El Movimiento Sindical Internacional y la Campaña Continental Contra el ALCA

28/01/2004
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Un análisis serio y responsable del papel del movimiento sindical internacional, en especial de nuestra región, en la lucha contra la implantación del ALCA tiene que tener en cuenta, necesariamente, la propia situación del sindicalismo tanto en el contexto regional como a lo interno de nuestros países. En el marco del creciente proceso de globalización neoliberal y de aplicación, por tanto, de despiadadas políticas neoliberales, impuestas por los centros de dominación mundial, léase Estados unidos y demás potencias industrializadas, y sus instrumentos de colonización permanente ( FMI, BM, OMC, etc.), el movimiento sindical ha sufrido un golpe demoledor del cual sólo ha empezado a recuperarse, pero muy lentamente. La privatización acelerada de las empresas y servicios públicos, en muchos casos vendidos, casi regalados, a inversionistas extranjeros y el consecuente despido de millones de trabajadores y, por supuesto, la desaparición y desarticulación de miles de sindicatos y gremios ha tenido un impacto tremendo en la existencia misma de los sindicatos. En Estados Unidos, dos décadas de neoliberalismo llevaron los índices de afiliación a los sindicatos a los niveles más bajos de la historia, y pese al enorme esfuerzo y las estrategias llevadas adelante por la nueva dirección de la AFL_CIO, encabezada por Sweeney, aún la incorporación a los sindicatos no rebasa el 13% de los trabajadores. En países de América Central, a las prácticas neoliberales se sumó la represión y asesinato de los luchadores sociales por parte de las fuerzas al servicio de los gobiernos de turno, lo que produjo la dispersión y desarticulación total de los sindicatos, dándose el caso de un pequeño país como El Salvador donde confrontan 14 centrales sindicales y no han logrado establecer una plataforma de lucha común. En países como Argentina, donde por muchos años el nivel de afiliación a los sindicatos era de los más altos del mundo, hoy el movimiento sindical está fraccionado, dividido y debilitado y disminuido a tal punto, que en medio de la actual crisis de ingobernabilidad que atraviesa ese país, sólo la CTA ha logrado espacios de movilización y lucha, mientras que la CGT, que acompañó a Menem en el proceso de destrucción que allí se llevó a cabo, no logra siquiera levantar su voz en defensa de los intereses de los trabajadores argentinos. El caso de Argentina no es, en absoluto, un caso aislado. En Chile, México y Venezuela, donde se aplicaron con igual fuerza esas políticas, no hubo una lucha coordinada y firme de los sindicatos contra su aplicación, y en algunos casos hubo incluso complicidad de los mismos con el modelo que se implantaba. En otros países del área andina, como Perú, Bolivia y Ecuador, aunque hubo una mayor resistencia, no siempre el movimiento sindical estuvo en condiciones de librar la lucha, debido sobre todo, tal es el caso de Ecuador, a luchas internas y debilitamiento de su capacidad de acción. Mientras, en Colombia, donde existe uno de los movimientos sindicales más combativos del continente, la represión y asesinato de importantes líderes sindicales, en medio de la situación de guerra que ha vivido ese hermano país, ha limitado su capacidad de enfrentar con éxito el modelo impuesto. En un país tan importante como Brasil en el contexto latinoamericano, la CUT ha tenido que librar sus luchas no sólo contra la implantación del neoliberalismo, sino contra una buena parte del propio movimiento sindical que abrazó el modelo impuesto y lo ha acompañado hasta hoy. Esto es sólo una muestra de lo que el neoliberalismo ha traído al movimiento sindical en nuestro hemisferio, el cual no supo distinguir a tiempo el peligro que el mismo representaba para los trabajadores y los pueblos. Es en esta circunstancia de debilitamiento y divisiones que se nos ha venido encima la amenaza creciente de implantar el ALCA como nueva fase de recolonización de nuestros pueblos. Creo, sin embargo, que la toma de conciencia frente a los peligros del ALCA fue mucho más rápida que frente a la Globalización Neoliberal, a lo que yo pienso contribuyó decisivamente la reacción del movimiento sindical en Estados Unidos y Canadá, a partir de su experiencia en la aplicación del NAFTA. Nótese que no menciono al movimiento sindical mexicano, al cual le ha costado mucho tiempo, y creo que aún le tomará más, entender las consecuencias reales de ese tratado de dominación. De ahí que ya desde Bello Horizonte se comenzaran a dar pasos para articular una campaña de lucha contra el intento de imponer el ALCA. Uno de los aciertos fundamentales del movimiento sindical en su lucha contra el ALCA, a mi juicio, es haber entendido, aunque no suficientemente a tiempo, la necesidad de alianzas con otras fuerzas sociales y populares, como los campesinos e indígenas, las organizaciones de mujeres y sectores de la Iglesia más progresista, entre otros. La creación de diversas redes en los países y a nivel hemisférico, como es el caso de la ASC, ha propiciado una mayor articulación de los espacios de lucha y, no menos importante, espacios para la preparación e información sobre los peligros de tal engendro. A ello han contribuido decisivamente la incorporación de destacados economistas, investigadores, intelectuales y académicos de universidades y centros de investigación. En este sentido tengo la opinión de que aún no se ha hecho lo suficiente, porque no se ha entendido bien su papel y potencialidades, en la incorporación de sectores estudiantiles que en universidades y centros docentes tienen enormes posibilidades de influencia y movilización. La participación de la ORIT, como organización sindical mayoritaria, en estas redes ha contribuido significativamente a la movilización de diversas fuerzas para su incorporación a esta lucha, a la cual se han sumado también otras organizaciones, como es el caso de la Coordinadora de Centrales Sindicales del MERCOSUR, donde confluyen