Por qué hablamos de niños de la calle?: El fraude de la sociedad
03/10/2004
- Opinión
La creciente modernización de las ciudades de nuestra
región, la instalación de los mega-mercados y la
ebullición del mercado de servicios, es la consecuencia
pública de un proceso menos público, pero que reúne el
consenso de los distintos sectores políticos que es la
administración neoliberal de la economía. Aunque todo
ésto, también se relaciona con el desarrollo
tecnológico que han alcanzado las sociedades modernas,
y con la consecuente explosión demográfica que, a su
vez a traído la migración campo-ciudad y los cordones
marginales.
Desde hace dos décadas, en el caso de Chile un poco
antes[1], se ha instalado en la región una nueva forma
de administración económica que ha agudizado el consumo
por sobre los procesos productivos, la desigualdad por
sobre la integración, el desempleo y la exclusión.
La pobreza castiga en América latina a 150 millones de
personas (33% de la población del sub continente)
quienes perciben menos de dos dólares al día. Ser
pobre en estas condiciones guarda relación con el
escaso y nulo acceso a los servicios, a la salud, al
trabajo, a la cultura, a la educación, a la
alimentación y a los derechos sociales.
Estas condiciones de pobreza y exclusión conllevan al
deterioro a escala de las motivaciones y seguridades de
las personas. Bajo esta mirada podemos señalar que ser
pobre no es un estado sin dinámica, sino un proceso
colectivo que afecta a un número de personas
socialmente situado. "La pobreza no es, en general,
producto de una elección individual, sino de una
relación y de una situación económica y social"[2] .
Si sumamos estas situaciones y los anteponemos a otro
dato de la realidad que nos dice que los niños y las
mujeres son los grupos más afectados por las
condiciones de pobreza, en estas circunstancias la
pobreza y sus condiciones castigan de manera
importante a la infancia, en este nuevo contexto
económico y de distribución de los capitales la pobreza
generan condiciones de exclusión y una cultura que no
permite romper de manera fácil con ella, en
circunstancias que uno de los elementos conocidos y de
acuerdo político para su superación que es la
educación, también se ha dejado seducir por los
vaivenes y cantos de sirena del mercado y se ha
transformado en un artefacto reproductor de las
desigualdades más que en un espacio liberador.
Otro de los temas decidores en materia de pobreza es la
caída del salario en la región, en 13 de los 18 países
Latinoamericanos en la década de los 90 al salario
mínimo fue menor al salario mínimo de la década
anterior, este hecho ha marcado la tendencia de la
instalación de una pobreza dura[3].
El desempleo que durante las últimas décadas ha ido en
aumento ha traído una cambio considerable en la
subjetividad de los hombres, que en nuestra cultura del
sur de América, estuvo asociada a la imagen de
proveedor y centro de la vida en el hogar, este hecho
trae como consecuencia un deterioro en sus roles, en
su imagen, en sus formas, cuestión que en ocasiones se
traduce en descuido, despreocupación, apatía, violencia
y distintas formas de consumos de drogas y alcohol.
Frente a la urgencia por sobrevivir las mujeres
debieron ingresar al campo laboral de maneras muy
desiguales, con menos salarios y prestaciones sociales
por igual carga laboral, las mujeres se insertaron a
un campo laboral diseñado para hombres; ésta
incorporación trastocó los roles dentro de las familias
impuestos en nuestra cultura machista, lo que trajo
consigo un aumento de las tensiones al interior del
seno familiar y un impacto importante en la infancia.
En este contexto los padres de familia dejan de asumir
los roles históricos en nuestra cultura y es que las
condiciones de marginación y exclusión deterioran las
relaciones, los universos simbólicos, los gustos, los
sueños, la idea de futuro y se comienza a vivir sin
proyecto, sin mañana.
En el nuevo, orden donde los servicios básicos, la
educación, la salud, la cultura y el trabajo son parte
de la maquinaria del mercado, la sobrevivencia y las
posibilidades para ello, los sectores menos capacitados
experimentan una carrera cuesta arriba, donde para
sobrevivir compiten todos: adultos, ancianos, niños y
jóvenes, hombres y mujeres, utilizando para ello el
comercio ambulante e ilegal, la recolección de
productos, la mendicidad y estrategias de otro tipo,
algunas de ellas fuera de la Ley. En la década de los
90 en América Latina según la CEPAL 69 de cada 100
nuevos empleos que se generaron correspondieron al
sector informal, sector al que pertenecen en esta
región un 47% de los ocupados de las zonas urbanas[4].
Es en este contexto donde comienzan a aparecer de
manera más pública la discusión y la problematización
de un nuevo actor: Los niños de la calle.
Los niños y niñas de y en la calle parecen constituir
un gran dolor de cabeza para los gobiernos nacionales,
regionales y hasta locales, ya que, no pueden dar con
soluciones que efectivamente establezcan el interés
superior de niño y den cuenta de una concepción que
conciba al niño(a) como sujeto pleno de derecho ante la
condición de vivir o estar en la calle.
La situación de este segmento de la sociedad chilena,
afecta a niños y niñas de estratos pobres. Ante tal
situación, el Estado viene a implementar diversas
acciones conducentes a lo que el Fosis viene
denominando con el enfoque del Banco Mundial como,
Manejo del Riesgo, sustentada en la homónima teoría,
insistiendo en la capacidad individual de resolver y
manejar el conflicto, desligado de las concomitancias
sociales de los fenómenos que impactan a los niños y
familias pobres de nuestras sociedades.
Así, se señala que "El Estado puede y debe intervenir,
asumiendo transitoriamente el cuidado, crianza y
educación cuando quienes tienen la obligación de
ejercer esta función son los responsables de una grave
vulneración de sus derechos, pero, no para reemplazar a
la familia, sino para restablecer y garantizar la
efectividad de sus derechos[5]". Esta cita extraída de
un documento elaborado por SENAME (2000) enfatiza, como
otros textos de carácter oficial, la idea que el
resguardo de los derechos corresponde a una
responsabilidad del individuo y, a lo más, en la
familia. La familia viene constituyéndose en los
últimos dos años, un ámbito de focalización de las
políticas sociales del Estado. Un ejemplo de ello, lo
constituye el Programa Chile Solidario, o bien, la
Estrategia Nacional de CONACE para el período 2003-
2006, política que sitúa la responsabilidad de la
problemática del consumo de drogas en el ámbito
familiar, pero para la situación que enfrentan los
niños y niñas de la calle, sus grupos familiares y
entornos comunitarios, parece inadmisible atribuir
responsabilidades a un segmento de la población que es
víctima de la exclusión social generada por la
estructura social y económica de la sociedad.
En tal perspectiva, "a partir de 1990, año en que el
país ratifica la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño, SENAME impulsa una nueva política de
atención, que tiene como fundamento básico el "interés
superior del niño y el respeto a sus derechos". Esta
nueva política enfatizó acciones como: La atención en
el medio abierto; Internación sólo transitoria y de
manera personalizada; énfasis en la capacitación de los
jóvenes y la especialización del personal que los
atiende, entre otros"[6]. Nuevamente, nos encontramos
con medidas paliativas y compensatorias, de control y
contención social que, no logran entregar herramientas
necesarias para la superación de las condiciones
estructurales que experimentan los niños y niñas de la
calle.
La brecha de desigualdad que caracteriza la
distribución de los ingresos en Chile que nos habla
acerca del fracaso de las políticas destinadas a la
superación de la pobreza, fenómeno que se invisibiliza
al analizar el problema desde las cifras absolutas,
quedando reducidas a estadísticas de disminución de la
pobreza, pasan a un segundo plano, pudiendo
configurarse como una manipulación de la información.
