Derecho que se demanda o contienda política que se gana?

Autodeterminación de los pueblos

17/08/2005
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Los líderes etnonacionalistas mapuche no deberían perder de vista que en política las cosas no funcionan demandando o reclamando reparar injusticias. Especialmente cuando se es un enano enfrentando a un gigante que por lo demás tiene el poder político, económico y militar en sus manos. Los pueblos que han alcanzado la autodeterminación (sea bajo la forma de secesión y creación de un nuevo estado o bajo la forma de federación o de autonomía al interior de una sociedad nacional), lo han hecho ganando duras batallas políticas. Mathew Coon Cone, líder de la nación Cree en el Québec canadiense, explicaba recientemente en Groenlandia (a una audiencia de indígenas internacional), que en la discusión sobre la separación del Québec del Canadá, los Crees habían puesto el punto sobre las íes a las pretensiones quebequeñas. ¿Cómo entender eso? Mathew dibujo en una pizarra el mapa del Québec, sobre el cual luego bosquejó un cuadrado que ocupaba un tercio de ese mapa, para agregar esto es nuestro territorio (territorio Cree), y donde nosotros queremos vivir autodeterminados y de acuerdo a nuestra cultura. Continuando con su explicación, Mathew dijo que si el Québec quería independizarse, debería hacerlo sin considerar el territorio Cree como parte de su proyecto (los Cree votaron en contra de la autodeterminación del Québec en el plebiscito pasado). Y con un no disimulado sentido de orgullo afirmó que en una negociación sobre el tema en Canadá, había roto el mapa del Québec cercenando el territorio Cree, para entregarlo luego a líderes quebequeños con un “esto” es lo suyo. El de Mathew fue un discurso emocional, que tocó la fibra de la mayoría de la audiencia, que aplaudió extensamente. No obstante, la hora de las preguntas vino y ellas ayudaron a revelar una historia más cruda para la problemática autodeterminista de los Cree en el Québec canadiense. ¿Cuántos son los Cree en el Québec? interrogó alguien. Mathew respondió 14.000 más o menos. ¿Cuántos son los quebequeños? Continuó el indagador. Alrededor de 7.000.000 contestó el líder Cree. Y la exploración continúo tornándose el ambiente un poco más depresivo. Y es que, interpretando el conjunto de la exposición de Mathew (lo expuesto como las respuestas a las preguntas), algunos de los que estábamos allí quedamos con la sensación de que la pretensión de autodeterminación de los Cree del Québec en Canadá, luce cuando menos como una tarea titánica. Las cifras que Mathew aportó a su exposición nos informaban de que la población Cree es el 0.2% del total de la población del Québec en Canadá. Esto es, el 0.2% de la población del Québec en Canadá tiene la pretensión de autodeterminarse con un tercio de ese territorio. ¿Es esa meta “políticamente realista”? Mathew tiene confianza en que el Derecho Internacional les dará a los Cree lo que reivindican (Mathew es abogado). ¿Es el derrotero de los Cree del Québec canadiense el camino a la autodeterminación mapuche? ¿Es el pedir en los foros internacionales y fundados en el Derecho Internacional lo que traerá la autodeterminación a los mapuche? No hay dudas de que el Derecho Internacional ha ido avanzando en perspectivas de reconocer el derecho a la autodeterminación de los pueblos indígenas (limitada a “autodeterminación interna” o autonomía). En otras palabras, el Derecho Internacional ha ido avanzando en términos de reconocer el valor moral de la demanda autodeterminista de los pueblos indígenas, por lo que vale considerarlo a la hora de luchar por la autodeterminación. Sin embargo, la política, en mi opinión, expresa más relaciones de fuerza entre grupos humanos que relaciones de civilidad. Esto parece ser especialmente cierto, en correspondencia a las relaciones entre estados y pueblos indígenas, donde la premisa dominante puede expresarse así: “si yo soy más fuerte que tú te impongo mi voluntad” (ejemplo, la invasión de USA y Gran Bretaña a Irak o en micro política la negativa del parlamento chileno a reconocer constitucionalmente la existencia de minorías indígenas, sus derechos colectivos, así como a ratificar el Convenio 169 de la OIT). Puesto lo anterior de otra forma, la política está más determinada por cuestiones de necesidades, intereses y expectativas de los estados, que por consideraciones morales respecto de las injusticias hechas en el pasado y en el presente a los pueblos indígenas (y con esta afirmación no quiero decir que no haya una dimensión moral en la política). Por ello, si bien “en pedir no hay engaño” como dice un conocido refrán, los líderes etnonacionalistas mapuche no deberían perder de vista, que en política las cosas no funcionan demandando o reclamando reparar injusticias. Especialmente cuando se es un enano enfrentando a un gigante (los Cree lo son respecto de los Quebequeños como los mapuche respecto de los chilenos y argentinos). Gigante que por lo demás tiene el poder político, económico y militar en sus manos. Los pueblos que han alcanzado la autodeterminación (sea bajo la forma de secesión y creación de un nuevo estado o bajo la forma de federación o de autonomía al interior de una sociedad nacional), lo han hecho ganando duras batallas políticas (muchas veces con fuertes connotaciones militares). La clave para alcanzar la autodeterminación parece estar no en demandar o reclamar, sino en la “movilización” nacionalitaria del grupo tras la autodeterminación. Alcanzar la autodeterminación no se trata, por lo tanto, únicamente de archivar quejas y formular demandas o reclamos de reparación de justicias. Tampoco, de hacer lobby en foros internacionales a favor de una causa. Se trata sobre todo y ante todo de acción o movilización masiva de un pueblo tras un objetivo como ese. La política es, esencialmente, acción o movilización. Y la autodeterminación una contienda política a ganar, y donde el Derecho Internacional y el lobby internacional deben ser parte del desarrollo estratégico de esa contienda política, pero no la política en si misma. Es en la acción y la movilización política nacional donde se puede dar el hecho de que un grupo débil (un enano), pudiera arrancar la autodeterminación a un estado (Timor Oriental respecto de Indonesia, por ejemplo), o bien pudiera ganar apoyo internacional para su causa, debilitando la acción del estado en su contra (caso de los kurdos respecto al Irak de Sadan Hussein). Sin desmerecer el trabajo que por décadas indígenas de todo el mundo han hecho a fin de lograr mejorías en el Derecho Internacional (incluido algunos mapuche de los cuales nunca hemos tenido cuenta sobre que hacen en los foros internacionales), y en particular el aporte de los Cree a él (ellos tienen el estatus de grupo de consulta de Naciones Unidas en temas indígenas), yo tengo la impresión –a diferencia de los líderes Cree- que los mapuche debemos explotar otras vías. Me refiero a la acción política, no la gremiosindical o el lobby internacional exclusivo como hasta ahora, sino la POLÍTICA. En esa perspectiva se impone poner atención a los obstáculos objetivos que debemos confrontar y determinar en función de ellos los contenidos realistas de nuestra demanda política autonomista, y en la cual el lobby internacional con base en el derecho internacional debe tener su espacio. Y, por sobre todo, se impone crear ya el instrumento para tales batallas: el partido nacionalitario mapuche / Azkintuwe - Editorial Periódico Azkintuwe Nº 15 - Agosto de 2005
https://www.alainet.org/es/articulo/112747
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