De genes, gusanos e ignorantes
15/11/2004
- Opinión
La primera versión del mapa del genoma humano en 2001 reportó
que tendríamos unos 30-40 mil genes. Mucho menos que los 100
mil genes que se estimaban al comienzo del Proyecto Genoma
Humano. Ahora, los científicos de ese proyecto informan en
Nature (21/10/2004), que apenas tendríamos entre 20 y 25 mil
genes en total. Un golpe a la vanidad humana, ya que el
gusano C. Elegans tendría también unos 20 mil genes, mientras
que vegetales como la Arabidopsis Thaliana (de la familia de
las coles) más de 25 mil y la caña de azúcar y el arroz unos
40 mil. Como consuelo, la mosca de la fruta sólo tiene unos
14 mil genes.
Según declara Francis Collins, director del proyecto en
Estados Unidos, "la receta humana podrá ser más económica que
en otras especies, pero los frutos son más complejos. Un mismo
gen podría tener 20 funciones diferentes dependiendo de la
interacción con otros genes". El Dr. Tim Hubbard del
Instituto Sanger en Reino Unido, agrega para BBC que "esto
significa que cada gen puede ser utilizado en muchas
diferentes formas, dependiendo de cómo está regulado. El gran
tema es la regulación." Lo que controla los genes es todavía
un enigma. "Puede haber una gran cantidad de cosas en el
genoma que aún no sabemos cómo extraer. Hay una amplia
colaboración internacional tratando de averiguar que hay
aparte de los genes que codifican proteínas. El genoma
contiene pequeñas secuencias regulatorias, y estos "actores"
son importantes en el sistema de control, pero terriblemente
difíciles de ubicar".
Si la regulación de los genes depende de múltiples
interacciones que cambian sus funciones, y éstas no se
conocen, ¿qué pasa con los genes aislados que son trasladados
de una especie a otra, como es el caso de los transgénicos?,
¿cómo se comportan en interacción con los genes de la especie
a la que fueron introducidos y activados artificialmente?,
¿qué funciones pueden activar o desactivar en una planta o
en los que la consuman, en organismos y en el ambiente? No
hay respuesta.
En Scientific American del mismo mes de octubre, John S.
Mattick afirma: "Las suposiciones pueden ser peligrosas,
particularmente en ciencia. Usualmente comienzan con la
interpretación más plausible o más cómoda de los datos
disponibles. Pero cuando esta verdad no puede ser
inmediatamente probada y sus fallas no son obvias, las
suposiciones a menudo se transforman en artículos de fe, y se
fuerza a las nuevas observaciones a acomodarse a éstos.
Finalmente, cuando el volumen de información problemática se
vuelve insostenible, la ortodoxia debe entrar en crisis.
Podríamos estar ante uno de estos puntos de viraje respecto
de nuestra comprensión de la información genética".
Mattick continúa dando cuenta de investigaciones según las
cuales, el ácido ribonucleico (ARN) por sí mismo, y no sólo
el ADN, tendría la capacidad de formar proteínas, dogma en el
cual se han basado 50 años de biología molecular. Este
comportamiento del ARN podría explicar, por ejemplo, el
surgimiento de la enfermedad de las vacas locas. Reseña
también investigaciones publicadas en la misma revista en
octubre 2003 que indican que la regulación genética
dependería tanto de una capa epigenética (alrededor de los
genes y no en ellos), como en parte del ADN llamado
"silencioso", que es más de 98 por ciento de lo que contienen
nuestros cromosomas y que no es basura como se llama en
inglés (junk DNA), sino que tendría funciones cruciales.
Hay muchos más datos que cuestionan lenta pero seguramente
los dogmas centrales de la biotecnología moderna. No es
extraño que esto suceda en ciencia, un verdadero científico
está siempre cuestionando. Lo grave es cuando Alejandro
Nadal dixit "hay científicos que no saben dónde termina su
laboratorio y dónde empieza su ignorancia", pero asesoran a
políticos sobre regulaciones -no de genes, sobre lo que
ignoran prácticamente todo- sino de "bioseguridad". Si a
cualquier mortal se le ocurriera descartar 98 por ciento de
la información que dispone sobre un objeto que está
estudiando, uno lo tildaría, cuando menos, de obtuso. Pero
definitivamente nadie en su sano juicio se basaría en sus
conclusiones para producir objetos de uso y mucho menos
alimentos.
Sin embargo, éstas son las bases "científicas" sobre las que
cinco trasnacionales que controlan los cultivos transgénicos
a nivel mundial, con la colaboración de políticos ignorantes
y mercaderes, los hacen llegar a la mesa de todos, usándonos
como conejillos de indias. Y para colmo, cuando campesinos,
ambientalistas y consumidores reclaman que ante lo que se no
conoce se debe aplicar un principio de precaución, que no
quieren contaminación transgénica en el maíz ni en ningún
otro cultivo, los mismos políticos los llaman ignorantes.
Ninguna empresa afirma que los transgénicos son sanos. Sólo
dicen que "no hay evidencias de que sean dañinos" y sobre
esto cabalgan las regulaciones de "bioseguridad". Malas
noticias: La Organización Mundial de la Salud, en el Foro
Global de los Alimentos, octubre 2004 en Bangkok, reconoció
que no tienen estas evidencias ¡porque no las han buscado! Y
declara que se necesitan estudios para evaluar los efectos
adversos de los transgénicos en la salud.
El problema de los transgénicos va mucho más allá de la
inevitable dependencia que crean debido al control
corporativo que los caracteriza: se trata de un nivel de
incertidumbre científica inaceptable para que sean liberados
al ambiente o integren nuestros alimentos.
* Investigadora del Grupo ETC www.etcgroup.org
https://www.alainet.org/es/articulo/110875?language=en
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