La profesión docente: entre banqueros y pedagogos
17/09/2005
- Opinión
Cada vez más, las instancias financieras internacionales intervienen
en la formulación de las políticas educativas en Colombia. ¿Qué ocurre
cuando la educación deja de ser un derecho y se convierte en una
mercancía?
La profesión docente, o mejor, la docencia como profesión, es un campo
práctico de trabajo cultural y pedagógico, ético y político, que se ha
venido construyendo a lo largo de la historia. En ella se concibe al
maestro como sujeto de un saber en el cual fundamenta su práctica de
enseñanza, instrucción y formación en valores.
Este “campo intelectual”[1] está constituido por diferentes
corrientes de pensamiento, problemas que le son propios, teorías y
métodos, fines y contenidos, que se reconocen como los códigos
especializados de una comunidad académica.
Se reconoce que, a partir de la década de los 80, ha comenzado y se
ha consolidado un verdadero “florecimiento de la investigación
pedagógica” en Colombia, gracias al Movimiento Pedagógico[2] y a una
nueva legislación sobre educación que sentó las bases para fundamentar
el ejercicio de la profesión docente en la Pedagogía.
El impulso al Movimiento Pedagógico dado por FECODE en los ochenta y
noventa permitió el desarrollo de propuestas pedagógicas de gran
altura conceptual y práctica. Este saber propio del maestro, este
reflexionar permanente sobre los procesos de formación, este saber
explícito sobre la educación, es la fortaleza que da identidad al
maestro y lo relaciona con la investigación, con la cultura, con las
ciencias y los saberes.
Es también por su pertenencia a este campo especializado de saberes y
prácticas por lo que el maestro comprende su responsabilidad social
con la educación como un bien público de carácter cultural. El docente
como profesional se asume también como ciudadano que piensa
políticamente su deber de construir un mejor país.
Pero este proyecto pedagógico, cultural y político que se ha venido
consolidando en Colombia durante más de 15 años, se ve hoy enrarecido
y desdibujado por la mirada contabilizadora y eficientista de los
“banqueros”.
En efecto, una mirada a las políticas educativas para América Latina,
señalan una creciente intromisión del Banco Mundial, el BID, la CEPAL
y el PNUD.
A partir de las reuniones de Jontiem (1990) denominadas “Educación
para todos”, la Cumbre Mundial a favor de la infancia, celebrada en
New York (1990), la iniciativa de educación “Plan Universal de Acceso
a la Educación”, reunida en Miami por iniciativa de los Estados Unidos
en 1994 y el Acuerdo de Santiago de Chile de 1996, hasta la tercera
cumbre de Québec en 2001, salta a la vista el desplazamiento de la
UNESCO como agencia internacional especializada en educación: de actor
protagónico en el proyecto principal a inicios de los 80, a actor
menor y subordinado en el proceso de las cumbres hemisféricas a
mediados y hacia fines de los noventa. Esto tiene como contrapeso la
emergencia de nuevos actores liderando la esfera educativa a nivel
mundial y regional, particularmente la banca internacional, el Banco
Mundial y el BID en este caso.[3]
La banca internacional, preocupada por la creciente deuda externa de
los países de América Latina y alertada por las consecuencias que
puedan tener los movimientos culturales pedagógicos y políticos que
vienen tomando fuerza en las regiones, decide condicionar sus
políticas de crédito y de “apoyo” al cumplimiento de pactos de
saneamiento fiscal, recorte al gasto público y neoliberalismo en sus
economías.
Urgen una nueva relación del Estado con la educación, a la que
equiparan con la prestación de servicios públicos como el agua, la luz,
las carreteras o los bancos... y se abren a la globalización, la libre
competencia de oferta y demanda, la sociedad del conocimiento y la
aplicación de nuevas tecnologías de comunicación.
Desde las multinacionales de la educación, como la UNESCO y el PNUD,
se comienza a “racionalizar” un discurso sobre la educación como si se
tratara de una “mercancía” cuya calidad depende de la relación costo-
beneficio, capital humano, eficiencia, eficacia y gestión
empresarial.[4]
Dentro de una lógica sociotecnocrática, este discurso busca
apropiarse de la idea de calidad bajo criterios y parámetros que
suponen la abierta mercantilización de la educación y la búsqueda de
la excelencia educativa de carácter elitista, segregadora y
discriminativa. Este discurso sobre la calidad retrotrae del ámbito de
la economía conceptos como productividad, rentabilidad, excelencia,
eficacia, eficiencia, optimización, indicadores, evaluación, rendición
de cuentas, control, etc., y urge reordenar el sistema educativo
mediante evaluaciones desde este enfoque, fijar criterios de
acreditación, poner la enseñanza en función de las necesidades de la
empresa, vigilar con criterio empresarial las instituciones
educativas... la educación como un bien de consumo y no como un
servicio cultural.
