La furia del oro azul
El desafío ante la privatización de los sistemas de agua en Latinoamérica
27/07/2004
- Opinión
A menudo bebemos un vaso de agua sin reparar apenas en el valor
de este recurso. Sin embargo, según estimaciones recientes de
la Organización de Naciones Unidas, en el planeta hay 1.300
millones de personas que carecen de un acceso adecuado al agua
potable, y 2.500 no disfrutan de un sistema de saneamiento
apropiado. En todo el mundo, hay seres humanos que arriesgan la
vida en conflictos bélicos por el problema del acceso al agua
dulce. Aunque estas luchas no son nuevas, pues el agua ha sido
siempre un elemento esencial para la vida y la naturaleza del
planeta, se intensifican a medida que el agua se convierte en un
recurso cada vez más escaso y lucrativo. Como ya preveía el ex
vicepresidente del Banco Mundial a finales de los años noventa,
«Las guerras del siglo XXI se librarán a causa del agua». Las
batallas del agua
Uno de los puntos más conflictivos de las batallas por el agua
es Latinoamérica. De hecho, la primera gran guerra del agua del
siglo XXI estalló en Bolivia cuando el Banco Mundial exigió,
para la renovación de un préstamo de 25 millones de dólares, la
condición de que se privatizasen los servicios de agua del país
más pobre de Latinoamérica. En cuanto se vendió el servicio
municipal de agua corriente de Cochabamba [cuya población supera
la cifra de 500.000 habitantes] a Bechtel, una poderosa empresa
estadounidense, el precio del agua aumentó de forma notable en
enero y febrero de 2000. Decenas de miles de habitantes tomaron
las calles de Cochabamba para expresar su descontento por el
aumento de los precios y los consecuentes cortes de suministro.
Al final, la escalada de las protestas derivó en una huelga
general que paralizó la economía de la ciudad, medida que obligó
a Bechtel a hacer las maletas y huir del país. Pero no por mucho
tiempo. La gran corporación regresó de nuevo con un pleito de 25
millones de dólares contra el gobierno boliviano, al que exigía
el pago de indemnizaciones por pérdida de beneficios.
En otras zonas del dominio hispanohablante, se han librado duras
batallas por el agua en otros frentes, sobre todo en ciertas
regiones de Latinoamérica.
. En Argentina, las asociaciones de consumidores y otros
grupos han luchado durante una década contra la privatización de
la red de agua corriente pública por parte del gigante
empresarial francés Suez, que ha generado un proceso de
corrupción generalizada, además de la contaminación del Río de
La Plata y beneficios sin precedentes. Recientemente Suez ha
amenazado con renunciar a su contrato de 30 años de suministro
de agua a Buenos Aires, salvo si se garantiza protección contra
la fluctuación de la tasa monetaria, que ha reducido los
márgenes de beneficios de la compañía.
. En Uruguay, una coalición de trabajadores y asociaciones ha
promovido un referéndum nacional con el fin de lograr una
enmienda constitucional que garantice el agua como derecho
humano y bien público, fuera del alcance de las grandes empresas
con fines lucrativos. Cuando una empresa filial de la compañía
de aguas española Aguas de Bilbao recibió la concesión del
suministro de agua con fines lucrativos en la provincia de
Maldonado, los precios del agua aumentaron y los suministros se
contaminaron.
. En Chile, los grupos ecologistas han protestado
enérgicamente contra la venta de los sistemas fluviales. Durante
el régimen de Pinochet, el 80% de los ríos se vendió al sector
privado con el fin de facilitar la utilización del agua para la
producción de energía y el consumo agrícola. La compañía
española ENDESA ha adquirido gran parte de los sistemas
fluviales de Chile para desarrollos principalmente
hidroeléctricos.
. En Perú, los ciudadanos de las zonas más pobres han
emprendido una lucha armada contra los precios abusivos del
agua. En Lima, los pobres pagan a un vendedor privado hasta tres
dólares por metro cúbico de agua, suministro que deben recoger y
transportar en cubos por sus propios medios y que, a menudo,
contiene agua contaminada. Los ciudadanos más opulentos, en
cambio, pagan 30 centavos por metro cúbico de agua tratada que
sale por el grifo de sus viviendas.