En este marco general y por todos conocido, aspectos
profundizados en diversos estudios e investigaciones en
los últimos años, vuelve a emerger ésta "problemática"
de gran complejidad: la situación de los "Niños y Niñas
de la calle", quienes luego de diversas estrategias
puestas en marcha por el Estado irrumpen en la escena
pública como un gran dolor de cabeza para las
autoridades.
La problemática de los Niños de y en la calle,
discriminación conceptual sutil, viene siendo
discutida, analizada e investigada particularmente
desde mediados de los años '70 a la fecha,
constituyéndose en un fenómeno asociado a los impactos
generados por las transformaciones socio-económicas
impulsadas por el modelo de desarrollo social y
económico neoliberal. Del mismo modo, surgen nuevos
enfoques e interpretaciones sobre las condiciones y
características de la niñez, generadas por cambios en
los sistemas socio culturales, tecnológicos,
educacionales y de salud.
Sin embargo, la dimensión económico laboral se
constituye en un factor decisivo al momento de observar
los cambios en las estructuras familiares y del
desarrollo personal de sus integrantes, especialmente,
la de niños y niñas, que han experimentado dichas
transformaciones en el seno de sus espacios socio-
familiares y afectivos. Las altas tasas de cesantía, el
trabajo precario, bajos salarios, hacinamiento,
gethización y precariedad habitacional, deficiencias
alimentarias, deserción escolar, abuso de sustancias
psicotrópicas, entre otras situaciones, van
configurando un cuadro estructural en el desarrollo
biopsicosocial de los sectores más pobres de la
sociedad.
Son estos sectores quienes han sufrido más fuertemente
los cambios generados por el Neoliberalismo,
especialmente, cuando los sectores populares dependen
de su fuerza de trabajo para perspectivar estrategias
de desarrollo, sean estas personales o familiares y que
a diferencia de otros estratos sociales no cuentan con
un capital social más potente como, redes sociales,
educación, recursos económicos, entre otros.
El debilitamiento de sus redes sociales, la ausencia de
identidad en proyectos colectivos entre otros factores,
van configurando un estado de autopercepción marginal y
de exclusión social que refuerza su propio estado de
situación. No estamos señalando que los sectores pobres
no posean identidad o redes sociales sino, que estas
están determinadas por las propias dinámicas generadas
por las condiciones socio económicas y culturales en
que se han desarrollado.
SOBRE POBREZA
Estas características están determinadas por una
situación de Pobreza, marginación y exclusión social
que los ha afectado en los últimos 30 años, respecto de
las cuales las estrategias socio económicas y de
diversa naturaleza que se han impulsado, han carecido
de un enfoque integral, sistemático y planificado por
parte del Estado chileno; por lo general se ha tratado
de acciones en base a proyectos y programas que
contribuyen a contener el malestar, manejando el riesgo
de explosiones sociales.
Un ejemplo de ello, lo constituye la Estrategia de
Superación de la Pobreza impulsada por el primer
gobierno de la Concertación, abocada desde Mideplan a
manejar la estadística para mostrar su disminución pero
sin lograr efectos duraderos que cambien el estado y
percepción de inseguridad y riesgo en que viven estos
sectores. El modelo de desarrollo económico y laboral
vigente toma y bota a "una masa" de ciudadanos de
acuerdo a sus intereses y estrategias de acumulación.
De esta forma, se ha observado en los últimos decenios
como aumentan y disminuyen en distintos períodos las
tasas de cesantía o se adecuan las condiciones
laborales para esos efectos, así, hoy se impulsa la
flexibidad laboral.
El enfoque y técnicas de medición de la pobreza, han
jugado un rol fundamental en la forma en que ésta ha
sido caracterizada y abordada desde la perspectiva de
las políticas sociales.
