Y las mujeres… qué?
- Opinión
ÍNDICE
I.- Desde una experiencia concreta de Poder Local al análisis crítico:
El Presupuesto Participativo de Porto Alegre y la participación de las mujeres en el proceso.
1.- Breve aproximación al proceso en Porto Alegre.
2.- Algunas cuestiones de interés respecto al proceso en Porto Alegre.
3.- Reflexiones previas respecto a las ideas de democracia, ciudadanía y participación volcadas en los supuestos teóricos del Presupuesto Participativo en Porto Alegre.
4.- ¿Las mujeres participan? Algunos datos y reflexiones acerca de su presencia en el proceso del OP y en sus espacios de decisión.
II.- Algunas reflexiones necesarias sobre las mujeres y el “Poder Local”.
1.- Espacio público y espacio privado.
2.- División sexual del trabajo.
III.- A modo de síntesis.
IV.- Bibliografía.
I.- DESDE UNA EXPERIENCIA CONCRETA DE PODER LOCAL AL ANÁLISIS CRÍTICO: el Presupuesto Participativo de Porto Alegre y la participación de las mujeres en el proceso.
Como seguramente Ustedes ya conocen, la propuesta política del Presupuesto Participativo[1], entendido como un instrumento de participación ciudadana que combina, de un lado, fórmulas directas de participación y, de otro, fórmulas y métodos de representación ciudadana, es objeto de múltiples y variadas investigaciones y estudios. Su interés principal radica en el hecho de que el proceso del OP implica una revisitación del concepto neoliberal de democracia formal y representativa y se interrelaciona con nuevas concepciones de la relación ciudadanía-estado, fundamentalmente en los espacios municipales y de ciudad[2]. Ello lleva a pensar en una propuesta concreta de radicalización de la democracia, manifestada en el hecho de que el Estado apertura hacia la ciudadanía la toma de decisiones sobre uno de los asuntos públicos de mayor interés estratégico para ésta: la priorización del gasto en cuanto a obras, servicios e infraestructuras de competencia pública, es decir, parte del Presupuesto Público Municipal.
La experiencia más conocida en América Latina es la que propuso, en 1989, el Partido de los Trabajadores (PT) en la ciudad de Porto Alegre (Estado de Río Grande do Sul-Brasil). Sin embargo, no es la única en este continente ya que ciudades de la importancia de Montevideo (Uruguay), Villa El Salvador (Lima-Perú), Buenos Aires (Argentina), Belem do Pará, Belo Horizonte o Sao Paulo (Brasil), están aplicando nuevas propuestas del OP al calor de la experiencia de Porto Alegre. Destaca, no obstante, el hecho brasileño donde, en 1996 aproximadamente 36 ciudades estaban proponiendo el proceso del OP, cifra que aumentó considerablemente en los últimos años; en 2002 se calculaba que 140 alcaldías habían incorporado esta fórmula de co-gestión en Brasil[3].
Les propongo que dediquemos unos momentos iniciales de reflexión a esta experiencia, no tanto para describir un proceso concreto de participación ciudadana – el Presupuesto Participativo de Porto Alegre[4] -, sino para destacar el hecho de que esta propuesta tiene que ver con un nuevo modelo de ejercicio de la ciudadanía y de cómo éste es practicado por las mujeres en los espacios públicos de toma de decisiones.
La hipótesis de la que parto fue producto de una breve investigación realizada sobre el proceso del OP en Porto Alegre en 2004:
Tal y como se aplica en la actualidad, el proceso del OP en Porto Alegre no garantiza la participación equitativa de las mujeres en los espacios de toma de decisión. Por lo tanto, cabe la pregunta siguiente: ¿es una estrategia de participación ciudadana que ha tenido en cuenta y ha reflejado las relaciones de género existentes en la ciudad?
Cabe mencionar que el análisis de la experiencia de Porto Alegre podría realizarse desde otra perspectiva; en concreto, desde aquella que tiene que ver con la formulación del presupuesto público municipal; es decir, analizar el hecho de que el planteamiento del OP en Porto Alegre no implica necesariamente que los presupuestos públicos municipales tengan en cuenta las relaciones de género en una sociedad concreta y las reflejen, redefiniendo prioridades y asignando recursos que expliciten la posición desventajosa de las mujeres en la comunidad.
1.- Breve aproximación al proceso en Porto Alegre.
El Presupuesto Participativo (OP) de Porto Alegre es, según Marta Harnecker[5] “una de las más interesantes propuestas de participación popular a nivel de gobierno local en América Latina” (1999:4). La lógica en que el OP se basa es en la definición de las inversiones y de los gastos públicos a partir de un complejo sistema de participación ciudadana estructurado en dos grandes fases:
Una primera fase de participación amplia y directa de vecinos y vecinas de la ciudad, mediante un bien definido sistema de asambleas y reuniones territoriales y temáticas totalmente abierto a cualquier ciudadano/a.
Una segunda fase de participación representada[6] de los/as ciudadanos/as, a partir de la elección de dos figuras para la toma de decisiones: delegados/as y consejeros/as.
Todo el proceso del OP se articula alrededor de varios espacios de participación y decisión:
Reuniones territoriales (incluyendo reuniones en micro regiones) y temáticas
Asambleas territoriales y temáticas
Foro de Delegados/as
Consejo del OP (COP)
Las dos primeras suponen la primera fase del Ciclo del OP y la participación es directa e individual de los/as vecinos y vecinas (si bien una buena parte de éstos/as es miembro de alguna organización comunitaria o barrial); las dos segundas discurren en la segunda fase del OP y la participación se explicita a partir de las figuras de delegados/as y consejeros/as, electos/as al final del proceso de asambleas territoriales y temáticas; los/as delegados/as y consejeros/as tienen su espacio de decisión en el Foro de Delegados y en el Consejo del OP, respectivamente.
A continuación muestro el Ciclo del OP de Porto Alegre tal y como se desarrolla en la actualidad.
EL CICLO DEL PRESUPUESTO PARTICIPATIVO DE PORTO ALEGRE EN LA ACTUALIDAD
FASES DEL CICLO DEL OP-PORTO ALEGRE |
REUNIONES PREPARATORIAS (marzo/abril) a) Reuniones de articulación y preparación en 16 regiones b) Reuniones de articulación y preparación en microregiones c) Reuniones de articulación y preparación en 5 temáticas
RONDA ÚNICA (abril/mayo) Reuniones de Asambleas Generales en 16 regiones y 5 temáticas
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ASAMBLEA MUNICIPAL (julio)
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ANÁLISIS DE DEMANDAS Y MONTAJE DE LA MATRIZ DEL PP (julio/agosto/septiembre)
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DETALLE DEL PLAN DE INVERSIONES Y SERVICIOS (octubre/noviembre)
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Elaboración propia en base a las siguientes fuentes: Brunet, Luciano y Verle, Joao (Organizadores).- “Construyendo un nuevo mundo. Evaluación de la experiencia del PP en Porto Alegre-Brasil”. Ed. Guayí. Porto Alegre (Brasil), 2002. Y WEB de la Alcaldía de Porto Alegre : www.portoalegre.rs.gov.br
2.- Algunas cuestiones de interés respecto al proceso en Porto Alegre.
