y económica para los territorios que se extienden entre el Río Grande y la Patagonia. En su Declaración Final, el referido cónclave establece consecuencias del siguiente orden de la instrumentación del ALCA: – La liberalización de los mercados de bienes, servicios, inversiones y derechos de propiedad intelectual conduciría a una integración corporativa y a la desintegración de las economías nacionales, las sociedades y las culturas, así como a una escalada en la depredación medioambiental, al imponer los derechos privados de las empresas transnacionales por encima de las constituciones nacionales. – El déficit democrático en las Américas se profundizaría con la vigencia de una llamada Carta Democrática Interamericana, adoptada en Lima, el 11 de septiembre del 2001, por los Estados miembros de la OEA. Esa Carta ignora la soberanía de los pueblos y pretende, de acuerdo a parámetros totalitarios, certificar, desde la óptica imperial, la legitimidad de un gobierno. – Extendería y profundizaría el desempleo como una pandemia implacable a la par que se multiplicarían las maquilas y zonas francas, donde los trabajadores de América Latina y el Caribe serían superexplotados, con salarios varias veces inferiores a los que las corporaciones pagan en sus países de origen y sin respeto a los derechos laborales, ambientales, de salud, de seguridad social, de género y de sindicalización, prácticas que, al generalizarse, precarizarían y abaratarían el empleo en todo el hemisferio, con particular efecto sobre mujeres y menores de edad, que son hoy sus principales víctimas. – Ampliaría los flujos migratorios al mismo tiempo que se profundizarían la sobreexplotación, la discriminación, la persecución y la represión a los trabajadores migrantes e indocumentados, expresando así la contradicción entre la apertura extrema para la circulación de bienes y servicios y la limitación de la circulación de seres humanos. – Precipitaría a las naciones en el abismo de la subordinación financiera, agravada por el inmenso peso de las deuda externas, haciendo que pierdan hasta la menor capacidad de resistencia a las corporaciones de la superpotencia continental y mundial. – La agricultura, sector esencial para la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, quedaría expuesta a una competencia ruinosa frente al poderío tecnológico de las corporaciones transnacionales. Los trabajadores rurales se verían obligados en mayor medida al éxodo y a una vida miserable en las ciudades, dañando así la riqueza cultural y multiétnica, la biodiversidad, las reservas de agua potable y forestales, además de erosionarse en gran medida el trabajo agrícola como fuente de empleo y sustento alimentario. – Los derechos de propiedad intelectual se constituirían aún más en un monopolio tecnológico de las empresas transnacionales y perpetuarían la brecha entre Norteamérica y el Caribe. Además que el ALCA está diseñado para que se explote el conocimiento tradicional de los pueblos originarios, que se verían despojados de gran parte de sus riquezas naturales y privadas y de su acceso a la nueva tecnología para cubrir necesidades básicas y del desarrollo. – La conversión de los derechos sociales en pura mercadería profundizaría la exclusión y la crisis generalizada que ya padecen nuestros pueblos en derechos básicos como la educación, la salubridad y la salud. – Las transnacionales y los inversionistas estarían facultados a presentar demandas contra gobiernos y a que estas se diriman en paneles arbitrales internacionales, bajo el principio de que el interés corporativo transnacional debe imponerse sobre el derecho y el interés nacionales. – Los gobiernos de la gran mayoría de los países del continente cederían incluso la prerrogativa de realizar compras al sector privado o público de su propia nación, si las empresas transnacionales se consideran en capacidad de demostrar que su oferta es superior en términos competitivos. – El fondo público para programas de subsistencia básica, o todo tipo de servicios públicos esenciales, incluyendo la seguridad social, programas de salud o educación serían privatizados, eliminados o severamente restringidos. Curiosa modernidad la que promete el ALCA a los habitantes de estas tierras. Más curioso e indigno todavía que los gobiernos del área, salvo las conocidas y honrosas excepciones de Cuba y Venezuela, hayan abrazado con frenesí semejante proyecto de nuevo esclavizamiento del subcontinente. ¿Consumatum est? 8. Ecuador frente al ALCA: un salto al vacío En sus tiempos de campaña, Lucio Gutiérrez visualizó a la incorporación del Ecuador al ALCA como a un "suicidio". Congruente con su errática política exterior, luego de su rompimiento con la CONAIE-Pachacutik el pasado agosto y de la efímera adhesión del país al Grupo de los 21, de Cancún, el régimen gutierrista ha venido haciendo gala de un cándido entusiasmo por ese proyecto de integración "a la americana". ¿Cómo explicar semejante viraje, similar al que adoptara respecto de la guerra civil colombiana? Más allá de las presiones de segmentos de importadores y exportadores, representados por la ministra Ivonne Baki y el paraoficialista Partido Social Cristiano, la nueva postura de Carondelet tendría que explicarse tanto por su desconocimiento enciclopédico de la significación del ALCA, como por su falta de percepción de las debilidades nacionales para enfrentar al desafío de marras. Para comenzar, en las esferas de gobierno parece ignorarse que el ALCA corresponde a una estrategia global del Estado norteamericano encaminada a consolidar su hegemonía productiva, comercial, financiera, científica, tecnológica, ambiental, política, legal, institucional e ideológica en los territorios que se extienden entre Alaska y el Cabo de Hornos. Conforme hacía notar el analista Washington Herrera: "Para que el Ecuador pueda vender al mercado de Estados Unidos unos pocos productos más, aparte de los que ha exportado sin impuestos por varias décadas, se verá obligado a aceptar cambios en sus cuerpos legales para: 1) preferir a los proveedores americanos cuando el Estado haga sus compras gubernamentales para proyectos de infraestructura económica o social; 2) prorrogar las patentes de medicamentos que están en vísperas de pasar a conocimiento universal y no poder hacer genéricos; 3) dar trato nacional o preferencial a las empresas multinacionales que quieran venir a explotar el mercado de servicios financieros, seguros, de provisión de servicios de agua potable, energía, telecomunicaciones, servicios turísticos; proteger las inversiones y allanarse a ceder la jurisdicción legal en caso de controversias a tribunales extranjeros; 5) obligarnos a exportar solo los productos que contengan materia prima o insumos americanos; y 6) aceptar en el mercado nacional a los productos agrícolas que reciben subsidios en los países del norte".("Integración sin anestesia", El Comercio, 2 de diciembre del 2003). De otro lado, y conforme insinuamos arriba, el extravío de la política de Gutiérrez se fundaría también en la omisión de los problemas reales dentro de los cuales se desenvuelve actualmente el Ecuador. Aludimos a condiciones como la camisa de fuerza de la dolarización; la virtual insolvencia fiscal; el desbalance de sus cuentas externas, particularmente por las protuberancias en el servicio de la deuda; la asfixia financiera de las empresas; el abismal retraso tecnológico en todos los sectores productivos y de servicios; la carencia y la baja productividad de la mano de obra; la crisis económica y social del agro, especialmente de su segmento de subsistencia; la calamitosa situación de la industria y la artesanía incapacitadas para competir siquiera con Colombia y Perú; el declive de la producción petrolera; la precariedad de su infraestructura física; el alto costo de la energía eléctrica; en fin, la inexistencia de un proyecto nacional que permita situar con un mínimo de coherencia los medios y propósitos del Ecuador. Reflejo de esto último son las incongruentes posiciones del país frente a esquemas alternativos de integración como la CAN y el MERCOSUR. III. LA RESISTENCIA 9. Planteamientos para un debate fuera (o dentro) del ALCA En los albores del siglo XXI y a más de ciento setenta años de la independencia política de la mayoría de las naciones que la conforman, la situación de América Latina colinda con la catástrofe económica y social. Con sus aparatos productivos reprimarizados y desarticulados, hipotecados a una deuda externa-interna de dimensiones siderales, aislados de las principales corrientes de inversión productiva, comercio e innovación tecnológica y sometidos al diktat de una potencia victoriosa y arrogante nuestros países parecen tener obstruidas todas las salidas. Esta "crisis de alta intensidad", conforme la caracterizó Agustín Cueva ya a fines de los 80, no totaliza la realidad continental de este tornasiglo, que también aparece jalonada por una multiplicada resistencia incluso empresarial al neoliberalismo y por posiciones defensivas de corte institucional como la política antiinjerecista de Cuba, la revolución bolivariana en Venezuela y la promisoria victoria del Partido de los Trabajadores y "Lula" da Silva en las recientes presidenciales brasileñas. En estas complejas condiciones, Nuestra América –la martiana, no la monroísta- enfrenta el desafío del ALCA, es decir, el reto de su integración con la economía más poderosa del planeta. Proyecto que ni remotamente tiene relación con un interés de Estados Unidos de compartir con sus vecinos del sur su bienestar material o sus avances tecnológicos, sino que, por el contrario, implica una estrategia de Washington para profundizar su dominio hemisférico en un amplio espectro de actividades: comercio de bienes y servicios, movimiento de capitales y tecnología, compras gubernamentales, recursos naturales y medio ambiente, propiedad intelectual e incluso conductas políticas. De galvanizar tal propuesta ultraliberal – contenida germinalmente en la Iniciativa Bush (l99l)- la región en su conjunto pasaría a desenvolverse dentro