Comprando soberanía

20/12/2005
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El anuncio argentino del pago de la totalidad de su deuda con el FMI llevó a una primera reacción de asentimiento, de aplauso, de expectativas por una nueva etapa de políticas económicas sin el dogal impuesto por dicha entidad financiera a través del inescapable endeudamiento. Sin desmerecer esta perpeción positiva, visto el asunto con más detenimiento se aprecian otras implicaciones, que no dejan de ser contradictorias. El sentido político de la medida parece confirmarse en la modesta magnitud del alivio a su deuda pública, pues esta porción representa un 9% del total. No obstante, se trata de una suma de casi 10 mil millones de dólares, importante para cualquier economía, más para la de un país hasta hace poco devastado por los ajustes, que ha logrado salir a flote desafiando esas orientaciones y volviendo los ojos a la producción y consumo internos, a la redistribución. Hay un dilema implícito: destinar el ahorro nacional, logrado con tantos esfuerzos, a la inversión productiva y a la inversión social, o encaminarlo, como se ha hecho, a ganar cuotas de soberanía para el manejo económico. La opción asumida muestra tanto el peso de las condicionalidades fondomonetaristas, como la importancia de la soberanía en estos momentos de búsqueda de otros derroteros en ese país y en la región. Se trata también, sin embargo, de un gesto que 'legitima' compromisos de pago que desde otras perspectivas se ven como ilegítimos, dada la perversa dinámica de endeudamiento que ha convertido a nuestros países en exportadores netos de capital, mientras hemos sometido nuestras economías al control externo a cambio de exiguas cuotas de 'capital fresco'. Muchos análisis han mostrado que las deudas ya están pagadas por diversas vías. Además, Argentina parece ser precisamente un caso de los mayores excesos en cuanto a manejo doloso de recursos de la deuda, vinculado a privatizaciones y estatizaciones sucesivas para favorecer intereses empresariales y personales; es decir, tendría argumentos para negarse a pagar, como lo plantea un importante sector del movimiento ciudadano contra la deuda. Este pago saca a flote miradas simplistas: 'es una deuda y hay que pagarla' han opinado varios, dejando de lado todo lo avanzado en análisis sobre sus significados económicos –no sólo financieros- , y sus interrelaciones con el modelo como un todo, con la geopolítica, la militarización y los derechos humanos. Ha hablado el lenguaje del dinero, pero con implicaciones y simbolismo mucho mayores ¿serán estos entendidos y asumidos en los áridos territorios de las multilaterales? ¿Se desatarán autocríticas y reformas en el FMI al constatar que puede volverse prescindible? A estas se suman otras incertidumbres y hasta riesgos: el de recaer en políticas de igual corte aunque ya sin la condicionalidad directa del FMI, pues el entramado neoliberal ha tendido y tiende otros hilos, como son los tratados comerciales, que entre otras cosas procurar tratar la deuda como inversión. Como sea, este intento de comprar soberanía marca una pauta en la búsqueda de caminos alternativos para el manejo de la economía y para la construcción de una realidad diferente en nuestros países. En medio de una geopolítica regional que se mueve hacia interesantes redefiniciones, es una medida que deberá conectarse de manera coherente y coordinada con otras de similar significado en varios países, para que sus resultados no se reviertan o distorsionen.
https://www.alainet.org/es/articulo/113944?language=en
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