A modo de resumir lo que yo considero aspectos fundamentales del OP de Porto Alegre, presento a continuación algunas cuestiones de necesario conocimiento:
El Ciclo del OP tiene una duración de un año. El Presupuesto resultante y su Plan de Inversiones correspondiente rigen para el año siguiente al del Ciclo realizado.
El margen de decisión sobre el presupuesto municipal responde a las competencias asignadas al Municipio. El presupuesto de la alcaldía está conformado por la recaudación municipal y por las transferencias que realiza tanto el Estado de Río Grande do Sul como el Gobierno Federal de Brasil[7].
Pese a ello, el municipio tiene recursos presupuestarios que no somete al OP (fundamentalmente, los gastos corrientes de personal, estructura, mantenimiento de programas municipales y otros).
El Ciclo del OP no se rige por una legislación específica aprobada por la Cámara Municipal, sino por un Reglamento de Funcionamiento pactado con los/as participantes[8].
En el OP, no sólo se deciden obras y servicios priorizados por la ciudadanía ya que existen algunas propuestas municipales –que frecuentemente afectan al conjunto de la ciudad- que también son puestas a discusión, votación y priorización.
En el OP, la ciudad ha sido dividida en 16 Regiones y éstas, a su vez, en un número variable de Micro regiones.
Las obras y servicios que son competencia municipal y que la Alcaldía somete al OP son 13[9]: Saneamiento Básico, Habitación (incluye regulación de la tenencia de la tierra y vivienda), Asistencia Social, Pavimentación, Educación, Salud, Circulación y Transporte, Áreas de Esparcimiento, Deporte y Tiempo Libre, Iluminación Pública, Desarrollo Económico, Cultura y Saneamiento Ambiental.
El proceso del OP no es la única estructura existente de participación ciudadana en las cuestiones municipales (Consejos Municipales, Comisión Tripartita[10], etc.).
No sólo la sociedad civil organizada participa en el proceso pues éste está abierto a la ciudadanía en general y mucha de ésta no es miembro de organizaciones sociales o barriales existentes en la ciudad.
El proceso se estructura a través de la división de la ciudad en 16 regiones (a su vez, estructuradas en micro regiones) y mediante la existencia de 6 temáticas: Circulación y Transporte, Cultura, Salud y Asistencia Social, Desarrollo Económico, Tributario y Turismo, Educación, Deporte y Tiempo Libre, Organización de la Ciudad, Desarrollo Urbano y Ambiente.
La distribución de los recursos en el OP se articula mediante el establecimiento de tres criterios generales: Carencia de servicios o infraestructuras en la región, Población total de la región y Prioridad temática de la región.
3.- Reflexiones previas respecto a las ideas de democracia, ciudadanía y participación volcadas en los supuestos teóricos del Presupuesto Participativo en Porto Alegre.
Se hace realmente interesante poder comprobar cómo, en un contexto internacional marcado por profundas diferencias socioeconómicas, por un importante proceso de “privatización” hasta de nuestra vida cotidiana en todos sus sentidos y, sobre todo, por un entorno absolutamente mercantilista y “mercantilizado” (Sader, 2002:7)[11], ha podido surgir una experiencia de participación ciudadana como la que se lleva a cabo en Porto Alegre desde 1989. Seguramente, en ello han influido decisivamente las propuestas políticas del Partido de los Trabajadores (PT), quien asume la Alcaldía de la ciudad con una visión de la izquierda transformadora, creativa e, indudablemente, radical. Es posible afirmar, en este sentido, que “las distintas formas que adquiere un sistema democrático se basan en diferentes ideas sobre la ciudadanía y las relaciones entre el Estado y la sociedad”(Bareiro, 2004)[12]. El PT propone, por tanto, una nueva forma de entender la democracia en el espacio local y una nueva forma de entender, sin duda, las relaciones entre el Estado y los/as ciudadanos/as en ese espacio local.
Pero, ¿cuáles son esas ideas? En primer lugar, una ruptura con las concepciones de la izquierda más tradicional y, a menudo, de carácter autoritario, pero sin dejar de lado las ideas socialistas. Ello llevó al PT a revisar y reformar las instituciones vigentes del sistema democrático representativo formal, al tiempo que a proponer formas novedosas de participación popular. La concepción de las relaciones Estado-Sociedad se basa, por ello, en la idea de compartir el poder con la sociedad civil; esta idea novedosa de la relación Estado-Ciudadanía se estructura a partir de otra idea, igualmente radical: compartir con la ciudadanía las decisiones sobre el Presupuesto Público de la Alcaldía; el presupuesto público es, seguramente, la herramienta más importante a través de la cual el gobierno ejerce su autoridad, tanto en los espacios locales como nacionales.
En segundo lugar, la otra idea plasmada en la propuesta del OP es que la participación de la ciudadanía no se hace exclusivamente a través de sus instituciones y organizaciones; para ello, el PT introduce algo nuevo en el proceso: la apertura a la participación, no sólo de los liderazgos sociales y ciudadanos, sino también, de la participación individual de vecinos y vecinas. La noción de ciudadanía que expresa el PT en ese momento tiene que ver con ceder parte del ejercicio del poder político para la toma de decisiones en aspectos de profunda trascendencia para el municipio. Indudablemente, uno de los aspectos quizás más interesantes de la propuesta del PT ha sido el de poner nuevamente en el punto de mira y recuperar la discusión política acerca del concepto de ciudadanía y de cómo ésta es necesariamente integrada en las nuevas propuestas de democracia que defiende una izquierda renovada al estilo de la que ofrece el PT para el gobierno de Porto Alegre. Tal y como menciona Bareiro[13] “quizás lo más interesante de la reapertura del debate sobre ciudadanía sea el análisis de la relación entre los miembros de una comunidad política determinada (organizados o no en distintas asociaciones) y su institucionalidad o Estado”.
Sin embargo, un tema que viene siendo de especial preocupación para los/as representantes municipales es la cuestión de la participación igualitaria e integradora de los grupos sociales en situación de clara desventaja por razones de clase, etnia, género, edad e, incluso, condición de disminución física o psíquica. Ello en el marco de una construcción colectiva de práctica ciudadana plena, que permita integrar en el proceso las diversidades y las especificidades existentes en la ciudad. A mi parecer, el hecho de que haya sido cuestión de preocupación para la Alcaldía en los últimos años, no significa que se hayan articulado propuestas exitosas en tal sentido; de hecho se visibiliza frecuentemente el sacrificio de la especificidad en aras al beneficio de la colectividad en cuanto a la priorización de obras, servicios e infraestructuras en la ciudad[14]. Por otro lado, es importante igualmente tener en cuenta que un sector[15] de la población de la ciudad se encuentra ubicado en áreas informales, es decir, sin poseer aún una regulación apropiada de la propiedad de la tierra. Este hecho implica, como bien es sabido, una limitante para la consecución de obras de interés colectivo ya que la Alcaldía no puede intervenir en áreas sin regularizar, que frecuentemente son de propiedad privada.
Es por ello que, si bien la propuesta del OP ofrece un nuevo posicionamiento de la sociedad civil respecto del Estado y de éste respecto de la sociedad civil, aún pueda ser difícil hablar de una práctica completa de ciudadanía en Porto Alegre en el sentido de como muestra Bareiro[16] cuando afirma que “ciudadanía es la mayor amplitud y profundidad de derechos y de obligaciones que una sociedad organizada como Estado da a una parte de sus integrantes”. No obstante y, sin ninguna duda, la experiencia política de Porto Alegre se extiende más allá de la propuesta del OP ya que los espacios de participación ciudadana y de relación Estado-Ciudadanía son múltiples, variados y con un real poder de opinión, valoración y decisión; muestra de ello ha sido, desde hace años, la existencia de una Comisión Tripartita integrada por representantes municipales, del funcionariado de la Alcaldía y de los/as vecinos y vecinas de la ciudad.
4.- ¿Las mujeres participan? Algunos datos y reflexiones acerca de su presencia en el proceso del OP y en sus espacios de decisión.
Indudablemente, como se viene destacando a lo largo de la exposición, uno de los mayores logros de la experiencia del OP de Porto Alegre ha sido la de permitir la participación directa de la población de la ciudad en la toma de decisiones respecto a un porcentaje de las inversiones y los gastos de la Alcaldía municipal. La Alcaldía de Porto Alegre ha realizado en todos estos años un esfuerzo importante para legitimar el espacio local como un espacio idóneo de participación ciudadana, utilizando para ello, fórmulas mixtas que van desde la toma de decisión directa e individual a la participación delegada en espacios de representación, tales como el Consejo del Presupuesto Participativo (COP). Igualmente, desde la Alcaldía se ha estructurado un importante andamiaje funcionarial que denota el esfuerzo realizado por vincular el sistema del OP a toda la organización municipal. En este sentido, la Alcaldía mantiene un buen número de funcionarios y funcionarias que están directamente involucrados/as al Ciclo del OP.
En todo este novedoso y radical sistema de participación ciudadana y de relaciones de la ciudadanía con el Estado, ¿dónde están las mujeres? A continuación le presento los siguientes Cuadros que muestran tanto el volumen total de participación en el proceso como los porcentajes globales de participación de hombres y mujeres en el Ciclo del OP entre 1995 y 2003[17]:
Cuadro 1
AÑO |
PARTICIPANTES |
1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 |
11.821 10.148 11.908 13.687 16.813 15.331 18.513 28.907 23.520 |
Fuente Cuadro 1: CIDADE : www.ongcidade.org
Cuadro 2
Sexo |
1995 |
1998 |
2000 |
2002 |
Asociación de Moradores |
Delegados/ as |
Consejeros/as |
Femenino |
46,8% |
51,4% |
57,3% |
56,4% |
55,7% |
60,0% |
32,6% |
Masculino |
52,2% |
48,4% |
41,5% |
43,3% |
44,3% |
39,4% |
67,4% |
No contestó |
1,0% |
0,2% |
1,3% |
0,4% |
-------- |
------- |
------- |
Fuente Cuadro 2: CIDADE : www.ongcidade.org Traducción propia.
Como se puede comprobar a partir del Cuadro 2, la presencia de mujeres en el Ciclo del OP es, posiblemente, mayor de la que cabría esperar, dadas las condiciones siempre difíciles para la participación de éstas en los espacios de toma de decisión. Sin embargo, es importante tener en cuenta el hecho de que una parte importante de mujeres que participan lo hacen desde una organización ciudadana -la Asociación de Moradores- que se dedica, fundamentalmente, a atender las cuestiones del barrio. En todo caso, la mayor presencia de mujeres en asociaciones barriales influye en el hecho de que el porcentaje de mujeres participando en el OP sea, globalmente, más alto que el de hombres y que, inclusive, se haya dado una progresión cuantitativamente significativa en el período mostrado (un 10% de aumento en el transcurso de 7 años). Ello tiene que ver, seguramente, con que las mujeres que ya son miembro de una organización han adquirido, sin duda, una práctica cotidiana de participación vinculada a la reivindicación de necesidades.
Quizás el hecho de que el rol tradicional de cuidado se haga extensivo al ámbito comunitario más cercano a las mujeres (el barrio o la micro región) permita entender la nada despreciable presencia de mujeres en el Ciclo del OP; en este caso, la subjetividad e identidad de las mujeres se vincula fuertemente a la lucha popular y ciudadana por la consecución de ciertos servicios básicos y de mejor cobertura sanitaria o educativa, máxime teniendo en cuenta que muchas de éstas proceden de las clases populares de la ciudad. En efecto, según la investigación[18] realizada en 2002 por la ONG portoalegrense CIDADE sobre el perfil de los y las participantes en el OP, se muestra cómo, en ese año, las mujeres constituían el 66,7% de participantes en la Temática de Salud y Asistencia Social, el 62,7% en la Temática de Educación, Deporte y Tiempo Libre y el 57,1% en la Temática de Desarrollo Económico, entre los porcentajes más significativos. En términos globales, las mujeres constituyeron el 56,9% en las 6 Temáticas y el 56,2% en las 16 Regiones en el año 2002.
Sin embargo, es necesario resaltar que donde se da la mayor presencia de mujeres es en los primeros momentos del Ciclo, cuando se desarrollan las Asambleas Regionales y Temáticas al igual que las Reuniones en Regiones, Micro regiones y Temáticas, en el período que va de marzo a mayo. Posteriormente, inicia el proceso de representación a partir de los Foros de Delegados[19] y del Consejo del Presupuesto Participativo (COP)[20], en el que ya se produce una interacción directa con representantes de la Alcaldía. Si bien en el primero, como se aprecia en el Cuadro 2, la presencia de mujeres sigue siendo notable, en el segundo disminuye ostensiblemente a casi la mitad, dándose entonces un punto de inflexión importante.