de un estatuto más ominoso que el de los tiempos del coloniaje ibérico. Sería el "fin de América Latina" que pronosticara Alain Rouquié. Este indeseable horizonte impone, especialmente a quienes no militan en ningún determinismo histórico, la urgente tarea de configurar y defender un proyecto alternativo. ¿Con qué materiales construir la utopía viable? El desafío mayor consiste, sin duda, en el rescate de la soberanía de nuestros Estados, tan mellada en los últimos tiempos por el desbordamiento del poder estadounidense y de sus gigantescas corporaciones, y por la sumisión de las elites criollas. Dado que la soberanía no es una entelequia sino un planteamiento con soportes identificables, la reivindicación de ese atributo supone reflexiones y acciones (al menos) en los siguientes ámbitos concretos: la deuda, la lucha por la paz en la región y el impulso a una genuina integración. En cuanto al primer ámbito, conviene no olvidar que, sin una resolución radical del problema del endeudamiento, el futuro simplemente no existe para América Latina, salvo como hundimiento de un archipiélago de Estados fallidos. En el mundo de la economía no existen milagros: nadie puede sobrevivir con deudas que más se acrecientan mientras más se pagan. Si Estados Unidos, la Unión Europea y los restantes acreedores institucionales o comerciales – incluidos, por cierto, los Shyloks nativos- buscan realmente restañar esa ulceración del mundo moderno, ¿por qué no discutir seriamente, en el ALCA o en el seno de cualquier otro foro, la reimplantación de un régimen sabático? ¿No sería la mejor forma de honrar a nuestra tradición de civilización cristiana y asegurar la pervivencia de nuestros pueblos? ¿O se quiere que el genocidio económico llegue a sus últimas consecuencias? ¿No habrá llegado la hora de conformar el "club" de parias de la globalización corporativa? El derecho a la paz y a la autodeterminación es consustancial a la libertad, prosperidad y felicidad de las naciones. Resueltas o atemperadas la práctica totalidad de controversias fronterizas entre nuestros países –oprobioso legado del viejo colonialismo- ¿qué sentido tiene despilfarrar los escasos recursos en guerras internas o regionalizadas por mandato metropolitano? Aludimos al complemento del ALCA denominado Plan Colombia. A este último respecto, ¿por qué Latinoamérica no contribuye a desactivar el conflicto civil colombiano presionando a Estados Unidos para que levante la prohibición de las drogas psicoactivas igual que lo hizo en l933 con las bebidas alcohólicas? ¿Por qué aceptar que se continúe criminalizando a las sociedades? ¿Por qué no formar un frente latinoamericano en pro de la reanudación de las negociaciones pacificadoras en el hermano país? Respecto de la cuestión específica de la integración-desintegradora ("anexionista") que representa el ALCA, creemos del caso cerrar este comentario con dos referencias históricas atingentes a la materia de la fusión económica. Cuando el Libertador Bolívar convocó al Congreso Anfictiónico de Panamá (l826), lo hizo buscando sustentar su sueño de la Patria Grande en el proteccionismo de nuestros países frente al avizorado peligro de la emergente potencia yanqui. Cuando hace cuatro décadas los gobiernos de la época pusieron en vigencia la ALALC y el MCCA, a nadie se le ocurría dudar de la filosofía defensiva de esos tratados frente a la superioridad productiva y financiera de las corporaciones estadounidenses. ¿Qué razones económicas y políticas objetivas se han presentado en esta vuelta de siglo para echar al basurero de la historia ese principio defensivo y unificador de nuestras atribuladas naciones? ¿Por qué no incorporar estas inquietudes a las ríspidas agendas del ALCA? 10. Jornadas antiALCA en la Mitad del Mundo Seattle, Praga, Génova, Davos, Washington, Quito... Las estaciones de las "dos" globalizaciones tienen destino paralelo. Bajo la divisa "Otra América es posible" se congregaron en la capital ecuatoriana, entre fines de octubre y principios de noviembre del 2002, decenas de miles de militantes contra la globalización corporativa y, específicamente, contra el Area de Libre Comercio de las América (ALCA). La nueva cita de los críticos de la globalización corporativa tenía el propósito inmediato de rechazar un cónclave ministerial de los 34 países del continente inscritos en el proyecto "anexionista" de Washington. A las Jornadas de Resistencia Continental al ALCA confluyeron heteróclitos contingentes demográficos: campesinos, ecologistas, activistas de los derechos humanos, sindicalistas, pequeños empresarios, artesanos, dirigentes barriales, académicos, líderes religiosos, afroamericanos, estudiantes, niños, jóvenes, adultos, feministas, gays, delegados del Bloque Centroamericano de oposición al Plan Puebla Panamá y de las campañas de los Sin Tierra y Jubileo Sur… Con sus mensajes cosmogónicos, wipalas, rostros pintados y danzas ancestrales, los indígenas de los países andinos se convirtieron en los protagonistas del encuentro, que se desenvolvió con el telón de fondo de los recientes y promisorios triunfos electorales de Luiz Inácio"Lula" da Silva en Brasil y Lucio Gutiérrez en Ecuador. En contraste con la frigidez y el metalenguaje tecnocrático del encuentro ministerial, las acciones antiALCA serán recordadas por su tono festivo, creatividad y trascendencia. Una misa protesta oficiada por Demetrio Valentine, obispo de Sao Paulo, inauguró el evento la tarde del 30 de octubre. El día siguiente se cumplió el acto central de la programación: la marcha contra el ALCA. Fue cuando, desde horas tempranas, los peregrinos inundaron con sus emoción y su rebeldía el tradicional parque de El Ejido. "Los gringos quieren llevarse la tierra y el agua a manos lavadas", declaraba a un canal de TV un comunero de Cayambe. "Vine a Quito porque con el ALCA mis hijos van a quedar sin comer", sollozaba una joven mujer boliviana con su crío en la espalda. "Si los gobiernos no protegen a la producción agrícola, los indios vamos a quebrar", comentaba Gerardo Sumí, emberá colombiano. El nutrido desfile por la dignidad y el pan partió del edificio de la Casa de la Cultura, sita en el mencionado escenario forestal. Al frente de los marchistas habíase colocado una decena de indios saraguros portando una inmensa bandera cruzada con los colores del arco iris. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz; Leonidas Iza, presidente de la CONAIE; Evo Morales, el carismático líder de los cocaleros del Chapare; Luis Macas, rector de la Universidad de los Pueblos… encabezaban la protesta. Música, cantos, bailes, exaltaciones, imprecaciones… Las incontables pancartas se constituyeron en un gigantesco mural contestatario. "El ALCA es la muerte", rezaba el cartel de un manifestante vestido de esqueleto. "Sí a la vida, no al ALCA", "El ALCA es economicidio", "FMI: Fundamentalismo Monetario Internacional", "Bush terrorista", "Alto al fascismo liberal", "Alto a la flexplotación laboral", "ALCA: Acuerdo para Legalizar la Colonización de nuestra América", "ALCApone", "ALCAeda", "ALCArajo", "Viva el chocho y el maíz, fuera Mc Donald's del país", "No a las vacas locas, no a los transgénicos", "La Patria Grande no está en venta", "No a la usura". Un iconoclasta "¡No al ALCA!" podía leerse en las posaderas desnudas de un grupo de adolescentes plantados frente al exclusivo Swissotel. Cuando los manifestantes se aproximaban al Marriot, principal sede de la cita oficial, para entregar un memorial de agravios preparado por ONGs ecologistas, un operativo de más de cinco mil policías montado por el régimen de Gustavo Noboa disolvió la protesta pacífica de los disidentes, dejando un saldo de decenas de heridos, asfixiados y detenidos. La campaña contra la integración-desintegradora se clausuró el l de noviembre, con una Asamblea General de las Organizaciones Sociales del Continente, realizada en el campus de la Universidad Salesiana, bajo la presidencia de la dirigente quichua Blanca Chancoso, delegada ecuatoriana al Foro Social Mundial. Al término de sus deliberaciones, los asambleístas emitieron la Declaración antiALCA que precisa los peligros de proyecto made in USA en los siguientes puntos: "l. Pretende dar trato igual a países completamente desiguales, lo que solo puede producir más desigualdad. Busca dar tratamiento igual al pequeño productor latinoamericano que a las grandes corporaciones estadounidenses; se pretende hacer competir al empobrecido agricultor latinoamericano con los agricultores altamente subsidiados del Norte; se nos hace así perder seguridad y soberanía alimentarias. 2. Se les brindan todas las garantías a los grandes inversionistas mientras se les niega cualquier protección a los sectores vitales y estratégicos de las economías menos desarrolladas, y se les otorgan superderechos a las corporaciones al grado de que pueden incluso demandar a los estados ante cualquier medida que limite su insaciable sed de ganancias. 3. Pretende abrir la privatización y desnacionalización de áreas vitales para el desarrollo de la una nación, como la energía, la educación, salud y agua; los servicios públicos básicos pasan de ser un derecho a simples mercancías y se deja nuestro futuro a la suerte del mercado. 4. Legaliza el robo del conocimiento tradicional y se da derecho a propiedad sobre la vida y su reproducción al hacerle susceptible de patentes; se tiende a destruir nuestra identidad y diversidad". El documento concluye informando de una "Consulta popular continental" y anticipando un levantamiento a escala regional si se desestima el grito de los pobres. Las Jornadas, de otro lado, se convirtieron en caja de resonancia de patéticas denuncias. James Petras, conocido autor y catedrático de universidades norteamericanas, describió al ALCA como a "una forma de desplazar la toma de decisiones de gobiernos desprestigiados y débiles hacia una comisión regional que la liderará EE. UU…" En uno de los múltiples eventos académicos, los militares ecuatorianos retirados, general René Vargas y coronel Jorge Brito, relacionaron al ALCA con el incremento de bases estadounidenses en América Latina (Tres Esquinas en Colombia, Alcántara en Brasil, Manta en Ecuador) para, a pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, "adentrarse en territorios ricos en petróleo, agua, oxígeno y biodiversidad". Para el ex parlamentario mexicano Gilberto López y Rivas un objetivo cardinal del ALCA "es instaurar una política de domesticación y desnacionalización de los ejércitos latinoamericanos, para convertirlos en cuerpos de Policía de los intereses económicos de los Estados Unidos". (El Comercio, l y 3 de noviembre del 2002). La identificación del ALCA como a la constitución esclavista que el Imperio pretende implantar en Nuestra América fue, sin duda, la idea que más se irradió desde estas tierras equinocciales. ¿Cuál es el porvenir para los hijos de Bolívar, Sanmartín y Tiradentes? El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro habría perfilado el horizonte cuando, en uno de su múltiples escritos, profetizó que "cabrá a los pueblos atrasados en la historia una función civilizadora de los pueblos más evolucionados, tal como, en la paradoja de Hegel, cabía históricamente al esclavo el papel de combatiente de la libertad". Quito, diciembre de 2003
