Guerra, justicia social, medios y democracia
20/02/2004
- Opinión
Texto preparado para un discurso en el Foro Social Brasileño
el 8 de noviembre, 2003 en Belo Horizonte, Brasil.
Estoy muy contento de estar aquí para participar en el Foro
Social Brasileño.
En los últimos años, tanto para mí como para los activistas
de base con quienes trabajo día tras día en Estados Unidos,
han pasado muchas cosas que nos han decepcionado. Pero a
menudo recuerdo las palabras que oí a principios del 2001 en
el Foro Social Mundial en Porto Alegre. En su discurso,
Eduardo Galeano mencionó una frase que vio pintada en cierta
pared urbana en Sudamérica que decía: "Dejemos el pesimismo
para tiempos mejores".
Para la gente de este mundo que se esfuerza por superar las
dañinas prioridades del neoliberalismo, la transición
ocurrida en Brasil este año resulta promisoria. Hoy en día
nos damos cuenta que el tesón de millones de personas,
sostenido durante años y décadas, es capaz de lograr cambios
inesperados que parecían inalcanzables o incluso imposibles.
En cambio, para Estados Unidos, y para aquellos en el resto
del mundo que se encuentran en la línea de fuego de la
política estadunidense, las cosas han empeorado últimamente.
Vivo en California, un estado donde un mal actor puede ser
gobernador; y vivo en un país donde los presidentes son
pésimos actores.
En Washington, la tarea de los presidentes es actuar como
filántropos mientras que abusan de todo el mundo como
pandilleros.
Hace diez meses, acompañé en un viaje a Bagdad a Denis
Halliday, ex Sub-secretario General de las Naciones Unidas,
que había sido director del programa "petróleo por
alimentos" en Irak. Fue en enero, y me dio la impresión de
ser testigo de un crimen de lesa humanidad, un crimen aún no
cometido, pero que estaba siendo ostentosamente anunciado
por los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra.
Aún antes de lanzar misiles crucero y bombas de dos mil
libras contra Bagdad y otros centros urbanos densamente
poblados; antes de que las "bombas de dispersión" fueran
sembradas sobre ciudades y provincias de Irak; antes de que
los proyectiles de uranio, costeados por los contribuyentes
de Estados Unidos, fueran disparados; antes de que el
Pentágono desatara su lucrativa campaña pirotécnica sin
tregua, había ya armas de engaño masivo.
En la mira telescópica de esas armas de engaño masivo estaba
cualquier persona que tal vez pudiera ser presa de la
ingenuidad. Sus armas de propaganda eran los interminables
falsos pretextos de buscar soluciones diplomáticas. Sus
armas de propaganda eran los discursos ante las Naciones
Unidas donde el presidente George W. Bush y el Secretario de
Estado Colin Powell daban febrilmente falsos pretextos
acerca de las armas de destrucción masiva y vínculos con Al
Qaeda. Pero sobre todo, el arsenal de propaganda, que
permitía que la guerra en Irak continuase, era la prensa.
Lo que parece abundar es la más perniciosa técnica del
engaño: la omisión de la verdad.
En Estados Unidos, pocos periodistas de prestigio se atreven
a decir que el presidente Bush tiene las manos manchadas con
la sangre de muchos niños Iraquíes después de emprender una
agresiva campaña que contraviene los estatutos de las
Naciones Unidas y el acta de Nuremberg, instituidos hace más
de medio siglo.
Los medios de información antidemocráticos son hostiles a la
historia. Por eso, el mismo aparato de propaganda subestima
el sufrimiento que ocasiona la constante guerra de clases
que la plutocracia impulsa, negando, a su vez, las
repercusiones sociales del militarismo.
El escritor Mark Twain dijo una vez que "Solo a los muertos
se les consiente decir la verdad". Y muchas veces, así
parece ser.
En Estados Unidos, ciertas premisas de Twain, a quien se ha
considerado el más importante escritor del país, son
rechazadas por la prensa dominante.
Hace cien años, escribió: "¿Quiénes son los opresores?
Pocos: el rey, el capitalista y un puñado de capataces y
supervisores. ¿Quiénes son los oprimidos? las naciones del
mundo, la gente de valor, los trabajadores, los que producen
el pan que los holgazanes comen".
Y escribió: "¿Cómo puede ser justo que no exista una
distribución más equitativa de los bienes en general? La
razón es que las leyes y la Constitución han establecido lo
contrario. Entonces habrá que cambiar las leyes y la
Constitución de manera que haya una distribución más justa.
Y escribió: "Soy antiimperialista. Me opongo a que el águila
clave sus garras en otras tierras".
