Amor a México

05/05/2004
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Las relaciones diplomáticas entre México y Cuba se han deshecho a efectos prácticos y las autoridades mexicanas no ofrecen argumentos convincentes para justificar las medidas que las llevaron a ese punto. Por eso muy pocos mexicanos las comparten y sólo las defienden quienes estaban deseosos de que ocurriera el rompimiento. Vendedores de diarios, taxistas, dependientes de comercio, trabajadores, estudiantes, profesores, periodistas, autoridades académicas me expresan su dolor y desaprobación a la conducta del gobierno, su solidaridad con Cuba. No podría decir exactamente lo mismo de los medios de difusión, pero en sentido general el balance de las opiniones en los diarios y en la radio se inclina por el sentir de "la calle". Hasta en la televisión, un medio monopolizado y casi siempre alineado al criterio oficial, se escuchan no pocas voces discrepantes. Concuerdo con la valoración del canciller Luis Ernesto Derbez sobre la situación creada: es "la antesala de una ruptura total de las relaciones bilaterales". Está por cancelarse de jure en cualquier instante un vínculo diplomático forjado y nunca interrumpido durante más de un siglo, el único en nuestra región que resistió la prueba de brutales presiones desde que inició el acoso de Washington contra Cuba. De llegar a ese extremo, tendrá consecuencias lamentables para los dos países y para América Latina, acaso para México principalmente. Cuba está en grave peligro desde que Bush llegó a la presidencia. Desacreditado por el empantanamiento en Irak, las mentiras para justificar la guerra, las revelaciones sobre la tortura a los prisioneros iraquíes, la evidencia de que su gobierno sólo favorece a los ricos, cada día son más inciertas sus posibilidades de conseguir un segundo mandato. De allí la tentación de dar un zarpazo a Cuba para galvanizar a la opinión pública doméstica en las elecciones de noviembre e impulsar a la adinerada contrarrevolución de Miami -que sólo pide sangre- a redoblarle su apoyo en una elección que se anuncia muy reñida. Prólogo de esa eventualidad es la reciente confirmación de la Isla por el Departamento de Estado en la lista de naciones que auspician o dan refugio a terroristas y nuevas acusaciones del subsecretario Bolton sobre presuntos programas cubanos de armas biológicas. Todo esto en un clima mediático de "acelerar" el cambio de régimen en La Habana, según las recomendaciones de la comisión presidida por Collin Powell, que utilizará el emperador para anunciar otro apretón en la garganta de Cuba. Cualquier semejanza con los preparativos contra Irak no es pura coincidencia. En estas circunstancias es que formula Fidel Castro duras críticas al gobierno mexicano por su voto en Ginebra a favor de una resolución selectiva y discriminatoria -que nada tiene que ver con la defensa de los derechos humanos-, escrita y patrocinada por Washington para justificar una nueva arremetida anticubana. Es lo que haría cualquier jefe de Estado responsable para llamar la atención sobre un hecho que amenaza ominosamente la vida de su pueblo. Una postura de México junto a Argentina y Brasil en Ginebra habría impedido la condena de Cuba y desarticulado el plan yanqui. Habría fortalecido la unidad latinoamericana, indispensable en un momento en que el jefe del Comando Sur de Estados Unidos cataloga a Buenos Aires, Brasilia y Caracas como regímenes "populistas" y una amenaza grave a su seguridad nacional. En cambio, actitudes como la asumida por el gobierno mexicano restan fuerzas a nuestra América para presentar posiciones internacionales comunes que le permitan salir de la postración en que la sumieron siglos de explotación colonial e imperialista. A la vez, disminuyen las posibilidades de que México pueda recabar una acción concertada de América Latina en apoyo a sus reivindicaciones frente a Estados Unidos, cuando el TLC ha reducido considerablemente su capacidad de negociación. En lo interno, los pasos del gobierno de México respecto a Cuba estimulan a la derecha más reaccionaria y proclive a los poderes imperiales -ayer a Napoleón III, hoy a Bush II- y propician una embestida contra las demandas sociales. Amo a México a la par que a Cuba, mi terruño. Admiro a Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata, Villa y Lázaro Cárdenas, tan míos como Martí. Por eso mismo siento el imperativo moral de expresar lo que pienso de esta amarga coyuntura, que ojalá quede pronto en el olvido.
https://www.alainet.org/es/articulo/109869
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