2. ALCA: la "otra" guerra de Washington
3. ¿ALCA o ALBA?: el dilema latinoamericano II. ALCA: UNA PROPUESTA DE INTEGRACIÓN-DESINTEGRADORA 4. El ALCA a la luz del TLCAN
5. El ALCA y la falacia del mercado ampliado
6. El ALCA, la deuda y las inversiones especulativas
7. ALCA: el camino de la servidumbre
8. Ecuador frente al ALCA: un salto al vacío III. LA RESISTENCIA 9. Planteamientos para un debate fuera (o dentro) del ALCA
10. Jornadas antiALCA en la Mitad del Mundo I. ENFOQUE CONTINENTAL 1. El ALCA y el "crack" del capitalismo global (+) Apoteosis y hundimiento de la globalización corporativa Sucesos recientes en el escenario de las altas finanzas mundiales, con las emblemáticas quiebras de las firmas Enron y WorldCom y los aparatosos desplomes de la Bolsa de Nueva York, han resucitado el fantasma de la Gran Depresión de los años 30. De su lado, los descalabros monetario-financieros en el Mercosur –mal atemperados por los blindajes del FMI- han venido a corroborar la presunción de que el capitalismo global ha devenido un caso clínico. Los presagios sombríos se multiplican incluso entre los apologistas del establishment. ¿Qué hay detrás de los espasmos cada vez más frecuentes que soporta el capitalismo tanto en sus núcleos centrales como en la periferia? ¿Qué salidas explora el sistema? Caracteriza al capitalismo su desigual desenvolvimiento en el espacio (países que crecen y países que se estancan e incluso retroceden) y en el tiempo (ciclos con sus fases de auge, crisis, recesión y reanimación). Las crisis constituyen el momento crucial para ese régimen económico-social, puesto que ponen a prueba su capacidad de reproducción. E incluso, desde una perspectiva temporal más amplia, interpelan sobre la validez del multisecular paradigma de la Modernidad y el Progreso. ¿Por qué sobreviene una crisis? Las crisis capitalistas –independientemente de sus circunstancias particulares y anecdóticas- obedecen siempre a su contradicción esencial, es decir, al desajuste entre el valor de las mercancías producidas y el volumen de la demanda de las mismas. Expuesto en otros términos, traslucen el desequilibrio entre el carácter social de la producción y la forma privada de apropiación de los frutos de la actividad económica. Este punto de vista, antes que expresar una anacrónica visión sindicalista, refleja la realidad más cruda de este tornasiglo. ¿A qué aludimos? Catapultado por sus grandes triunfos políticos (caída del "socialismo real", cooptación del movimiento obrero de las metrópolis y debilitamiento del nacionalismo tercermundista) y por los espectaculares avances tecnológicos especialmente en los campos de la informática y las comunicaciones –constitutivos de la denominada "nueva economía-, el capitalismo central vivió una nueva apoteosis en la década de los noventa a horcajadas de un impetuoso proceso de concentración y centralización de capital exacerbado por el crecimiento exponencial del capital financiero especulativo. Dialécticamente, esa euforia del sistema habría incubado la crisis que hoy padece paladinamente. Expliquémonos. A consecuencia del referido proceso de concentración, la economía mundial se encuentra actualmente bajo el dominio de unas 200 corporaciones globales -encabezadas por firmas (+) Ponencia para el II Congreso del Pensamiento Latinoamericano (Universidad de Nariño, Pasto-Colombia, noviembre del 2002). como la ExxonMobil, General Motors, Ford Motor, DaimlerCrysler- que controlan el 25 por ciento del PIB mundial y conforman el "complejo totalitario" al que se refiere F. Clairmot. Este núcleo duro del capitalismo global y sus círculos adyacentes venían robusteciéndose en los últimos lustros blandiendo un liberalismo económico de una sola vía; es decir, avasallando países y continentes, desregularizando a las economías "anfitrionas", privatizando empresas estatales y paraestatales, desmantelando sistemas de protección laboral, arruinando a competidores locales, impulsando bloques de integración asimétrica (tipo TLC y ALCA). Y por supuesto –conforme se insinuó- mediante operaciones especulativas adelantadas a escala planetaria. ¿Por qué la bonanza de la economía estadounidense –la locomotora del capitalismo global- comenzó a hacer aguas desde el año 2000 diseminando las turbulencias financieras, la recesión, el desempleo y el escepticismo tanto en el centro como en la periferia? ¿Qué factores generales y específicos concurrieron para agotar la fase expansiva de los Estados Unidos? Aparte del debilitamiento de la demanda solvente, la inflexión del crecimiento tiene que explicarse por la progresiva pérdida de la competitividad norteamericana frente a Europa, Japón y China, tendencia que, en los últimos años, se ha traducido en déficit comerciales del rango de los 400 mil millones de dólares provocando devastadores efectos en la ocupación y los ingresos. Asimismo, un factor contractivo de la economía de la potencia mundial se tiene que localizar en la orientación capital intensiva de las tecnologías de punta, orientación que ha retroalimentado la caída de la demanda y generado un desempleo de características estructurales y no solo coyuntural. La extrapolación de estas condiciones a la economía internacional estaría en la base de la brecha de dimensiones siderales entre la opulencia y la miseria a escala mundial. Según las Naciones Unidas, tres hombres-corporación detentan una riqueza que supera al PIB total de los 48 países más pobres (600 millones de habitantes). ¿Cómo puede reproducirse normalmente un capitalismo que miniaturiza de tal modo el mercado? Colapso de la financierización: la lógica económica El aspecto más perceptible de la crisis en curso constituyen los "cracks" bursátiles, popularizados bajo la denominación de "explosiones" de la burbuja financiera. Además del referido proceso de contracción de la demanda efectiva ¿qué factores determinan las debacles financieras? "El problema con la globalización es que los globos se revientan", apuntó el subcomandante Marcos. ¿Por qué se desinfla el capital financiero? Para comenzar, la financierización alude a un proceso de crecimiento exponencial del capital ficticio. Maurice Allais, premio Nobel de Economía, ha calculado que los movimientos internacionales de capital especulativo superan en 40 veces a las liquidaciones originadas en la compraventa de bienes y servicios. De su lado, José Manuel Naredo, coautor del libro Pensamiento crítico vs. pensamiento único (Debate, l998), anota que el volumen de las reservas monetarias en el poder de los gobiernos apenas corresponde al que se intercambia diariamente en el mercado de divisas, aproximadamente unos l.800 millones de millones de dólares. ¿Cómo pudo edificarse esa colosal "economía de papel"? La creación de capital ficticio es una tendencia innata del régimen capitalista. Un innombrable economista alemán del siglo XIX la explicó asociada a la alienación que provoca ese régimen productivo y que se traduce en que los hombres dejan de reconocerse en los objetos que producen, dando pábulo a que el intercambio asuma formas fantasmagóricas. En la actualidad, ese "fetichismo de la mercancía" ha llegado a niveles surrealistas bajo comando de las corporaciones globales y los bancos de inversión y cabalgando en el descomunal crecimiento de los mercados cambiarios, íntimamente relacionados con el mercado de los intereses. Como era de esperarse, la expansión de estos mercados, fuente de ingresos extraordinarios para el Gran Capital, ha dado origen a una variedad de "productos" financieros – "futuros", "swaps", "opciones"- y a la consiguiente expansión de la famosa burbuja. ¿Por qué se rompió la pompa? Al menos por las dos siguientes razones económicas: En primer lugar porque la financierización oculta la abismal disociación entre capital financiero y capital productivo, lo cual significa que, en cualquier momento, los títulos fiduciarios pueden perder su valor de cambio y convertirse en papeles para el basurero. Es precisamente lo que han constatado recientemente millones de inversionistas estadounidenses (y de otros países). ¿Cómo explicar el desplome de los valores bursátiles? Precisamente por el sinceramiento que tarde o temprano se produce entre economía financiera y economía real. "La pretensión de burlar las causas estructurales de la crisis –se lee en un documento reciente- con el despegue de las bolsas de valores promovido en la década de los 90 en EE.UU. llegó a su límite. En realidad, durante esa década el valor de las acciones creció en un l.000 %, pero la economía real lo hizo solo en un 50%". (Declaración del Comité Ecuatoriano contra el ALCA, 2002). ° Una segunda causa se relaciona con el hecho de que la hipertrofia del sector financiero coloca las decisiones más importantes de la vida económica de continentes y naciones en manos de un grupo numéricamente insignificante