. En Guatemala, los campesinos, trabajadores y ecologistas
locales protestan contra la construcción de 5 presas en el río
Usumacinta, que recorre gran parte del territorio guatemalteco y
mexicano meridional. Además de la generación hidroeléctrica, el
proyecto se utilizará para bombear agua desde Usumacinta hasta
la península de Yucatán, con el fin de aportar irrigación a los
macrocultivos agrícolas destinados a la exportación, proceso que
ya ha dañado la mayor parte del sistema ribereño de Guatemala.
La inundación de la tierra supone una amenaza también para el
sustento de la población local.
. En México, la población indígena del estado de Chiapas, en
el extremo meridional, se prepara para emprender una batalla
contra Coca-Cola, empresa que intenta asegurarse el control de
las reservas de agua más importantes del país. En un país donde
la mayor parte de la población sufre recortes de agua, más del
30% de los suministros de agua dulce se encuentra precisamente
en la región de Chiapas, donde la multinacional Coca-Cola se ha
posicionado para controlar los acuíferos locales, presionando a
los gobiernos locales para utilizar leyes de zonificación
preferencial con el fin de incrementar el control privado sobre
los manantiales.
Crisis del agua
Bajo estas batallas locales subyace una crisis mundial del agua,
cada vez más aguda. En la actualidad, 31 países sufren una grave
escasez de agua. En menos de un cuarto de siglo, se calcula que
dos tercios de la población mundial no tendrán acceso adecuado a
los suministros de agua dulce. Es más, el mundo se divide cada
vez más entre las regiones «ricas» y «pobres» en lo que se
refiere a recursos de agua.
Ésta es, de hecho, la paradoja que caracteriza gran parte de
Latinoamérica en nuestros días. Por un lado, Latinoamérica
disfruta de gran abundancia de manantiales de agua dulce. El 20%
del residuo líquido mundial -la fuente de agua renovable que
constituye nuestros suministros de agua dulce- proviene sólo de
la cuenca del Amazonas. Brasil tiene más agua que ningún otro
país, pues dispone de la quinta parte de los recursos de agua
del planeta. El territorio latinoamericano alberga cuatro de los
25 ríos más caudalosos del mundo -Amazonas, Paraná, Orinoco y
Magdalena-, además de algunos de los lagos más grandes, entre
los que se cuentan el Maracaibo en Venezuela, el Titicaca en
Perú y Bolivia, el Poopó en Bolivia, y el Buenos Aires,
compartido por Chile y Argentina. En consecuencia, los
latinoamericanos deberían tener una de las asignaciones de agua
dulce per cápita más elevadas del mundo, algo menos de 3.100
metros cúbicos por persona al año.
Pero por otro lado, algunas zonas de Latinoamérica sufren una
sequía tan acuciante, que aproximadamente el 25% del continente
se considera árido o semiárido. Se incluyen ahí no sólo
desiertos naturales como la Patagonia, al sur de Argentina, o el
de Atacama en el nordeste de Chile, sino también otros
provocados por el hombre en amplias zonas de Perú, Bolivia y el
noroeste de Argentina. Más al norte, el Caribe carece de
manantiales de agua dulce, puesto que no pueden fluir ríos por
sus exiguos territorios. En la mayor parte del Valle de México,
los desiertos naturales se funden ahora con los provocados por
el hombre. De hecho, Ciudad de México, antaño rodeada de lagos,
está esquilmando sus últimos acuíferos accesibles. En efecto, el
ciudadano medio sólo puede acceder a 28,5 metros cúbicos
anuales, menos del 1% de los 3.100 de que debería disponer cada
persona al año.
He aquí la paradoja latinoamericana: la escasez de agua en una
tierra con importantes recursos acuáticos naturales. Más de 130
millones de personas carecen de suministro de agua potable en
sus hogares, y se calcula que sólo una persona de cada seis
cuenta con redes de saneamiento adecuadas. La ciudad brasileña
de São Paulo, pese a que pertenece al país con más manantiales
de agua dulce del mundo, afronta una seria amenaza de
racionamiento, pues su suministro de agua depende de fuentes que
están cada vez más alejadas de la ciudad, y el coste del
transporte supera la capacidad adquisitiva de muchos habitantes.
Además, la situación empeora constantemente, pues las medidas
políticas que fomentan la agricultura industrial desplazan cada
año a millones de agricultores de pequeña escala a los barrios
periféricos de las ciudades.
Al mismo tiempo, los recursos de agua dulce latinoamericanos
sufren también problemas de contaminación constantes. En toda la
región, las cuencas de ríos y lagos y los hábitat acuáticos se
convierten a menudo en contenedores de basura, desagües de minas
o depósitos de residuos agrícolas e industriales. La mayor parte
de las aguas residuales vierte directamente en los ríos, lagos o
canales sin tratamiento de ningún tipo. En las zonas
maquiladoras de la frontera entre México y Estados Unidos, la
contaminación industrial es tan perniciosa, y el agua limpia
llega a ser tan escasa, que los bebés y los niños beben Coca-
cola o Pepsi en lugar de agua. Paradójicamente, el país más
contaminante de la región es Brasil, que también es el que
ostenta el récord de mayores recursos de agua dulce. Brasil
permite la contaminación química e industrial masiva, así como
los vertidos de mercurio provenientes de las minas de oro. Sólo
una parte de la Europa del Este y China superen los niveles de
contaminación acuática de Brasil.
Paralelamente, la demanda mundial de agua dulce se duplica cada
20 años, es decir, a un ritmo más de dos veces superior a la
tasa de crecimiento de la población. En la actualidad, en muchas
zonas del mundo los grandes derrochadores de agua son las
industrias de alta tecnología y la agricultura industrial, no
los hogares individuales. Los sistemas de riego agrícola
consumen alrededor del 65%-70% del agua, principalmente para
producir alimentos destinados a la exportación; el 20%-25% se
dedica a fines industriales, entre los que se incluye la
producción de chips de silicio de alta tecnología; y el 10%
restante es para uso doméstico. Si se mantienen estas
tendencias, antes del año 2025 la demanda de agua excederá los
recursos terrestres en un 56%.
Los científicos advierten que una seria amenaza de crisis se
cierne sobre el ciclo hidrológico del planeta. Este ciclo regula
que cada gota de agua que se evapora de una planta, lago,
pantano, río o de la superficie terrestre vuelva a precipitar
sobre los bosques, lagos, pastos, praderas, contribuyendo así al
equilibrio natural. Pero si esa gota cae sobre una acera o un
edificio, no es absorbida por el suelo y, por tanto, no llega al
mar. A medida que la superficie terrestre se despoja de bosques
y praderas, mayor es el número de manantiales y arroyos que se
agotan y menores son las precipitaciones que vierten sobre la
cuenca de los ríos.
Si la especie humana continúa expandiendo sus ciudades e
industrias al ritmo actual, cabe esperar que se intensifique la
amenaza del ciclo hidrológico terrestre hasta el punto de que el
agua deje de ser un recurso renovable. Ciudad de México, por
ejemplo, ya depende de acuíferos para el 70% de su suministro de
agua y está dilapidando estas fuentes subterráneas a un ritmo 80
veces superior al de su recuperación natural.
Los magnates del agua
De pronto el agua se ha convertido en un bien muy preciado en
los mercados mundiales. Del mismo modo que el petróleo ha pasado
a ser el «oro negro» del siglo XX, el agua está destinada a
convertirse en el «oro azul» del siglo XXI. En un clima en que
la progresiva escasez de agua se asocia a una demanda cada vez
mayor de este recurso, su valor de mercado se ha duplicado o
incluso triplicado. En consecuencia, los especuladores de la
inversión han procurado adquirir los derechos de aguas en zonas
agrícolas, con el fin de venderlos a las ciudades sedientas. Ha
surgido así una nueva clase de empresarios «cazadores de agua»,
que explotan los recursos de agua dulce del planeta y los venden
al mejor postor.
En medio de esta fiebre del «oro azul», ha surgido una nueva
industria mundial del agua cuyo valor rondaba, según las
estimaciones del Banco Mundial, el billón de dólares
estadounidenses anuales en 2001. Entre los principales magnates
de este pujante sector, se encuentran las corporaciones con
fines lucrativos que ofrecen servicios de agua o venden agua
embotellada.
