El corazón de la tinieblas propiamente dicho: hambre, sexo e ignominia en el campo de la ONU en Bunia

Tropas uruguayas en el Congo

31/05/2004
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El ministro de Defensa Nacional, Yamandú Fau, dijo que no ha llegado "denuncia de ningún tipo" contra los soldados uruguayos que participan en la Misión de la ONU en el Congo (MONUC). Dijo también que cree "difícil" que si esos hechos ocurrieron, no hubiese ya una denuncia concreta y las autoridades de la ONU no hubieran individualizado a los responsables. Sin embargo, El ministro Fau parece no estar enterado de que el organismo multinacional está investigando el comercio sexual entre estas tropas y menores de edad congoleñas al menos desde principios del pasado mes, tal como lo consignaba un informe de la agencia Reuters desde Kinshasa fechado el pasado 10 de mayo. El ministro dijo que -por las dudas- el jefe de la misión militar uruguaya en el Congo, el coronel Luis Lavista, reiteró al personal bajo sus órdenes "los valores morales y éticos" con que deben comportarse porque de acuerdo con nuestra cultura esas acciones "son condenables." Fau olvida que esos "valores morales y éticos" no impidieron a las Fuerzas Armadas uruguayas cometer acciones mucho peores durante los años de dictadura, y que ninguno de esos violadores (incluso de menores -varones y mujeres- como el coronel Jorge Silveira) fueron alguna vez condenados. Por el contrario: fueron ascendidos, y en democracia. Finalmente, el ministro ratificó su "confianza" en los efectivos uruguayos (condecorados personalmente por el presidente Jorge Batlle el mes pasado), y adivirtió que "al menor indicio" de que las denuncias sean ciertas, las autoridades actuarán "con la mayor firmeza" y se aplicarán "severísimas sanciones" contra los responsables. El ministro Fau desconoce tantas cosas que: o bien es una figura meramente decorativa y el control de las Fuerzas Armadas está realmente a cargo de los comandantes en jefe; o bien es un mentiroso, o bien es un tonto. Porque éste de Bunia es un caso mucho más complejo que otros similares protagonizados por las fuerzas de paz de la ONU. Aquí no hay violaciones compulsivas, sino que las niñas congoleñas (mayoritariamente madres solteras por violación) atraviesan las alambradas para vender sus cuerpos a cambio de un pedazo de pan. El campamento de refugiados de Bunia es un caos sobre el que la ONU no parece tener ningún control. Las adolescentes madres solteras son tratadas como parias por sus congéneres, y encuentran en el comercio sexual con los soldados uruguayos y marroquíes allí estacionados la única forma de escapar a la muerte por inanición. Así lo registra el reportaje a tres de estas niñas, publicado por el periódico londinense The Independent (*) el pasado 25 de mayo (que el ministro Fau obviamente nunca leyó). Faela, una niña de 13 años con un hijo de seis meses de edad, relata allí que: . "Es difícil vivir en el campamento para muchachas como yo, con niños y sin marido," dice. "No tenemos hombres que nos cuiden. Hemos sido mancilladas por los soldados que venían a nuestro pueblo. Nadie nos tomará ahora por esposas y para nosotras es difícil conseguir comida en el campamento." Enfrentada a la inanición, y preocupada por su hijo, Faela, junto con otras muchachas en situación similar, buscaron la única salvación que sintieron tenían a su alcance: los soldados uruguayos y marroquíes de la Fuerza de Paz estacionada a unos 20 metros del campamento, con sólo un alambre de púas de separación. "Si voy a ver los soldados de noche y duermo con ellos, algunas veces me dan comida, tal vez una banana o un bizcocho," dice Faela, mirando a su hijo. "Tengo que hacerlo con ellos porque no hay nadie que me cuide, y no hay nadie más que yo para protejer a mi hijo. Él es todo lo que tengo y debo cuidarlo." Explica que "Es fácil