En nuestros días, para el gobierno que se autodenomina con
fruición "la única superpotencia del mundo", la parcialidad
de los medios que abren camino a la guerra tendría que
vadear ciertas incómodas realidades históricas. Una de estas
realidades, para la prensa estadunidense, sería el
contundente veredicto pronunciado hace 58 años durante los
juicios de Nuremberg, en Alemania.
A pesar del ensordecedor silencio de los medios de
comunicación en lo que va del año, el hecho es que los
juicios de Nuremberg y los edictos del derecho internacional
prohíben la agresión bélica, apta descripción de las
acciones de parte del gobierno estadunidense en contra del
pueblo Iraquí en la primavera de 2003.
"Debemos hacer hincapié al pueblo alemán de que el crimen
por el cual sus fallidos dirigentes han sido procesados no
es el haber perdido la guerra, sino el haberla comenzado",
aseveró el Juez del Tribunal Supremo, Robert L. Jackson,
representante de Estados Unidos en Nuremberg durante la
Conferencia de Juicios Militares al terminar la Segunda
Guerra Mundial. Añadió que "no existe reivindicación ni
restitución que haga posible justificar el recurso a la
agresión bélica, acción rotundamente rechazada y condenada
como herramienta política".
Cuando un país, especialmente "una democracia", hace la
guerra, la complicidad pasiva de la sociedad lubrica la
maquinaria homicida. El silencio es una forma de
cooperación, aún cuando el sistema bélico no reclama quietud
o participación. El simple hecho de ser pasivo y
restringirse basta para que los misiles vuelen, las bombas
exploten y la gente en lugares distantes muera.
En Washington, nos encontramos ante un régimen empecinado,
el cual considera las acciones militares como soluciones
factibles.
Es un crimen destinar miles de millones de dólares al
armamento cuando tanta gente muere de hambre y de
enfermedades evitables.
No existe lugar en el mundo que no resulte afectado. La
excepcional agencia de noticias Inter Press Service anunció
a fines de septiembre que "los niveles de ayuda
estadunidense para América Latina se han elevado a más del
triple en los últimos cinco años". También añade: "Al mismo
tiempo que las economías de la región se encuentran
estancadas o en retroceso, el monto de ayuda militar de
Estados Unidos a Latinoamérica equivale a la cantidad que
Washington distribuye en dicha región para programas
sociales y económicos".
El apoyo a la guerra de Estados Unidos contra Irak y la
consiguiente ocupación de ese país no se puede desligar de
los proyectos de economía imperialista mejor conocidos como
"neoliberalismo" y "globalización", es decir, el afán de
crear condiciones óptimas para inversiones y tratados de
comercio altamente lucrativos.
Hoy día -a pesar de los rumores y las divisiones que han
acaecido entre las élites de Estados Unidos sobre la
ocupación de Irak- uno de los partidarios de la prensa es el
periodista del New York Times Thomas Friedman. Debemos
considerar lo que el destacado periodista ha dicho en su
libro de 1999 titulado "The Lexus and the Olive Tree" (El
Lexus y el olivo). Escribe: "La oculta mano del mercado
siempre vendrá con un puño escondido. McDonald's no
prosperará sin McDonnell Douglas, el fabricante del F-15 de
la fuerza aérea. Y el puño oculto que mantiene la seguridad
del mundo para que avance la tecnología de Silicon Valley
lleva la rúbrica del ejército, la fuerza aérea, la naval, y
los marines de Estados Unidos.
Dicha declaración fue escrita en un ambiente de ratificación
entusiasta. La imagen de hegemonía, con sus componentes
publicitarios geopolíticos, económicos y culturales, son
impulsados por un fantasmal "Estados Multinacionales Unidos
del Mundo" ....un mundo donde la suprema soberanía es
atributo de las American Express, Citicorp, McDonalds y
Monsanto, Disney y CNN.
Ciertos reportajes distorsionados en gran medida proclaman
que los dirigentes en Washington aspiran a la paz, pero
resulta que dicha paz se intenta lograr por la fuerza.
El gobierno estadunidense quiere la paz a su manera.
Para aquel que hunde su bota en el pescuezo de otro, le
resulta fácil presumir de pacifista. Tal como lo hace el
gobierno israelí mientras sostiene su flagrante y brutal
ocupación del territorio palestino desde hace ya treinta y
siete años.
Hace dos siglos, el general prusiano Karl von Clausewitz,
declaró: "El invasor es siempre amante de la paz".
El pasado fin de semana, un helicóptero fue derribado en
Irak, lo cual provocó la muerte de 16 miembros de las
fuerzas estadunidenses.