Recientemente, Marcel Claude de la Fundación Terram ha
propuesto un nuevo método de medición de la pobreza,
denominado Umbral de Satisfacción Mínimo, cuyos
indicadores arrojarían un 80% de pobreza en el país,
porcentaje equivalente a más de 12 millones de personas
(12.169.040) que no estarían en condiciones de
satisfacer sus necesidades.[7]
Por otro lado, en el mismo documento citado
anteriormente, se señala que la vulnerabilidad es un
concepto desarrollado por CEPAL en los últimos años, y
que pone énfasis en el impacto que provocan ciertos
eventos económicos y sociales extremos sobre las
capacidades de las personas, como lo ha sido
precisamente el cambio en el patrón de desarrollo en
América Latina. Por lo tanto Pobreza y Vulnerabilidad
son dos conceptos diferentes. Mientras la primera
categoría corresponde a situaciones en que grupos o
personas están incapacitados de satisfacer necesidades
básicas por insuficiencia en sus ingresos económicos
(equivalente a una medición cuantitativa), la noción de
Vulnerabilidad da cuenta del impacto del sistema
económico y de sus instituciones sobre los recursos con
que cuentan las personas correspondiente más bien a un
indicador de la capacidad de las personas para
enfrentar de una manera adecuada los posibles embates
de crisis macroeconómicas globales. El contar con
educación, con acceso a los servicios de salud, con
vivienda y con un sistema de seguridad social que
brinde real protección, genera un retroceso en la
vulnerabilidad de las personas.
Por cierto, existen puntos de encuentro entre los
conceptos de Pobreza y Vulnerabilidad, ya que el
conjunto de los recursos con que cuentan las personas
son los que en definitiva pueden generar mayores o
menores ingresos y, éstos se encuentran en los ámbitos
del trabajo, del capital humano y del capital
físico.[8]
De esta manera, parece crucial entender a la pobreza
como un problema complejo, que su análisis no sólo se
limite a la posesión y consumo de bienes, sino que
busque como meta final lograr la satisfacción de las
necesidades humanas que son necesarios para vivir.[9]
El marco descrito es útil para entender la situación de
la infancia y especialmente, de los niños y niñas de la
calle en Chile, en la medida en que esta realidad
refiere directamente a las estrategias y concepciones
de desarrollo que se han impulsado en el país y que han
generado y reproducido los fenómenos de marginalidad y
exclusión social.
Los enfoques teóricos para la interpretación y
explicación de la realidad de los niños y niñas de la
calle que se han utilizado en las ciencias sociales,
son fundamentalmente de dos tipos: uno centrado en el
sujeto, sus características psicológicas y genéticas y
la otra, de orden socio-estructural, situacional o
ambiental.
En ambas concepciones encontramos elementos que se
interrelacionan en las dinámicas socio culturales de
las personas y sus comunidades. Sin embargo, en el
actual contexto histórico, parece que la concepción que
ponen énfasis en el individuo tiene mayor fuerza en la
construcción de las representaciones sociales y
simbólicas de la sociedad y en consecuencia, ésta se
impone a aquélla que atribuye a la sociedad la
configuración de dinámicas biopsicosociales de los
sujetos.
"Cuando se atribuye un comportamiento a unas
características de la persona estamos implícitamente
refiriéndonos a la dotación genética y a la vez al
conjunto de situaciones por las que ese individuo ha
pasado a lo largo de su vida y a la huella que han
dejado en él"[10].
De esta manera, la criminalización de la pobreza y la
estigmatización de los sectores sociales empobrecidos,
sus habitantes, niños(as), adolescentes, jóvenes y
adultos son la piedra angular en el que convergen los
diversos dispositivos de las políticas sociales y sus
instrumentos jurídicos represivos.
En rigor, estigmatizar es atribuir a un único factor
las consecuencias de una problemática, afrentando e
infamando al sujeto o sector al que se dirige la
opinión o el discurso. Es tanto, que el diccionario de
la RAE señala al estigma como una marca o señal en el
cuerpo, o también, como afrenta o mala fama. Tanto así
que la marca es impuesta por un hierro candente.
