Lo abominable detrás de la tragedia en EE.UU.
04/09/2005
- Opinión
Es difícil ignorar lo que sucede a parte del pueblo estadounidense.
Las imágenes que nos llegan conmueven a todo quien asuma su condición
humana. Los miembros de Al Qaeda quizás sean los pocos que festejan
los impactos del huracán que se incrementan a diario. Ya no se habla
de decenas de muertos sino de más de diez mil. Se conoció que en Nueva
Orleáns habían ciento cincuenta mil personas en la línea de pobreza, y
que muchos no huyeron porque justamente su situación económica les
impidió hacerlo. Las cifras de la restauración y reconstrucción hoy
superan los cien mil millones de dólares. De tal manera que los once
mil millones de dólares aprobados por el Congreso sólo representan la
décima parte de lo que se requiere para reiniciar el camino que ese
pueblo había construido. El mundo empieza a conocer que esa es una
región vital para la economía estadounidense pues tiene uno de los
principales puertos del país y del mundo y una especial zona
petrolera. Más importante aún, que allí se produjo una de las más
ricas y prolíficas culturas afroamericanas. Como que el Blues y el
Jazz, entre otras de esas expresiones, tuvieron allí su origen y, a
través de ellos, quedó escrito en los valores culturales de occidente
la doble moral de los gobernantes de esa nación que predican al mundo
el ejercicio de la libertad y del respeto al otro y en su interior
opera la más inhumana discriminación étnica y racial.
Hay aspectos que no pueden escapar a nuestros ojos en relación con lo
que allá se produce. Por un lado, la demora del presidente Bush en
darle atención al pueblo que quedó totalmente aislado. En ello se han
concentrado muchas de las críticas que tienen contra la pared al
mandatario. Tanto, que un diario mexicano lo resume de esta manera:
“este gobierno que ha sido tan efectivo en responder a las necesidades
de los ricos (reducciones de impuestos, subsidios y favores que
benefician a industrias enteras, entre otras cosas), y tan lento ante
las emergencias de los pobres, parece reflejarse en que mientras en
Nueva Orleáns las madres rogaban por agua y alimentos para sus hijos,
la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, se divertía comprando
zapatos en la Quinta Avenida”, y Bush se iba de descanso a su rancho
de Texas, a pesar de conocer los conceptos científicos sobre la
previsible fuerza del huracán que llegaba al territorio que dirige.
(Jornada, ciudad de México, septiembre 4 de 2005) Su negligencia
también es mirada en una vasta opinión estadounidense como producto de
una actitud racista pues la mayoría de la población de la zona
afectada es afroamericana. Por eso el rapero negro Kanye West,
sorprendió a los televidentes cuando, en un evento de solidaridad con
sus compatriotas damnificados, comentó al aire que "a George W. Bush
no le importa la gente negra".
De otro lado se hace presente la falta de previsión para salirle al
paso a gran parte de lo que sucedió si se hubieran aceptado las
indicaciones que desde hace varios años dieron expertos en la materia
sobre lo que claramente pasaría al darse un fenómeno natural de las
proporciones en que se esperaba que se diera. Es decir, fue una
tragedia anunciada.
Pero quizá lo que más nos implica a nosotros; además de la solidaridad
y el dolor humanos que sentimos, es que justamente se da en el país
cuyo gobernante se ha negado a firmar la declaración de Kyoto. En ella
se obliga a todos los países a disminuir la emisión de gases
industriales a los que se adjudica en gran parte los cambios que está
produciendo el llamado calentamiento de la tierra y que nos precipitó
a esta variabilidad de climas y de desastres naturales que estamos
viviendo. Lo más trágico es que si la primera potencia económica y
militar del orbe fue incapaz de prever lo que se produjo, y se asume
con limitaciones para acometer la restauración, ¿qué le puede esperar
a la gran mayoría de países pobres que tienen la misma amenaza?
Otro aspecto que conmueve al mundo es que Estados Unidos ha gastado
doscientos cuarenta mil millones de dólares en Irak y tiene allí 135
mil soldados con su correspondientes soportes armamentísticos de
Aviones, helicópteros, portaaviones, buques de guerra, etc. y no tuvo
ni tiene la capacidad de brindar las ayudas suficientes que su pueblo
requiere para que no se muera más gente de hambre y de sed en las
calles anegadas de los pueblos azotados por el huracán. De hecho, la
catástrofe llevó a su gobierno a declinar su arrogancia y solicitarle
al mundo apoyo para paliar el desastre; no tanto como para aceptar la
oferta hecha por el presidente Chávez ni, al parecer, tampoco la del
mandatario cubano. Dura enseñanza de lo que le puede pasar a un país
cuando sus gobernantes creen que el incentivo a las acciones militares
reivindicarán las políticas que le den un mejor estar la sociedad.
Pues queda claro que Estados Unidos es una potencia y un imperio para
crear guerras y azuzarlas y no para redimir a su propio pueblo.
- Diego Jaramillo Salgado, Profesor titular de Filosofía Política.
Universidad del Cauca, email: djara@ucauca.edu.co
https://www.alainet.org/es/articulo/112902?language=es
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