El lunes 3 de noviembre, el organismo al que pertenezco, el
Instituto de Precisión Pública (Institute for Public
Accuracy), emitió una declaración de Fernando Suárez Del
Solar, radicado en California, cuyo hijo, Jesús Alberto
Suárez Del Solar, murió en Irak el 27 de marzo, una semana
después de haber empezado la guerra. El afligido padre
decía: "Estos ataques son el trágico resultado de la
ocupación ilegítima de Irak por parte del ejército
estadunidense. Nuestros jóvenes exponen sus vidas día tras
día. Resultan heridos en tierras lejanas debido a los
caprichos y mentiras del presidente Bush... Las fuerzas
militares recurren a todo tipo de estratagemas para reclutar
latinos, afroamericanos y anglosajones pobres. ¿Cuántos
hijos de diputados o de empresarios están en Irak?
Pero la prensa estadunidense no es capaz de aceptar tanta
franqueza. Los debates sobre estrategia carecen de
trascendencia. Algunos puntos de vista que prevalecen en
ciertas élites, difundidos por agentes gubernamentales,
salen a sazón una y otra vez. Otras opiniones, que
cuestionan no solamente la omnisciente dirigencia sino aun
el fundamento moral de los planes de gobierno, se escuchan
solo de vez en cuando.
En los medios de comunicación, el poder de incluir y excluir
conlleva el poder de articular y manipular la opinión
pública. A medida que los organismos de la prensa comercial
crecen en tamaño y disminuyen en número, los medios
dominantes se dedican a la "compraventa de la conciencia".
Y en tiempo de guerra a menudo se da paralelamente una
militarización de la conciencia. En un país basado en
preceptos democráticos, esto es lo que hace posible la
manipulación del electorado para aceptar una guerra sin
mérito, basada en mentiras.
Hay que ver que la ocupación en Irak ha creado nuevos
modelos de apropiación que benefician intereses
empresariales de Estados Unidos. No es más que
neoliberalismo a punta de pistola.
Irak tiene cerca de 112 mil millones de barriles de crudo
bajo sus arenas. Según la prensa de Estados Unidos, esta
cifra tiene muy poco que ver con la guerra o la ocupación.
Pero, ¿quién, en sus cabales, va a creer que el gobierno de
Estados Unidos mantendría un ejército de 130,000 unidades en
Irak si no existiera en ese país una sola gota de petróleo?
Hace treinta y seis años, el precursor de los derechos
humanos Martin Luther King Jr. señaló al gobierno de Estados
Unidos como el "mayor distribuidor de violencia en el
mundo". Tal declaración, hecha en 1967, sigue vigente hoy
día.
Asimismo, continúa vigente la verdad que el Dr. King expresó
al declarar: "Cuando son más importantes las máquinas, las
computadoras, las ganancias y los derechos de propiedad que
la gente, es difícil derrotar la trinidad del militarismo,
la explotación económica y el racismo".
La liberación, tanto de los medios como de las fuentes de
información, ya sea en Estados Unidos, en Brasil o cualquier
otra parte, es inseparable de la lucha por la democracia, ya
que no resulta factible una amplia participación democrática
mientras el peso insostenible del capital obstruya la
libertad de expresión e interrumpa el debate.
Aunque es necesario, no basta con garantizar la libertad de
expresión. La gente necesita el derecho a ser escuchada. De
otra manera, la "libertad de expresión" consiste en el
derecho a hablar con la pared.
Los más prominentes distribuidores de noticias semejan
paredes agrietadas. Día tras día, los reductos de la prensa
dominante aumentan.
Sin embargo, contamos con infinitas oportunidades para
localizar, utilizar y ampliar esas grietas que existen entre
la comunicación democrática y la prensa dominante. Mientras
tanto, hace falta crear medios independientes capaces de
conducir al cambio social de manera eficaz.
El constante avance en la consolidación de la propiedad y el
tremendo impacto de la publicidad comercial reducen la
capacidad de debate y limitan el flujo de información en la
noticia. Los presentes obstáculos -económicos, ideológicos o
gubernamentales- inhiben la labor de los periodistas de
oficio, cuyos esfuerzos se ven frecuentemente agredidos por
prioridades ajenas y la autocensura.
La autocensura es un problema enorme en las sociedades con
libertad de prensa. George Orwell observó: "Los perros del
circo saltan cuando el domador chasquea el látigo; pero el
perro bien domesticado es aquel que da una voltereta sin
necesidad de látigo".
La ideología del "libre mercado", movida por el lucro,
marcha en sincronía con los planes de los ejecutivos
empresariales y los organismos publicitarios. La contienda
en contra del periodismo independiente y el debate amplio se
recrudece cuando las empresas son las que emplean a los
ejecutivos que emplean a los editores que emplean a los
periodistas y productores de contenido.
Ya que no existe persona ni organización que pueda enfrentar
más que una fracción de la tarea pendiente, el proyecto de
crear un clima de información democrática debe abarcar una
gama extensa de las mismas. El movimiento popular hoy día
encara el imperativo de emprender una lucha por la
información democrática.
