Desaprendiendo el machismo
14/12/2005
- Opinión
Entrevista a Patrick Welsh, Vicepresidente de la Asociación de
Hombres contra la Violencia en Nicaragua
Patrick Welsh, nacido en 1960 en Irlanda del Norte, tiene experiencia
de Cooperación Internacional en Nigeria y en América Central, y una
larga trayectoria en la educación popular. Patrick es Vicepresidente
de la Asociación de Hombres contra la Violencia en Nicaragua. A lo
largo de diez años, un millar de hombres han pasado por los talleres
que él dirige.
- Si hablamos de machismo, ¿es distinta la situación en Centroamérica
que en Europa?
El modelo de ser hombre es muy similar. A los hombres desde la familia,
la escuela o la religión tradicionales y desde los medios de
comunicación se nos han asignado unas actitudes, valores y conductas
que no varían mucho de país a país. Nos han indicado y enseñado que
debemos ser fuertes, tener poder y mandar. Ha habido y sigue habiendo,
sistemas distintos de crianza y socialización para los niños y para
las niñas, traducidos en símbolos, colores, valores, expectativas y
atribución de derechos distintos. Los hombres no nacemos con el
machismo en la sangre, es algo que aprendemos, y que, desde luego,
podemos desaprender.
- ¿El machismo tiene diferentes manifestaciones según culturas o
geografías?
Impresiona que el machismo sea algo tan universal y generalizado. Hay
matices culturales, obviamente. Incluso en algunas culturas los
hombres asumen tareas domésticas que en otras no son propias de los
varones. Todo depende de cómo se construyen sobre el sexo biológico
las diferentes identidades masculina y femenina, y de las creencias
que se van inculcando.
- ¿Se puede pensar que algunas mujeres son machistas?
No es correcto plantear las cosas así. Lo que sucede es que las
mujeres actúan dentro de los valores de un sistema machista. Hombres y
mujeres tenemos roles asignados. Hasta que empecemos a reflexionar,
analizar y hacer propuestas nuevas vamos a seguir en la misma
situación.
- En Nicaragua, ¿la revolución sandinista contribuyó a cambiar algo
las cosas?
Las mujeres sandinistas lograron en la revolución muchos cambios y
avances legales, pero la agenda feminista de género no fue incorporada.
Al terminar la revolución, en el año 90, muchas mujeres se organizaron
en diversos colectivos. Desde entonces el movimiento de mujeres ha
sido el movimiento social más fuerte y organizado en Nicaragua.
- Y los hombres ¿cómo reaccionan cuando se les invita a abandonar el
machismo?
Nosotros les explicamos que eso del machismo es un asunto social, que
no tiene nada que ver con la genética. Hay gente que cree que la
valentía viene en la sangre. Algunos hombres nos han dicho: “yo soy
agresivo, porque nací agresivo”. Nosotros les enseñamos a diferenciar
lo que es agresividad de lo que es violencia. Sentimientos o emociones
humanas que tenemos, como la ira por ejemplo, no deben orientarse
hacia el uso de la violencia. Pero la reacción violenta es común en
hombres que se sienten frustrados o que no tienen control de las
situaciones. La violencia es la herramienta aprendida para manejar
determinadas situaciones y conflictos entre personas o entre grupos.
- ¿La violencia es la más extrema manifestación del machismo?
Sin duda. La violencia de los hombres hacia las mujeres es, a menudo
una violencia grave. Más de cien mujeres fueron asesinadas por sus
compañeros el año 2004 en España. Pero hay violencia también entre los
hombres. Un estudio que se hizo en México, hace ya unos años,
identificó que las tres causas de muerte más frecuentes entre hombres
en el Estado de Veracruz eran accidentes de tráfico y laborales,
homicidios causados por otros hombres, y cirrosis hepática; y esas
tres causas estaban relacionadas con hábitos típicos masculinos. Al
conducir hay que ser el más veloz, no hay que ceder ni un centímetro a
nadie. Al consumir alcohol se llega al límite para la salud, y aparece
a menudo la bronca, no existe capacidad de escuchar o negociar. Hay un
modo de ser hombre que no sólo es fuertemente negativo para las
mujeres, sino que perjudica también a los propios hombres.
- ¿Crees posible la reeducación, la reinserción social de hombres
maltratadores y de violadores?
Ese es un asunto polémico ahora en bastantes países. En los países del
Norte los intentos de rehabilitación no han tenido los resultados
esperados. Creo que eso ha tenido que ver con la doble opción que se
ha ofrecido a los maltratadores: ir a la cárcel o pasar por un proceso
de conciliación. Es claro que todos eligen el camino más fácil, nadie
quiere acabar en la cárcel. Habría que buscar una manera de que esos
hombres, voluntariamente, entren en un proceso de reflexión y cambio,
analizando su forma de ser. Y no basta con contemplar cada caso
individualmente, porque este es un asunto social y cultural que afecta
a muchísimos hombres.