Con el fin de aprovecharse de la crisis del agua en
Latinoamérica, numerosas empresas privadas europeas de servicios
de agua han decidido asumir las operaciones de suministro
público de agua en la mayoría de los países de la región,
incluidos Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, República
Dominicana, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua,
Panamá, Perú y Uruguay. Aunque algunas compañías, como Aguas de
Barcelona y aguas de Bilbao, tienen contratos con los
municipios, la mayoría de las empresas que interviene en
Latinoamérica es filial local de las tres principales
corporaciones de servicios de agua: las francesas Suez y Vivendi
y la alemana RWE-Thames. En conjunto, estas tres compañías
aportan servicios de agua corriente y saneamiento a 300 millones
de clientes en más de 130 países.
Hace una década, el grupo de las tres grandes empresas prestaba
servicio a sólo 51 millones de personas en sólo 12 países. Suez
y Vivendi controlan ahora más del 70% del mercado de suministro
de agua en todo el mundo. Sus ingresos se han incrementado al
mismo ritmo que su desarrollo. Vivendi obtuvo más de 12.000
millones de dólares de beneficios en 2002, frente a los 5.000
millones de hace una década. Las tres se sitúan entre las 100
empresas mundiales con unos ingresos anuales conjuntos de casi
160.000 millones de dólares en 2002, y una tasa de crecimiento
anual del 10%, lo cual supera muchas economías nacionales en las
que intervienen. Sin embargo, el historial de los servicios que
han prestado hasta el momento, sobre todo en los países en
desarrollo del sur del planeta, es a la vez turbio y bien
documentado: contratos secretos, incremento de las tarifas,
ineficiencia del servicio, cortes del suministro [para los que
no pagan], escasa calidad del agua, casos de soborno y
corrupción, además de márgenes de beneficios muy amplios.
A menudo el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo
Interamericano (BID) facilitan la entrada agresiva de estas
compañías en los mercados latinoamericanos. Tanto Suez como
Vivendi recurren a su considerable influencia entre las
entidades crediticias multilaterales para que el suministro
privado de agua sea una «condición» de la condonación de la
deuda o la concesión de nuevos préstamos. El BID es el acreedor
de unos 58.000 millones de deuda en la región, lo cual le
confiere un tremendo poder para imponer la privatización del
agua a los municipios desesperados. En realidad, algunos de los
préstamos más cuantiosos del BID concedidos durante la década
pasada fueron destinados directamente a las compañías
multinacionales de agua para que se hiciesen con las concesiones
de agua privadas en países como Argentina, Bolivia y Honduras.
Paralelamente, tras una serie de fiascos del sector privado en
los países en desarrollo, las tres grandes empresas del agua
reivindican ahora una financiación garantizada para aislarse de
las fluctuaciones monetarias antes de realizar inversiones en
los países del sur. En consecuencia, el Banco Mundial ha
decidido triplicar sus compromisos de financiación anual para la
privatización del agua. Además, ahora que el gobierno ha
privatizado sus servicios de agua, no puede cederlos a manos
públicas sin correr el riesgo de sufrir sanciones económicas, de
acuerdo con las normas de la Organización Mundial del Comercio,
o de que alguna empresa de servicios de agua interponga una
demanda en su contra, con arreglo a alguna otra norma
internacional de comercio o inversión.
Otro grupo de magnates del agua son los amos de la industria
del agua embotellada. En la actualidad, este sector es uno de
los más boyantes y menos regulados del mundo. En los años
setenta, el volumen anual de agua embotellada y comercializada
en todo el mundo era de 1.000 millones de litros. Pero antes del
año 2000 las ventas anuales de agua embotellada ascendieron a
84.000 millones de litros, de los cuales el 25% se comercializa
y consume fuera del país de origen. Aunque el agua embotellada
ofrece unas garantías esenciales en muchas zonas del mundo, es
también uno de los mayores chanchullos de nuestra vida
cotidiana, pues se vende, como mínimo, a un precio medio que es
1.100 veces superior al del agua del grifo.