Dos continuos esfuerzos, el uno desafiando la prensa
comercial y el otro apoyando a la prensa independiente,
pueden fortalecerse mutuamente, en sinergia constante, para
llegar a establecer, mantener y ampliar los organismos de
prensa del movimiento de vanguardia; para difundir la
crítica certera en contra de la prensa dominante; para
resistir las reformas estructurales de la burocracia
gubernamental, de modo que las frecuencias radiales sean
recuperadas por el público; para fustigar, para ridiculizar
y para desarticular esa maliciosa porquería que tan a menudo
se hace pasar por noticia y edificación cultural.
A la larga, todo intento de reforma básica en los medios
fallará si no viene coordinado con el movimiento de justicia
social, y viceversa. La degradación del periodismo y la
industria de diversión en masa se alimenta del mismo poder
empresarial que daña severamente todos y cada uno de los
aspectos de nuestra vida social y política.
La crítica de los medios es indispensable a medida que se
integra al activismo mediático. Nos apegamos demasiado a
teorías sobre lo que es y lo que no es posible. Mas el
análisis y la acción se fortalecen cuando comparten
información constante. Al fluctuar las convicciones debido a
la experiencia de base, nos beneficiamos no solo de los
resultados de intentos fallidos, sino también del agudo
análisis actualizado.
Hemos visto que no basta con una escandalosa denuncia o un
coherente análisis publicado en un panfleto, en algunas
páginas de la red o en ciertas estaciones de radio, o
inclusive el aparecer brevemente en algún programa a nivel
nacional. Tales logros, aunque importantes, no son
suficientes. Hay que sacar coraje mutuo, crear la forma de
alcanzar un mayor público, usando los medios de comunicación
en masa, donde existen grietas en las paredes de las
trasnacionales.
Ciertos estudiantes de periodismo conocen la noble teoría
que reza: "hostiga a los acomodados y consuela a los
oprimidos". Pero bajo el control empresarial, las fuentes de
comunicación frecuentemente consuelan a los ya acomodados y
hostigan a los ya oprimidos.
Día a día, las principales cadenas se enfrascan en violencia
de clase, de arriba hacia abajo, para luego censurar a
quienes contraatacan de abajo hacia arriba.
En muchos países, es costumbre de los medios -los
periódicos, las revistas de mayor alcance, la radio, la TV y
el cable- tomar partido con los que "tienen" en contra de
los que "no tienen".
En Estados Unidos, cada diario contiene una sección de
negocios. No existe alguno que tenga una sección laboral.
Pareciera que los medios dominantes asumen que la riqueza
crea el trabajo, en lugar de lo opuesto.
El movimiento popular necesita urgentemente un aumento de
recursos y una mejora en la coordinación de su labor
mediática. Debiera ser factible obtener la ventaja creativa
del agudo análisis, la expansión institucional, la
planificación coordinada y una ágil cooperación al tiempo
que se fomenta un esquema de acción social de base,
democrático y descentralizado.
Hoy vemos que las grietas en las paredes mediáticas son
escasas y leves. A largo plazo, nuestra tarea exige derribar
las barricadas institucionales que, de hecho, "aíslan el
ruido" de las mayorías y apagan las voces de los oprimidos.
Toda campaña dedicada a democratizar los medios enfrentará
oposición masiva por parte de los propietarios de rotativos
monolíticos, de las revistas de alta circulación, de las
cadenas de radio y televisión. Y están dispuestos a dominar
también la red en todo lo posible.
Los medios comerciales rinden culto no solamente al
exorbitante lucro sino también a la enajenación de la
sociedad de modo que se acepten sus preceptos económicos
basados en la más crasa injusticia.
Puede existir el dominio empresarial de los medios de
comunicación o puede existir una genuina democracia, pero no
pueden existir ambos.
Bajo el dominio de enormes transnacionales, severamente
regidas por las principales fuentes de ingresos
publicitarios, y en frecuente función conjunta con el poder
del estado, los más prominentes medios de comunicación
proyectan una grave sombra sobre nuestras vidas, sin
importar dónde.
Día tras día, mientras las voces de la riqueza y el poder
controlan la más ruidosa programación y la más amplia
cobertura, los administradores de los medios hacen lo que se
les paga por hacer.
Mas es posible crear una prensa democrática. Posible, y
absolutamente necesario.
* Norman Solomon es director ejecutivo del Instituto de
Precisión Pública.
- Título original: War, social justice, media and
democracy
- Autor: Norman Solomon
- Origen: Znet
- Traducido por Miguel Alvarado y revisado por José Wael Badaoui
- Autor: Norman Solomon
- Origen: Znet
- Traducido por Miguel Alvarado y revisado por José Wael Badaoui
https://www.alainet.org/es/articulo/109562
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