A un año del TLC entre Chile - Estados Unidos: Más anuncios que hechos
10/01/2005
- Opinión
El primer año del Tratado de
Libre Comercio (TLC) entre Chile y Estados Unidos arroja
señales que es necesario recoger e interpretar. Pocas, o muy
pocas, de las proyecciones deseables de este acuerdo se
cumplieron durante el 2004: las exportaciones hacia este
mercado crecieron menos de la mitad que el promedio hacia otras
áreas, las importaciones desde Estados Unidos se expandieron
más que las exportaciones y la inversión norteamericana marcó
cifras irrelevantes. En rigor, los embarques a Estados Unidos
crecieron -según cifras de noviembre- un 21 por ciento respecto
al año anterior, en tanto el promedio de las exportaciones
chilenas aumentó cerca de un 50 por ciento.
Pese al TLC, las exportaciones hacia este mercado siguen
concentradas en recursos naturales. Aproximadamente el 98 por
ciento de las exportaciones chilenas a Estados Unidos
corresponden a productos naturales o sus derivados. Los US$
4.283 millones exportados a EE.UU. entre enero y noviembre -
aproximadamente un 15 por ciento del total exportado, lo que
mantiene a esta economía en el primer socio comercial
individual chileno- estuvieron compuestos, básicamente, por
productos de los sectores mineros, forestales, pesqueros y
agrícolas. De hecho, el sector que registró el mayor
crecimiento fue la minería, con una expansión en su facturación
del 86 por ciento respecto al 2003.
Hay, sin embargo, algunas incipientes señales que apuntan hacia
una eventual diversificación de los mercados, las que surgirían
como uno de los efectos favorables del TLC. Los productos
manufacturados, según proyecta Asexma, habrían crecido el 2004
en un 31 por ciento, en tanto las exportaciones del rubro
textil, posiblemente el más favorecido por el acuerdo, en un 30
por ciento, aun cuando sus volúmenes son todavía muy pequeños.
Las importaciones norteamericanas, en tanto, se expandieron un
30 por ciento, cifra que es superior al crecimiento promedio de
estos bienes hacia todos los otros mercados, que alcanzó en
noviembre a un aumento del 25 por ciento respecto al año
anterior. El dato es un cambio en la tendencia de las
importaciones norteamericanas hacia Chile, las que registraron
una declinación en su participación total entre 1997 y el 2003.
La explicación del cambio de tendencia estaría en la
apreciación del peso respecto al dólar, lo que estimula la
internación de bienes desde este país.
Lo que observamos es, precisamente, el efecto menos favorable
de un tratado de libre comercio. Aun cuando la balanza
comercial es ampliamente favorable a Chile (US$ 1.400 millones),
es posible que esta tendencia pueda revertirse en el mediano o
largo plazo. Uno de los principales argumentos levantados por
los gobiernos de la Concertación para suscribir el TLC con
Estados Unidos y con otras naciones ha sido el favorable
impacto que tendrían sobre el empleo. Pero éste ha sido no sólo
nulo, sin regresivo. Podemos ver con claridad que el modelo
económico ha perdido su capacidad de crear empleo. Se observa
una brecha entre el crecimiento de la economía y las
exportaciones, por una parte, y el aumento del desempleo y
deterioro de la calidad de los trabajos a través de las
acciones empresariales que apuntan a flexibilizar las jornadas,
funciones y salarios.
Las estadísticas oficiales de desempleo muestran un aumento
sostenido de este indicador desde abril pasado, tendencia que
no dio tregua durante todo el 2004. Así, pudimos ver que la
última cifra para el año recién pasado, que en noviembre anotó
una tasa del 8,6 por ciento, fue 0,5 puntos más alta que la de
noviembre del 2003. La economía chilena, que se ha apoyado en
la apertura comercial, no sólo no genera nuevos empleos, sino
que los reduce.
El proceso de deterioro del empleo, no reviste, como hemos
dicho, ninguna relación con el dinamismo que registra la
economía, la que ha aumentado a una tasa promedio del 5,7 por
ciento desde enero a noviembre del 2004, actividad estimulada,
principalmente, por el empuje del sector exportador.
El TLC con Estados Unidos nos entrega una señal de la dirección
que han tomado las políticas económicas y comerciales. Por
cierto que hay generación de riqueza, pero altamente
concentrada, lo que tiene, como consecuencia, un progresivo
deterioro de la ya de por sí vergonzosa distribución de los
ingresos. El proceso que aglutina los beneficios del comercio
en un solo segmento corporativo y social, socavando a otras
áreas de la economía y la sociedad, mediante la destrucción y
el deterioro de empleos, constituye una espiral que, de no
alterar de manera radical, amplificará y consolidará un modelo
económico y social basado en la desigualdad. Así es como este
proceso, de características un poco perversas, se reproduce en
la educación -hemos podido ver que los resultados de la PSU
favorecen a los estudiantes egresados de colegios particulares-
en la salud, previsión social, en el acceso a la cultura, y,
finalmente, en la capacidad de generar mayores ingresos que
redunden en una mejor calidad de vida.-
* Pablo Ferrero. Alianza Chilena por un Comercio Justo y
Responsable.-
ANCHI
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