Todos los análisis coinciden en que la industria del agua
embotellada ha crecido a un ritmo desmesurado. En 2000, las
ventas de agua embotellada en todo el mundo se cifraban en torno
a los 22.000 millones de dólares estadounidenses. En 2003,
dichas ventas han ascendido a 46.000 millones de dólares. Nestlé
es el líder mundial en agua embotellada, con no menos de 68
marcas, seguido de Pepsi Cola, Coca Cola y Danone. En la mayoría
de los países en desarrollo, la principal línea de productos
Nestlé es Nestlé Pure Life, que en realidad es agua del grifo
purificada a bajo coste con adición de minerales, y que
comercializa con el eslogan de «pura y natural». El agua
embotellada de Pepsi se comercializa con la marca Aquafina, y la
de Coca-Cola es Bon Aqua. Ambas se limitan a extraer el agua del
grifo municipal y a añadir minerales antes de venderla como agua
embotellada.
En los últimos años, los magnates de las bebidas populares han
ampliado sus operaciones a Latinoamérica, en busca de nuevas
oportunidades en un mercado en pleno desarrollo. Allí Coca-Cola
ha logrado beneficiarse de su extensa red de plantas de
embotellado. En México, que según los analistas de inversión de
J.P. Morgan es el segundo país, sólo después de Italia, en
consumo de agua embotellada per cápita, Coca-Cola tiene una red
de 17 empresas de embotellado, frente a las 6 de Pepsi. En
Brasil, donde Coca-Cola dispone de 19 compañías de embotellado y
comercializa la marca Bon Aqua de agua mineral desde 1997, la
compañía prevé incrementar agresivamente su cuota de mercado de
agua purificada. Coca-Cola tiene proyectos similares en Chile,
donde domina el 31% del mercado del agua mineral y el 69% del de
refrescos.
Aunque las marcas Cocacola y Pepsi son conocidas en todo el
mundo, esto no garantiza que los productos contengan agua
potable en perfectas condiciones. En la mayor parte de los
casos, ambas procesan el agua municipal con un sistema de
filtros de «ósmosis inversa», añaden minerales, y después venden
el producto como agua purificada. Aunque los sistemas de
filtrado que emplean eliminan más impurezas que los servicios
municipales de agua, nadie garantiza que el agua embotellada sea
perfectamente apta para beber. Además, tanto Pepsi como Cocacola
han tenido casos de contaminación y otros problemas relativos a
la calidad del agua. En 1999, por ejemplo, las botellas de Bon
Aqua de Cocacola tuvieron que ser retiradas del mercado porque
contenían moho y otras formas de contaminación bacteriana. Es
más, desde el estado de Chiapas, en México, hasta el de Kerela,
en la India, existe una creciente oposición popular contra la
repercusión de ambas multinacionales en la dilapidación y
contaminación del sistema de agua local, debido a las
operaciones de embotellado.
Movimiento del agua
Como reacción ante la crisis mundial del agua y los programas
de los magnates de este recurso, ha surgido un nuevo movimiento
social, integrado por campesinos, indígenas, trabajadores,
consumidores y un amplio rango de organizaciones ciudadanas
comprometidas con la lucha por el agua. Su mensaje principal es
que el agua es un elemento esencial de la vida y, por tanto,
toda el agua pertenece a la naturaleza y al hombre. El agua es
un derecho humano universal. No es un recurso que pueda
convertirse sin más en un artículo destinado a la compraventa en
el mercado. Tampoco es un servicio que deba gestionarse y
distribuirse desde el sector privado en función de la capacidad
adquisitiva del consumidor. El agua, esencia y fuente de vida en
este planeta, es patrimonio común y una responsabilidad sagrada.
En otras palabras, el agua pertenece a «los bienes comunes»,
esos espacios no lucrativos de la vida que deben conservarse
para la naturaleza y la humanidad.
En su mayor parte, los programas de acción de este movimiento
del agua tienen su origen en cuatro principios
interrelacionados: [a] igualdad del agua --- el agua, como
derecho humano universal, debe distribuirse equitativamente a
toda la humanidad, no en función de los principios del mercado y
la capacidad adquisitiva; [b] conservación del agua --- el agua
debe conservarse en sus cuencas naturales, evitando su derroche
o mala utilización, con el fin de que se renueve el ciclo
hidrológico y perdure este recurso para las generaciones futuras
de este planeta; [c] calidad del agua --- esa agua, elemento
vital, debe protegerse de la contaminación causada por los
vertidos de residuos químicos o industriales; y [d] democracia
del agua --- el agua se protege y gestiona mejor a través del
sector público, con la participación directa de la comunidad en
las decisiones relativas a su extracción, consumo y
distribución.