- ¿Qué métodos usáis para desaprender el machismo?
Trabajamos con una metodología de educación popular. Facilitamos
espacios y procesos continuados en el tiempo, para que los hombres
reflexionen sobre sus vivencias, sus valores y comportamientos. No les
damos clases sobre género o masculinidad, nada de eso. Pondré un
ejemplo: cuando trabajamos con los jóvenes sobre el tema de la
violencia, hacen un listado de los juegos infantiles que practicaron y
de sus formas de diversión actuales y analizan los elementos de
agresividad, competitividad e incluso de violencia que hay en esos
juegos. Luego, por grupos en la sala de capacitación, algunos juegan y
los demás observan el juego. Sigue un análisis de lo que sucede y se
toma conciencia de cómo lo juegos son un factor socializador de los
valores pretendidamente masculinos. Es un aprendizaje vivencial. Se
descubre la raíz social de muchos sentimientos y comportamientos. Cada
grupo hace, al final, propuestas que suelen ser distintas.
- ¿Qué papel pueden jugar las mujeres para que los hombres desaprendan
su machismo?
En Nicaragua comenzamos algunos grupos de hombres que deseábamos
cambiar nuestras ideas y comportamiento. Pero hemos tenido una
relación muy cercana con la Red de Mujeres contra la Violencia, que
aglutina a más de 350 grupos de mujeres. Algunas participan en nuestro
consejo asesor, nos dan apoyo y nos acompañan. Eso nos parece muy
importante, porque nosotros queremos que lo que hacemos contribuya al
bienestar de las mujeres.
- ¿Y qué ayudas y métodos aporta esa Red de Mujeres?
Hay Asociaciones de Mujeres en Nicaragua que ya tienen una experiencia
de muchos años. Ellas nos facilitan la convocatoria, igual en la
ciudad de Managua que en comunidades campesinas, para aglutinar a
grupos de hombres y facilitan también después espacios mixtos de
mujeres y hombres para que puedan compartir un trabajo conjunto. El
trabajo de educación popular que habían iniciado en los años ochenta
algunas mujeres los sistematizaron y nos ayuda mucho ahora al proponer
adaptaciones para los hombres.
- ¿Cuesta mucho cambiar?
Cuesta descubrir en uno mismo actitudes, valores y conductas que
anteriormente no tenía identificadas como machistas. Por ejemplo,
muchos hombres nicaragüenses piensan que es la cosa más natural que
sus mujeres les tengan que pedir permiso para salir de casa. Otros no
entregan todo su salario en casa, se reservan una parte que gastan en
beber y beber. Cuesta cambiar. Hay mucha resistencia interna y mucha
presión externa para llegarlo a hacer.
- ¿Qué cambios trae este esfuerzo?
Unas relaciones más humanas y gratificantes, que no se basan en el
dominio de los hombres y la subordinación de las mujeres, sino en la
armonía y equidad. Buscamos juntos, hombres y mujeres, otro modo de
ejercer el poder en la vida privada y en los espacios públicos, unas
relaciones verdaderamente democráticas, donde exista capacidad de
escuchar, de aportar, de construir colectivamente en libertad y sin
miedo. Las mujeres ganan, sus derechos humanos son respetados. Pero,
al abandonar el machismo, los hombres salimos ganando también: nos
damos cuenta de que no tenemos siempre la razón ni la verdad, nos
hacemos más sensibles, expresamos mejor nuestros sentimientos y
emociones no sólo con nuestras mujeres, sino también con nuestras
hijas e hijos.
- ¿Podemos entendernos, hombres y mujeres?
Los hombres, en primer lugar, tenemos que aprender a escuchar. La
comunicación interpersonal es uno de los temas que más trabajamos.
Equipamos a los hombres con herramientas prácticas, para que, cuando
aparezca un conflicto en la pareja, puedan tener una conversación
entre dos personas iguales y no acudan a la violencia, a los gritos y
los golpes para resolverlo.
- ¿Hay algún termómetro para medir el cambio?
El compromiso con la justicia y la equidad de género es también un
compromiso con la democracia. Ese compromiso no puede considerarse
verdadero si no tiene su expresión práctica en el reparto equitativo
del trabajo dentro de los espacios privados y públicos.
- Javier Pagola, director de la revista "El Sur" de la ONG Médicus
Mundi. Agencia de Información Solidaria www.infosolidaria.org
https://www.alainet.org/es/articulo/114007
Del mismo autor
- Desaprendiendo el machismo 14/12/2005
Mujeres
- Paola Ricaurte 10/03/2022
- Giorgio Trucchi 03/03/2022
- Diana Carolina Alfonso, Mónica Miranda 22/02/2022
- Miguel Pinto Parabá 26/01/2022
- Jo-Marie Burt, Paulo Estrada 12/01/2022