Reflexiones a propósito del Día Mundial del Agua

Agua, Ecosistemas y Equidad Social en América del Sur

22/03/2005
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
América del Sur es una región privilegiada pues cuenta con una oferta de agua dulce entre las más abundantes del planeta, cerca de 18,000 km3/año (según FAO), lo cual significa una disponibilidad de unos 50,000 m3/per capita/año. Dos de las cinco mayores cuencas hidrográficas del mundo se encuentran en América del Sur: las de los ríos Amazonas y Paraná-La Plata. Además numerosas cuencas a lo largo de la Cordillera de los Andes, si bien no tan voluminosas vistas individualmente, constituyen un formidable sistema hidrográfico que sustenta no solo a los millones de habitantes andinos sino también a quienes habitan aguas abajo en las diferentes vertientes. Todo lo anterior representa claramente una ventaja comparativa para los países de la región, pues el agua, al igual que la energía, es factor fundamental para el desarrollo humano y el crecimiento de las economías. De hecho, con tan alta disponibilidad del líquido vital, pareciera que nuestros países no deberían tener dificultades en garantizar un acceso universal de la población a agua potable y saneamiento básico. Sin embargo, si bien en términos generales no tenemos las severas restricciones de otras regiones del mundo, es importante llamar la atención sobre la problemática sudamericana. Todavía un importante sector de la población no tiene acceso a fuentes de agua mejorada ni a servicios de saneamiento adecuados. Casos como Ecuador, Bolivia y Perú requieren atención especial, pero también se trata de un tema crucial para importantes sectores de la población en Brasil, Argentina, Venezuela y Colombia. Más que una evaluación país por país, en realidad la región sudamericana como un todo, requiere de un manejo integral de sus recursos hídricos que los potencie como factor de desarrollo y asegure su sostenibilidad en el largo plazo. La falta de equidad social que caracteriza a esta parte del mundo, incluso en países con índices aceptables de desarrollo humano, se refleja en limitaciones en el acceso al agua potable y al saneamiento, cuya solución pasa primordialmente por la voluntad política de los tomadores de decisiones. En mayor o menor grado, todos los países deben trabajar por alcanzar las llamadas Metas del Milenio de Naciones Unidas en esta materia, hasta el año 2015. En casi todos los casos, al lado de sectores de población con estándares de calidad de vida similares a los del mundo desarrollado, prevalecen sectores tanto urbanos como rurales con injustificables limitaciones. Por otro lado, además de la falta de equidad social en el acceso al agua es evidente que también existe una problemática relacionada con la distribución espacial del recurso y con la fragilidad de muchas de las cuencas aportantes. Algunas áreas ya enfrentan situaciones críticas de estrés hídrico: en el Caribe colombo-venezolano, en el Nordeste brasileño, en la costa desértica del Pacífico peruano-chileno y en diferentes sectores de los siete países que atraviesa la Cordillera de los Andes (especialmente en zonas densamente pobladas). Esto implica en muchos casos la necesidad de buscar fuentes de agua cada vez más lejos de centros poblados. América del Sur tiene la oferta hídrica per capita más alta del mundo. No obstante, esta positiva situación se ve relativizada por la heterogeneidad de su distribución espacial y temporal. A escala de toda la región el agua es abundante, pero su escasez es severa en algunas áreas densamente pobladas. Por ejemplo, en el norte de Chile (según el Informe GEO Ambiental de PNUMA), algunas áreas solo alcanzan unos 300 m3/per capita/año en tanto que al sur la oferta es de hasta 3,000,000 m3 por persona. Los retos son variados y deben ser enfrentados de forma integral, no aislada y sectorialmente. Esto significa que las políticas públicas de gestión del agua, así como los diferentes intereses de usuarios, deben confluir de forma coordinada en un trabajo sinérgico en aspectos como la equidad social (acceso universal y participativo al agua), la política y la legislación (regulación en el uso del recurso), el manejo económico (balance entre la prestación pública y/o privada de servicios relacionados con el agua con respeto de los preceptos constitucionales), la gestión ambiental (conservación de cuencas y ecosistemas estratégicos con criterios de sostenibilidad), la cooperación dentro y entre países (gestión de cuencas compartidas), y el desarrollo de infraestructura (acueductos y sistemas de saneamiento y tratamiento de aguas servidas). No es casual que varios países se encuentren en procesos de elaboración de nuevas leyes de aguas o modificación de las existentes, como es el caso de Chile donde justo este mes el Senado aprobó el Código de Aguas, o de Perú, Colombia y Venezuela, donde sendos proyectos de Ley de Aguas están siendo analizados y tramitados en los correspondientes órganos legislativos. En la misma perspectiva, no es una casualidad que el tema del agua sea central y prioritario en las agendas de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y que en el marco del Mercosur se empiece a dedicar especial atención a tan estratégico recurso. Las estadísticas e índices sobre el agua en América del Sur están allí gracias al juicioso trabajo de las agencias nacionales temáticas y a la sistematización y compilación de organizaciones del Sistema de Naciones Unidas como PNUMA, FAO y UNESCO y, en el ámbito regional, como CEPAL, OEA y GWP-SAMTAC. Lo importante es que tengamos la visión y la capacidad de usar esa información para tomar decisiones fundamentales respecto a la gestión del agua y para mover esos índices al menos hasta donde los compromisos adquiridos por los gobiernos en las Metas del Milenio lo establecen. Estamos en la Década del Agua y la acción es necesaria y urgente. De hecho, en las zonas más densamente pobladas, de acuerdo con las tendencias que muestran los índices de escasez y vulnerabilidad del recurso hídrico, se podrían presentar en el mediano plazo situaciones delicadas en términos de escasez. Para una región de economías emergentes como América del Sur, que busca afanosamente crecer con justicia y equidad social y convertirse, al mismo tiempo, en un actor competitivo en el escenario internacional, el agua es un recurso clave. Una gestión estratégica del agua, con criterios de inclusión social, puede ser clave para lograrlo. A escala regional, el agua podría ser uno de los elementos que estimulen la consolidación de la Comunidad Sudamericana de Naciones. El camino no está exento de dificultades y conflictos potenciales, pero mucho mayor es el beneficio en un escenario de cooperación y gestión integrada de los recursos hídricos.
https://www.alainet.org/es/articulo/111631?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS