Economía e imperio
27/04/2004
- Opinión
En 1995 nace la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Los cerca de 20 acuerdos comerciales que conformaron la OMC se
presentaron como un conjunto de reglas multilaterales que
pondrían a débiles y poderosos bajo un conjunto común de
reglas apoyado por un aparato efectivo de coerción. Se
afirmaba que, en la OMC, la poderosa EE.UU. y la débil Ruanda
tendrían exactamente el mismo número de votos: uno.
La crisis del proyecto globalizador
Ahora el triunfalismo de esos años iniciales se ha
desvanecido. Las negociaciones en la Quinta Ronda Ministerial
de la OMC en Cancún fracasaron, y la organización está en
crisis. Un obstáculo mayúsculo para el reinicio de las
negociaciones es el rechazo de EE.UU. y la U.E. a reducir sus
gigantescos subsidios a la agricultura y su insistencia,
contra la resistencia generalizada de los países en
desarrollo, en llevar al ámbito de la OMC temas no
estrictamente comerciales como la inversión y los contratos
gubernamentales. Mientras tanto Washington y Bruselas
continúan enfrentados por una multitud de temas, incluyendo la
moratoria de la UE sobre los alimentos modificados
genéticamente. Los países en desarrollo, que una vez tuvieron
cierta esperanza de que la OMC traería mayor equidad al
comercio mundial, comparten unánimemente la visión de que lo
que han obtenido mayoritariamente de su pertenencia a la OMC
son costes, no beneficios.
¿Qué ocurrió? En una palabra, el Imperio. Resulta que la
globalización y el unilateralismo de los EE.UU. no encajan.
Pero primero déjenme hacer algunas anotaciones sobre la
globalización y el proyecto globalizador.
Tres momentos de la crisis de la globalización
Ha habido tres momentos clave en la profundización de la
crisis del proyecto globalizador.
El primero fue la crisis financiera asiática de 1997. Este
acontecimiento, que derrumbó a los entonces orgullosos
"tigres" del este asiático, reveló que uno de los puntos clave
de la globalización (la liberalización de las cuentas de
capital para fomentar un movimiento más libre de capitales,
especialmente capital financiero o especulativo) podía ser
profundamente desestabilizador. Esto se vio claramente cuando,
en sólo unas semanas, un millón de personas en Tailandia y 21
millones en Indonesia pasaron a engrosar las filas de los
oficialmente pobres [1]. El ambicioso proyecto de someter a
unas 100 economías a un "ajuste estructural" provocó el
estancamiento de la economía, así como una mayor pobreza y
desigualdad.
Poco después de la crisis financiera asiática, algunos
intelectuales clave en la defensa del modelo neoclásico del
libremercado empezaron a abandonar el barco: Jeffrey Sachs,
famoso anteriormente por su defensa de un tratamiento de
choque del "mercado libre" en Europa del Este a principios de
los 90; Joseph Stiglitz, antiguo economista jefe del Banco
Mundial; el catedrático de la universidad de Columbia Jagdish
Bagwati, que pidió controles globales a los flujos de
capitales; y el financiero George Soros, que condenó la falta
de controles en el sistema financiero global que le habían
enriquecido.
El segundo momento de la crisis del proyecto globalizador fue
el fracaso de la tercera cumbre ministerial de la OMC en
Seattle en diciembre de 1999, resultado de la intersección de
tres elementos de descontento:
– El de los países en desarrollo, resentidos por las
desigualdades de los acuerdos de la Ronda de Uruguay
que se habían sentido obligados a aceptar en 1995.
– La oposición de numerosísimos sectores de la sociedad
civil,
– Los conflictos comerciales sin resolver entre EE.UU. y
Europa, especialmente en agricultura
El tercer momento de la crisis fue el colapso de la bolsa y el
fin del "boom" de Clinton. La caída estuvo relacionada con la
sobrecapacidad del sector industrial, con el ejemplo más
evidente en el sector de las telecomunicaciones, donde sólo se
utilizaba el 2,5% de la capacidad global instalada. Este
estancamiento de la economía real llevó a que los capitales se
movieran hacia el sector financiero, produciendo la
vertiginosa subida de la bolsa. Pero puesto que la capacidad
de generar beneficios del sector financiero no puede desviarse
mucho de la capacidad de la economía real, el colapso de los
valores bursátiles fue inevitable. Esto ocurrió en marzo de
2001, provocando un estancamiento prolongado y la aparición de
la deflación.