de personas, cuyos criterios se definen al margen de los intereses de los grandes contingentes humanos y de los vitales equilibrios ecológicos, es decir, de los componentes de la economía real. Tanto las colectividades humanas como la naturaleza están reaccionando contra ese absolutismo cabalmente tipificado como "fascismo liberal" (I. Ramonet). La victoria de Lula en las presidenciales brasileñas y los cataclismos ambientales cada vez más globales tienen ese inequívoco significado. La "falla" ética del sistema de la burbuja Desde el enfoque de la economía, el actual "crack" financiero de los Estados Unidos y, por extensión, de la economía-mundo puede explicarse sin lugar a equívoco por el agotamiento de la estrategia encaminada a disfrazar las presiones recesivas estructurales del ciclo a través del expediente de "cebar" la burbuja bursátil. Esta respuesta, sin embargo, no es suficiente para comprender la complejidad de la crisis del capitalismo abstracto y cibernético y vislumbrar sus implicaciones. ¿Cuál es el fondo último de los desastres financieros que tienen en vilo al planeta? R. Garaudy anticipó una explicación del fenómeno en su ensayo aparecido en el libro colectivo El Islam ante el Nuevo Orden Mundial (l996), donde plantea la tesis según la cual nuestro tiempo describe una pugna entre el monoteísmo sórdido del mercado y los hombres que creen que la vida tiene un sentido. Más recientemente, el citado F. Clairmont ha ensayado una teoría similar. "La religión del mercado –dice- sigue siendo la libre circulación de capitales, pero se empieza a materializar un nuevo mensaje cada vez más concreto y peligroso: hay que hacerlo todo buscando 'el mayor valor para el accionista', por el crecimiento del valor de las acciones". Traducido a lenguaje corriente, esto no significa otra cosa que, en la lógica de este tornasiglo del capitalismo y la modernidad, no son los balances de pérdidas y ganancias los que determinan el valor de los títulos. Actualmente, las cotizaciones bursátiles han llegado a establecerse a partir de estimaciones (especulaciones) sobre la situación futura de las empresas reales o imaginarias. ¿Cuál es el talón de Aquiles moral de este Mundo Feliz? Samir Amin ha visualizado a la pompa fiduciaria como a una patología equiparable al cáncer, enfermedad que –conforme se conoce- multiplica descontroladamente las células en un proceso que conduce a la muerte del paciente. ¿Cuál es el cáncer del capitalismo contemporáneo? Max Weber discurrió sobre la superioridad del capitalismo a partir de sus supuestos atributos éticos como la frugalidad, el ascetismo, el sosiego. Semejante capitalismo, si existió alguna vez, resulta evidente que no existe más. Actualmente, "la fría astucia rige las relaciones comerciales, e incluso se ha convertido en un comportamiento normal. El ceder de alguna manera ante un opositor o un competidor se considera un error imperdonable para la parte que tiene una ventaja en cuanto a posición, poder o riqueza". (A. Solzhenitsyn, Fin de Siglo, l996). Las elites económicas y políticas mundiales –incluso sus congéneres del Sur- han abrazado frecuentemente sin saberlo el fundamentalismo de la modernidad cifrado en la sentencia de Bentham para quien "todo valor es un valor mercantil". El horizonte de ese apotegma utilitarista es temible y no únicamente por los efectos derivados de las tormentas financieras. Si las acciones humanas van a tener como brújula exclusiva el éxito económico, habrá que entender que todo está permitido. Seguramente este sea el argumento que exhiban los sacerdotes de la "contabilidad creativa", cuyos logros exagerados terminaron por destapar la represada crisis de la economía estadounidense. ¿Cómo se proyecta esta moral neodarwiniana a Nuestra América? La Justicia Infinita y el ALCA como salidas a la crisis El boom de la economía estadounidense en los 90 tuvo su correlato en la ideología. Con entusiasmo y fanatismo, los economistas metropolitanos proclamaron el crecimiento lineal y ascendente del capitalismo central y el consiguiente fin del ciclo económico. Sus epígonos latinoamericanos fueron todavía más lejos: pregonaron por todos los sistemas de propaganda del establishment –algunos continúan haciéndolo- que la práctica del neoliberalismo diseminaría los bienes terrenales en estas latitudes por la acción benevolente y civilizadora de entidades como Mc'Donalds y Microsoft, a condición de que nuestros gobiernos "despoliticen la economía" y pongan en vigor los desempolvados preceptos lesseferianos. Más temprano que tarde las ilusiones se han venido al suelo. El derrumbe de las empresas-estrellas de la "nueva economía", las recurrentes caídas de Wall Street y los impactos de los atentados contra el WTC y el Pentágono han provocado un triste despertar para los cantores del sistema, y más grave que eso, un viraje en el pensamiento y en las acciones de la Casa Blanca. El viraje se percibe en dos ámbitos cruciales. En el orden más general de la política, la Pax Americana –forjada en operativos bélicos localizados como la Guerra del Golfo o la intervención en Yugoslavia- ha devenido en la "lucha mundial contra el terrorismo". Capitalismo abstracto, enemigo abstracto. "¿Qué tipo de guerra es esta?", se pregunta la politóloga estadounidense Susan Sontag. Respuesta: "Hay algunos precedentes de estas guerras sin final previsible. Las guerras contra enemigos como el cáncer, la pobreza y las drogas también son guerras sin fin; siempre habrá cáncer, pobreza y drogas. Y siempre habrá terroristas despreciables como los que perpetraron el ataque del ll-S. Cuando un Presidente de EE.UU. declara una guerra contra el cáncer o la pobreza o las drogas, sabemos que la palabra 'guerra' es una metáfora. También la guerra que Washington ha declarado al terrorismo es una metáfora, aunque con poderosas consecuencias… Las guerras verdaderas no son metáforas. Tienen principio y fin… Pero la guerra contra el terrorismo no terminará nunca. Ese es un indicio de que no se trata de una guerra, sino más bien de un mandato para extender el uso del poder estadounidense". ("Estados Unidos se involucra en una seudoguerra", Líderes, sept. l6 del 2002). ¿Qué dice la economía política de esta guerra metafórica? ¿Cuál es el soporte material de esa cruzada contra villanos fantasmales? ¿Cómo explicar la resurrección del intervencionismo económico en una nación que venía evangelizando al mundo con un discurso ultraliberal (ciertamente de una sola vía)? La respuesta la encontramos cabalmente expuesta por el economista norteamericano D. Dillard en su libro La teoría económica de John Maynard Keynes ( edición en castellano de l965), cuando analiza la inflexión de la política de los Estados Unidos en los años posteriores a la II Guerra Mundial. En el citado libro anota: "La industria de la guerra tiene una clara aunque irónica ventaja sobre la industria de paz, consiste en que necesita producir cosas que han de estallar y no quedan para competir con más producción del mismo tipo en una fecha posterior". Más terminante todavía: "Si la guerra y la amenaza de guerra fuesen eliminadas del mundo, los países capitalistas del mundo se enfrentarían una vez más con la tarea de encontrar desembolsos suficientes para nuevas inversiones, a fin de proporcionar empleo a todos sus millones de obreros que no pueden ser empleados en las industrias de consumo". De esta lógica keynesiana surgió el "complejo industrial-militar" (D. Eisenhower) y la militarización de la economía norteamericana bajo el pretexto de la "guerra fría". La "guerra fría" no fue más que la justificación política para mantener la producción bélica como soporte de la economía estadounidense. El mundo –se le dijo entonces al pueblo norteamericano- ha podido librarse de Hitler pero los peligros subsisten. El enemigo escogido fue la Unión Soviética; posteriormente la China de Mao. Las circunstancias cambian, los fines últimos del Imperio no. En los albores del siglo XXI se busca enjugar la recesión incrementando el vilipendiado gasto público. La administración de George W. Bush ha aprobado para el 2003 un presupuesto de Defensa de 350 mil millones de dólares (casi el doble del correspondiente al 2002)). ¿Cómo hacer que los contribuyentes norteamericanos expriman sus bolsillos? Los justificativos se llaman Bin Laden y Saddam Hussein. La consecuencia para América Latina de la falsa guerra mundial en que se han embarcado la Casa Blanca es el ALCA. ¿Qué está detrás de esta "otra" guerra de Washington? En la mencionada Declaración del Comité Ecuatoriano contra el ALCA puede leerse: "El ALCA no es un instrumento distinto a la guerra. Es esencialmente una doble declaración de guerra comercial y financiera. Por una parte, las corporaciones transnacionales norteamericanas pretenden desplazar a sus competidores europeos y asiáticos de su actual participación en el mercado subcontinental… (Por otra), pretende instituir la competencia de los megacapitales norteamericanos con los minicapitales locales. El capital financiero norteamericano deglutirá a los bancos locales como un tiburón a las sardinas. Y beneficiándose de la legislación de 'excepción' que contiene el ALCA, no podrá ser sujeto de competencia de los capitales europeos o asiáticos. En consecuencia contiene además, una doble guerra financiera en contra de los capitales externos e internos". Pero no se trata únicamente de una guerra a librarse en la esfera de la circulación de bienes y servicios, sino también en el propio ámbito productivo. En el mismo documento se destaca: "El ALCA comporta un programa integral de recolonización, cuyas previsibles consecuencias amenazan superar la tragedia del colonialismo español. Por lo tanto atacan directamente a la producción en todos sus aspectos. Desde la imposición de un régimen de flexibilización laboral dirigido a elevar las tasas de extracción de plusvalía absoluta y relativa…a la reprimarización de nuestras economías que serán condenadas a abandonar toda estrategia de desarrollo industrial, a cambio de su concentración exclusiva en la extracción