Las Asambleas y Reuniones Regionales y Temáticas, así como las Reuniones en las Micro regiones y de los Foros de Delegados/as[21], tienen lugar en centros frecuentemente cercanos a las viviendas de las mujeres, pues se desarrollan en los barrios o en sitios de acceso rápido, asequible y fácil. Por su parte, las reuniones del Consejo del Presupuesto Participativo se dan en lugares más distantes a los barrios y, por lo tanto, de menor accesibilidad. El hecho de que muchas de las mujeres participantes sean de rentas bajas o medio bajas, que seguramente trabajan en actividades informales y que indudablemente tienen que ocuparse de las tareas domésticas, incluyendo el cuidado de hijos e hijas, podría explicar la disminución drástica de su presencia en el COP, organismo que exige un grado de involucramiento importante en cuestión de tiempo, tanto por la frecuencia de sus reuniones (en ocasiones, todas las semanas) y el horario de las mismas (tarde-noche) como por la necesidad de lectura rápida de numerosa documentación administrativa o temática.
Siguiendo a Bareiro (1994,3)[22], seguramente muchas de las mujeres que participan en el Ciclo del OP dispondrán de poco tiempo libre para poder lograr “su inserción activa a instancias de ejercicio colectivo de ciudadanía”, al ser ellas también generadoras de ingresos sin haber logrado una modificación de sus roles reproductivos. Por ello, la participación de las mujeres en aquellos espacios del Ciclo del OP que requieran una importante disponibilidad de tiempo y concentración se verá sumamente limitada por sus múltiples quehaceres, “fuera o dentro del hogar”.
En este sentido, también el mayor o menor número de hijos e hijas[23] influirá decisivamente en la disponibilidad temporal de las mujeres para la asunción de cargos de representación, tanto por la fuerte carga horaria que ello supone como por el hecho de que las personas delegadas al Consejo del Presupuesto Participativo deben de asumir una alta responsabilidad que no es fácil de cumplir. Por otro lado, los/as delegados/as al Consejo deben de tener acumulada una experiencia de participación en el Ciclo del OP de más de un año, lo que significa un compromiso temporal largo y sostenible que puede no ser fácil para muchas mujeres.
En conclusión, se pueden resaltar algunos aspectos concretos:
Las mujeres participan en el Ciclo del OP, tal y como lo corroboran las cifras ofrecidas. Y estas mujeres que participan, también toman decisiones, ya que las prioridades y definiciones de líneas temáticas se realizan mediante votaciones abiertas en los espacios de las Asambleas Regionales y Temáticas.
Sin embargo, la participación de las mismas sufre un punto de inflexión negativo cuando el Ciclo llega a las fases de participación representada o delegada. En el órgano máximo de representación y decisión del OP la presencia de mujeres se reduce a la mitad.
De igual forma, el sistema instalado por el OP no ha establecido instrumentos concretos que puedan significar una reducción de la carga reproductiva de las mujeres; por ello, se puede deducir que las mujeres que participan lo hacen desde una posición de desventaja respecto de los hombres, sobre todo en el Consejo del Presupuesto Participativo donde la exigencia de responsabilidad y la exigencia horaria implican un alto compromiso de participación y presencia.
Si bien existe en la ciudad una red de guarderías infantiles, esta experiencia no se ha llevado al ámbito del OP. De todas formas, si bien esta opción podría significar un paso adelante, no sería suficiente si no se modifican las desiguales relaciones de género; esta modificación implicaría, desde luego, la asunción de nuevas responsabilidades de cuidado por parte de los hombres. Tal y como lo señala Pateman (1996,21) es necesario que exista una modificación sustancial y radical de responsabilidades entre hombres y mujeres con el fin de permitir que éstas puedan, al menos, optar a una participación plena en espacios de la sociedad civil contando con una plena igualdad en sus posiciones de partida[24].
Como se señala al inicio de este documento, la experiencia del Presupuesto Participativo en Porto Alegre es, sin duda, una propuesta nueva de relación sociedad-estado e, indudablemente, una propuesta de participación social en los asuntos públicos que implica una nueva concepción de la ciudadanía. En efecto, es un proceso en el que las mujeres participan pero lo hacen desde posiciones desventajosas respecto de los hombres precisamente porque, para que la experiencia sea de plena ciudadanía para las mujeres, la Alcaldía municipal y los propios espacios del proceso deberían de ser capaces de adoptar y proponer medidas específicas que reconocieran esta desigualdad y actuaran al efecto. Para ello, desde mi punto de vista, no es suficiente una recomendación de cuota mínima, sino que la Alcaldía podría proponer, desde sus competencias en el espacio local, políticas concretas de acción positiva que facilitaran esta participación.
II.- ALGUNAS REFLEXIONES NECESARIAS SOBRE LAS MUJERES Y EL “PODER LOCAL”
Como he expuesto anteriormente en mi breve análisis de la experiencia del Presupuesto Participativo en Porto Alegre, es indudable que las mujeres “están” en este espacio público protagonizado por la vecindad del municipio, bien de forma individual o bien de forma colectiva y organizada (“Asociaciones de Moradores”). Hoy por la mañana nos hemos acercado al Municipio de Apopa y hemos conocido, de mano de algunos y algunas de sus protagonistas, la experiencia que allá se está desarrollando sobre Presupuesto Participativo… ¡y también “están” las mujeres”!.
¿Por qué digo “están” en vez de decir “participan”? Pues porque este último concepto pre-supone un pleno ejercicio de ciudadanía, no sólo de las mujeres sino de la población en todos sus espacios diferenciados y/o específicos. Mi pregunta, entonces, es ¿son las mujeres ciudadanas plenas?.
A lo largo de los siguientes puntos intentaré mostrarles, a través de un breve acercamiento a algunos elementos de análisis, cómo las mujeres acceden al espacio público y, ya en esta esfera, al poder. Mantengo la idea de que las mujeres no han logrado aún capacidad de decisión soberana y autónoma de ejercicio del poder, ni tampoco un estatus suficiente que nos permita hablar de una condición de paridad respecto de los varones, de tal forma que su acceso al espacio público se haga con todas las equiparaciones requeridas y no en condiciones de desigualdad.
Pero antes, me gustaría llamar la atención sobre dos cuestiones previas. Pensemos, por un momento… ¿cuándo los estados centroamericanos que conocemos, donde vivimos y trabajamos, han otorgado el voto a las mujeres?. Sin ir más lejos, en Honduras, en 1954 -hace apenas 50 años-, por lo que aún no han pasado siquiera cuatro generaciones completas de mujeres que han podido votar en su país. Es necesario hacer un poco de memoria histórica para poder ver cómo y cuándo las mujeres han logrado ciertos derechos adscritos a las formas y modos de la democracia representativa formal; y, por supuesto, no debemos de pensar que las formas y los modos de participación, de ejercicio del poder y de toma de decisiones en los espacios comunitarios y de organizaciones populares de hace algunos años, eran más democráticos de los que los propios de los estados de ese entonces pemitían.
Finalmente, me gustaría que intentasen dejar a un lado los juicios previos o los mitos que pudieran tener respecto del Feminismo, ya que, de forma indudable, ha sido este movimiento político y académico el que nos permite a muchas mujeres estar, hacer y ser lo que ahora somos (yo misma, las que estamos alrededor de esta mesa y las propias mujeres con las que trabajamos en nuestros proyectos). Es preciso que volvamos los ojos, de forma positiva, hacia los aportes de las mujeres feministas que nos antecedieron, ya que éstos han sido los que han contribuido a obtener los avances que hoy en día conocemos y disfrutamos, al menos, en algunas partes del mundo.
