Por qué hablamos de niños de la calle?: El fraude de la sociedad

03/10/2004
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La creciente modernización de las ciudades de nuestra región, la instalación de los mega-mercados y la ebullición del mercado de servicios, es la consecuencia pública de un proceso menos público, pero que reúne el consenso de los distintos sectores políticos que es la administración neoliberal de la economía. Aunque todo ésto, también se relaciona con el desarrollo tecnológico que han alcanzado las sociedades modernas, y con la consecuente explosión demográfica que, a su vez a traído la migración campo-ciudad y los cordones marginales. Desde hace dos décadas, en el caso de Chile un poco antes[1], se ha instalado en la región una nueva forma de administración económica que ha agudizado el consumo por sobre los procesos productivos, la desigualdad por sobre la integración, el desempleo y la exclusión. La pobreza castiga en América latina a 150 millones de personas (33% de la población del sub continente) quienes perciben menos de dos dólares al día. Ser pobre en estas condiciones guarda relación con el escaso y nulo acceso a los servicios, a la salud, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la alimentación y a los derechos sociales. Estas condiciones de pobreza y exclusión conllevan al deterioro a escala de las motivaciones y seguridades de las personas. Bajo esta mirada podemos señalar que ser pobre no es un estado sin dinámica, sino un proceso colectivo que afecta a un número de personas socialmente situado. "La pobreza no es, en general, producto de una elección individual, sino de una relación y de una situación económica y social"[2] . Si sumamos estas situaciones y los anteponemos a otro dato de la realidad que nos dice que los niños y las mujeres son los grupos más afectados por las condiciones de pobreza, en estas circunstancias la pobreza y sus condiciones castigan de manera importante a la infancia, en este nuevo contexto económico y de distribución de los capitales la pobreza generan condiciones de exclusión y una cultura que no permite romper de manera fácil con ella, en circunstancias que uno de los elementos conocidos y de acuerdo político para su superación que es la educación, también se ha dejado seducir por los vaivenes y cantos de sirena del mercado y se ha transformado en un artefacto reproductor de las desigualdades más que en un espacio liberador. Otro de los temas decidores en materia de pobreza es la caída del salario en la región, en 13 de los 18 países Latinoamericanos en la década de los 90 al salario mínimo fue menor al salario mínimo de la década anterior, este hecho ha marcado la tendencia de la instalación de una pobreza dura[3]. El desempleo que durante las últimas décadas ha ido en aumento ha traído una cambio considerable en la subjetividad de los hombres, que en nuestra cultura del sur de América, estuvo asociada a la imagen de proveedor y centro de la vida en el hogar, este hecho trae como consecuencia un deterioro en sus roles, en su imagen, en sus formas, cuestión que en ocasiones se traduce en descuido, despreocupación, apatía, violencia y distintas formas de consumos de drogas y alcohol. Frente a la urgencia por sobrevivir las mujeres debieron ingresar al campo laboral de maneras muy desiguales, con menos salarios y prestaciones sociales por igual carga laboral, las mujeres se insertaron a un campo laboral diseñado para hombres; ésta incorporación trastocó los roles dentro de las familias impuestos en nuestra cultura machista, lo que trajo consigo un aumento de las tensiones al interior del seno familiar y un impacto importante en la infancia. En este contexto los padres de familia dejan de asumir los roles históricos en nuestra cultura y es que las condiciones de marginación y exclusión deterioran las relaciones, los universos simbólicos, los gustos, los sueños, la idea de futuro y se comienza a vivir sin proyecto, sin mañana. En el nuevo, orden donde los servicios básicos, la educación, la salud, la cultura y el trabajo son parte de la maquinaria del mercado, la sobrevivencia y las posibilidades para ello, los sectores menos capacitados experimentan una carrera cuesta arriba, donde para sobrevivir compiten todos: adultos, ancianos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, utilizando para ello el comercio ambulante e ilegal, la recolección de productos, la mendicidad y estrategias de otro tipo, algunas de ellas fuera de la Ley. En la década de los 90 en América Latina según la CEPAL 69 de cada 100 nuevos empleos que se generaron correspondieron al sector informal, sector al que