de riquezas naturales y en procesos de trabajo que demandan la explotación intensiva de fuerza laboral para la producción no de mercancías terminadas, sino solamente de parte de ellas, en el contexto de la internacionalización de la producción. La expectativa del ALCA es transformar al subcontinente en una gigantesca zona franca donde operen libremente las maquilas". Desde luego, la guerra convencional tiene sus propios capítulos en el ALCA: Plan Puebla-Panamá, Plan Colombia… ¿Consumatum est? 2. ALCA: la "otra" guerra de Washington El ALCA, proyecto promovido por Estados Unidos desde la Cumbre de Miami de l994, constituye el más reciente capítulo de la doctrina panamericana preconizada por Washington desde los tiempos de James Monroe. En la pos-Guerra Fría, la necesidad estratégica estadounidense de consolidar su propio bloque geopolítico y económico (el "área americana") como soporte de su hegemonía mundial, explican el interés de la Casa Blanca por impulsar ese plan anexionista. El gobierno de George W. Bush le confirió al ALCA un impulso fundamental con la aprobación el 2002 del texto denominado Autoridad para la Promoción Comercial (TPA o "vía rápida"), régimen temporal que le faculta a negociar acuerdos comerciales bilaterales sin el requisito del debate parlamentario. ¿Qué hay detrás de la urgencia de George W. Bush para que el ALCA entre a operar desde el cercano 2005, conforme acaba de ratificarse en la propia Miami el pasado noviembre? Las tres razones siguientes: a) enjugar la recesión estadounidense, b) contener la influencia europea en la región y neutralizar al MERCOSUR y a la CAN, y c) camuflar en las negociaciones económicas el remozado intervencionismo militar norteamericano en nuestra subAmérica. Desglosemos estos factores. El auge de la economía norteamericana durante la era Clinton –el más importante en la posguerra después del "boom" Kennedy-Johnson- colapsó a fines del 2000, envuelto en la debacle de la Nueva Economía. Esta inflexión del ciclo económico norteamericano se expresó no solo en la caída de las inversiones, sino también en un espectacular descenso de las exportaciones, tendencia que se agudizó el 200l. En el segundo trimestre de este último año –poco antes del 11-S- las ventas externas de Estados Unidos cayeron el l2%, lo que determinó que la administración republicana se decidiera por un plan completo de recolonización de América Latina. El segundo motivo básico para la instrumentación del ALCA tiene que ver con el hecho de que Washington y las corporaciones de EE. UU. no se encontraban precisamente felices con los acuerdos comerciales suscritos por los europeos en el marco de las cumbres iberoamericanas. Igualmente les venía incomodando una eventual consolidación del MERCOSUR, esquema de integración de proyección sudamericana y caribeña y que, especialmente bajo los liderazgos de Lula y Kirchner, ha venido reivindicando principios de soberanía política y de proteccionismo comercial y financiero. Para desalojar a los intrusos y para que el libre mercado opere conforme a las definiciones de Washington, nada mejor que presionar por el ALCA, cuyas bondades para Estados Unidos han sido demostradas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), convenio integracionista en el cual se inspira el instrumento de marras. Finalmente, las razones estrictamente militares no son extrañas a la propuesta washingtoniana del ALCA y, por el contrario, comportan su complemento (si no su basamento). Claudio Katz las expone de modo convincente: "Desde hace varios años una escalada de rebeliones populares conmueve a muchos países de América Latina. Estos movimientos acentúan la erosión de distintos sistemas políticos, que han perdido legitimidad por su incapacidad para satisfacer los reclamos populares. El descreimiento en los regímenes vigentes precipita la interrupción de mandatos (Perú), la disgregación de gobiernos (Ecuador), el colapso de estados (Colombia) y la desintegración de partidos tradicionales (Venezuela, México). A través del ALCA se intenta reforzar la intervención militar encubierta de Estados Unidos en Colombia, el rearme regional asociado a 'lucha contra el narcotráfico', los ejercicios bélicos tipo Vieques y la presión diplomática para alinear a los gobiernos latinoamericanos en sanciones contra los países demonizados por la Casa Blanca". A últimas fechas, esta vertiente del prointegracionismo yanqui explicaría las presiones del Departamento de Estado para que los países latinoamericanos confieran patente de corso frente a la Corte Penal Internacional a tropas norteamericanas por crímenes de guerra que pudieran cometer en estos territorios, o para que autoricen nuevos emplazamientos del Pentágono, como los que enmascarados de puestos de asistencia humanitaria se pretendió instalar en Ecuador. 3. ¿ALCA o ALBA?: el dilema latinoamericano Dos visiones contrapuestas han inspirado a los convenios de integración del continente: el latinoamericanismo y el panamericanismo. El primero de ellos, enmarcado en la teoría Prebisch-CEPAL, sustentó a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y al Mercado Común Centroamericano (MCCA) en sus momentos fundacionales entre fines de los 50 y comienzos de los 60 del siglo pasado. Enfrentado a ambos proyectos de inequívocos signos defensivos y proteccionistas, la reacción de Estados Unidos no se hizo esperar. A una fase inicial de nerviosismo y enojo siguió otra de expectación y análisis para, finalmente, proclamar su apoyo y compromiso a tales experimentos unionistas por tratarse de "uno de los objetivos básicos del Sistema Interamericano", según reza el Tratado de Punta del Este, que alumbró a la ahora olvidada Alianza para el Progreso (1961). La actitud primera de Washington traslucía el impacto de la Revolución Cubana, que le indujo a una política hemisférica reticente a cualquier cambio no programado por sus propios estrategas. Una zona de libre comercio o agrupamientos similares al sur del Río Grande –se pensó en el Departamento de Estado- podrían ser la fórmula de consolidación de una masa crítica incontrolable. En concomitancia, su prointegracionismo ulterior emergió del desvanecimiento del "peligro cubano" y, sobre todo, de las necesidades de las corporaciones norteamericanas, a la sazón interesadas en fomentar una industrialización funcional de nuestros países, planificar el uso de su tecnología en vastos espacios económicos y capturar los mercados del área "saltando" los aranceles proteccionistas. La mediatización y parálisis de la ALALC y el MCCA a fines de los 60, derivadas también de apetitos "subimperialistas" endógenos, no significó el fin de la perspectiva latinoamericanista. Esta resurgió con el Pacto Andino (1969), especialmente en tiempos del gobierno del socialista Salvador Allende en Chile y de los regímenes nacionalistas y populares de Juan Velasco Alvarado en Perú y Juan José Torres en Bolivia, y alcanzó su cima con la aprobación de la Decisión 24, un estatuto orientado a reservar las áreas estratégicas al capital subregional y a restringir el éxodo de los beneficios de las firmas transnacionales. La fascistización del Cono Sur, inaugurada con las dictaduras de Hugo Banzer y Augusto Pinochet , con su corolario de implantación del monetarismo y el aperturismo, a la par que eclipsó el enfoque latinoamericanista no solo a escala de las naciones andinas, abrió paso a un ciclo de hegemonía absolutista del panamericanismo, refrendado en los años 80 en el contexto del "shock" de la deuda y la sujeción del subcontinente a las implacables fórmulas recesivas del FMI y el Banco Mundial. En términos de integración, el panamericanismo alcanzó éxitos resonantes con la incorporación de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y la Declaración Presidencial de Miami que alumbró el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ambos eventos se cumplieron en 1994, año que, acaso por una ley de simetría histórica, incubó el ¡Ya basta! zapatista, consigna perceptible en el proyecto del Area Libre Bolivariana para las Américas (ALBA) que circula con intensidad creciente entre el Río Grande y la Tierra de Fuego al socaire del agotamiento del fundamentalismo liberal. II. ALCA: UNA PROPUESTA DE INTEGRACION-DESINTEGRADORA 4. El ALCA a la luz del TLCAN La Cumbre de Miami (l994) fue la plataforma de lanzamiento del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Esa vez, Bill Clinton se refirió al proyecto como la "cristalización del sueño de Simón Bolívar". George W. Bush aludió al mismo proyecto como al "sueño americano" en el cónclave de Quebec (200l). ¿Qué hay detrás de los mensajes oníricos de los dos últimos inquilinos de la Casa Blanca? ¿Qué puede esperar América Latina de un plan completo de recolonización que se pondría en marcha el 2005? La verdad siempre es concreta. Si extrapolamos ese aforismo a la realidad de la economía y la política contemporáneas, surgen algunas inquietantes cuestiones. En el tornasiglo que vivimos, la escena internacional se singulariza por dos procesos: el fin de la bipolaridad de la Guerra Fría y la integración de grandes bloques económicos y comerciales bajo el comando de las potencias industriales. Los dos procesos apuntan a la creciente marginalización del "sur", entendiéndose por "sur" también al destino de vastos contingentes demográficos del sistema sujetos a una irresistible tendencia a la tercermundización descrita por investigadores como Noam Chomsky y James Petras. La marginalización tendría su origen en dos órdenes de condiciones de la economía internacional. El primero relacionado con la ola de innovaciones tecnológicas controlada por corporaciones transnacionales de EE. UU, Unión Europea o Japón: robótica, comunicaciones, biotecnología, nuevos materiales, microtecnología, exploración de fondos submarinos. Ola orientada a sustituir la base productiva anterior en los núcleos centrales de la economía mundial, sustitución que en cuanto concierne a países como los latinoamericanos está resultando en una recurrente desvalorización de sus exportaciones