Por otro lado, es preciso que ustedes puedan llegar a conocer los aportes que el Feminismo ha realizado a la construcción del conocimiento científico (la epistemología); podrán estar de acuerdo o no en las críticas y las revisiones que el Feminismo hace de los dogmas históricamente aceptados en áreas clave tales como la historia, la antropología, la biología, la sociología, las ciencias políticas o la economía, pero, al menos, podrán reconocer otras miradas y otras interpretaciones de nuestro acontecer histórico y de la construcción de nuestras sociedades que, sin lugar a dudas, suponen un aporte consistente para lo que hoy somos e, indudablemente, para los conceptos de ciudadanía, participación y poder local.
1.- Espacio público y espacio privado.
La experiencia del Presupuesto Participativo de Porto Alegre nos lleva a la reflexión sobre algunas cuestiones que en ella se reflejan. Las mujeres participan, sí, pero ¿desde qué condiciones?, ¿en qué condiciones?, ¿para qué? Estas cuestiones aparecen constantemente en buena parte de las experiencias de poder local y participación ciudadana que impulsamos y que conocemos, si bien tendemos a “resolver” la participación de las mujeres en función de su presencia cuantitativa: “han llegado muchas mujeres a la Asamblea” o bien, “hemos conseguido que la mitad de las personas participantes sean mujeres”.
Sin pretender remontarme a tiempos antiguos –si bien deberíamos de hacerlo en aras a conocer la historia de la construcción del pensamiento, pues ella tiene mucho que ver con algunas de las claves que indagaremos más adelante-, es de sobra conocido que las mujeres fueron “expulsadas” del pacto social[25] generado por los varones en el marco de la construcción de las sociedades y los Estados nación que hoy conocemos. De más está recordar cómo a las mujeres no se les permitió la entrada en los espacios de discusión popular en plena Revolución Francesa, cuando se afinaban los conceptos de “libertad”, “igualdad” y “fraternidad” que sentaron las bases de la primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789.
En esta Declaración convergen, de forma expresa, las premisas de la Ilustración que tenían como ejes fundamentales, entre otros, los conceptos de emancipación y de ciudadanía; y ello, por ende, significaba el reconocimiento de una serie de derechos por parte del “Estado”, así como la posibilidad de que “los ciudadanos” obtuvieran la presencia deseada en el espacio público y lograran la participación plena en éste por medio del ejercicio de dichos derechos (entre ellos, el derecho al voto). Por supuesto, no hace falta aclarar que en todos estos procesos ilustrados de “pacto” las mujeres fueron deliberadamente excluidas, siendo, en todo caso, “las pactadas” (2001, 27)[26]: “en la Ilustración, por lo tanto, la manera de evitar desde el punto de vista ideológico que a la mujer le lleguen en toda su radicalidad las implicaciones de las premisas ilustradas, consistirá en habilitar un espacio, tanto conceptual como ideológico –el espacio privado- y acuñar conceptualidades diferenciales para situar en él a la mujer” (2001, 47)[27].
Esta diferenciación entre “lo privado” y “lo público” ha sido una constante en el análisis feminista y ha sido fundamental para avanzar en las conceptualizaciones de lo masculino y lo femenino. Celia Amorós –siguiendo los aportes de Rosaldo- afirma que “lo privado y lo público constituyen lo que podríamos llamar una invariante estructural que articula las sociedades jerarquizando los espacios: el espacio que se adjudica al hombre y el que se adjudica a la mujer” (2001, 24)[28]. Siguiendo a la misma autora “en este caso, las actividades que se desarrollan en el espacio público suponen el reconocimiento y éste está íntimamente relacionado con lo que se llama el poder (…). Es el espacio de los que se autoinstituyen en sujetos del contrato social, donde no todos tienen el poder, pero al menos pueden tenerlo, son percibidos como posibles candidatos o sujetos de poder” (2001, 25-26)[29].
Por su parte –siguiendo siempre a la misma autora- “el espacio privado, en oposición al espacio de los pares o iguales, yo propongo llamarlo el espacio de las idénticas, el espacio de la indescernibilidad, porque es un espacio en el cual no hay nada sustantivo que repartir en cuanto a poder ni en cuanto a prestigio ni en cuanto a reconocimiento, porque son las mujeres las repartidas ya en este espacio” (2001, 26)[30].
Por lo tanto, la lógica del sistema patriarcal ha articulado históricamente dos espacios bien definidos y asignados a los hombres y a las mujeres de forma diferenciada: el espacio público y el espacio privado. El primero de ellos es el espacio de la universalidad, de la razón, del prestigio, del reconocimiento y del poder; el segundo de ellos, por el contrario, es el espacio de la indefinición, de “las idénticas” (Amorós), el espacio del amor y del “ser para los otros”. Según Cristina Molina[31] (2004, 21) “la adscripción de las mujeres a la esfera privada-doméstica es el mecanismo por el que la tradición ilustrada y la ideología liberal consuman la exclusión de las mujeres en las promesas ilustradas de igualdad y libertad”.
El siguiente cuadro[32] esboza esquemáticamete la configuración de los espacios público y privado en la modernidad:
Esfera pública |
Esfera privada |
Masculino |
Femenino |
Universalidad-imparcialidad |
Particularidad-deseo |
Cultura |
Naturaleza |
Libertad |
Necesidad |
Mente-producción de ideas |
Cuerpo-producción de cuerpos |
Razón-entendimiento |
Pasión-sentimientos |
Ética de la justicia |
Ética del cuidado |
Competividad |
Caridad-beneficencia |
Hacer |
Ser |
Productividad-trabajo |
Improductividad-sus labores |
“Los iguales”: individuos-ciudadanos |
“Las idénticas”: madres-esposas |
Posteriormente, el discurso de la modernidad y de la construcción científica contribuyen a legitimar durante mucho tiempo esta dicotomía, haciendo de “lo privado” el espacio no estatal y, por lo tanto, el espacio donde la normatividad reguladora de la vida en sociedad no entra a regir las relaciones inter-genéricas.
Las promesas de la modernidad sólo regirán para los varones, en el sentido de que éstos son los que ocuparán el espacio de lo público, de la paticipación en la esfera política; además, los varones podrá transitar libremente de un espacio a otro, haciendo del espacio privado el ideal para perpetuar su genealogía (son los patriarcas, los que heredan).
Si bien las mujeres comenzaron hace muchos años a vindicar sus derechos, no fue sino hasta la llamada “Segunda Ola del Feminismo”, a partir de mediados del siglo XX, cuando se extiende el análisis de las relaciones inter-genéricas en el orden patriarcal dominante. Las mujeres, entonces, comienzan a ser “sujetos” de estudio y son acuñados algunos de los términos que hoy conocemos (“género”) con el fin de establecer variables categóricas que permitieran dar respuestas a la situación de subordinación, opresión y desigualdad de éstas.