La Nueva Economía de George W. Bush
El proyecto globalizador corporativo expresaba los intereses
comunes de las élites capitalistas mundiales, pero no eliminó
la competición entre las distintas élites nacionales. Como ha
señalado Robert Brenner, a mediados de los 90 la
administración Clinton fomentó la política de un dólar fuerte
para estimular la recuperación de las economías alemana y
japonesa, para que así a su vez pudieran servir de mercado
para los bienes y servicios estadounidenses. Por el contrario
la anterior administración, la de Reagan, más nacionalista,
había empleado una política de dólar débil para aumentar la
competitividad de la economía estadounidense a costa de
alemanes y japoneses [2]. Con la administración de George W.
Bush volvemos al dólar débil y otras políticas económicas
dirigidas a reanimar la economía estadounidense a costa de
otras economías importantes. Merecen destacarse varias
características de este enfoque:
– La economía política de Bush desconfía de un proceso de
globalización no manejado por el estado norteamericano.
– La administración Bush desconfía de un sistema de
gestión multilateral de la economía global. Su
creciente ambivalencia hacia la OMC resulta del hecho
que los EE.UU. han perdido varios casos allí.
– Para la gente de Bush el poder estratégico es la fuente
última de poder. El poder económico es sólo una forma
de conseguir poder estratégico. Por ejemplo, el enfoque
globalizador hacia China pone el énfasis en una
relación con China como área de inversión y mercado
para el capital estadounidense. Sin embargo, los
nacionalistas ven China básicamente como un enemigo
estratégico a contener.
Si se consideran éstas las premisas para la acción, entonces
cobran sentido los siguientes elementos destacados de la
reciente política económica estadounidense:
– Conseguir el control sobre el petróleo de Oriente
Medio. Esto claramente estaba dirigido en parte a
Europa, pero quizá el mayor objetivo estratégico era
controlar el acceso a los recursos de la región para la
China necesitada de energía
– Incorporar consideraciones estratégicas a los acuerdos
comerciales. En un reciente discurso, el agregado
comercial estadounidense Robert Zoellick afirmó
explícitamente que "los países que pretendan obtener
acuerdos de libre comercio con Estados Unidos deben
cumplir ciertas normas además de las comerciales y
económicas para ser considerados. Como mínimo estos
países deberán cooperar con los EE.UU. en sus objetivos
de política exterior y seguridad nacional, como parte
de los 13 criterios que guiarán la selección por parte
de EE.UU. de los potenciales socios del ALCA".
– Manipular el valor del dólar para forzar a las
economías industriales competidoras a soportar mayores
costes, recuperando así competitividad para EE.UU. Éste
es un claro esfuerzo para reanimar la economía
estadounidense a costa de la Unión Europea y otras
economías importantes.
– Manipular a las agencias multilaterales para defender
los intereses del capital estadounidense. Esto se hace
más fácilmente en el Banco Mundial y en el FMI, donde
la dominación estadounidense está más eficazmente
institucionalizada, que en la OMC. Por ejemplo, el
Mecanismo de Reestructuración de la Deuda Soberana
propuesto por el FMI para ayudar a los países en
desarrollo a reestructurar su deuda fue vetado por el
Tesoro estadounidense [equivalente norteamericano, al
menos en algunas de sus funciones, a los bancos
centrales europeos] en interés de los bancos
estadounidenses, aunque tenía el apoyo de muchos
gobiernos europeos. [3]
Política y economía del expansionismo sin legitimidad
Sin legitimidad, la gestión imperial es inherentemente
inestable.
Por ejemplo, el Imperio Romano solucionó su problema político
de legitimación extendiendo la ciudadanía romana a grupos
dirigentes y posteriormente a los no esclavos de todo el
imperio. Combinado con una visión del imperio como proveedor
de paz y prosperidad para todos, consiguió crear ese elemento
moral intangible pero esencial llamado legitimidad.