primarias (salvo el petróleo). El segundo factor de la marginalización se relaciona con la sangría financiera de nuestros países, derivada del servicio de la deuda externa, y por otras retribuciones al capital. Deducciones que ligadas a las pérdidas comerciales y al retraso tecnológico han galvanizado el neocolonialismo estructural, al cual Bush padre llamó el Nuevo Orden Mundial, en vísperas de la campaña contra Irak (Operación Tormenta del Desierto). El ALCA no puede ser comprendido al margen de estas coordenadas, excepto que se quiera hacer economía- ficción o política-ficción. A la luz de estos parámetros, el futuro de Latinoamérica con el ALCA no resulta un misterio. Aludimos con esto a la experiencia vivida por México en el Tratado de Libre Comercio (TLCAN) que desde l994 articuló a la economía y sociedad aztecas a la lógica del capital estadounidense. Puesto que el ALCA sería un TLCAN ampliado hasta la Patagonia, la historia de América Latina en el ALCA ya habría sido contada. Para EE. UU. una de las metas con el TLCAN era eliminar las protecciones arancelarias de México e invadir con su subsidiada agroindustria el mercado de su vecino sureño e instituir para las corporaciones de ese país un corredor para plantas maquiladoras. Cierto que el esquema habría duplicado el comercio de EE. UU., aparte de que las corporaciones han transferido al país latinoamericano algunos miles de empleos mal remunerados. Esto exhibió Bush hijo en Quebec. Pero omitió decir que la integración- desintegradora promovida por el TLCAN habría expulsado de sus tierras a l3 millones de mexicanos. 5. El ALCA y la falacia del mercado ampliado América Latina enfrenta actualmente el desafío del ALCA, es decir, el reto de su integración con la economía más poderosa del planeta. El principal argumento que esgrimen sus panegiristas se relaciona con que tal fórmula unionista resolverá los problemas de mercado de nuestras economías. ¿Qué hay detrás de este extendido argumento? El mercado expresa un mecanismo de cambio cuyo espesor depende de las bases técnicas de producción y de la especialización de la mano de obra en cada país, así como de la distribución de los ingresos, a su vez determinada por el grado de concentración de la propiedad. Desde esta premisa –soslayada en el subcontinente bajo el sortilegio de "produciremos para 800 millones de consumidores"- se puede inferir que el raquitismo de los mercados internos de América Latina tiene como trasfondo la atrofia histórica de sus potencialidades productivas, la sistemática succión de su riqueza a través de una "red" de mecanismos comerciales, tecnológicos y financieros, así como el despilfarro de recursos capitalizables por obra del consumo alienado de sus elites y por otros gastos poco racionales. A últimas fechas, la caída de los salarios debido a una cadena de ajustes recesivos y la exclusión de vastos contingentes laborales derivada de las dos "décadas perdidas" han remarcado el raquitismo de los mercados regionales. ¿Podrá el ALCA –léase el absolutismo de las corporaciones estadounidenses- remediar la atrofia estructural de los mercados latinoamericanos, agudizada por las políticas contractivas de la demanda interna impuestas por el Consenso de Washington? El análisis del instrumento de unificación comercial propuesto por Washington configura una respuesta al menos escéptica. A diferencia de la Unión Europea, el ALCA está diseñado para que los beneficios comerciales fluyan en una sola dirección. Y esto no únicamente porque, antes de la suscripción definitiva del convenio, Estados Unidos ha procedido a un blindaje arancelario de ramas productivas como los cítricos, los textiles y el acero, sino también porque ha reiterado –como recientemente en Cancún- que "no son negociables" los colosales subsidios que provee a su sector agrícola. En esta misma esfera no arancelaria, no se tiene que olvidar que el mercado norteamericano está protegido por cientos de restricciones pararancelarias -controles fitosanitarios, normas de calidad, cuotas, trabas administrativas- que igualmente no serán materia de discusión. Típico esquema de integración corporativa, el ALCA no estipula tratos preferenciales para los países de menor desarrollo relativo – conforme sí lo establecen los convenios subregionales- ni cláusulas de excepción para aquellos socios que atraviesen desequilibrios fiscales o comerciales agudos. Finalmente, y en concomitancia con la propia cuestión comercial, conviene destacar el amplio espectro de connotaciones que la Casa Blanca confiere al postulado del libre comercio, concepto en el que incluye negociaciones sobre patentes y propiedad intelectual, marcos legales e incluso la calificación política de sus potenciales contrapartes. Amén que el ALCA y otros programas similares –como el Plan Puebla Panamá- constituyen derivaciones de la doctrina de la seguridad nacional de los Estados Unidos. 6. El ALCA, la deuda y las inversiones especulativas Una acción refleja del pensamiento económico de los países céntricos ha determinado que las elites políticas y económicas latinoamericanas hayan asumido como propia la tesis según la cual la convalecencia y avance de nuestras economías únicamente podrá ser obra de la intervención del capital extrarregional. Semejante postura teórica se sustenta en el razonamiento que supone que las economías regionales se encuentran cautivas de una suerte de círculo vicioso de la pobreza, derivado de la baja productividad de la mano de obra y su secuela de reducidos niveles de ingreso, ahorro e inversión. Este nudo estructural –se arguye- solo podrá ser desenredado por acción del financiamiento externo, es decir, por la inyección a Latinoamérica de voluminosos préstamos e inversiones directas primermundistas. La proyectada ALCA se ha convertido a últimas fechas en la principal caja de resonancia de ese postulado de la economía convencional. ¿Qué hay detrás del rol salvacionista de la inversión externa? Ya en los años 60 del siglo pasado el economista alemán- latinoamericano Gunder Frank refutó ese argumento apologético del statu-quo, al apuntar que, siguiendo esa lógica, el saqueo, la esclavitud y el exterminio de la población nativa por parte de los conquistadores españoles y portugueses tendrían que ser considerados como operaciones de ayuda y financiamiento externo. ¿Cómo ocurren las cosas contemporáneamente? Analicemos en primer lugar la vertiente crediticia, también conocida como inversión externa indirecta. Conforme a estadísticas de las Naciones Unidas, América Latina tenía una deuda externa de 350.000 millones de dólares en l990, deuda que más que se duplicó en el 2000 llegando a 750.000 millones de dólares, siendo que entre esos años nuestros países sufragaron, por concepto de capital e intereses, la sideral cifra de 9l3.000 millones de dólares. ¿Cómo sostener seriamente que Latinoamérica se beneficia del financiamiento externo? Según informaciones recientes, "Argentina es ahora un país en venta. Una superficie que supera los 3l millones de hectáreas, equivalentes a toda Italia, corre el riesgo de quedar en manos de acreedores extranjeros". (LIDERES, 23 de septiembre del 2002). El impacto de las inversiones externas directas no es distinto. Estimaciones conservadoras establecen que la tercera parte de las colocaciones de capital internacional en América Latina corresponde a movimientos especulativos y que, por lo mismo, no contribuye en absoluto al fomento productivo, a la generación de empleo o a la estabilización de los gobiernos. Situación que en los últimos años derivó en los aparatosos "cracks" financieros de México (1994), Brasil (1998), Ecuador (1999), Argentina (2001). A la luz de estas realidades exentas de retórica y que, además, amenazan con repetirse, incluso provocando radicales cuestionamientos al establecimiento internacional y local –como ahora mismo sucede en Bolivia- ¿resulta objetivo pensar que el ALCA va a reconvertir la vocación rentista y depredadora del capital monopolista? Si la respuesta a esta interrogación no es afirmativa, como en efecto no lo es, el ALCA solo puede significar nuestro definitivo salto al vacío. 7. ALCA: el camino de la servidumbre América Latina en general, y el Ecuador en particular, enfrentan el desafío del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en las condiciones más difíciles de imaginar. Si el presente es sombrío, el futuro que promete el ALCA resulta simplemente siniestro. La inferencia anterior, desde luego, no es gratuita. Según el Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA, evento cumplido en La Habana en noviembre del 2001, la propuesta integracionista- anexionista de Washington está llamada a galvanizar condiciones extremas de subordinación política y económica para los territorios que se extienden entre el Río Grande y la Patagonia. En su Declaración Final, el referido cónclave establece consecuencias del siguiente orden de la instrumentación del ALCA: – La liberalización de los mercados de bienes, servicios, inversiones y derechos de propiedad intelectual conduciría a una integración corporativa y a la desintegración de las economías nacionales, las sociedades y las culturas, así como a una escalada en la depredación medioambiental, al imponer los derechos privados de las empresas transnacionales por encima de las constituciones nacionales. – El déficit democrático en las Américas se profundizaría con la vigencia de una llamada Carta Democrática Interamericana, adoptada en Lima, el 11 de septiembre del 2001, por los Estados miembros de la OEA. Esa Carta ignora la soberanía de los pueblos y pretende, de acuerdo a parámetros totalitarios, certificar, desde la óptica imperial, la legitimidad de un gobierno. – Extendería y profundizaría el desempleo como una pandemia implacable a la par que se multiplicarían las maquilas y zonas francas, donde los trabajadores de América Latina y el Caribe serían superexplotados, con salarios varias veces inferiores a los que las corporaciones pagan en sus países de origen y sin respeto a los derechos laborales, ambientales, de