El Feminismo adopta, en este momento, el reconocido eslógan “lo personal es político” e intenta colocar en la mira la necesaria reconceptualización de la política así como sacar al espacio público los aspectos de la vida de las mujeres que hasta ese momento se encontraban “encerrados” en el espacio privado. Se visualizan, entonces, las relaciones de dominación y de poder que estructuran la sexualidad y la familia. Paralelamente el Feminismo impulsa un movimiento colectivo de lucha cuyo objetivo es constituir a las mujeres como sujetos políticos en aras a que éstas definan su situación como mujeres y trasladen ésta a la arena pública con el fin de obtener cambios sustanciales y estructurales en el orden patriarcal.
En palabras de De Miguel (2004, 31)[33] “las mujeres comenzaron de forma relativamente espontánea a reunirse solas y comprender que <problemas personales> como la discriminación en el trabajo asalariado, la ausencia de placer sexual o la asignación de ciertos papeles femeninos en la lucha política -como servir el café o pasar a máquina los manifiestos- eran en realidad producto de una estructura social específica que había que comprender y cambiar”.
A lo largo de los últimos cincuenta años, el Feminismo ha tratado de interpretar y dar respuestas y soluciones válidas a la dicotomía público-privado y a cómo ésta influye en las posibilidades de incorporación de las mujeres al espacio público. Una de las más influyentes teorías al respecto supone que los espacios públicos y privados se encuentran íntimamente relacionados y no es posible generar cambios en uno sin que el otro permanezca inamovible; de esta forma, “si las mujeres han de participar plenamente, como iguales, en la vida social, los hombres han de compartir por igual la crianza de los hijos/as y otras tareas domésticas”[34]. Ello implica, necesariamente, profundas y radicales transformaciones en el espacio público incluyendo la necesaria revisión de la división sexual del trabajo.
Lo que ello significa no es más que la afirmación de que las mujeres, aún participando en espacios de toma de decisión, lo hacen en desigualdad de condiciones respecto de los varones. Ello es producto del enclaustramiento de éstas en el espacio privado, donde no han podido desarrollan “los poderes” que les permitieron -a los varones- actuar en el espacio público junto a sus “pares”. No estoy diciendo que todos los varones en el espacio público pueden desarrollar los mismos poderes, pues es bien sabido que, a partir del análisis de clase –o de otras variables geográficas, étnicas, etáreas o educativas-, los varones tienen mejores o peores posibilidades. Lo que estoy tratando de explicar es que, aún así, los varones tienen, en el espacio público, la posibilidad de desarrollar sus poderes, mientras que las mujeres, por su condición genérica, o bien no poseen estas posibilidades o, si las poseen las desarrollan a partir de las estructuras que los varones ya han desarrollado en los espacios públicos.
La comprensión y aceptación del hecho de que las mujeres y los varones han ocupado espacios diferentes a lo largo de buena parte de la historia de nuestros pueblos es clave a la hora de interpretar las diferentes condicionalidades que hacen que las mujeres o bien no accedan a los espacios de toma de decisión o, si lo hacen, no se encuentren “cómodas” o bien cedan en sus prioridades a favor de las urgencias colectivas –que pueden o no favorecerlas-.
2.- División sexual del trabajo.
Otro de los elementos que es necesario tomar en cuenta a la hora de analizar cómo las mujeres participan en los espacios de toma de decisión, es la división sexual del trabajo: los varones producen, las mujeres reproducen.
Entendemos por división sexual del trabajo la diferenciación que hace un grupo social y cultural sobre las actividades que deben de realizar las mujeres y las actividades que deben realizar los hombres. Por tanto, la división sexual del trabajo está basada en la construcción histórica de los géneros en cuanto a sus “quehaceres” reproductivos; el liberalismo y el capitalismo posterior han venido a profundizar las enormes brechas en las responsabilidades de sobrevivencia y, hasta hoy, esta enorme diferenciación continua presente en casi todas las sociedades conocidas del mundo, si bien en algunas con mayor flexibilidad que en otras.
Me van a permitir detenerme, en las proximas líneas, en el trabajo reproductivo que las mujeres desarrollamos de forma cotidiana. Para que estemos claros y claras, entenderemos por trabajo reproductivo el que aglutina a todos aquellos quehaceres destinados al cuidado del hogar y de la familia, abarcando todas las actividades relativas al “mantenimiento de la infraestructura del hogar y las derivadas de la atención y cuidado (en su más amplia acepción) de los miembros de la familia”[35]. Este tipo de trabajo se diferencia del trabajo productivo en que, supuestamente, no produce bienes ni servicios; además, en las sociedades industrializadas, aún no es reconocido –ni económica ni socialmente- como trabajo.
Si bien el trabajo reproductivo no es reconocido ni económica ni socialmente –incluso por las propias mujeres que se dedican a él-, es necesario comprender que las actividades realizadas en este marco contribuyen de manera notable al funcionamiento social. La característica más destacable del trabajo reproductivo –además de su invisibilidad- es que éste no es producto “natural” de la dedicación de las mujeres, sino fruto de una construcción histórica y social de las diferencias de género. Esta asignación diferenciada del trabajo reproductivo a las mujeres, de forma casi exclusiva durante buena parte de nuestra historia, ha contribuido al “enclaustramiento” de éstas en el espacio privado aún cuando se desarrollaban –en el espacio público- procesos de construcción de ciudadanía y conformación de estados.
Un aspecto importante que también hay que tomar en cuenta a la hora de analizar las posibilidades de participación de las mujeres en el espacio público es lo que se ha denominado “la doble jornada” e, incluso, “la triple jornada”. Si bien las mujeres trabajan “productivamente”, es decir, generan bienes y servicios y, por ellos, obtienen un salario, al mismo tiempo y las mismas mujeres realizan los quehaceres derivados de sus responsabilidades reproductivas por las que, indudablemente, no obtienen un salario, aunque sí generan –de igual forma- bienes y servicios[36].
Ello, como deben de suponer, genera en las mujeres una sobrecarga de actividades y responsabilidades que en poco o en nada les favorece para el logro de su presencia y permanencia en otros espacios –por ejemplo, en los espacios políticos, en los espacios comunitarios, etc.-… De más está decir que los varones se eximen de su responsabilidad reproductiva –en mayor o menor medida-, lo cual les permite disfrutar de más tiempo y de mejores condiciones para el desarrollo de las actividades políticas o comunitarias.