pertenecen en esta región un 47% de los ocupados de las zonas urbanas[4]. Es en este contexto donde comienzan a aparecer de manera más pública la discusión y la problematización de un nuevo actor: Los niños de la calle. Los niños y niñas de y en la calle parecen constituir un gran dolor de cabeza para los gobiernos nacionales, regionales y hasta locales, ya que, no pueden dar con soluciones que efectivamente establezcan el interés superior de niño y den cuenta de una concepción que conciba al niño(a) como sujeto pleno de derecho ante la condición de vivir o estar en la calle. La situación de este segmento de la sociedad chilena, afecta a niños y niñas de estratos pobres. Ante tal situación, el Estado viene a implementar diversas acciones conducentes a lo que el Fosis viene denominando con el enfoque del Banco Mundial como, Manejo del Riesgo, sustentada en la homónima teoría, insistiendo en la capacidad individual de resolver y manejar el conflicto, desligado de las concomitancias sociales de los fenómenos que impactan a los niños y familias pobres de nuestras sociedades. Así, se señala que "El Estado puede y debe intervenir, asumiendo transitoriamente el cuidado, crianza y educación cuando quienes tienen la obligación de ejercer esta función son los responsables de una grave vulneración de sus derechos, pero, no para reemplazar a la familia, sino para restablecer y garantizar la efectividad de sus derechos[5]". Esta cita extraída de un documento elaborado por SENAME (2000) enfatiza, como otros textos de carácter oficial, la idea que el resguardo de los derechos corresponde a una responsabilidad del individuo y, a lo más, en la familia. La familia viene constituyéndose en los últimos dos años, un ámbito de focalización de las políticas sociales del Estado. Un ejemplo de ello, lo constituye el Programa Chile Solidario, o bien, la Estrategia Nacional de CONACE para el período 2003- 2006, política que sitúa la responsabilidad de la problemática del consumo de drogas en el ámbito familiar, pero para la situación que enfrentan los niños y niñas de la calle, sus grupos familiares y entornos comunitarios, parece inadmisible atribuir responsabilidades a un segmento de la población que es víctima de la exclusión social generada por la estructura social y económica de la sociedad. En tal perspectiva, "a partir de 1990, año en que el país ratifica la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, SENAME impulsa una nueva política de atención, que tiene como fundamento básico el "interés superior del niño y el respeto a sus derechos". Esta nueva política enfatizó acciones como: La atención en el medio abierto; Internación sólo transitoria y de manera personalizada; énfasis en la capacitación de los jóvenes y la especialización del personal que los atiende, entre otros"[6]. Nuevamente, nos encontramos con medidas paliativas y compensatorias, de control y contención social que, no logran entregar herramientas necesarias para la superación de las condiciones estructurales que experimentan los niños y niñas de la calle. La brecha de desigualdad que caracteriza la distribución de los ingresos en Chile que nos habla acerca del fracaso de las políticas destinadas a la superación de la pobreza, fenómeno que se invisibiliza al analizar el problema desde las cifras absolutas, quedando reducidas a estadísticas de disminución de la pobreza, pasan a un segundo plano, pudiendo configurarse como una manipulación de la información. En este marco general y por todos conocido, aspectos profundizados en diversos estudios e investigaciones en los últimos años, vuelve a emerger ésta "problemática" de gran complejidad: la situación de los "Niños y Niñas de la calle", quienes luego de diversas estrategias puestas en marcha por el Estado irrumpen en la escena pública como un gran dolor de cabeza para las autoridades. La problemática de los Niños de y en la calle, discriminación conceptual sutil, viene siendo discutida, analizada e investigada particularmente desde mediados de los años '70 a la fecha, constituyéndose en un fenómeno asociado a los impactos generados por las transformaciones socio-económicas impulsadas por el modelo de desarrollo social y económico neoliberal. Del mismo modo, surgen nuevos enfoques e interpretaciones sobre las condiciones y características de la niñez, generadas por cambios en los sistemas socio culturales, tecnológicos, educacionales y de salud. Sin embargo, la dimensión económico laboral se constituye en un factor decisivo al momento de observar los cambios en las estructuras familiares y del desarrollo personal de sus integrantes, especialmente, la de niños y niñas, que