salud, de seguridad social, de género y de sindicalización, prácticas que, al generalizarse, precarizarían y abaratarían el empleo en todo el hemisferio, con particular efecto sobre mujeres y menores de edad, que son hoy sus principales víctimas. – Ampliaría los flujos migratorios al mismo tiempo que se profundizarían la sobreexplotación, la discriminación, la persecución y la represión a los trabajadores migrantes e indocumentados, expresando así la contradicción entre la apertura extrema para la circulación de bienes y servicios y la limitación de la circulación de seres humanos. – Precipitaría a las naciones en el abismo de la subordinación financiera, agravada por el inmenso peso de las deuda externas, haciendo que pierdan hasta la menor capacidad de resistencia a las corporaciones de la superpotencia continental y mundial. – La agricultura, sector esencial para la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, quedaría expuesta a una competencia ruinosa frente al poderío tecnológico de las corporaciones transnacionales. Los trabajadores rurales se verían obligados en mayor medida al éxodo y a una vida miserable en las ciudades, dañando así la riqueza cultural y multiétnica, la biodiversidad, las reservas de agua potable y forestales, además de erosionarse en gran medida el trabajo agrícola como fuente de empleo y sustento alimentario. – Los derechos de propiedad intelectual se constituirían aún más en un monopolio tecnológico de las empresas transnacionales y perpetuarían la brecha entre Norteamérica y el Caribe. Además que el ALCA está diseñado para que se explote el conocimiento tradicional de los pueblos originarios, que se verían despojados de gran parte de sus riquezas naturales y privadas y de su acceso a la nueva tecnología para cubrir necesidades básicas y del desarrollo. – La conversión de los derechos sociales en pura mercadería profundizaría la exclusión y la crisis generalizada que ya padecen nuestros pueblos en derechos básicos como la educación, la salubridad y la salud. – Las transnacionales y los inversionistas estarían facultados a presentar demandas contra gobiernos y a que estas se diriman en paneles arbitrales internacionales, bajo el principio de que el interés corporativo transnacional debe imponerse sobre el derecho y el interés nacionales. – Los gobiernos de la gran mayoría de los países del continente cederían incluso la prerrogativa de realizar compras al sector privado o público de su propia nación, si las empresas transnacionales se consideran en capacidad de demostrar que su oferta es superior en términos competitivos. – El fondo público para programas de subsistencia básica, o todo tipo de servicios públicos esenciales, incluyendo la seguridad social, programas de salud o educación serían privatizados, eliminados o severamente restringidos. Curiosa modernidad la que promete el ALCA a los habitantes de estas tierras. Más curioso e indigno todavía que los gobiernos del área, salvo las conocidas y honrosas excepciones de Cuba y Venezuela, hayan abrazado con frenesí semejante proyecto de nuevo esclavizamiento del subcontinente. ¿Consumatum est? 8. Ecuador frente al ALCA: un salto al vacío En sus tiempos de campaña, Lucio Gutiérrez visualizó a la incorporación del Ecuador al ALCA como a un "suicidio". Congruente con su errática política exterior, luego de su rompimiento con la CONAIE-Pachacutik el pasado agosto y de la efímera adhesión del país al Grupo de los 21, de Cancún, el régimen gutierrista ha venido haciendo gala de un cándido entusiasmo por ese proyecto de integración "a la americana". ¿Cómo explicar semejante viraje, similar al que adoptara respecto de la guerra civil colombiana? Más allá de las presiones de segmentos de importadores y exportadores, representados por la ministra Ivonne Baki y el paraoficialista Partido Social Cristiano, la nueva postura de Carondelet tendría que explicarse tanto por su desconocimiento enciclopédico de la significación del ALCA, como por su falta de percepción de las debilidades nacionales para enfrentar al desafío de marras. Para comenzar, en las esferas de gobierno parece ignorarse que el ALCA corresponde a una estrategia global del Estado norteamericano encaminada a consolidar su hegemonía productiva, comercial, financiera, científica, tecnológica, ambiental, política, legal, institucional e ideológica en los territorios que se extienden entre Alaska y el Cabo de Hornos. Conforme hacía notar el analista Washington Herrera: "Para que el Ecuador pueda vender al mercado de Estados Unidos unos pocos productos más, aparte de los que ha exportado sin impuestos por varias décadas, se verá obligado a aceptar cambios en sus cuerpos legales para: 1) preferir a los proveedores americanos cuando el Estado haga sus compras gubernamentales para proyectos de infraestructura económica o social; 2) prorrogar las patentes de medicamentos que están en vísperas de pasar a conocimiento universal y no poder hacer genéricos; 3) dar trato nacional o preferencial a las empresas multinacionales que quieran venir a explotar el mercado de servicios financieros, seguros, de provisión de servicios de agua potable, energía, telecomunicaciones, servicios turísticos; proteger las inversiones y allanarse a ceder la jurisdicción legal en caso de controversias a tribunales extranjeros; 5) obligarnos a exportar solo los productos que contengan materia prima o insumos americanos; y 6) aceptar en el mercado nacional a los productos agrícolas que reciben subsidios en los países del norte".("Integración sin anestesia", El Comercio, 2 de diciembre del 2003). De otro lado, y conforme insinuamos arriba, el extravío de la política de Gutiérrez se fundaría también en la omisión de los problemas reales dentro de los cuales se desenvuelve actualmente el Ecuador. Aludimos a condiciones como la camisa de fuerza de la dolarización; la virtual insolvencia fiscal; el desbalance de sus cuentas externas, particularmente por las protuberancias en el servicio de la deuda; la asfixia financiera de las empresas; el abismal retraso tecnológico en todos los sectores productivos y de servicios; la carencia y la baja productividad de la mano de obra; la crisis económica y social del agro, especialmente de su segmento de subsistencia; la calamitosa situación de la industria y la artesanía incapacitadas para competir siquiera con Colombia y Perú; el declive de la producción petrolera; la precariedad de su infraestructura física; el alto costo de la energía eléctrica; en fin, la inexistencia de un proyecto nacional que permita situar con un mínimo de coherencia los medios y propósitos del Ecuador. Reflejo de esto último son las incongruentes posiciones del país frente a esquemas alternativos de integración como la CAN y el MERCOSUR. III. LA RESISTENCIA 9. Planteamientos para un debate fuera (o dentro) del ALCA En los albores del siglo XXI y a más de ciento setenta años de la independencia política de la mayoría de las naciones que la conforman, la situación de América Latina colinda con la catástrofe económica y social. Con sus aparatos productivos reprimarizados y desarticulados, hipotecados a una deuda externa-interna de dimensiones siderales, aislados de las principales corrientes de inversión productiva, comercio e innovación tecnológica y sometidos al diktat de una potencia victoriosa y arrogante nuestros países parecen tener obstruidas todas las salidas. Esta "crisis de alta intensidad", conforme la caracterizó Agustín Cueva ya a fines de los 80, no totaliza la realidad continental de este tornasiglo, que también aparece jalonada por una multiplicada resistencia incluso empresarial al neoliberalismo y por posiciones defensivas de corte institucional como la política antiinjerecista de Cuba, la revolución bolivariana en Venezuela y la promisoria victoria del Partido de los Trabajadores y "Lula" da Silva en las recientes presidenciales brasileñas. En estas complejas condiciones, Nuestra América –la martiana, no la monroísta- enfrenta el desafío del ALCA, es decir, el reto de su integración con la economía más poderosa del planeta. Proyecto que ni remotamente tiene relación con un interés de Estados Unidos de compartir con sus vecinos del sur su bienestar material o sus avances tecnológicos, sino que, por el contrario, implica una estrategia de Washington para profundizar su dominio hemisférico en un amplio espectro de actividades: comercio de bienes y servicios, movimiento de capitales y tecnología, compras gubernamentales, recursos naturales y medio ambiente, propiedad intelectual e incluso conductas políticas. De galvanizar tal propuesta ultraliberal – contenida germinalmente en la Iniciativa Bush (l99l)- la región en su conjunto pasaría a desenvolverse dentro de un estatuto más ominoso que el de los tiempos del coloniaje ibérico. Sería el "fin de América Latina" que pronosticara Alain Rouquié. Este indeseable horizonte impone, especialmente a quienes no militan en ningún determinismo histórico, la urgente tarea de configurar y defender un proyecto alternativo. ¿Con qué materiales construir la utopía viable? El desafío mayor consiste, sin duda, en el rescate de la soberanía de nuestros Estados, tan mellada en los últimos tiempos por el desbordamiento del poder estadounidense y de sus gigantescas corporaciones, y por la sumisión de las elites criollas. Dado que la soberanía no es una entelequia sino un planteamiento con soportes identificables, la reivindicación de ese atributo supone reflexiones y acciones (al menos) en los siguientes ámbitos concretos: la deuda, la lucha por la paz en la región y el impulso a una genuina integración. En cuanto al primer ámbito, conviene no olvidar que, sin una resolución radical del problema del endeudamiento, el futuro simplemente no existe para América Latina, salvo como hundimiento de un archipiélago de Estados fallidos. En el mundo de la economía no existen milagros: nadie puede sobrevivir con deudas que más se acrecientan mientras más se pagan. Si Estados Unidos, la Unión Europea y los restantes acreedores institucionales o