El objeto de esta breve explicación no es tanto generar reflexión entorno al reconocimiento del trabajo reproductivo –que, por otro lado, es sumamente importante-, sino intentar vincular esta responsabilidad con las posibilidades de presencias y participación de las mujeres en los espacios públicos. Como señalaba anteriormente cuando les exponía algunas de las conclusiones sobre el por qué las mujeres ceden la representación en la segunda parte del Ciclo del Presupuesto Participativo (sobre todo en la presencia en el Consejo del Presupuesto Participativo, COP), las responsabilidades reproductivas de las mujeres hacen que disminuyan notablemente sus posibilidades de participación plena en los espacios de toma de decisión.
Desde mi punto de vista, el hecho de que las mujeres –en mayor o menor grado- sigan asumiendo las cargas reproductivas (en toda la amplitud del término), influye notablemente en las formas y los modos en que éstas acceden a los espacios comunitarios. De igual forma, no está de más destacar el hecho de que, cuando las mujeres acceden a dichos espacios, lo hacen desde una perspectiva del cuidado, del “ser para los otros”, lo que en muchas ocasiones implica el hecho de que ellas sacrifiquen sus intereses específicos en aras al beneficio comunitario. Este punto lo considero determinante a la hora de analizar las posiciones que, en muchas ocasiones, las mujeres adoptan en un momento determinado en el que se están tomando decisiones de ámbito comunitario; y, no deja de resultar paradójico cómo terminan defendiendo lo que “los otros” –varones- expresan.
A este respecto, considero importante destacar el hecho de la prolongación de las responsabilidades reproductivas de las mujeres al resto de sus actividades sociales –cuando las pueden realizar-. Muchas mujeres se han incorporado tanto al trabajo productivo como a responsabilidades comunitarias desde la perspectiva del cuidado y de la prestación de servicios individualizados que, en el espacio público, pasan a ser servicios colectivos de cuidado (maestras, trabajadoras sociales, secretarias, enfermeras…). Si las mujeres acceden a puestos de toma de decisión política lo hacen muchas veces en aquellas responsabilidades que entroncan –es decir, extienden- sus responsabilidades domésticas y familiares e, indudablemente, en aquellas que, en ese marco de poder donde logran instalarse, son de menor alcance estratégico.
III.- A MODO DE SÍNTESIS
Indudablemente, desde los inicios de las vindicaciones feministas por la igualdad de derechos de las mujeres respecto de los hombres, la situación de las mismas ha ido modificándose y avanzando en diversos logros, si bien con matices importantes entre unas y otras regiones del mundo. La promulgación de leyes y la obtención de algunos derechos económicos, políticos y sociales ha permitido, en muchos países –entre ellos, los centroamericanos- que las mujeres se vayan incorporando al espacio público y hayan adquirido ciertas herramientas y recursos que les permiten moverse –no sin dificultad- en los espacios de poder y de toma de decisión, antes totalmente vedados para ellas.
Si bien la presencia de mujeres en estos espacios ha ido aumentando en forma númerica en la última década, aún la desigualdad que arrojan las cifras que muestran a las mujeres en puestos de decisión, tanto en cargos políticos como en organizaciones comunitarias, es importantísima. Ello supone el hecho de que, si bien las conquistas legales son importantes en cuanto a reconocimiento no son suficientes para garantizar lo que antes considerábamos el acceso a una ciudadanía plena de éstas.
A lo largo de las páginas anteriores y, a partir de la reflexión sobre una experiencia concreta de poder local y participación ciudadana, he intentado mostrarles algunos elementos que determinan profunda y negativamente el ejercicio del poder por parte de las mujeres, de forma plena, consciente, autónoma y soberana. Si bien reconozco que no son todos, al menos considero que son algunos de los más importantes e influyentes. Indudablemente, a éstos elementos se unen otros que, seguramente, permitirán configurar un análisis más exhaustivo e integrado acerca de cómo las mujeres se insertan en el espacio público y en el ejercicio del poder.
Por otro lado, tampoco en este documento he entrado con profundidad al cuestionamiento acerca de las características, formas y modos con las que se ha dotado al espacio público en el marco del pacto patriarcal, si bien no estaría de más releer en este sentido a algunas académicas feministas (Celia Amorós, Line Bareiro, Marcela Lagarde, Amelia Valcárcel, Gina Vargas y otras) que ofrecen interesantes cuestionamientos y revisiones epistemológicas sobre esta construcción, así como ciertas claves para su transformación.
Aún con estas deficiencias, considero que los aspectos planteados pueden ser suficientes para que ustedes puedan iniciar un análisis constructivo y transformador acerca de cómo posibilitar estrategias para permitir el acceso de las mujeres, en condiciones de igualdad, a los espacios de poder comunitarios y políticos. En este sentido, no está de más reconocer que los espacios municipales se convierten en espacios idóneos donde promover experiencias participativas y de toma de decisiones que tengan en cuenta las específicas condiciones de acceso al poder de las mujeres, trabajen en pro de su transformación y procuren una idoneidad adecuada que permita decir que, ahora sí, ¡“las mujeres participan”!.
IV.- BIBLIOGRAFÍA
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[1] En adelante “OP”, en función de sus siglas en portugués (“Orçamento Participativo”).
[2] Las experiencias del OP más conocidas se han puesto en práctica en ciudades, cabeceras municipales o departamentales.
[3] Las cifras de las ciudades que habían adoptado el OP son mecionadas en la Ponencia de CID Blanco, Jr. “Presupuesto Participativo en Brasil”, en el marco del Fórum Internacional, Lima – 25 de abril de 2003.
[4] Al final del documento, en Bibliografía, propongo una serie de textos que permiten acercarse con mayor profundidad al método del OP.
[5] Harnecker, M.- Delegando poder en la gente. El Presupuesto Participativo en Porto Alegre. Ed. Academia MEPLA. Cuba, 1999.
[6] Es preciso aclarar que la propuesta de representación que se practica en el OP tiene que ver con la de delegación, por medio de la cual la persona que representa obtiene un mandato de carácter obligatorio emitido desde quiénes lo/a eligen y éstos/as pueden revocar dicha delegación en cualquier momento; esta premisa aplica tanto para Delegados/as como para Consejeros/as. Es importante destacar este punto pues esta nueva figura se diferencia de la de representación más utilizada en los sistemas democráticos modernos.
[7] Según Marta Harnecker (1999:60), “los impuestos municipales son el impuesto sobre la propiedad territorial y urbana, el impuesto sobre la compra-venta, el impuesto sobre las ventas minoristas de combustibles, líquidos y gaseosos, excepto Diessel, el impuesto sobre servicios de cualquier naturaleza excepto los servicios de transporte interestatal e intermunicipal, y de comunicación. El Gobierno federal debe asignar al municipio el 22,5% de la recaudación del impuesto de rentas obtenido en el municipio, y el 50% de la recaudación del impuesto territorial relativo a los inmuebles situados en el municipio. Los estados deben entregar a los respectivos municipios el 25% de los recursos producto de la recaudación del impuesto sobre productos industriales”.