han experimentado dichas transformaciones en el seno de sus espacios socio- familiares y afectivos. Las altas tasas de cesantía, el trabajo precario, bajos salarios, hacinamiento, gethización y precariedad habitacional, deficiencias alimentarias, deserción escolar, abuso de sustancias psicotrópicas, entre otras situaciones, van configurando un cuadro estructural en el desarrollo biopsicosocial de los sectores más pobres de la sociedad. Son estos sectores quienes han sufrido más fuertemente los cambios generados por el Neoliberalismo, especialmente, cuando los sectores populares dependen de su fuerza de trabajo para perspectivar estrategias de desarrollo, sean estas personales o familiares y que a diferencia de otros estratos sociales no cuentan con un capital social más potente como, redes sociales, educación, recursos económicos, entre otros. El debilitamiento de sus redes sociales, la ausencia de identidad en proyectos colectivos entre otros factores, van configurando un estado de autopercepción marginal y de exclusión social que refuerza su propio estado de situación. No estamos señalando que los sectores pobres no posean identidad o redes sociales sino, que estas están determinadas por las propias dinámicas generadas por las condiciones socio económicas y culturales en que se han desarrollado. SOBRE POBREZA Estas características están determinadas por una situación de Pobreza, marginación y exclusión social que los ha afectado en los últimos 30 años, respecto de las cuales las estrategias socio económicas y de diversa naturaleza que se han impulsado, han carecido de un enfoque integral, sistemático y planificado por parte del Estado chileno; por lo general se ha tratado de acciones en base a proyectos y programas que contribuyen a contener el malestar, manejando el riesgo de explosiones sociales. Un ejemplo de ello, lo constituye la Estrategia de Superación de la Pobreza impulsada por el primer gobierno de la Concertación, abocada desde Mideplan a manejar la estadística para mostrar su disminución pero sin lograr efectos duraderos que cambien el estado y percepción de inseguridad y riesgo en que viven estos sectores. El modelo de desarrollo económico y laboral vigente toma y bota a "una masa" de ciudadanos de acuerdo a sus intereses y estrategias de acumulación. De esta forma, se ha observado en los últimos decenios como aumentan y disminuyen en distintos períodos las tasas de cesantía o se adecuan las condiciones laborales para esos efectos, así, hoy se impulsa la flexibidad laboral. El enfoque y técnicas de medición de la pobreza, han jugado un rol fundamental en la forma en que ésta ha sido caracterizada y abordada desde la perspectiva de las políticas sociales. Recientemente, Marcel Claude de la Fundación Terram ha propuesto un nuevo método de medición de la pobreza, denominado Umbral de Satisfacción Mínimo, cuyos indicadores arrojarían un 80% de pobreza en el país, porcentaje equivalente a más de 12 millones de personas (12.169.040) que no estarían en condiciones de satisfacer sus necesidades.[7] Por otro lado, en el mismo documento citado anteriormente, se señala que la vulnerabilidad es un concepto desarrollado por CEPAL en los últimos años, y que pone énfasis en el impacto que provocan ciertos eventos económicos y sociales extremos sobre las capacidades de las personas, como lo ha sido precisamente el cambio en el patrón de desarrollo en América Latina. Por lo tanto Pobreza y Vulnerabilidad son dos conceptos diferentes. Mientras la primera categoría corresponde a situaciones en que grupos o personas están incapacitados de satisfacer necesidades básicas por insuficiencia en sus ingresos económicos (equivalente a una medición cuantitativa), la noción de Vulnerabilidad da cuenta del impacto del sistema económico y de sus instituciones sobre los recursos con que cuentan las personas correspondiente más bien a un indicador de la capacidad de las personas para enfrentar de una manera adecuada los posibles embates de crisis macroeconómicas globales. El contar con educación, con acceso a los servicios de salud, con vivienda y con un sistema de seguridad social que brinde real protección, genera un retroceso en la vulnerabilidad de las personas. Por cierto, existen puntos de encuentro entre los conceptos de Pobreza y Vulnerabilidad, ya que el conjunto de los recursos con que cuentan las personas son los que en definitiva pueden generar mayores o menores ingresos y, éstos se encuentran en los ámbitos del trabajo, del capital humano y del capital físico.