En tal sentido, la estigmatización viene dada -para los
sectores pobres- por la territorialización y
hacinamiento en que viven, la gethización de la
pobreza, con lo que las políticas sociales de Estado
han contribuido junto a estrategias racistas y
marginalizadoras a concentrar en bolsones de pobreza a
importantes sectores de la sociedad chilena.
La evidencia estadística de quienes se ven afectados
por normativas y leyes de control social, indica tan
solo a los grupos de sectores urbanos pobres como
población objetivo de estas medidas (detención por
sospecha, ley de drogas, penalización del
microtráfico). Efectivamente, los sectores pobres y
particularmente infanto-juveniles, son aquellos que
experimentan el impacto de estas iniciativas. Los
jóvenes de sectores populares como en el caso de la
comuna de Lo Espejo o de La Pintana, enfrentan por
ejemplo, tasas de cesantía que supera el 35%, donde la
media nacional bordea el 20%. Que oferta social,
laboral, educacional poseen estos sectores que otorgue
garantías de estabilidad?
Aunque se quiera mostrar discursivamente otro
planteamiento y que la misma población afectada señale
como necesarias estas medidas, debemos recordar que la
sensación de inseguridad no tiene correspondencia con
la ocurrencia de delitos. Más bien, esta percepción
obedece a una consecuencia del manejo mediático de los
medios de comunicación, fenómeno que no hace más que
confirmar que la construcción social de la realidad la
determinan los medios y grupos de facto que se
benefician con estas sanciones, medidas y recursos
legales.
Estas medidas dan cuenta de la incapacidad del modelo
de desarrollo de resolver los problemas estructurales
que tiene la institucionalidad jurídica, económica y
social del país. Tan sólo con fórmulas de carácter
represivo se pretende contener las consecuencias
sociales de este modelo. Esto ya que para los sectores
"normales" e integrados de la sociedad, la disyuntiva
al igual que para la administración de Bush, se expresa
en la preeminencia de una visión de la sociedad que
opone a "Bárbaros y Civilizados", visión que demuestra
una incapacidad empática de aceptar a un "otro",
diverso a los propios parámetros culturales y más aún,
de hacerse responsable social de los efectos generados,
tal como lo manifestara -paradojalmente- hace un tiempo
atrás el P. Berríos (S.J.) del Programa un "Techo para
Chile" vinculada a la Fundación Hogar de Cristo,
señalaba que: "en complicidad con los medios de
comunicación mostramos a los pobres durante los
temporales como unos tontos parados bajo la lluvia
pidiendo ayuda. Todo, para sensibilizar a la gente a
que sea solidaria. ¡Pero los pobres son gente linda,
digna, que no piden regalos ni limosnas, sino
oportunidades!".
ALGUNAS CARACTERISTICAS: LOS NIÑOS Y NIÑAS DE LA CALLE
Los niños de la calle se encuentran en la escena urbana
de las ciudades importantes de los países, en el caso
de Chile, en las regiones V, VII, VII, IX, X y
Metropolitana; están comercializando productos,
mendigando, desarrollando distintas artimañas para
obtener recursos o productos, algunos bajo puentes o
líneas férreas, limpiando vidrios o realizando piruetas
con fuego o pelotas en los semáforos enrojecidos. Estos
niños se encuentran fuera del amparo familiar y del
amparo social del estado, encontrando en su espacio de
socialización la violencia y la desprotección, además
de todas las situaciones de vulneración conocidos
como la droga, la explotación sexual, los abusos
policiales, etc.
Un problema real para el abordaje de esta situación es
la carencia y mala calidad de la información respecto
de estas situaciones y aunque este no es un hecho
nuevo, existen antecedentes desde la Edad Media de la
existencia de los niños que se socializan en la
calle, en nuestro país existen antecedentes históricos
que dan cuenta que desde después de las luchas por
la Independencia comienzan a aparecer como fenómeno. En
la actualidad a pesar de ser un grupo humano visible
que deambula con frecuencia frente a nuestros ojos y se
dejan ver a simple vista no tienen existencia en los
registros, en los discursos oficiales y cuando se
habla de ellos aparecen arrinconados en las crónicas
rojas de los medios de comunicación[11].