[8] Al respecto, existen posturas encontradas entre los distintos partidos políticos que conforman el cuerpo legislativo de la Alcaldía, la Cámara Municipal. Desde las posturas defensoras del OP se manifiesta que, en caso de legislarse su procedimiento, éste podría limitarse demasiado en su funcionamiento y en su proceso continuo de revisión y mejora.
[9] No siempre han sido las 13 que se mencionan; por ejemplo, Cultura lo comenzó a ser hace pocos Ciclos.
[10] Es aquella en la que participan representantes de la población de la ciudad, de la administración municipal y personal de la Alcaldía (funcionarios/as).
[11] Sader, Emir (2002)-“La democracia como llave de la hegemonía”, en Verle, J.y Brunet, L.- Construyendo un Nuevo Mundo. Evaluación de la Experiencia del Presupuesto Participativo en Porto Alegre-Brasil. Ed. Guayí. Porto Alegre (Brasil), 2002.
[12] Bareiro, Line (2004): “Democracia/s, Ciudadanía y Estado en América Latina. Análisis de género de los caminos recorridos desde la década del ´80 y futuros posibles”. Unidad Nº 1. Seminario PRIGEPP-FLACSO, Buenos Aires.
[13] Bareiro, Line (2004): “Democracia/s, Ciudadanía y Estado en América Latina. Análisis de género de los caminos recorridos desde la década del ´80 y futuros posibles”. Unidad Nº 2. Seminario PRIGEPP-FLACSO, Buenos Aires.
[14] Seguramente, esta realidad de la práctica del Op tiene mucho con ver con la reflexión que aporta Lechner cuando afirma que “la articulación de la pluralidad y colectividad es justamente la pretensión de la democracia”. Lechner, Norbert – Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y Política. Ed. Fondo de Cultura Económica. México D.F. (México), 1995.
[15] Según Bejamín Goldfrank, una de las mayores limitantes del OP es la de no poder intervenir en las áreas irregulares de la ciudad; por ello, muchos vecinos y vecinas de poder adquisitivo sumamente bajo ven limitado su acceso al proceso y, por tanto, su capacidad de reivindicar y sugerir demandas –si bien, no de participar-. Esta población representa aproximadamente el 22% de la ciudad, cifra nada despreciable. Por ello, no es casual que en los últimos 13 años una de las prioridades más votadas en el OP sea la de “Habitación”, teniendo en cuenta que esta temática incluye tanto regulación de la tierra como vivienda. Goldfrank, Bejamín (2001)-“¿Quién va a participar cuando todas las calles estén pavimentadas”, en Verle, J.y Brunet, L. (Organizadores)- Construyendo un Nuevo Mundo. Evaluación de la Experiencia del Presupuesto Participativo en Porto Alegre-Brasil. Ed. Guayí. Porto Alegre (Brasil), 2002.
[16] Bareiro, Line (2004): “Democracia/s, Ciudadanía y Estado en América Latina. Análisis de género de los caminos recorridos desde la década del ´80 y futuros posibles”. Unidad Nº 2. Seminario PRIGEPP-FLACSO, Buenos Aires.
[17] CIDADE : www.ongcidade.org
[18] CIDADE – Quem é o Público do Orçamento Participativo. Ed. Centro de Assessoria e Estudos Urbanos (CIDADE). Porto Alegre (Brasil ), 2002
[19] Son elegidos/as en las Asambleas Regionales y Temáticas en número de 1 delegado/a por cada 10 participantes. Lógicamente, cuanta más gente asista a las Asambleas, más número de delegados/as obtendrá una Región o Temática.
[20] Está integrado por 96 consejeros/as de los/as cuales, 88 son electos directamente por la población en las Asambleas Regionales y Temáticas. Por cada una de las 16 Regiones y 6 Temáticas se eligen 2 titulares y 2 suplentes.
[21] En ocasiones, los Foros de Delegados/as pueden convocar a Foros Generales de Delegados/as; normalmente, sus reuniones se celebran en el marco de la Región o de la Temática.
[22] Bareiro, Line (2004) – “Igualdad, democracia y ciudadanía. Pre-Informe”, en Torres, Carmen (Editora) –Ediciones de las Mujeres Nº 21. Ed. Isis Internacional, Santiago, Chile (Documentos PRIGEPP, 2004).
[23] Me baso en la argumentación que expone Pateman cuando reflexiona que “si las mujeres han de participar plenamente, como iguales, en la vida social, los hombres han de compartir por igual la crianza de los hijos/as y otras tareas domésticas”. Pateman, Carole (1989)-“Críticas feministas a la dicotomía público/privado”, en Castells, Carme –Perspectivas feministas en teoría política. Ed. Paidós Ibérica S.A. Barcelona (España). (Documentos PRIGEPP, 2004).
24] En efecto, Pateman argumenta el hecho de “que padre y madre compartan por igual la responsabilidad en la crianza de sus hijos e hijas, y que participen por igual en otras actividades de la vida doméstica, presupone algunos cambios radicales en la esfera pública, en la organización de la producción, en lo que entendemos por trabajo y en la practica de la ciudadanía”. Pateman, Carole (1989)-“Críticas feministas a la dicotomía público/privado”, en Castells, Carme –Perspectivas feministas en teoría política. Ed. Paidós Ibérica S.A. Barcelona (España). (Documentos PRIGEPP, 2004).
[25] Releyendo a Celia Amorós podremos decir que “desde este punto de vista podría considerarse el patriarcado como una especia de pacto interclasista, metaestable, por el cual se constituye en patrimonio del genérico de los varones en cuanto se autoinstituyen como sujetos del contrato social ante las mujeres –que son en principio <las pactadas>”. Amorós, Celia (2001) –Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México).
[26] Amorós, Celia (2001) –Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México).
[27] Amorós, Celia (2001) –Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México).
[28] Amorós, Celia (2001) –Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México).
[29] Amorós, Celia (2001) –Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México).
[30] Amorós, Celia (2001) –Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México).
[31] Citada por Álvarez De Miguel, Ana en “La situación de las mujeres en el espacio público”. En García, Adela (2004)….
[32] Álvarez De Miguel, Ana en “La situación de las mujeres en el espacio público”. En García, Adela (2004)….
[33] Álvarez De Miguel, Ana en “La situación de las mujeres en el espacio público”. En García, Adela (2004)….
[34] Pateman, Carole (1989)-“Críticas feministas a la dicotomía público/privado”, en Castells, Carme –Perspectivas feministas en teoría política. Ed. Paidós Ibérica S.A. Barcelona (España). (Documentos PRIGEPP, 2004).
[35] Carrasquer, Pilar; Torns, Teresa; Tejero, Elisabet; Romero, Alfonso (1998).- El trabajo reproductivo. Ed. Universitat Autònoma de Barcelona, Departament de Sociología. Barcelona (España)
[36] Me refiero al hecho de que el trabajo reproductivo reproduce y mantiene la mano de obra del sistema de producción actual.
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