Del timbo al tambo
23/12/2011
- Opinión
“La realidad no tiene la obligación de ser interesante,
lo que no podemos hacer es ignorarla”. Engels La semana anterior tuvo lugar la séptima ronda de las negociaciones del TLC con los Estados Unidos; supuestamente, esta sería la penúltima. Se esperaba que en ella se abordaran y dilucidaran temas tan sensibles para la parte colombiana como lo son el sector agrícola y lo atinente a la propiedad intelectual; pero, como diría el poeta todo pasó sin que pasara nada. La insatisfacción de los negociadores al final de la ronda en la Heroica era apenas equiparable con la decepción que invadió a los huéspedes del Cuarto de al lado, convertido a la postre en un verdadero aquelarre, en el que priman los intereses corporativos y gremiales sobre los de la Nación. Y no podía ser para menos, luego de tropezarse con una actitud aún más intransigente y obstinada por parte de los negociadores estadounidenses en otros aspectos, tan vitales como el de los usados y las telecomunicaciones, sin que cedieran un ápice respecto a los demás intereses ofensivos y/ o defensivos de Colombia en esta negociación. Resulta paradójico que mientras el gobierno le pone más énfasis a la negociación de este tratado con los Estados Unidos, de dudosa conveniencia para el país y con dificultades cada vez mayores en su avance, por otra parte seguimos a remolque (1) el proceso de integración suramericano, cada vez más dinámico, que tanto bien le puede representar. El Acuerdo suscrito entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y MERCOSUR le ofrece al país perspectivas muy promisorias, que no se pueden desestimar. Colombia no puede seguir aislándose de sus socios y vecinos; resulta inverosímil que el TLC no lo esté negociando en bloque y, lo que es peor, ni siquiera se esté coordinando con Ecuador y Perú, a efectos de fijar posiciones conjuntas en la mesa de las negociaciones. Cada uno de ellos viene negociando en paralelo su propio tratado, que al cabo de las quinientas será el mismo, repitiéndose la historia de lo acontecido en la frustrada negociación del ALCA. Todo ello ha minado la capacidad de negociación de Colombia y puede redundar en un Tratado oneroso para el país, con todas sus consecuencias. El prurito de firmar el tratado de marras con los Estados Unidos, no debe llevar a Colombia a abandonar la estrategia del regionalismo abierto, para asumir en cambio una relación de subordinación con respecto a Norteamérica. Colombia debe desmarcarse de la política unilateralista de Bush, que no le conviene y, en cambio, promover la integración regional, participar activamente de los distintos procesos en curso, que le son provechosos. Es esta la mejor forma de repartir el riesgo, no poniendo todos los huevos en la misma cesta. Cuanto más estrecha y sólida sea la integración del subcontinente, a mayor número y mejores acuerdos podrá arribar Colombia con el paso de los días. Lo que no le hace bien a Colombia, es seguir dando bandazos, asumiendo actitudes ambivalentes, incoherentes y titubeantes. Tal y como vamos, vamos mal; la estrategia de negociación en solitario con los Estados Unidos de un tratado bilateral de libre comercio, no es congruente con los procesos de integración regionales y en un momento dado pueden llegar a ser incompatibles, por no decir que antagónicos. Esa dicotomía es insostenible; es urgente compaginar y sincronizar uno y otro proceso, hacerlos convergentes, a riesgo de terminar confinados en el peor de los mundos. El principio de la solidaridad debe prevalecer y así evitar que la región, que tiene el doble desafío de superar el subdesarrollo y la pobreza, se convierta en una especie de espejo roto en el que no nos podamos reconocer mutuamente. O negociamos en bloque o nos exponemos a ver bloqueada la integración regional. Tenemos, entonces, que establecer cual es el “nivel de ambición” y de compromiso que alientan a la Comunidad Suramericana, aún en ciernes, para entonces abandonar el discurso esquizofrénico en boga. En este sentido, cobra muchísima validez la meta planteada por la CAN en la cumbre de presidentes en Cusco: ¡integración para el desarrollo en la globalización! (1) Ver: Amylkar D. Acosta. Mirar al Sur. Junio, 30 de 2003 * Amylkar D. Acosta M. es Presidente de la Sociedad Colombiana de Economistas
