El Cafta y el TLC andino: a remojar la barba

31/07/2005
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El Cafta fue aprobado por la Cámara de Representantes de Estados Unidos por un estrecho margen de 217 a 215 votos. Durante las últimas rondas del TLC Andino, la intransigencia, incumplimientos e inflexibilidad de los negociadores de Estados Unidos se atribuyó al hecho de que dicho tratado no se había aprobado. Según voceros del gobierno colombiano, su aprobación desempantanará las negociaciones y las acercará a la firma en octubre próximo.

El año pasado surgió una situación similar en la cual el poco avance en las negociaciones se atribuía a la campaña presidencial norteamericana. La aprobación fue muy difícil, requirió la intervención directa de Bush y lo obligó a contraer un sin número de compromisos con los congresistas renuentes e incluso implicó que los países centroamericanos aceptaran nuevas restricciones a sus exportaciones de textiles y nuevas trabas para el acceso al mercado norteamericano.

La preocupación del Congreso por todos los detalles de la negociación con países que no representan prácticamente nada en el comercio norteamericano, en lugar de ser un síntoma positivo para los defensores de los TLC, debería tomarse como una señal de que el TLC andino tendrá mayores dificultades.

El gran número de votos en contra revela así mismo el amplio espectro de la oposición y el formidable trabajo realizado por los opositores. En realidad la poca flexibilidad estadounidense se debe a que esa potencia tiene la sartén por el mango, su superioridad es abrumadora y la arquitectura del TLC obedece a sus intereses. Esto se condensa en una ley (TPA) que establece en forma precisa los límites dentro de los cuales se pueden mover sus negociadores.

Además, en cada negociación buscan avanzar en sus objetivos de tal forma que una negociación con un país se convierte automáticamente en el piso mínimo de la siguiente. Adicionalmente, el estrechísimo margen con el que ganaron el Cafta (con sólo perder un voto, la votación hubiera empatado) hace que en las siguientes negociaciones el equipo norteamericano no pueda hacer concesiones, abriendo su mercado, en temas como cereales, textiles, azúcar, propiedad intelectual, etc, justamente temas sensibles para los países andinos.

De esta forma la inflexibilidad de Estados Unidos continuará, porque ella depende de la estructura misma del tratado. La opinión pública lo sabrá en forma inmediata: el TLC está hecho para que Estados Unidos sea un ganador neto. Todos los días lo reconocen aún quienes se hacen ilusiones en el mismo: Estados Unidos quiere vender, pero no comprar; quiere que se modifique toda la estructura económica de los países con los cuales negocia, pero no acepta ninguna modificación a su legislación interna. Esto quedó de presente cuando en la ley de aprobación del Cafta se incluyó expresamente en la Sección 102 titulada: Relación del Acuerdo con la Legislación Federal y la de los Estados, lo siguiente: "La normativa estadounidense (Federal) prevalece sobre cualquier precepto del Cafta; todas las disposiciones que sean inconsistentes con la normativa Federal quedan sin efecto; nada del Acuerdo podrá alterar o modificar la legislación Federal; la legislación de los Estados tampoco será alterada o modificada por el Acuerdo; ninguna persona privada podrá demandar al gobierno de EEUU o a los gobiernos estatales con base en el Acuerdo."

Los compromisos de los países centroamericanos son muy distintos pues ellos si deben modificar su legislación interna, el tratado prevalece sobre la ley y las empresas norteamericanas podrán demandar a los Estados. Una cláusula como esta necesariamente debe quedar cuando se apruebe el TLC andino en el Parlamento estadounidense y consagrará una asimetría estructural más en el mismo. Funcionarios estadounidenses estimaron que con el Cafta podrían aumentar sus exportaciones agrarias en cerca de US$ 1.500 millones anuales y las de bienes manufacturados en US$ 1.000 millones, con la liberación total e inmediata del 80% de las exportaciones de EEUU a la región. Adicionalmente, en un continente en el cual asume creciente protagonismo la desconfianza hacia Estados Unidos, llegar en noviembre a la cumbre de presidentes de las Américas con este acuerdo firmado, les permite insistir en que la cumbre dé mayor importancia a la agenda comercial norteamericana. Lo que introduce una novedad a la situación andina es que se acabó la coartada de los gobiernos y ahora saben a que situación se enfrentan y que la mayor flexibilidad la deberán tener ellos.

Llegó la hora de la rendición definitiva. Ya saben cual es el techo de sus aspiraciones y que si aspiran a más pueden perder la estrecha mayoría que obtuvo el Cafta. Esto se sabía desde el principio y lo hemos analizado decenas de veces en los pronunciamientos de Recalca, pero el gobierno tendió durante meses una cortina de humo para crear la ilusión de que nuestro tratado sería muy particular dadas nuestras condiciones.

Estados Unidos ha respondido una y otra vez: para el tema de la violencia y el narcotráfico hay otros programas, ésta es una negociación comercial y no política. La perseverancia del gobierno de Uribe en firmar el tratado a pesar de que cada día aumentan, aun en Estados Unidos, los sectores críticos a este tipo de acuerdos, se basa en la renuncia a una política independiente de desarrollo, basada en elevar el nivel de vida de la población y choca con la evidencia de que las experiencias de los países que los han firmado no son afortunadas. El sueño de llegar al mercado norteamericano a competir en él con China, parte de la base equivocada de que la producción crece rápidamente y que el mercado interno colombiano, con tres millones de desempleados y un 60% de pobres está agotado.

 La solución neoliberal para crecer, que todos los países pobres del mundo lleguen al mercado norteamericano a competir entre ellos, lo único que ofrece es superproducción de productos exóticos y superfluos, competencia entre pobres, profundización de una división internacional del trabajo injusta y renuncia a políticas de desarrollo nacional. El resultado del Cafta será el aumento de los emigrantes y de la pobreza y la quiebra del agro y de la industria. A medida que pasa el tiempo no sólo se acercan campañas electorales en la zona andina sino que varios congresistas en Estados Unidos tendrán que someterse al escrutinio público sin tener a su favor el efecto de arrastre de la popularidad de Bush como sucedió durante la campaña presidencial; en estas condiciones los intereses locales estadounidenses gravitarán mucho más que en el Cafta.

 Lógicamente, al final, Estados Unidos como en el Cafta aceptará mecanismos puntuales y temporales que alarguen la agonía del agro en algunos sectores, pero también de la experiencia centroamericana se puede extraer que productos como los cereales, como el arroz y el maíz, el algodón, entre otros, están fatídicamente condenados a desaparecer rápidamente. Así como le llegó la hora a las definiciones, también llegó la hora de intensificar la lucha contra el TLC. El documento suscrito, el pasado 24 de julio, por centenares de organizaciones de los más variados sectores en contra del tratado, anuncia un espíritu unitario.

La mayor actividad de las organizaciones sociales que promueven campañas educativas y pronunciamientos desde las bases y el paro cívico nacional programado para el 12 de octubre constituyen buenas señales de que el movimiento popular se apresta a cumplir su cita con la historia.

- Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA, Recalca.

Página web: www.recalca.org.co.

 Correo electrónico: recalca@etb.net.co.
https://www.alainet.org/es/articulo/112591

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