[8] De esta manera, parece crucial entender a la pobreza como un problema complejo, que su análisis no sólo se limite a la posesión y consumo de bienes, sino que busque como meta final lograr la satisfacción de las necesidades humanas que son necesarios para vivir.[9] El marco descrito es útil para entender la situación de la infancia y especialmente, de los niños y niñas de la calle en Chile, en la medida en que esta realidad refiere directamente a las estrategias y concepciones de desarrollo que se han impulsado en el país y que han generado y reproducido los fenómenos de marginalidad y exclusión social. Los enfoques teóricos para la interpretación y explicación de la realidad de los niños y niñas de la calle que se han utilizado en las ciencias sociales, son fundamentalmente de dos tipos: uno centrado en el sujeto, sus características psicológicas y genéticas y la otra, de orden socio-estructural, situacional o ambiental. En ambas concepciones encontramos elementos que se interrelacionan en las dinámicas socio culturales de las personas y sus comunidades. Sin embargo, en el actual contexto histórico, parece que la concepción que ponen énfasis en el individuo tiene mayor fuerza en la construcción de las representaciones sociales y simbólicas de la sociedad y en consecuencia, ésta se impone a aquélla que atribuye a la sociedad la configuración de dinámicas biopsicosociales de los sujetos. "Cuando se atribuye un comportamiento a unas características de la persona estamos implícitamente refiriéndonos a la dotación genética y a la vez al conjunto de situaciones por las que ese individuo ha pasado a lo largo de su vida y a la huella que han dejado en él"[10]. De esta manera, la criminalización de la pobreza y la estigmatización de los sectores sociales empobrecidos, sus habitantes, niños(as), adolescentes, jóvenes y adultos son la piedra angular en el que convergen los diversos dispositivos de las políticas sociales y sus instrumentos jurídicos represivos. En rigor, estigmatizar es atribuir a un único factor las consecuencias de una problemática, afrentando e infamando al sujeto o sector al que se dirige la opinión o el discurso. Es tanto, que el diccionario de la RAE señala al estigma como una marca o señal en el cuerpo, o también, como afrenta o mala fama. Tanto así que la marca es impuesta por un hierro candente. En tal sentido, la estigmatización viene dada -para los sectores pobres- por la territorialización y hacinamiento en que viven, la gethización de la pobreza, con lo que las políticas sociales de Estado han contribuido junto a estrategias racistas y marginalizadoras a concentrar en bolsones de pobreza a importantes sectores de la sociedad chilena. La evidencia estadística de quienes se ven afectados por normativas y leyes de control social, indica tan solo a los grupos de sectores urbanos pobres como población objetivo de estas medidas (detención por sospecha, ley de drogas, penalización del microtráfico). Efectivamente, los sectores pobres y particularmente infanto-juveniles, son aquellos que experimentan el impacto de estas iniciativas. Los jóvenes de sectores populares como en el caso de la comuna de Lo Espejo o de La Pintana, enfrentan por ejemplo, tasas de cesantía que supera el 35%, donde la media nacional bordea el 20%. Que oferta social, laboral, educacional poseen estos sectores que otorgue garantías de estabilidad? Aunque se quiera mostrar discursivamente otro planteamiento y que la misma población afectada señale como necesarias estas medidas, debemos recordar que la sensación de inseguridad no tiene correspondencia con la ocurrencia de delitos. Más bien, esta percepción obedece a una consecuencia del manejo mediático de los medios de comunicación, fenómeno que no hace más que confirmar que la construcción social de la realidad la determinan los medios y grupos de facto que se benefician con estas sanciones, medidas y recursos legales. Estas medidas dan cuenta de la incapacidad del modelo de desarrollo de resolver los problemas estructurales que tiene la institucionalidad jurídica, económica y social del país. Tan sólo con fórmulas de carácter represivo se pretende contener las consecuencias sociales de este modelo. Esto ya que para los sectores "normales" e integrados de la sociedad, la disyuntiva al igual que para la administración de Bush, se expresa en la preeminencia de una visión de la sociedad que opone a "Bárbaros y Civilizados", visión que demuestra una incapacidad empática de aceptar a un "otro", diverso a los propios parámetros culturales y más aún, de hacerse responsable social de los efectos generados, tal como lo manifestara -paradojalmente- hace un tiempo atrás el P. Berríos (S.J.) del Programa un "Techo para Chile" vinculada a la Fundación Hogar de