Miedo en el presente, esperanza para el futuro
26/05/2004
- Opinión
La publicación del Informe Anual de Amnistía
Internacional, que analiza la situación de derechos
humanos en 155 países y territorios, supone auténticos
quebraderos de cabeza para muchos gobiernos, a los que la
imagen pública que muestra este documento podría
apartarles de la reelección, de suculentas inversiones
extranjeras - incluida la afluencia de turismo- o podría
generarles grandes críticas por parte de la comunidad
internacional, y hasta por parte de su propia sociedad,
dependiendo del grado de libertad de expresión que se
tenga en el país.
En el informe 2004, subtitulado con la frase de Eduardo
Galeano: "Resonaron las voces de los jamás escuchados",
Amnistía Internacional afirma que la violencia de los
grupos armados y el número cada vez mayor de violaciones
que cometen los gobiernos se han unido para producir el
ataque contra los derechos humanos y el derecho
internacional humanitario más persistente de los últimos
50 años, lo que está creando un mundo donde la
desconfianza, el temor y la división son crecientes.
Por si fuera poco, la ONU tuvo que hacer frente a una
grave crisis en su legitimidad y credibilidad a causa de
la guerra que Estados Unidos emprendió contra Irak y
también por la incapacidad de la propia organización para
hacer que los Estados rindieran cuentas por la comisión
de gravísimas violaciones de derechos humanos. Todo ello
ha conformado un mundo mucho más peligroso y dividido que
el de los últimos años.
La vida de más de mil millones de personas quedó
arruinada en 2003 por la pobreza extrema y la injusticia
social, mientras los gobiernos seguían dilapidando sus
recursos en armas para librar guerras que generan más
odio, más hambre y más destrucción.
La guerra contra Irak, librada en el nombre de la
seguridad y con el argumento de acabar con las armas de
destrucción masiva ha dejado en entredicho la
credibilidad de la nación más poderosa del mundo. Ni Irak
es hoy un país más seguro ni se han encontrado armas de
destrucción masiva, ni nucleares ni biológicas, ni
ninguna de éstas son el verdadero problema mundial, ya
que son las armas ligeras las que matan cada año a
500.000 personas, una por minuto, y para las que no
existe ningún tratado internacional que las regule y sí
un gran negocio que reporta pingües beneficios -alrededor
de 21.000 millones de dólares- a unos pocos empresarios.
Pero no sólo los Estados han incumplido numerosas normas
internacionales en materia de derechos humanos en nombre
de la "guerra contra el terror", sino que el "terror"
mismo ha traspasado sus propios límites, situándose en la
escala más baja de la crueldad humana.
Los datos que se desprenden del Informe son realmente
estremecedores.
Se cometieron ejecuciones extrajudiciales en al menos 47
países. La organización tuvo noticias de que se
produjeron "desapariciones" en 28. En cuanto a informes
sobre tortura y malos tratos a manos de las fuerzas de
seguridad, la policía y otras autoridades estatales,
ocurrió en unos 130 países. Se recluyó a presos de
conciencia en 42. Se retuvo arbitrariamente y se recluyó
sin cargos ni juicio a personas en 58 países. Se condenó
a muerte a personas en 63 y se ejecutó a personas en 28.
En cuanto a los grupos armados de oposición, cometieron
actos violentos y homicidios en 34 países; torturas y
malos tratos en 18; y perpetraron tomas de rehenes y
secuestros en 16.
La organización afirma que los ataques violentos contra
civiles y contra instituciones establecidas para dar
soluciones a los conflictos y a la inseguridad -como las
Naciones Unidas y el Comité Internacional de la Cruz
Roja- representan una nueva y significativa amenaza para
la justicia internacional.
Asimismo, en el Informe se detallan homicidios ilegítimos
de civiles cometidos por tropas de la coalición y grupos
armados en Irak. Las denuncias de tortura y malos tratos
ponen de relieve la vulnerabilidad de cientos de presos -
no sólo en Irak sino también en la bahía de Guantánamo
(Cuba), en Afganistán y en otros países-, encarcelados
por Estados Unidos y sus aliados, sin cargos, juicio ni
acceso a abogados o a la protección de los Convenios de
Ginebra.
La "guerra contra el terror" y la guerra de Irak han
alentado una nueva oleada de abusos contra los derechos
humanos y desviado la atención de los antiguos. Ocultos a
los ojos del mundo, el Informe Anual 2004 documenta
conflictos internos en países como Chechenia, Colombia,
la República Democrática del Congo, Sudán o Nepal, que se
han convertido en caldo de cultivo para algunas de las
peores atrocidades. La violencia en Israel y los
Territorios Ocupados se ha intensificado, y en otros
países, muchos gobiernos aplican abiertamente programas
represivos. Además de situaciones tan graves como las
muertes y desapariciones de cientos de mujeres en lugares
como Ciudad Juárez en México, la situación de indefensión
de los ciudadanos ante la delincuencia en países como
Brasil o la ruina y miseria en la que viven miles de
familias desde hace dos años en Afganistán.
Al mismo tiempo que destaca los abusos y la impunidad, la
hipocresía y el doble rasero de los gobiernos, Amnistía
Internacional pone de relieve el emergente poder de la
sociedad civil para cambiar la balanza a favor de los
derechos humanos. Hay signos inequívocos de un movimiento
por la justicia mundial: los millones de ciudadanos que
tomaron las calles en todo el mundo en solidaridad con el
pueblo iraquí, los españoles que se manifestaron en
nombre de la humanidad tras los atentados de Madrid, o
los ciudadanos del mundo que se reunieron en el Foro
Social Mundial.
En el ámbito mundial, y pese a la cruzada iniciada por
Estados Unidos para menoscabar la justicia internacional
y garantizar la inmunidad para sus ciudadanos en todo el
planeta, la Corte Penal Internacional ha nombrado ya a su
fiscal y ha empezado a trabajar en serio. Poco a poco,
los tribunales de Estados Unidos y el Reino Unido han
comenzado a examinar el poder del ejecutivo para
restringir los derechos humanos.
En palabras de Irene Khan, secretaria general de la
organización: "los derechos humanos importan porque
ofrecen una visión poderosa y convincente de un mundo
mejor y más justo, así como un plan concreto para llegar
hasta él. Estos valores mundiales de justicia son el
camino más eficaz hacia la seguridad y la paz".
* Ángel Gonzalo es periodista
Agencia de Información Solidaria
https://www.alainet.org/es/articulo/109982?language=en
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