lo que no podemos hacer es ignorarla”. Engels La semana anterior tuvo lugar la séptima ronda de las negociaciones del TLC con los Estados Unidos; supuestamente, esta sería la penúltima. Se esperaba que en ella se abordaran y dilucidaran temas tan sensibles para la parte colombiana como lo son el sector agrícola y lo atinente a la propiedad intelectual; pero, como diría el poeta todo pasó sin que pasara nada. La insatisfacción de los negociadores al final de la ronda en la Heroica era apenas equiparable con la decepción que invadió a los huéspedes del Cuarto de al lado, convertido a la postre en un verdadero aquelarre, en el que priman los intereses corporativos y gremiales sobre los de la Nación. Y no podía ser para menos, luego de tropezarse con una actitud aún más intransigente y obstinada por parte de los negociadores estadounidenses en otros aspectos, tan vitales como el de los usados y las telecomunicaciones, sin que cedieran un ápice respecto a los demás intereses ofensivos y/ o defensivos de Colombia en esta negociación. Resulta paradójico que mientras el gobierno le pone más énfasis a la negociación de este tratado con los Estados Unidos, de dudosa conveniencia para el país y con dificultades cada vez mayores en su avance, por otra parte seguimos a remolque (1) el proceso de integración suramericano, cada vez más dinámico, que tanto bien le puede representar. El Acuerdo suscrito entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y MERCOSUR le ofrece al país perspectivas muy promisorias, que no se pueden desestimar. Colombia no puede seguir aislándose de sus socios y vecinos; resulta inverosímil que el TLC no lo esté negociando en bloque y, lo que es peor, ni siquiera se esté coordinando con Ecuador y Perú, a efectos de fijar posiciones conjuntas en la mesa de las negociaciones. Cada uno de ellos viene negociando en paralelo su propio tratado, que al cabo de las quinientas será el mismo, repitiéndose la historia de lo acontecido en la frustrada negociación del ALCA. Todo ello ha minado la capacidad de negociación de Colombia y puede redundar en un Tratado oneroso para el país, con todas sus consecuencias. El prurito de firmar el tratado de marras con los Estados Unidos, no debe llevar a Colombia a abandonar la estrategia del regionalismo abierto, para asumir en cambio una relación de subordinación con respecto a Norteamérica. Colombia debe desmarcarse de la política unilateralista de Bush, que no le conviene y, en cambio, promover la integración regional, participar activamente de los distintos procesos en curso, que le son provechosos. Es esta la mejor forma de repartir el riesgo, no poniendo todos los huevos en la misma cesta. Cuanto más estrecha y sólida sea la integración del subcontinente, a mayor número y mejores acuerdos podrá arribar Colombia con el paso de los días. Lo que no le hace bien a Colombia, es seguir dando bandazos, asumiendo actitudes ambivalentes, incoherentes y titubeantes. Tal y como vamos, vamos mal; la estrategia de negociación en solitario con los Estados Unidos de un tratado bilateral de libre comercio, no es congruente con los procesos de integración regionales y en un momento dado pueden llegar a ser incompatibles, por no decir que antagónicos. Esa dicotomía es insostenible; es urgente compaginar y sincronizar uno y otro proceso, hacerlos convergentes, a riesgo de terminar confinados en el peor de los mundos. El principio de la solidaridad debe prevalecer y así evitar que la región, que tiene el doble desafío de superar el subdesarrollo y la pobreza, se convierta en una especie de espejo roto en el que no nos podamos reconocer mutuamente. O negociamos en bloque o nos exponemos a ver bloqueada la integración regional. Tenemos, entonces, que establecer cual es el “nivel de ambición” y de compromiso que alientan a la Comunidad Suramericana, aún en ciernes, para entonces abandonar el discurso esquizofrénico en boga. En este sentido, cobra muchísima validez la meta planteada por la CAN en la cumbre de presidentes en Cusco: ¡integración para el desarrollo en la globalización! (1) Ver: Amylkar D. Acosta. Mirar al Sur. Junio, 30 de 2003 * Amylkar D. Acosta M. es Presidente de la Sociedad Colombiana de Economistas
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