fuerzas afiliadas o no a la ORIT y que ha logrado articular un significativo espacio de lucha. Una contribución importante a la lucha contra la imposición del ALCA fue la realizada por la AFL-CIO en su oposición a la aprobación del FAST TRACK por el Congreso Norteamericano, lo que evitó que el Presidente Clinton, a quien el movimiento sindical había apoyado en su elección y reelección, dispusiera de ese instrumento para acelerar las negociaciones y llegar a acuerdos en forma expedita. Esa batalla librada por la AFL-CIO, frustrada luego de los terribles sucesos del 11 de septiembre, influyó en todo el movimiento sindical del continente y muy en especial en el canadiense, que habiendo sufrido la implantación del NAFTA, no tardó en entender la necesidad de esa lucha. Muchos me han preguntado, más de una vez, si las posiciones de los sindicatos de Estados Unidos y Canadá se sustentan sólo en un acto de auto defensa o si también tienen en cuenta la solidaridad con sus hermanos del Sur. Tengo la convicción de que ambas cosas prevalecen en su toma de partido contra el ALCA. Por un lado, este proyecto, cual extensión del NAFTA, traería fatales consecuencias para los trabajadores de ambos países, asociadas, sobre todo, a la pérdida de millones de empleos y la inversión de capitales en el exterior en busca de mano de obra barata, pero a la vez entienden que las consecuencias para los trabajadores y pueblos de América Latina y el Caribe serían terribles y que es necesaria la solidaridad ante una recolonización de las Américas. Desde luego que entre las posiciones del Norte desarrollado y el Sur prevalecen criterios lógicamente contradictorios, tal es el caso, por ejemplo, de lo relacionado con el tema de los subsidios: mientras los trabajadores y campesinos del Sur vemos en la política de subsidios de Estados Unidos una práctica injusta y desleal de proteccionismo que lleva a la ruina a regiones y sectores enteros, como ocurrió en México con los productores de maíz o algodón, para muchos sindicatos norteamericanos esas políticas son necesarias para proteger sus altos índices de empleo e ingresos. Recuerdo en este sentido las recientes declaraciones de satisfacción de Leo Gerard, presidente del poderoso Sindicato USWA (Steelworkers)en relación con la decisión del gobierno norteamericano de aumentar los impuestos a las importaciones de acero a ese país, mientras que en Brasil miles de trabajadores veían amenazados sus puestos de trabajo y su subsistencia por la imposibilidad de exportar y por lo tanto de producir. Vale decir que estas situaciones también se dan entre Canadá y Estados Unidos, como es el caso de las restricciones a la importación de la madera de Canadá, con la consecuente afectación de los trabajadores de ese país. Soy sincero al afirmar que sin la contribución de los sindicatos de Estados Unidos y Canadá fuera muy difícil llevar adelante esta batalla que hoy llevamos adelante, y no lo digo por su generosa aporte financiero para la organización de las campañas, sino, fundamentalmente, por su importante contribución en la lucha política. En este sentido, las jornadas de Seattle, Washington y Québec, las dos primeras más vinculadas a la lucha anti-globalización, marcaron un hito y nos enseñaron cuánto es posible hacer cuando trabajamos unidos por iguales propósitos. Al analizar hoy en qué momento estamos y pese al esfuerzo realizado, sobre todo por organizaciones como la CUT de Brasil, que ha llevado sobre sus hombros el peso fundamental de la promoción de la lucha en América Latina, aún la respuesta de una buena parte del movimiento sindical de nuestra región es muy limitada. Tomemos por ejemplo el Caribe. Allí, donde 11 países son candidatos al ALCA, no se ha organizado la acción sindical frente a este proyecto y el nivel de información, no sólo entre los trabajadores, sino también entre los líderes sindicales es muy escaso y, me atrevería a asegurar, no existe una idea cierta de a qué nos enfrentamos. Una situación similar ocurre en Centroamérica, donde los problemas de hoy son tan urgentes que los peligros del ALCA se ven muy lejos o, lo que es peor, no se aprecian estos peligros. Es esta, pienso, una de las principales limitaciones del papel jugado por el movimiento sindical en la lucha frente al ALCA, y es que esta se ha centrado en los países considerados más importantes o decisivos, mientras que en los países de pequeñas economías, que son la mayoría de los candidatos a adherirse a este Acuerdo, no se ha fomentado la toma de conciencia de la necesidad de luchar por impedir su consumación, sobre todo a partir de la importancia que reviste para Estados Unidos la adhesión de todos los candidatos en bloque. En otros países con más peso específico, dado su potencial económico, como es el caso de Chile, Argentina y Venezuela tampoco el movimiento sindical ha jugado un papel significativo en el enfrentamiento al ALCA, y de alguna manera todavía hoy se escuchan voces alertando más contra el peligro que pudiera significar Brasil que el que proviene del intento de Estados Unidos de convertir en colonias a nuestros países. A todo esto se asocia lo que considero una de las limitaciones fundamentales del movimiento sindical en nuestro continente y que consiste en concentrar los esfuerzos principales en las reivindicaciones económicas a corto plazo en detrimento de la lucha política por asegurar para sus pueblos la garantía de la independencia, la soberanía y la autodeterminación. El ALCA, además de un proyecto de dominación económica es un intento de sometimiento absoluto de nuestros países a la dominación de Estados Unidos y de borrar cualquier vestigio de independencia que aún hoy podamos proclamar. Si llegara a consumarse tal propósito habremos retrocedido casi 200 años en la historia para volver a aparecer como colonias, algunas viviendo hoy en condiciones de pobreza más aberrantes que cuando nuestros próceres se levantaron contra el yugo opresor español.
https://www.alainet.org/es/articulo/109372
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