Cristo, señalaba que: "en complicidad con los medios de comunicación mostramos a los pobres durante los temporales como unos tontos parados bajo la lluvia pidiendo ayuda. Todo, para sensibilizar a la gente a que sea solidaria. ¡Pero los pobres son gente linda, digna, que no piden regalos ni limosnas, sino oportunidades!". ALGUNAS CARACTERISTICAS: LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA CALLE Los niños de la calle se encuentran en la escena urbana de las ciudades importantes de los países, en el caso de Chile, en las regiones V, VII, VII, IX, X y Metropolitana; están comercializando productos, mendigando, desarrollando distintas artimañas para obtener recursos o productos, algunos bajo puentes o líneas férreas, limpiando vidrios o realizando piruetas con fuego o pelotas en los semáforos enrojecidos. Estos niños se encuentran fuera del amparo familiar y del amparo social del estado, encontrando en su espacio de socialización la violencia y la desprotección, además de todas las situaciones de vulneración conocidos como la droga, la explotación sexual, los abusos policiales, etc. Un problema real para el abordaje de esta situación es la carencia y mala calidad de la información respecto de estas situaciones y aunque este no es un hecho nuevo, existen antecedentes desde la Edad Media de la existencia de los niños que se socializan en la calle, en nuestro país existen antecedentes históricos que dan cuenta que desde después de las luchas por la Independencia comienzan a aparecer como fenómeno. En la actualidad a pesar de ser un grupo humano visible que deambula con frecuencia frente a nuestros ojos y se dejan ver a simple vista no tienen existencia en los registros, en los discursos oficiales y cuando se habla de ellos aparecen arrinconados en las crónicas rojas de los medios de comunicación[11]. Según los datos del SENAME[12] del año 2003 un total de 6.592 niños y jóvenes menores de 18 años, que son atendidos por este servicio, se vinculan a situaciones de calle, lo que equivale a un 11.6% de la población atendida durante este periodo. Si miramos la cifra a la luz de la división por sexo nos encontramos con que el 39.7% son mujeres y el 60.3 % hombres. Los niños que son expulsados[13] a la calle encuentran en este espacio un lugar donde se pueden desarrollar con autonomía aprendiendo distintas estrategia de sobrevivencia que permite que se adapten e incorporen a un lugar y espacio amenazante y peligroso al que llegan desprotegidos, donde encuentras grupos de pares con los que se sienten acogidos satisfaciendo en conjunto necesidades afectivas y de pertenencia, este pasa a conformarse en el espacio donde se siente protegido y encuentra las lealtades necesarias para enfrentar todo tipo de inclemencias. Así, podemos señalar que la situación de Niños y Niñas de y en la calle, obedece a la condición de Exclusión Social en la que se encuentran, cuyas causas están determinadas por factores socio-económicos, rompimiento de lazos familiares, violencia doméstica, sumándose a todo ello, la violencia jurídica que los Estados ejercen con medidas de control y represión sobre aquellos que poseen menores posibilidades y condiciones sociales de ejercer demandas y reivindicaciones en torno a los derechos sociales, económicos y culturales que la Constitución, teóricamente, señala garantizar en igualdad de condiciones para todos los ciudadanos. De esta manera, también, las consecuencias que experimentarán los niños y niñas de la calle, tienen repercusiones de carácter económico, social, educacional, salud, vivienda, y, en los universos simbólicos y emocionales que impiden la integración de ellos, es decir, el Estado ejerce jurídicamente sobre los niños y niñas de la calle una fuerza coercitiva que mantiene el circulo de la exclusión. Situación que por lo demás, se explica fundamentalmente en términos socio-culturales, ya que estos factores constituyen la dimensión sobre la que se establece y estructura la condición de vida de las personas y de las comunidades. El individuo no se explica aisladamente, fuera de su contexto histórico, social, político, económico y cultura. Nos hemos acostumbrado a describir de manera general los atributos de los niños y niñas de la calle, descontextualizadamente, como sucedió hace un tiempo con el Tila, a quien tan sólo se explicaba psiquiátricamente, es decir, negándose que son personas que viven en comunas urbano-marginales, en los extramuros de la ciudad, que son parte de los procesos de migración y crecimiento de ella, que pertenecen a comunas como, Cerro Navia, Pudahuel, La Pintana, Lo Espejo, siendo especialmente del cordón sur-poniente de la Región