Según los datos del SENAME[12] del año 2003 un total de
6.592 niños y jóvenes menores de 18 años, que son
atendidos por este servicio, se vinculan a situaciones
de calle, lo que equivale a un 11.6% de la población
atendida durante este periodo. Si miramos la cifra a
la luz de la división por sexo nos encontramos con
que el 39.7% son mujeres y el 60.3 % hombres.
Los niños que son expulsados[13] a la calle encuentran
en este espacio un lugar donde se pueden desarrollar
con autonomía aprendiendo distintas estrategia de
sobrevivencia que permite que se adapten e incorporen
a un lugar y espacio amenazante y peligroso al que
llegan desprotegidos, donde encuentras grupos de pares
con los que se sienten acogidos satisfaciendo en
conjunto necesidades afectivas y de pertenencia, este
pasa a conformarse en el espacio donde se siente
protegido y encuentra las lealtades necesarias para
enfrentar todo tipo de inclemencias.
Así, podemos señalar que la situación de Niños y Niñas
de y en la calle, obedece a la condición de Exclusión
Social en la que se encuentran, cuyas causas están
determinadas por factores socio-económicos, rompimiento
de lazos familiares, violencia doméstica, sumándose a
todo ello, la violencia jurídica que los Estados
ejercen con medidas de control y represión sobre
aquellos que poseen menores posibilidades y condiciones
sociales de ejercer demandas y reivindicaciones en
torno a los derechos sociales, económicos y culturales
que la Constitución, teóricamente, señala garantizar en
igualdad de condiciones para todos los ciudadanos.
De esta manera, también, las consecuencias que
experimentarán los niños y niñas de la calle, tienen
repercusiones de carácter económico, social,
educacional, salud, vivienda, y, en los universos
simbólicos y emocionales que impiden la integración de
ellos, es decir, el Estado ejerce jurídicamente sobre
los niños y niñas de la calle una fuerza coercitiva que
mantiene el circulo de la exclusión. Situación que por
lo demás, se explica fundamentalmente en términos
socio-culturales, ya que estos factores constituyen la
dimensión sobre la que se establece y estructura la
condición de vida de las personas y de las comunidades.
El individuo no se explica aisladamente, fuera de su
contexto histórico, social, político, económico y
cultura.
Nos hemos acostumbrado a describir de manera general
los atributos de los niños y niñas de la calle,
descontextualizadamente, como sucedió hace un tiempo
con el Tila, a quien tan sólo se explicaba
psiquiátricamente, es decir, negándose que son
personas que viven en comunas urbano-marginales, en los
extramuros de la ciudad, que son parte de los procesos
de migración y crecimiento de ella, que pertenecen a
comunas como, Cerro Navia, Pudahuel, La Pintana, Lo
Espejo, siendo especialmente del cordón sur-poniente de
la Región Metropolitana, que viven en campamentos o
casas y departamentos de subsidios habitacionales de no
más de 40 metros cuadrados, donde se cobijan familias
extensas y numerosas, hasta cerca de 10 o más personas,
que no poseen o son escasos sus lazos familiares, sin
educación, es común el hacinamiento, de tal forma que
realizan su vida en la calle. Su entorno y equipamiento
comunitario es inexistente, sin plazas y áreas verdes,
juegos, servicios básicos, con pasajes o calles mal
iluminadas, sin establecimientos educacionales, de
salud e infraestructura comunitaria inexistente.
