Encuentro Internacional de Derechos Humanos e Igualdad de Género de la Vía CampesinaSto. Domingo, República Dominicana, 1 al 6 de agosto del 2005

Declaración de Quisqueya

03/08/2005
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Nosotras y nosotros, campesinas y campesinos, provenientes de las distintas regiones del mundo, reunidas en Juan Dolio (República Dominicana) del 1 al 6 de agosto de 2005, en el Encuentro Internacional de Derechos Humanos e Igualdad de Género de la Vía Campesina, unidas en un común compromiso de lucha contra el capitalismo y el patriarcado, y reunidas en un espíritu solidario, respetuoso de la diversidad y de la igualdad entre todas las personas. Reafirmamos nuestra voluntad de mantenernos en el campo como nuestro espacio de vida y florecimiento de culturas diversas, de relaciones humanas e interacciones sociales múltiples, y desde allí reivindicamos nuestro rol histórico en el descubrimiento de la agricultura; la preservación de la biodiversidad; el cuidado de la tierra; el desarrollo, la custodia y cuidado de las semillas; la creación de saberes y conocimientos, que constituyen serios aportes para los avances de la humanidad. Exigimos el respeto de todos nuestros derechos de manera indivisible: en particular los políticos, de género, de libre expresión, de pensamiento, opinión, autonomía y autodeterminación. Afirmamos nuestros derechos sexuales y derechos reproductivos y a tener una vida libre de cualquier forma de violencia. Reclamamos con fuerza la vigencia de la universalidad de los derechos humanos, que son individuales, colectivos y de los pueblos y no del capital como lo instituyen las actuales reglas del libre comercio, que consideran al campo como una industria y un simple negocio y propician la expoliación de los bienes comunes de los pueblos como la tierra, el agua, el aire, los bosques, los recursos naturales y genéticos, las semillas, y los conocimientos, y recrudecen a la vez el relegamiento de las campesinas y los campesinos a la miseria, la explotación, la migración forzada, el desalojo y la expropiación. Impugnamos al neoliberalismo extorsionador y a las imposiciones de la Organización Mundial de Comercio, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y demás instituciones del sistema, cuyas políticas mercantilistas no sólo ponen en riesgo la vida en el campo sino también la del propio planeta y de la humanidad. Nos oponemos a las pretensiones del neoliberalismo de convertir el campo en una gran empresa mundial, que solo beneficia a las grandes corporaciones transnacionales, al capital financiero y otras elites, exigimos la realización de urgentes reformas agrarias integrales y con enfoque de género. Rechazamos de manera frontal las políticas de la OMC, la deuda externa y los acuerdos regionales de libre comercio, que priorizan los intereses del capital y la búsqueda de rentabilidad y subsumen los derechos humanos, especialmente aquellos de las mujeres, a las prioridades del mercado. Los postulados del libre comercio ponen en riesgo nuestra autonomía, saberes, conocimientos y nuestro derecho a continuar creando modos de vida harmoniosos, basados en las cosmovisiones diversas e integrales de nuestros pueblos y comunidades. Nos oponemos a la imposición de la agricultura llamada de científica, que pretende universalizar la agricultura industrial y las semillas transgenicas (OGM), poniendo en peligro el equilibrio de los ecosistemas y erosionando los conocimientos de las campesinas y campesinos. Afirmamos el derecho a la soberanía alimentaria como un principio que, a su vez, es determinante para la soberanía de los pueblos, la vida del planeta y su sostenibilidad. Exigimos el cumplimiento de todos los derechos interrelacionados, entre ellos: el de desarrollar modelos de agricultura sustentable y de participar en el diseño de políticas y medidas para fomentarlos; el de conservar la biodiversidad entendida desde una concepción integral que engloba tanto la interrelación armónica entre la naturaleza y lo viviente como la misma diversidad humana; el de generar prácticas de comercio agrícola basadas en relaciones de igualdad y de intercambio justo; el de vivir de la agricultura y acceder a la tierra, el agua y las semillas sanas; el de decidir sobre el futuro de los recursos genéticos y definir el marco jurídico de propiedad de los mismos; el de acceder a la tecnología apropiada y participar al diseño y gestión de los programas de investigación y desarrollo de conocimientos; el de tomar decisiones sobre el control y manejo de los beneficios derivados del uso, conservación y gestión de los recursos y conocimientos asociados; el de participar en el diseño, elaboración y gestión del conjunto de políticas relacionadas con el futuro del campo y de la humanidad en general. Rechazamos todas las formas de violencia sexista contra las mujeres rurales, como también la militarización del campo, la ocupación, la invasión, los desplazamientos forzados y demás estrategias de control imperialista, entre cuyos mecanismos figura la criminalización de la protesta social y hasta de la propia existencia de las organizaciones campesinas e indígenas. Incitamos a los gobiernos a ratificar y poner en aplicación todos los instrumentos nacionales para la erradicación de la violencia contra las mujeres. Nos oponemos a la invasión de las transnacionales en todos los aspectos de la economía y la deslocalización de la agricultura con sus secuelas de violencia económica, social, cultural y de género. Denunciamos la impunidad ante los abusos cometidos por las corporaciones transnacionales, el capital financiero y las elites nacionales, que imponen los intereses del capital por encima de los derechos humanos. ¡¡GLOBALICEMOS LA LUCHA, GLOBALICEMOS LA ESPERANZA!! Juan Dolio, 4 de agosto de 2005
https://www.alainet.org/es/articulo/112627?language=en
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