En Latinoamérica, este movimiento del agua se manifiesta como
una nueva alianza. El 22 de agosto de 2003, 47 organizaciones
ciudadanas de 16 países americanos se reunieron en San Salvador
para emprender un nuevo movimiento llamado «RED VIDA». Al mismo
tiempo, definieron su plataforma de acción en una «Declaración
para la defensa del derecho al agua».
A través de esta nueva alianza, los grupos miembros aspiraban a
construir una red de apoyo y solidaridad con las diversas luchas
que se libran contra la privatización de los servicios de agua
urbanos; contra los diques, desvíos y trasvases de los sistemas
fluviales, que tienen una repercusión negativa en la naturaleza
y en el nivel de vida de la población; contra la exportación
masiva del agua de los ríos, lagos y arroyos; y contra la rápida
reducción de los acuíferos subterráneos.
Antes de su constitución, los grupos miembros de RED VIDA se
sumaron a otros activistas de Asia, África, Europa y
Norteamérica para hacer frente común contra los agentes de la
privatización en el Forum Mundial del Agua de Kyoto (Japón) en
marzo de 2003. Al organizarse en brigadas de «el agua es vida»,
lograron organizar un serio debate sobre los principales asuntos
en varias sesiones temáticas, impidiendo así que el Banco
Mundial y las tres grandes corporaciones del agua alcanzasen un
consenso en cuanto a los principales puntales de su proyecto de
privatización. En enero de 2004, los miembros de RED VIDA
también desempeñaron un papel activo en la creación y desarrollo
de un «Movimiento del Agua Mundial de los Pueblos» en Nueva
Delhi (India). En la cumbre de Nueva Delhi, celebrada en
vísperas del Foro Social Mundial de Mumbai, intervinieron
participantes de 64 países que, a su vez, desarrollaron una
plataforma internacional para la educación y la acción en
asuntos relativos al agua.
Este nuevo movimiento, no obstante, no está sólo comprometido
con la movilización de la resistencia ante la privatización del
agua, sino que pretende construir también modelos alternativos
de gestión de este recurso. Como alternativa al modelo de
«sociedad privada-pública» promovido por el Banco Mundial y las
tres grandes compañías del agua, por ejemplo, el movimiento ha
comenzado a defender un modelo de «sociedad pública-comunitaria»
que se ha desarrollado y probado en Porto Alegre (Brasil).
En esta ciudad de más de 3 millones de residentes, los
servicios de suministro de agua pasaron de nuevo a manos
públicas después de un período de gestión privada, según un
nuevo modelo que requería mucha mayor participación comunitaria
en la toma de decisiones acerca del tratamiento de los recursos.
El servicio público de agua no sólo ha resultado ser viable
desde el punto de vista financiero, sino que además ha mejorado
y ampliado los servicios de aguas de modo que satisfagan las
necesidades de toda la ciudad. Actualmente, los ciudadanos de
Cochabamba (Bolivia) están desarrollando un modelo similar de
gestión pública de los servicios de agua, basada en la
colaboración comunitaria.
Por último, parece que este movimiento en ciernes refleja una
nueva concepción de la inminencia y tenacidad de la lucha, rasgo
que lo diferencia de otros movimientos sociales. Al organizar
las campañas, los activistas del agua parecen decididos a trazar
una línea en la arena. Claramente la población y las comunidades
no pueden vivir sin agua. Para muchos, la lucha es cuestión de
vida o muerte. Por tales motivos, la reivindicación de
democracia en la distribución de este recurso no puede y no debe
ser silenciada.
Primer Foro Social de la Triple Frontera 2004
- Foz do Iguazu - Puerto Iguazú - Del 7 al 10 de octubre -
Eje Temático N° 2: Defensa del Acuífero Guaraní y bienes
naturales de Latinoamérica.
* Tony Clarke y Maude Barlow, Lancara
https://www.alainet.org/es/articulo/110296