Metropolitana, que viven en campamentos o casas y departamentos de subsidios habitacionales de no más de 40 metros cuadrados, donde se cobijan familias extensas y numerosas, hasta cerca de 10 o más personas, que no poseen o son escasos sus lazos familiares, sin educación, es común el hacinamiento, de tal forma que realizan su vida en la calle. Su entorno y equipamiento comunitario es inexistente, sin plazas y áreas verdes, juegos, servicios básicos, con pasajes o calles mal iluminadas, sin establecimientos educacionales, de salud e infraestructura comunitaria inexistente. Ante estas razones, no es de extrañar que las consecuencias de vida que experimentan los niños y niñas de la calle, estén inmediata y directamente asociadas a estrategias de sobrevivencia que la misma sociedad pone a su alcance y hasta demanda de ellos, tales como trabajo infantil, explotación sexual, microtráfico de drogas, consumo de sustancias, recolección de desechos, cuidado y limpieza de autos, empaque en supermercados, comercio ambulante, entre otras muchas estrategias posibles de enumerar. Estas actividades establecen un rol en la división social del trabajo al interior de nuestra sociedad, reproduciéndose el circuito de la exclusión y reforzándose una experiencia social de vida marginal marcada por la permanencia en la calle, constituyéndose en modos y estilos de vida particulares, con lenguajes, códigos, normas, valores y costumbres que van configurando una subcultura que pone se en tensión con las normas convencionales de la sociedad. Ésta a su vez, genera todos los instrumentos teóricos para explicárselo y también, los jurídicos para controlarlos, sin embargo, no termina reconociendo que ella es la que los produce. En esta situación, es posible identificar rasgos organizacionales típicos en los "grupos" de niños y niñas de la calle donde, límites territoriales en sus desplazamientos, normas y ritos de asociación sostenidas sobre bases afectivas claras entre sus integrantes, construcción de símbolos y resignificación de estilos musicales, vestuarios, estéticas, liderazgos fuertes en las dinámicas grupales, etc. Nos encontramos con actitudes y conductas que responden a la inmediatez en la resolución de necesidades; agrupamiento recreacional con ausencia de normas de control impuestas fuera de los parámetros definidos internamente, soporte afectivo fuerte entre sus integrantes donde, las normas y costumbres constituyen el eje de la cohesión grupal. Notas: [1] El proceso de instalación de la administración neoliberal de la economía en Chile, tiene sus orígenes al final de la década del 70, su proceso de desarrollo que significó la instalación de una nueva mecánica y el derrumbe del estado benefactor durante los 80, sus efectos se dejaron ver en la década de los 90. [2] Silesio López Jiménez "Ciudadanos Reales e Imaginarios, concepciones, desarrollo y mapas de la ciudadanía del Perú, IDS, Lima 1997. [3] CEPAL / UNICEF 2001 [4] CEPAL / UNICEF 2001 [5] Servicio Nacional de Menores. Línea de Protección. Normas técnicas de funcionamiento e intervención en centros de protección simple. Enero 2000. [6] En este apartado, se entregan antecedentes y datos extraídos de Muñoz e Ibáñez, Logros del SENAME, Documentos, en EL OBSERVADOR, Publicación Trimestral del Servicio Nacional de Menores, Nº 9 Cuarto Trimestre 1998 [7] Determinación del nuevo umbral de la pobreza para Chile. Marcel Claude. Fundación Terram.2003. [8] Idem [9] Idem anterior [10] Niños de la Calle: Medio social desfavorecido y conducta infantil. Agustín Bueno Bueno. http://www.fespinal.com/espinal/castellano/visua/es33.h tm [11] La temática de los niños de la calle ha tenido una gran visibilización mediática en los últimos años producto de la fuerte asociación de los medios de comunicación con las políticas de Seguridad Ciudadana, centrando la línea argumentativa de los textos y apariciones en las consecuencias y no en las causas que están detrás produciendo el fenómeno. [12] Servicio Nacional de Menores, dependiente del Ministerio del Interior de Chile [13] Expulsados: usamos esta clasificación dado la convicción que los niños y niñas no escogen por voluntad propia ingresar a esta condición, sino más bien es un proceso al que son conducidos por condiciones estructurales y situaciones vividas al interior de los núcleos familiares. [1] IV Encuentro red nacional de ong's de infancia y juventud Chile. "Por nuestros Niñ@s", Lota, región del Bio Bio, 29 y 30 de Marzo de 2004. Edición Red Nacional de Ong's y gobierno de Chile. Páginas 85 a 93.
https://www.alainet.org/es/articulo/110684?language=en
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