Una interminable carrera de obstáculos
El Mercosur y la integración regional
14/07/2004
- Opinión
A trece años de su creación, el Mercosur se expande velozmente
pero no consigue resolver los problemas derivados de las
profundas asimetrías entre sus miembros, que no sólo persisten
sino que –según se desprende de la reciente XXVI Cumbre de Jefes
de Estado- tienden a acentuarse. La opción entre profundizar la
integración y la incorporación de nuevos países, saltando
incluso los límites regionales, se ha visto desbalanceada a
favor de esta última opción como consecuencia de la presión de
los Estados Unidos para imponer el Alca, que debería entrar en
vigor a comienzos de 2005.
Pero el Alca está muerto, tanto en su versión original como en
la alternativa "light" ideada para salvar el invento, por la
negativa del Mercosur –liderado en esta batalla por Brasil-, la
actitud de Venezuela y la reticencia de varios países de la
región, con la solitaria excepción de Chile y, en menor medida,
México, aliados de Estados Unidos. En su lugar, Washington está
firmando con rapidez tratados de libre comercio con
Centroamérica y varios países andinos (Colombia, Ecuador y
Perú), con el objetivo de aislar y debilitar a Brasil, único
país que ha sido capaz de contraponerle una estrategia
alternativa, consistente en profundizar los lazos con grandes
países del Sur (China, Sudáfrica, India) y establecer alianzas
puntuales sobre temas agrícolas, como el G-20.
Alianzas y nuevos socios
En la reciente cumbre, finalizada el 8 de julio en Puerto Iguazú
(Argentina), quedó prácticamente establecido el marco de
alianzas del Mercosur en la región y las expectativas de
acuerdos extra regionales. A los miembros fundadores (Argentina,
Brasil, Paraguay y Uruguay), se le fueron sumando varios
integrantes que reciben el estatuto de "Estados asociados"
(Chile, Bolivia y Perú), a los que ahora se suma Venezuela, en
tanto México quedó como observador hasta que se firme un TLC que
le permita adquirir el mismo nivel que los demás asociados.
En breve el Mercosur deberá concluir un TLC con la Comunidad
Andina de Naciones (CAN), integrada por Bolivia, Colombia,
Ecuador, Perú y Venezuela. El acuerdo ya está concluido y
debería haber entrado en vigor este mes de julio, pero se
retrasó debido a dificultades con las listas de desgravaciones.
El objetivo para el Mercosur es doble: por un lado, intenta
contrarrestar los acuerdos de libre comercio en vías de
negociación entre Estados Unidos y Colombia, Perú y Ecuador; por
otro, busca afianzar lazos en la perspectiva de avanzar hacia el
proyecto de Comunidad de Naciones Sudamericanas, en el que se ha
empeñado Brasil, acompañado con diferentes grados de entusiasmo
por sus socios del Mercosur. Se trata, en suma, de una carrrera
contra reloj para ganar indecisos, en la cual el gobierno de
George W. Bush cuenta con aliados sólidos como la Colombia de
Alvaro Uribe, en tanto el Mercosur tiene a su favor el
entusiasmo latinoamericanista de Hugo Chávez.
La incorporación de Venezuela tiene varias aristas. Una de las
más importantes está relacionada con la política doméstica, ya
que Chávez consiguió un respaldo en medio de la dura campaña del
referéndum revocatorio de su mandato. En ese marco, consiguió
además firmar un acuerdo con el presidente Néstor Kirchner para
que los buques de la petrolera estatal venezolana, PDVSA, sean
reparados y construidos en astilleros argentinos. El primer paso
será la construcción de ocho tanques petroleros; Chávez aseguró
que su país importa 5 mil millones de dólares anuales desde
Estados Unidos en bienes y servicios, como tuberías y válvulas,
y que pretende que "el 25 por ciento de eso se haga en Argentina
y Brasil"(1) . Los acuerdos fueron más lejos aún: se anunció la
creación de Petrosur, una empresa petrolera interestatal entre
Argentina y Venezuela, aunque algunos funcionarios argentinos
matizaron la euforia chavista asegurando que se trata apenas de
una "expresión de deseo"(2) .
Economía y política, por sendas separadas
El caso mexicano es diferente. Uruguay ya tiene acuerdos
comerciales sobre productos industriales con México, en tanto
Argentina está dando pasos en esa dirección. Brasil, por su
parte, se muestra muy reticente a que México se integre como
miembro pleno, en parte porque diluiría su papel como líder
regional(3) . Otras fuentes estiman que la iniciativa de Vicente
Fox es "más retórica que de eficacia práctica". Así lo señaló
Mario Marconini, director del Centro Brasileño de Relaciones
Internacionales, para quien el acuerdo es muy difícil ya que el
Mercosur debería ajustarse a una economía más abierta como la
mexicana. En Brasil no desestiman las razones políticas del
intento foxista: desde quienes adivinan un "alejamiento" de
México respecto de sus socios del Nafta, hasta los que defienden
una lectura "conspirativa" en la que Fox jugaría a "debilitar el
Mercosur"(4) . Mientras, Kirchner dijo que se trata de "una
unidad política más que una unión económica", para fortalecer al
Mercosur ante los países del Norte(5) .