comerciales – incluidos, por cierto, los Shyloks nativos- buscan realmente restañar esa ulceración del mundo moderno, ¿por qué no discutir seriamente, en el ALCA o en el seno de cualquier otro foro, la reimplantación de un régimen sabático? ¿No sería la mejor forma de honrar a nuestra tradición de civilización cristiana y asegurar la pervivencia de nuestros pueblos? ¿O se quiere que el genocidio económico llegue a sus últimas consecuencias? ¿No habrá llegado la hora de conformar el "club" de parias de la globalización corporativa? El derecho a la paz y a la autodeterminación es consustancial a la libertad, prosperidad y felicidad de las naciones. Resueltas o atemperadas la práctica totalidad de controversias fronterizas entre nuestros países –oprobioso legado del viejo colonialismo- ¿qué sentido tiene despilfarrar los escasos recursos en guerras internas o regionalizadas por mandato metropolitano? Aludimos al complemento del ALCA denominado Plan Colombia. A este último respecto, ¿por qué Latinoamérica no contribuye a desactivar el conflicto civil colombiano presionando a Estados Unidos para que levante la prohibición de las drogas psicoactivas igual que lo hizo en l933 con las bebidas alcohólicas? ¿Por qué aceptar que se continúe criminalizando a las sociedades? ¿Por qué no formar un frente latinoamericano en pro de la reanudación de las negociaciones pacificadoras en el hermano país? Respecto de la cuestión específica de la integración-desintegradora ("anexionista") que representa el ALCA, creemos del caso cerrar este comentario con dos referencias históricas atingentes a la materia de la fusión económica. Cuando el Libertador Bolívar convocó al Congreso Anfictiónico de Panamá (l826), lo hizo buscando sustentar su sueño de la Patria Grande en el proteccionismo de nuestros países frente al avizorado peligro de la emergente potencia yanqui. Cuando hace cuatro décadas los gobiernos de la época pusieron en vigencia la ALALC y el MCCA, a nadie se le ocurría dudar de la filosofía defensiva de esos tratados frente a la superioridad productiva y financiera de las corporaciones estadounidenses. ¿Qué razones económicas y políticas objetivas se han presentado en esta vuelta de siglo para echar al basurero de la historia ese principio defensivo y unificador de nuestras atribuladas naciones? ¿Por qué no incorporar estas inquietudes a las ríspidas agendas del ALCA? 10. Jornadas antiALCA en la Mitad del Mundo Seattle, Praga, Génova, Davos, Washington, Quito... Las estaciones de las "dos" globalizaciones tienen destino paralelo. Bajo la divisa "Otra América es posible" se congregaron en la capital ecuatoriana, entre fines de octubre y principios de noviembre del 2002, decenas de miles de militantes contra la globalización corporativa y, específicamente, contra el Area de Libre Comercio de las América (ALCA). La nueva cita de los críticos de la globalización corporativa tenía el propósito inmediato de rechazar un cónclave ministerial de los 34 países del continente inscritos en el proyecto "anexionista" de Washington. A las Jornadas de Resistencia Continental al ALCA confluyeron heteróclitos contingentes demográficos: campesinos, ecologistas, activistas de los derechos humanos, sindicalistas, pequeños empresarios, artesanos, dirigentes barriales, académicos, líderes religiosos, afroamericanos, estudiantes, niños, jóvenes, adultos, feministas, gays, delegados del Bloque Centroamericano de oposición al Plan Puebla Panamá y de las campañas de los Sin Tierra y Jubileo Sur… Con sus mensajes cosmogónicos, wipalas, rostros pintados y danzas ancestrales, los indígenas de los países andinos se convirtieron en los protagonistas del encuentro, que se desenvolvió con el telón de fondo de los recientes y promisorios triunfos electorales de Luiz Inácio"Lula" da Silva en Brasil y Lucio Gutiérrez en Ecuador. En contraste con la frigidez y el metalenguaje tecnocrático del encuentro ministerial, las acciones antiALCA serán recordadas por su tono festivo, creatividad y trascendencia. Una misa protesta oficiada por Demetrio Valentine, obispo de Sao Paulo, inauguró el evento la tarde del 30 de octubre. El día siguiente se cumplió el acto central de la programación: la marcha contra el ALCA. Fue cuando, desde horas tempranas, los peregrinos inundaron con sus emoción y su rebeldía el tradicional parque de El Ejido. "Los gringos quieren llevarse la tierra y el agua a manos lavadas", declaraba a un canal de TV un comunero de Cayambe. "Vine a Quito porque con el ALCA mis hijos van a quedar sin comer", sollozaba una joven mujer boliviana con su crío en la espalda. "Si los gobiernos no protegen a la producción agrícola, los indios vamos a quebrar", comentaba Gerardo Sumí, emberá colombiano. El nutrido desfile por la dignidad y el pan partió del edificio de la Casa de la Cultura, sita en el mencionado escenario forestal. Al frente de los marchistas habíase colocado una decena de indios saraguros portando una inmensa bandera cruzada con los colores del arco iris. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz; Leonidas Iza, presidente de la CONAIE; Evo Morales, el carismático líder de los cocaleros del Chapare; Luis Macas, rector de la Universidad de los Pueblos… encabezaban la protesta. Música, cantos, bailes, exaltaciones, imprecaciones… Las incontables pancartas se constituyeron en un gigantesco mural contestatario. "El ALCA es la muerte", rezaba el cartel de un manifestante vestido de esqueleto. "Sí a la vida, no al ALCA", "El ALCA es economicidio", "FMI: Fundamentalismo Monetario Internacional", "Bush terrorista", "Alto al fascismo liberal", "Alto a la flexplotación laboral", "ALCA: Acuerdo para Legalizar la Colonización de nuestra América", "ALCApone", "ALCAeda", "ALCArajo", "Viva el chocho y el maíz, fuera Mc Donald's del país", "No a las vacas locas, no a los transgénicos", "La Patria Grande no está en venta", "No a la usura". Un iconoclasta "¡No al ALCA!" podía leerse en las posaderas desnudas de un grupo de adolescentes plantados frente al exclusivo Swissotel. Cuando los manifestantes se aproximaban al Marriot, principal sede de la cita oficial, para entregar un memorial de agravios preparado por ONGs ecologistas, un operativo de más de cinco mil policías montado por el régimen de Gustavo Noboa disolvió la protesta pacífica de los disidentes, dejando un saldo de decenas de heridos, asfixiados y detenidos. La campaña contra la integración-desintegradora se clausuró el l de noviembre, con una Asamblea General de las Organizaciones Sociales del Continente, realizada en el campus de la Universidad Salesiana, bajo la presidencia de la dirigente quichua Blanca Chancoso, delegada ecuatoriana al Foro Social Mundial. Al término de sus deliberaciones, los asambleístas emitieron la Declaración antiALCA que precisa los peligros de proyecto made in USA en los siguientes puntos: "l. Pretende dar trato igual a países completamente desiguales, lo que solo puede producir más desigualdad. Busca dar tratamiento igual al pequeño productor latinoamericano que a las grandes corporaciones estadounidenses; se pretende hacer competir al empobrecido agricultor latinoamericano con los agricultores altamente subsidiados del Norte; se nos hace así perder seguridad y soberanía alimentarias. 2. Se les brindan todas las garantías a los grandes inversionistas mientras se les niega cualquier protección a los sectores vitales y estratégicos de las economías menos desarrolladas, y se les otorgan superderechos a las corporaciones al grado de que pueden incluso demandar a los estados ante cualquier medida que limite su insaciable sed de ganancias. 3. Pretende abrir la privatización y desnacionalización de áreas vitales para el desarrollo de la una nación, como la energía, la educación, salud y agua; los servicios públicos básicos pasan de ser un derecho a simples mercancías y se deja nuestro futuro a la suerte del mercado. 4. Legaliza el robo del conocimiento tradicional y se da derecho a propiedad sobre la vida y su reproducción al hacerle susceptible de patentes; se tiende a destruir nuestra identidad y diversidad". El documento concluye informando de una "Consulta popular continental" y anticipando un levantamiento a escala regional si se desestima el grito de los pobres. Las Jornadas, de otro lado, se convirtieron en caja de resonancia de patéticas denuncias. James Petras, conocido autor y catedrático de universidades norteamericanas, describió al ALCA como a "una forma de desplazar la toma de decisiones de gobiernos desprestigiados y débiles hacia una comisión regional que la liderará EE. UU…" En uno de los múltiples eventos académicos, los militares ecuatorianos retirados, general René Vargas y coronel Jorge Brito, relacionaron al ALCA con el incremento de bases estadounidenses en América Latina (Tres Esquinas en Colombia, Alcántara en Brasil, Manta en Ecuador) para, a pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, "adentrarse en territorios ricos en petróleo, agua, oxígeno y biodiversidad". Para el ex parlamentario mexicano Gilberto López y Rivas un objetivo cardinal del ALCA "es instaurar una política de domesticación y desnacionalización de los ejércitos latinoamericanos, para convertirlos en cuerpos de Policía de los intereses económicos de los Estados Unidos". (El Comercio, l y 3 de noviembre del 2002). La identificación del ALCA como a la constitución esclavista que el Imperio pretende implantar en Nuestra América fue, sin duda, la idea que más se irradió desde estas tierras equinocciales. ¿Cuál es el porvenir para los hijos de Bolívar, Sanmartín y Tiradentes? El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro habría perfilado el horizonte cuando, en uno de su múltiples escritos, profetizó que "cabrá a los pueblos atrasados en la historia una función civilizadora de los pueblos más evolucionados, tal como, en la paradoja de Hegel, cabía históricamente al esclavo el papel de combatiente de la libertad". Quito, diciembre de 2003
https://www.alainet.org/es/articulo/109340?language=es
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