El milagro chileno
04/08/2004
- Opinión
El modelo neoliberal ha mostrado una gran eficacia en el saqueo
y la subordinación de los Estados del tercer mundo y en la
generación insólita de injusticia social. Tanto que no es raro
escuchar lágrimas de cocodrilo de sus propios voceros acerca de
la conveniencia de "abatir" las desigualdades que crea. Siempre,
claro, que no implique cambiarlo ni en un ápice, porque eso,
¡horror¡, es "populismo". El populismo según ellos es cualquier
política que tienda a beneficiar a los de abajo. Últimamente
hemos oído hasta "autocríticas" del Fondo Monetario
Internacional, como recientemente respecto a Argentina,
referidas obviamente a aspectos secundarios del modelo.
Autistas, los neoliberales achacan el desastre social
latinoamericano a la "insuficiencia" de las llamadas reformas
estructurales, que habrían conseguido sus nobles propósitos de
haberse aplicado con el ritmo y la intensidad recetada desde
Washington. El ejemplo a seguir -afirman- es el "milagro
chileno", colmado de bienandanzas porque sí realizó una dócil
aplicación del dogma, propiciada por la "estabilidad de su
sistema democrático" y por políticas fiscales y sociales
"responsables".
Falso. El modelo neoliberal en Chile, aunque logró en los
noventas un impulso al crecimiento económico -después
interrumpido, por cierto- no está exento de ninguno de los
flagelos que lo caracterizan en el resto de América Latina.
Aclaremos que aunque el crecimiento económico es indispensable
para lograr el desarrollo, aquel no necesariamente acompaña a
este. Es más, el eventual crecimiento en las condiciones de la
ortodoxia neoliberal ahonda el subdesarrollo y la dependencia y
ese es el caso precisamente de Chile. Así lo confirman datos del
investigador chileno Edgardo Condeza citados por la Asociación
Salvador Allende, de chilenos residentes en México, en la
celebración del 33 aniversario de la nacionalización del cobre
por el gobierno de la Unidad Popular.
Los datos dejan clara la oportunidad histórica perdida de
impulsar con el cobre nacionalizado la independencia económica y
política del país, como pretendía el presidente Allende. Chile,
con el 0.25 por ciento de la superficie terrestre, posee el 37
por ciento de las reservas conocidas del mineral en el planeta y
su producción asciende a 36 por ciento de la mundial, siendo su
costo de producción el más bajo del mercado.
Después de la nacionalización, en 1971, quedó en manos del
Estado 95 por ciento de la producción total. En 1990, a 17 años
del golpe fascista, la producción estatal era todavía de 84.2
por ciento. Sin embargo, en los 12 años siguientes de los
gobiernos de la Concertación(maridazgo de los golpistas de la
Democracia Cristiana y los socialistas estilo Blair, ergo
Ricardo Lagos), pese a que la producción de cobre del Estado
aumentó en términos absolutos, resultó desplazada al 30 por
ciento del total por la del sector privado(Grupo Luksic y
empresas extranjeras) que saltó a 70 por ciento. No obstante, la
estatal CODELCO aportó en ese periodo al fisco 10 600 millones
de dólares mientras las empresas foráneas sólo entregaron 1 500
millones(o evaden o pagan impuestos insignificantes). A este
saqueo escandaloso se une el procesamiento del mineral en el
exterior impidiendo con ello su industrialización, uno de los
objetivos de Allende. Pero esto no es todo. Por un decreto de la
dictadura aún vigente, 10 por ciento del monto bruto de las
ventas del cobre se entrega a las fuerzas armadas, sin que estas
rindan cuenta de su destino.
Difícil superar esta proeza en la dilapidación del recurso
básico nacional, el sueldo de Chile que dijera Allende, lograda
por los administradores democristianos y socialistas del modelo
instaurado con el golpe fascista. Pues bien, no menos notable es
su gestión en cuanto a justicia social. Baste decir que Chile
figura entre los doce países del mundo con peor distribución del
ingreso, según el Informe de Desarrollo Humano del Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo(PNUD). La distribución del
ingreso, que en el gobierno de la Unidad Popular se inclinó
notablemente a los más desfavorecidos, inició una fase regresiva
tras el golpe militar; pero de nuevo, es con los gobiernos de la
Concertación que el fenómeno se agudiza. En 1990 los ingresos
del decil más pobre de la población correspondían a 1.4 por
ciento y los del decil más rico a 42.2, pero en 2000 esta
proporción se había precipitado a 1.1 y 42.3 respectivamente.
https://www.alainet.org/es/articulo/110310
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