En paralelo, antes de fin de año debería concluirse un ambicioso
acuerdo con la Unión Europea. Las dificultades son las mismas
que frenaron el Alca: subsidios del Norte a la agricultura y la
pretensión de la UE de que los países del Sur abran sus
servicios, compras gubernamentales e inversiones a las
multinacionales europeas. Las negociaciones vienen avanzando muy
lentamente, entre recelos de que se llegue a firmar un acuerdo
que lesione la soberanía de los países latinoamericanos. La UE
parece dispuesta a flexibilizar la entrada de productos
agrícolas, pero en contrapartida exige que los estados abran el
rubro "compras gubernamentales", a lo que Brasil se sigue
negando de forma tajante. Algunos observadores estiman que hacia
fin de año puede llegarse a firmar un buen acuerdo político pero
sin la menor trascendencia comercial.
Tanto en el caso del acuerdo con la UE como con la CAN, las
consideraciones geo-políticas ocupan un lugar muy destacado. The
Financial Times ha señalado que la UE estaría intentado atraerse
a Brasil y Argentina para dividir el G-20; en tanto, el
canciller brasileño Celso Amorim destacó que el acuerdo con la
UE tiene un imprortante perfil político, ya que "queremos
reforzar la multipolaridad"(6) . Del mismo modo, en el tablero de
ajedrez continental el acuerdo Mercosur-CAN es visualizado como
una forma de atascar el avance de Washington en el área andina,
que a partir de sus relaciones "carnales" con Colombia comienza
a "derramar" peligrosamente su influencia sobre Ecuador y Perú.
Se trata de la misma lógica que llevó a Brasil, Argentina, Chile
y Uruguay a enviar tropas a Haití para "mantener la paz".
Asimetrías e integración
No es, sin embargo, la presión estadounidense el factor más
difícil de sortear para la integración latinoamericana. Avanza a
paso de tortuga, si es que avanza. En algunos casos se trata de
viejos litigios (como el que enfrenta a Chile y Bolivia por la
salida al mar), en otros son problemas derivados de las
políticas neoliberales (como el conflicto del gas entre Chile y
Argentina, por la nula inversión de las privatizadas argentinas
que hace peligrar la exportación de gas). Pero, por encima de
todo, aparecen los enfrentamientos derivados de la subordinación
de casi todos los gobiernos a las grandes empresas –nacionales o
multinacionales- que pretenden imponer sus estrechos intereses.
Uno de estos conflictos empañó la reciente cumbre del Mercosur.
Días antes de la reunión, el gobierno argentino decidió
restringir la importación de electrodomésticos brasileños que
invadieron el mercado desplazando a los fabricantes nacionales.
La multinacional argentina Techint realizó presiones en ese
sentido, alegando los subsidios que recibe la industria
brasileña: el Estado otorga créditos a los exportadores a tasas
preferenciales, pero además se venden como de "origen Mercosur"
productos armados con piezas ingresadas por la zona franca de
Manaos, lo que le da a los fabricantes brasileños grandes
ventajas. Pese a ello, existen otras asimetrías: vinculadas a la
escasa inversión de los industriales argentinos en el último
lustro de estancamiento y crisis; a las diferencias en el tamaño
de los mercados internos (180 millones de habitantes Brasil
frente a 38 millones Argentina); a la mayor solidez del sistema
bancario brasileño y a la baja relación de depósitos en moneda
extranjera, frente a la masiva dolarización que sufrió Argentina
en los 90.
Ante este conjunto de asimetrías, Techint –que fue una defensora
entusiasta del gobierno de Carlos Menem- propuso ante la Unión
Industrial Argentina, a fines del año pasado, la necesidad de
replantear el Mercosur transformando la unión aduanera en una
zona de libre comercio, para recuperar así el terreno perdido
durante una década. Las permanentes controversias entre
Argentina y Brasil, en las que también suele terciar Uruguay con
argumentos similares, están empedrando el camino de la
integración. En el caso de los electrodomésticos, Lula y
Kirchner decidieron bajar el perfil de la confrontación y abrir
un espacio de negociaciones. Pero la actitud conciliadora le
valió al gobierno de Brasil un duro editorial del influyente O
Estado de Sao Paulo, que el 9 de julio lo acusó de mantener una
actitud de "complacencia ante las agresiones de Argentina al
libre comercio".