Sus destinatarios ya no son los ciudadanos sino los clientes, y la
calidad es ahora su nuevo valor de cambio, de transacción entre la
escuela y la familia. Se insiste en la descentralización para eludir
la responsabilidad del Estado, se asume la capacitación docente como
un gasto innecesario, se deslegitima al Estado benefactor para pasar a
un estado de mínimos y se exalta la eficacia y calidad de la educación
privada que se constituye ahora en un ejemplo a imitar.
La calidad, concepto que tiene sentido y significado dentro del campo
intelectual de la pedagogía, pierde ahora su origen y se ve definido y
reducido, subordinado y desarticulado frente al discurso hegemónico y
estandarizado que pretende imponer el gobierno desde este enfoque
neoliberal.
Calidad como indicador de gestión empresarial exitosa, eficiencia
porque hace más con menos inversiones, recorte al gasto en valor
agregado en lo cultural, en lo lúdico, en lo ético y estético y mirada
contabilizadora sobre el gasto por estudiante, pago a profesores,
recursos a las instituciones... ahorrar al máximo es la consigna.
Se desprestigia la educación pública, se denuncian sus costos y se
señala a profesores y directivos como despilfarradores ineficaces; se
privilegia la educación privada y se monta un dispositivo para evaluar
la educación desde esta mirada economicista.
Mirada economicista que es acompañada de leyes y decretos que
pretenden regular el sistema educativo con el único fin de ajustar su
gasto a los intereses de la banca mundial. No importa que dichas leyes
y decretos atenten contra derechos adquiridos, atropellen las
libertades democráticas, acaben con las organizaciones sociales y los
derechos del Magisterio... el fin justifica los medios, y a ellos se
une la gran prensa y la oligarquía para hacer aparecer como legítima,
urgente y necesaria una reforma a la educación y a la enseñanza que
por medio de evaluaciones de eficiencia, estándares mínimos de calidad,
competencias básicas, aumento de estudiantes por profesor, integración
de instituciones escolares y convenios con el sector privado, niegan
la posibilidad de hacer de la educación lo que la Constitución
consagra: Un derecho ciudadano, un bien público de carácter social y
cultural.
Queda desfigurada la profesión docente que se reduce ahora a
administrar con eficiencia, eficacia y “calidad” las directrices del
gobierno, dejando de lado la formación pedagógica y el campo
intelectual de la educación y la pedagogía es “colonizado” por el
lenguaje de la empresas, lenguaje que le es extraño e impuesto.
Política en contra de las Escuelas Normales Superiores y las
Facultades de Educación, quienes ahora tienen que competir en su
propio campo con profesionales de todas las disciplinas que llegan a
la docencia sin fundamentación y sin vocación. ¿Cómo entonces, nos
preguntamos, seguir hablando de calidad?.
Ante tales despropósitos no queda otra alternativa que la
consolidación del movimiento pedagógico para que bajo sus objetivos de
fundamentar en la pedagogía la labor del docente y cualificarlo para
enfrentar críticamente las políticas de gobierno, podamos construir
entre todos un proyecto cultural científico, pedagógico y social que
enfrente con dignidad los abusos del dictador.
Notas
[1] Diaz Mario “El campo intelectual de la educación”. Universidad del
Valle – Cali. 1993
[2] Granés José “Principios básicos de la docencia”. Bogotá. 2000.
Universidad Nacional
[3] Revista “Educación y Cultura”. No.1. FECODE. Bogotá
[4] Tamayo Alfonso. “Tendencias de la Pedagogía en Colombia”. UPTC –
Tunja. No.30-31. 2003
- Alfonso Tamayo V. es docente de la Facultad de Educación, UPTC de
Tunja. Tomado de Actualidad Colombiana, Boletín quincenal - Edición
No. 415 septiembre 15 al 29 de 2005,
http://www.actualidadcolombiana.org
https://www.alainet.org/es/articulo/112997
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