Ante estas razones, no es de extrañar que las
consecuencias de vida que experimentan los niños y
niñas de la calle, estén inmediata y directamente
asociadas a estrategias de sobrevivencia que la misma
sociedad pone a su alcance y hasta demanda de ellos,
tales como trabajo infantil, explotación sexual,
microtráfico de drogas, consumo de sustancias,
recolección de desechos, cuidado y limpieza de autos,
empaque en supermercados, comercio ambulante, entre
otras muchas estrategias posibles de enumerar. Estas
actividades establecen un rol en la división social del
trabajo al interior de nuestra sociedad,
reproduciéndose el circuito de la exclusión y
reforzándose una experiencia social de vida marginal
marcada por la permanencia en la calle, constituyéndose
en modos y estilos de vida particulares, con lenguajes,
códigos, normas, valores y costumbres que van
configurando una subcultura que pone se en tensión con
las normas convencionales de la sociedad. Ésta a su
vez, genera todos los instrumentos teóricos para
explicárselo y también, los jurídicos para
controlarlos, sin embargo, no termina reconociendo que
ella es la que los produce.
En esta situación, es posible identificar rasgos
organizacionales típicos en los "grupos" de niños y
niñas de la calle donde, límites territoriales en sus
desplazamientos, normas y ritos de asociación
sostenidas sobre bases afectivas claras entre sus
integrantes, construcción de símbolos y resignificación
de estilos musicales, vestuarios, estéticas, liderazgos
fuertes en las dinámicas grupales, etc.
Nos encontramos con actitudes y conductas que responden
a la inmediatez en la resolución de necesidades;
agrupamiento recreacional con ausencia de normas de
control impuestas fuera de los parámetros definidos
internamente, soporte afectivo fuerte entre sus
integrantes donde, las normas y costumbres constituyen
el eje de la cohesión grupal.
Notas:
[1] El proceso de instalación de la administración
neoliberal de la economía en Chile, tiene sus orígenes
al final de la década del 70, su proceso de desarrollo
que significó la instalación de una nueva mecánica y el
derrumbe del estado benefactor durante los 80, sus
efectos se dejaron ver en la década de los 90.
[2] Silesio López Jiménez "Ciudadanos Reales e
Imaginarios, concepciones, desarrollo y mapas de la
ciudadanía del Perú, IDS, Lima 1997.
[3] CEPAL / UNICEF 2001
[4] CEPAL / UNICEF 2001
[5] Servicio Nacional de Menores. Línea de Protección.
Normas técnicas de funcionamiento e intervención en
centros de protección simple. Enero 2000.
[6] En este apartado, se entregan antecedentes y datos
extraídos de Muñoz e Ibáñez, Logros del SENAME,
Documentos, en EL OBSERVADOR, Publicación Trimestral
del Servicio Nacional de Menores, Nº 9 Cuarto Trimestre
1998
[7] Determinación del nuevo umbral de la pobreza para
Chile. Marcel Claude. Fundación Terram.2003.
[8] Idem
[9] Idem anterior
[10] Niños de la Calle: Medio social desfavorecido y
conducta infantil. Agustín Bueno Bueno.
http://www.fespinal.com/espinal/castellano/visua/es33.h
tm
[11] La temática de los niños de la calle ha tenido
una gran visibilización mediática en los últimos años
producto de la fuerte asociación de los medios de
comunicación con las políticas de Seguridad Ciudadana,
centrando la línea argumentativa de los textos y
apariciones en las consecuencias y no en las causas
que están detrás produciendo el fenómeno.
[12] Servicio Nacional de Menores, dependiente del
Ministerio del Interior de Chile
[13] Expulsados: usamos esta clasificación dado la
convicción que los niños y niñas no escogen por
voluntad propia ingresar a esta condición, sino más
bien es un proceso al que son conducidos por
condiciones estructurales y situaciones vividas al
interior de los núcleos familiares.
[1] IV Encuentro red nacional de ong's de infancia y
juventud Chile. "Por nuestros Niñ@s", Lota, región del
Bio Bio, 29 y 30 de Marzo de 2004. Edición Red Nacional
de Ong's y gobierno de Chile. Páginas 85 a 93.
https://www.alainet.org/es/articulo/110684?language=en
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