Son apenas ejemplos acerca de cómo los intereses de los grandes
empresarios suelen tomar de rehén la integración regional. Buena
parte de la política exterior de Lula está guiada por los
intereses del agronegocio, sector que apoya el Alca, los
acuerdos con la UE y la ampliación del comercio con China,
aunque todas ellas -se supone- son opciones políticas
diferentes.
¿Libre comercio?
Por último, subsisten graves resquemores entre varios países,
pero en especial ante lo que muchos temen sea una actitud de
liderazgo, o hegemonista, de Brasil. Al terminar la cumbre del
Mercosur, Lula se dirigió a Santra Cruz de la Sierra (Bolivia),
donde demandó mayor lealtad y menos intrigas entre los países
del Cono Sur, para garantizar el desarrollo igualitario de la
región y mayor peso en las negociaciones comerciales con Estados
Unidos y la UE. Aseguró al presidente Carlos Mesa, y al grupo de
empresarios que lo acompañaban, que Brasil quiere ser "generoso
y leal con los países pobres" y que "no habrá un Brasil rico si
Bolivia y otros países continúan pobres"(7) .
A primera vista, estas declaraciones suenan desconcertantes.
Pero la sorpresa se disipa si se tiene en cuenta que el próximo
18 de julio se realiza el referéndum convocado por el gobierno
de Mesa y cuestionado por el movimiento social que, siguiendo el
camino de la Central Obrera Boliviana, llama al boicot. Bolivia
está partida al medio ante la consulta. La oposición social
considera que legitimará el control de las multinacionales sobre
los yacimientos y las reservas de hidrocarburos (54 trillones de
metros cúbicos de gas y 480 millones de barriles de petróleo).
Las embajadas de Estados Unidos y España presionaron, con éxito,
para que "sus" empresas (Repsol-YPF, Shell, Enron y otras)
mantengan sus privilegios hasta 2036, cuando caducan los
contratos, más allá de los resultados de la consulta.
Lula hizo exactamente lo mismo a favor de la brasileña
Petrobras, que controla la sexta parte de todas las reservas
bolivianas, a la que los gobiernos neoliberales le concedieron
enormes campos de gas y una rebaja tributaria del 32%. Lula
firmó con Mesa -a nueve días del referéndum, cuando el gobierno
amenaza con represalias a quien no vote y refuerza la
militarización del altiplano- una declaración en la que esperan
que "los resultados del referéndum (…) permitan la continuidad
de la cooperación bilateral y el desarrollo de nuevos proyectos
de interés mutuo, en un ambiente de estabilidad, previsibilidad
y seguridad jurídica"(8) . En suma, un fuerte respaldo a Mesa y
un balde de agua fría al movimiento social.
En estas condiciones, la integración es o bien imposible o
contraria a los intereses de los pueblos. Con razón, el
economista brasileño César Benjamin sostiene que "el libre
comercio fortalece y profundiza la división internacional del
trabajo", que enfrenta pueblos con pueblos(9) . Sobre Lula, es
lapidario: "Al presentarse como campeón del 'verdadero libre
comercio', un poco por deslumbramiento, un poco por ignoracia,
un poco por irresponsabilidad, adhiere al discurso hegemónico en
los países centrales". Ahora, a la lista habrá que sumarle la
perla boliviana. Faltan las palabras.
Notas:
(1) Página 12, 9 de julio de 2004.
(2) Página 12, 8 de julio de 2004.
(3) Rafael Gentili, "Análisis de coyuntura sobre Alca y Mercosur No. VII" en Laboratorio de Políticas Públicas, www.outrobrasil.net
(4) Mario Osava, "Mercosur-México. Acercamiento político", IPS 7 de julio de 2004.
(5) La República, Montevideo, 9 de julio de 2004.
(6) "Análisis de coyuntura No. VIII", en www.outrobrasil.net
(7) O Estado de Sao Paulo, 9 de julio de 2004.
(8) Econoticias Bolivia, 9 de julio de 2004.
(9) "Alca, libre comercio y el futuro de América del Sur", en www.outrobrasil.net
https://www.alainet.org/es/articulo/110237
Del mismo autor
- Narco-estados contra la libertad 19/07/2018
- Juegos Olímpicos: La irresistible militarización del deporte 19/08/2016
- La minería es un mal negocio 02/12/2015
- Catalunya hacia la independencia 02/10/2015
- Humanitarian crisis: Solidarity below, business above 16/09/2015
- Crisis humanitaria: Solidaridad abajo, negocios arriba 11/09/2015
- Brazil-US Accords: Back to the Backyard? 04/09/2015
- Los recientes acuerdos Brasil-Estados Unidos ¿El retorno del patio trasero? 30/07/2015
- Las repercusiones del “acuerdo” entre Grecia y la troika 17/07/2015
- China reorganizes Latin America’s economic map 09/07/2015