La extensión de la ciudadanía nunca ha jugado un papel en el
orden imperial estadounidense. En el periodo posterior a la
Segunda Guerra Mundial, durante su lucha contra el comunismo,
Washington sí consiguió una fórmula política para legitimar su
alcance global. Los dos elementos de esa fórmula eran el
multilateralismo como sistema de gobernación global y la
democracia liberal. No obstante, hoy en día la democracia
liberal tipo Washington o tipo Westminster tiene problemas en
todo el mundo subdesarrollado, donde ha sido reducida a una
fachada para el poder de las oligarquías. Sin una visión moral
para unir a la mayoría global al centro imperial, este modo de
gestión imperial sólo puede inspirar una cosa: resistencia.
El gran problema del unilateralismo es querer abarcar
demasiado, o la desproporción entre los objetivos de los
EE.UU. y los recursos necesarios para conseguir esos
objetivos.
El problema es relativo, es decir, es en gran medida función
de la resistencia. Entre los indicadores claves de ese
expansionismo sobredimensionado tenemos:
– La soflama del sentimiento árabe y musulmán en Oriente
Medio, el Sur de Asia y el Sudeste asiático, que
resultan en inmensos avances ideológicos para los
fundamentalistas islámicos
– El colapso de la Alianza Atlántica de la guerra fría y
la emergencia de una nueva alianza en contrapeso, con
Francia y Alemania en su centro
– La creación de un poderoso movimiento global de la
sociedad civil contra la hegemonía estadounidense
– La llegada al poder de movimientos anti-neoliberales y
anti-estadounidenses en Sudamérica
– Un impacto crecientemente negativo del militarismo en
la economía estadounidense, al ser el gasto militar
dependiente del déficit y el déficit más y más
dependiente de la financiación de fuentes externas.
En conclusión, el proyecto globalista está en crisis.
La posibilidad de que vuelva a emerger vía una presidencia
Demócrata o republicana liberal no debería descartarse,
especialmente dado que existen voces globalizadoras
influyentes en la comunidad empresarial estadounidense (George
Soros entre ellos) que están expresando su oposición al empuje
unilateralista de la administración Bush [4]. Pero esto es
improbable, y el unilateralismo reinará durante un tiempo.
Debemos tener un prudente respeto por el poder de los EE.UU.,
pero tampoco debemos sobrevalorarlo. Las señales de que los
EE.UU. están queriendo abarcar demasiado están ahí, y lo que
parecen ser manifestaciones de fuerza pueden en realidad
señalar una debilidad estratégica.
Walden Bello es profesor de sociología y administración
pública en la Universidad de Filipinas, así como director
ejecutivo de Focus on the Global South, con sede en Bangkok.
Es un miembro activo de los movimientos por la paz y contra la
globalización corporativa, y es el autor de unos 13 libros,
incluyendo "Desglobalización" y "El futuro en la cuerda
floja".
Notas:
1.- Jacques-Chai Chomthongdi, "El legado del FMI en Asia" en
"Praga 2000: Por qué debemos desmantelar el FMI y el Banco
Mundial" (Bangkok, Focus on the Global South, 2000), pp. 18 y
22
2.- Ver Robert Brenner, "El boom y la burbuja" (New York,
Verso, 2002), pp.128-133
3.- Para los agudizados conflictos entre el Departamento del
Tesoro estadounidense y los funcionarios del FMI ver Nicola
Bullard, "El titiritero enseña las manos", Focus on Trade,
abril de 2002:
http://focusweb.org/popups/articleswindow.php?id=41
4.- Ver George Soros, "El papel de América en el mundo",
discurso en la escuela Paul H. Nitze de Estudios
Internacionales Avanzados, Washington DC, 7 de marzo de 2003.
Remarcando que él había estado a favor de la intervención en
los Balcanes, incluyendo una "intervención de la OTAN sin
autorización de la ONU", Soros denuncia la guerra de Irak en
base a que parte de un fundamentalismo insano y que está
destruyendo las relaciones estadounidenses con el resto del
mundo. Los argumentos que expresa se oyen no sólo en los
círculos liberales del Partido Demócrata en Washington sino
también en círculos "pragmáticos" del Partido Republicano y de
Wall Street.
Publicado en la entrega de otoño de 2003 de New Labor Forum:
http://www.qc.edu/newlaborforum
https://www.alainet.org/es/articulo/109831
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