para nosotras llegar a los soldados de la ONU, trepamos sobre la alambrada cuando está oscuro, a veces una vez por noche, a veces más de una vez." María tiene 15 años. Como Faela, ella también tiene un bebé. Parada junto a la alambrada de púas, explica por qué siente que no tiene más remedio que trepar por sus agujeros y dormir con los soldados de la ONU: "Cruzo la alambrada cuando necesito comida," dice. "Nada malo nos sucede allí, los soldados son gentiles y nos dan cosas. En este campamento no hay mucho. Yo vine a Bunia para estar segura y para alejarme de los soldados que atacaban mi pueblo." María, como muchas de las demás muchachas dentro del campo -niñas cuidando niñas- nunca fue a la escuela y no sabe leer ni escribir. Siempre fue una hija obediente y no tenía idea de adonde ir luego de que su familia la abandonó. Pasó de ser protegida y amada por su padres a ser expulsada, y admite que cualesquiera sean los peligros, no dejará de visitar a las fuerzas de paz cada noche. "Los soldados de la ONU ayudan a las muchachas como yo, nos dan comida y cosas si vamos con ellos," explica. Adela tiene 16 años, Llegó al campamento en Julio del año pasado: "Vine porque la guerra estaba empeorando en nuestro pueblo," dice. Cada noche los soldados venían y hacían que yo y mi madre lo hiciéramos con ellos. No tuve elección. Habíamos oído que en Bunia había extranjeros que nos ayudarían, entonces pensamos que debíamos venir aquí." En ruta al campamento, Adela -como Faela y María- descubrió que estaba embarazada. Rechazada por su padre, que se negó a seguir alimentándola a causa de su 'vergüenza,' ella también se dirigió hacia las fuerzas de paz. "No sabía qué más hacer," dice, "la gente en el campamento era horrible conmigo a causa de mi 'vergüenza.' No puedo obtener una tarjeta para comida porque no tengo un hombre que me cuide. Los soldados me mancillaron, pero no puedo dejar el campo porque nadie me querrá allá y no puedo volver a vivir con mi familia de nuevo. No sé qué hacer." Dominique McAdams, cabeza de la ONU en Bunia, admitió que había un problema, pero que no se consiguen pruebas para condenar a nadie: "He pedido evidencias y pruebas sobre este asunto, pero no recibí nada de nadie," dijo. Parte de las dificultades a las que se enfrenta la ONU para investigar este asunto, es que las muchachas implicadas se niegan a testimoniar contra los soldados. La extrema violencia sexual ha sido parte integral de la guerra en el este del Congo, pero no hay ninguna forma de hacer justicia porque las muchachas tienen terror a todo lo que sea militar y eso hace muy dificultosa cualquier investigación formal. Es obvio que los soldados no testimoniarán en contra de ellos mismos, y tampoco lo harán los civiles empleados de la ONU y de las distintas organizaciones no gubernamentales que trabajan allí. Un funcionario de Atlas, la organización de ayuda que "gerencia" el campo de refugiados, confirmó a The Independent que miembros de su personal estaban al tanto de la inconducta, pero tenían miedo de enfrentar la situación. "No hay nada que los detenga, y las muchachas necesitan comida. Es mejor quedarse callado," dijo. "Tengo miedo de que si digo algo pueda perder mi trabajo, y tengo mis propios hijos que alimentar." En conocimiento de esta realidad, cabe preguntarse cómo es posible que en un campamento de refugiados de la ONU, las niñas-madres no tengan otra forma de evitar la muerte por inanición que vender sus cuerpos a los cascos azules a cambio de un plato de comida. Si la ONU ni siquiera es capaz de mantener el orden en sus campamentos: ¿para qué sirve la ONU? La respuesta es obvia desde hace mucho tiempo: para nada. (*) http://news.independent.co.uk/world/africa/story.jsp?story=52455 7 * Andrés Capelán (Comcosur/Montevideo)
https://www.alainet.org/es/articulo/110001?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS